Marea Coatlicue: morras en defensa del conocimiento alimentario

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A través de la preparación, venta y trueque de alimentos, cinco mujeres combaten desde su trinchera en contra de la violencia económica y cultural.

Texto y fotos: Isabel Briseño / Pie de Página

CIUDAD DE MÉXICO.- Desde que tiene memoria Jess sabe que su familia se ha dedicado a la comida. Su bisabuela vendía quesadillas, “las mejores del barrio”, decían los vecinos. Su abuela tuvo un tiempo la concesión de tres cooperativas de secundarias. Jess siempre ha estado en contacto con la comida, preparando muchos platillos, la mayoría de ellos poco saludables pero baratos y con alta demanda. Las jornadas de trabajo siempre eran largas y se podía imaginar que había gran abundancia económica pero no era así, lejos de darles una buena vida espiritual, se las restaba.

Jess estuvo trabajando en varios lugares de comida rápida, donde se dio cuenta la forma en la que trataban a los empleados de los establecimientos: no había un respeto por los derechos laborales y eran explotados por una mínima cantidad de dinero. Por mucho tiempo pensó que esa era la única forma en que funcionaba el mundo pero aun así decidió ya no tener patrón y emprendió un puesto de desayunos con su abuelita. 

Las compras de los suministros y las entregas se realizan a bordo de una bicicleta, Secret es la encargada de las bicientregas.

Rodando, Jess conoció compañeros que le mostraron sus saberes y quedó impactada. Aprendió a meter las manos en la masa, que los alimentos pueden ser una forma de defenderse de la violencia que se recibe todos los días y que la comida puede ser al mismo tiempo una medicina. Conectar con la comida y con todo el proceso inspiró a una amiga y a ella a querer iniciar un proyecto donde pudieran compartir con más “banda” todos estos saberes.

Así nació Marea Coatