¿Cómo se representan los feminicidios en los medios de comunicación?

Blog AMIDI

Colaboración de la Cátedra UNESCO de Alfabetización Mediática Informacional y Diálogo Intercultural (AMIDI) de la Universidad de Guadalajara.

Por Elena Hernández Montoya

El feminicidio se genera en la desigualdad estructural que existe entre hombres y mujeres, manifestándose en la normalización y tolerancia hacia la violencia de género (Lagarde, 2008; Monárrez, 2009). Esto se refleja en cómo los medios de comunicación cubren los feminicidios. En esta entrada explicaré qué es el feminicidio, como suele ser representado mediáticamente, por qué eso importa y qué podemos hacer para cambiarlo.

Feminicidio: asesinato por motivos de género

El feminicidio es el asesinato de mujeres por parte de los hombres, por el simple hecho de ser mujer (Rusell, 2006). En México, a diario ocurren 10 feminicidios, de los cuales solo el 23.7% se investigan como tal. ONU mujeres señala que en los países latinoamericanos y del caribe es difícil determinar cuántos de los asesinatos de mujeres son feminicidios, debido a que no siguen el Modelo de protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género, el cual recomienda que todas las muertes violentas de mujeres sean analizadas con perspectiva de género, aun cuando estas defunciones parezcan ser producto de un accidente, motivos criminales o suicidio.

Lagarde (2008) señala el feminicidio como un crimen de Estado cuando este último no proporciona a mujeres y niñas las garantías y condiciones de seguridad necesarias para que permanezcan con vida en la comunidad.

Cobertura periodística del feminicidio: mitificada y desvinculada de la violencia estructural

Las notas periodísticas que señalan un feminicidio, con regularidad, no suelen vincular este fenómeno a la violencia de género; por el contrario, asocian dichos hechos a tragedias amorosas, pleitos conyugales, locura o condiciones sociales específicas. La redacción de dichas notas refuerza la ideología machista que justifica y minimiza las agresiones contra las mujeres, desvinculándola de la violencia estructural y llevándola al plano de lo privado.

La forma más común de representar los feminicidios dentro de la prensa es como un pleito de pareja que «terminó mal» o «se salió de control». Debido a que culturalmente se establecen y naturalizan roles de género (Lagarde, 1996), se puede comprender que las discusiones de pareja formen parte de una dinámica aceptada en las relaciones sentimentales y, a partir de los estereotipos de género que han denominado al hombre como agresivo, se justifica que éste, al «perder los estribos», asesine a su pareja.

Estos crímenes suelen mitificarse dentro de la redacción periodística (McNeill, 2006). Los hechos se señalan como muertes trágicas o misteriosas, sobre todo aquellas donde el feminicida después de asesinar a la mujer decide suicidarse, lo que se ve reflejado en redacciones como: «La madrugada de este viernes se registró una tragedia en la cabecera municipal de Tuxpan, que deja como saldo dos personas muertas». Dicha «tragedia» no se señala solo para la víctima, sino que se vuelve una tragedia amorosa o de pareja, considerando también al perpetrador como víctima y convirtiéndolo en un «mártir del amor».

Antezana y Lagos (2014) argumentan que adjetivar estos sucesos no tiene la intención de empatizar con las víctimas, sino de atraer al público. Es decir, el hecho se señala como trágico, cruel, terrible u horroroso, pero ello no quiere decir que exista una preocupación por el fenómeno. Esto pudiera ser comprobado a partir de que en ningún momento las notas suelen adjetivar el delito como indignante.

Las notas de feminicidio suelen mencionar al agresor como «loco», «esquizofrénico», «desquiciado»…, lo que puede incurrir en justificar el delito, debido a que se le resta al atacante culpabilidad sobre sus actos. Se representa al delincuente como alguien que no sabía lo que hacía, alguien que en un arranque de ira perdió el razonamiento.

Debido a que el disciplinamiento del cuerpo sobre las mujeres es aceptado en la sociedad (Hernández & Bernal, 2016; Pacheco & González, 2010), la misma prensa justifica el feminicidio cuando destaca que la víctima estaba vinculada con el crimen organizado, ejercía un oficio estigmatizado, había dejado a su pareja o cometido alguna infidelidad. Ya que se entiende que estas mujeres fueron agredidas por romper algún estereotipo de su género y no mantener el statu quo.

La redacción de un feminicidio no recibe un tratamiento periodístico diferente al relato de un homicidio de mujer: no hay una contextualización del fenómeno, no se señala que la víctima sufría violencia por parte del agresor, no hay datos estadísticos o que relacionen el suceso con otro —haciendo del conocimiento público que no son eventos aislados o que solo le ocurren a un determinado sector de la población con características específicas. Aun cuando las notas manejan el término feminicidio no dejan claro que el asesinato se comete por cuestiones de género.

El encuadre influye en la interpretación del hecho

Los medios de comunicación funcionan como intermediarios entre las personas y la realidad. Por ello, la forma en que éstos representan el feminicidio afecta la manera en que la sociedad construye su idea respecto a dicho fenómeno y sus posibles soluciones —la cual puede llegar a ser errónea si el feminicidio no es representado de forma adecuada.

Como lo señala Entman (1993), a partir de los frames o encuadres que se presentan en las notas, las personas suelen asociar los eventos descritos a posibles soluciones. Por consecuencia, si el feminicidio es enmarcado como un asunto de violencia particular o familiar, las posibles soluciones estarán enfocadas en resolver el fenómeno desde esta perspectiva y no desde aquella que ve el problema como estructural. Ya lo explicaba Frida Rodelo en su entrada sobre la teoría del framing: «un encuadre organiza la realidad cotidiana al dar sentido a eventos y al promover definiciones e interpretaciones de asuntos políticos».

La forma en que es representado el feminicidio en las notas periodísticas es un reflejo de la ideología social sobre el mismo, debido a que el encuadre que recibe la nota no depende exclusivamente de quien la redacta: los frames se encuentran en quien emite la nota, quien la recibe, en el mensaje y la cultura (Entman, 1993).

No basta solo con nombrar el hecho como feminicidio, sino que a partir de los encuadres que lo construyen se represente un suceso ligado a la violencia de género. Aunque en la nota se nombre el crimen como feminicidio, los encuadres presentados siguen referenciándolo como un conflicto de pareja. Esto promueve que la audiencia no haga una relación del feminicidio con la violencia de género y lo siga considerando como un hecho que ocurre a partir de decisiones particulares del agresor.

Lineamientos para mejorar la cobertura

En México, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida libre de Violencia en su  artículo 38, apartado VIII, estipula que se debe «vigilar que los medios de comunicación no fomenten la violencia contra las mujeres y que estos favorezcan a la erradicación de la misma, fortaleciendo el respeto a los derechos humanos y dignidad de las mujeres».

México y otros países de habla hispana han elaborado propuestas de redacción para cubrir notas de violencia de género (CIMAC, 2012; PAR, 2008; PNUD, s.f.; RTVE, 2002). Sugieren que no se culpe a las mujeres de la agresión, no señalarlas de forma sexuada y no justificar a los agresores.

Entre los puntos que favorecen una redacción que no siga promoviendo estereotipos de género y justificando la violencia contra las mujeres —principalmente el feminicidio— destacan:

  • Contextualizar la violencia. Es decir, hacer mención de otros referentes similares. La intención es que los casos  no se perciban como aislados.
  • Recurrir a diferentes fuentes y especialistas en el tema. La fuente principal en los casos de feminicidio suelen ser los cuerpos policiales y usualmente estos no cuentan con capacitación en perspectiva de género.
  • No trivializar el fenómeno. No señalarlo como «un caso más» y evitar asociarlos con riñas familiares o de pareja.
  • Darle continuidad a los casos. Hacer público el proceso judicial del agresor, con la intención de que la ciudadanía comprenda que hay consecuencias penales por cometer dicho crimen.
  • Dejar de publicar notas de feminicidios en sección policíaca o similar. La nota roja tiene su estilo particular que se enfoca principalmente en llamar la atención, por lo que publicar los casos de feminicidio en esta sección lo condiciona a presentarlo como violencia física y no enfocado en la violencia de género (Angélico y Maffeo, 2013; Antezana y Lagos, 2014; Arriaga, 2002).

Aun cuando existen propuestas que favorecen no revictimizar a las mujeres que sufren violencia de género, es difícil asegurar que las empresas periodísticas siguan o promuevan este tipo de redacción libre de estereotipos de género, ya que en la construcción de la nota intervienen factores como las fuentes, rutinas periodísticas e intereses de la organización (Tuchman, 1983).

¿Qué hacer como audiencias?

Como señala Beatriz Solís Leree en su entrada sobre las defensorías de audiencias, estas últimas son sujetas de derechos, que incluyen el consumo de contenidos mediáticos que respeten los derechos humanos y la igualdad de género. De esta forma, la sociedad tenemos la garantía y obligación de denunciar cuando algún contenido periodístico atente contra los derechos de las mujeres, las revictimice, e incite, justifique o invisibilice la violencia contra ellas.

Cambiar el encuadre actual con el que se construyen las notas de feminicidio y asociarlo a la violencia de género es posible. Los encuadres se encuentran en constante cambio, ya que son el reflejo de los símbolos dominantes que existen en la sociedad (Entman, 1993; Sádaba, 2007; Scheufele, 1999), por lo que se debe trabajar al interior de los grupos sociales para cambiar la construcción que se tiene de dicho fenómeno y que a su vez está siendo replicada y reforzada por los medios de comunicación.

Por otra parte, quienes construyen la información tienen la capacidad de desarrollar habilidades que les permiten percibir y cuestionar los marcos dominantes. Así, pueden también contribuir a la construcción de notas que muestren dos o más posturas respecto a un fenómeno (Entman, 1993). De esta forma la audiencia tiene la libertad de escoger y cuestionar qué encuadre refleja con mayor certeza la realidad de su contexto.

Para seguir aprendiendo

María Elena Hernández Montoya. México. Licenciada en Comunicación y Medios por la Universidad Autónoma de Nayarit, maestra en Comunicación por la Universidad de Guadalajara. Docente de la Universidad del Valle de Matatipac y el CETIS. Activista por los derechos de las mujeres, integrante activa de la Colectiva Feminista Nayarit.

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Catedra UNESCOAMIDI
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Espacio para la investigación, formación, experimentación y divulgación sobre alfabetización mediática informacional y diálogo intercultural.

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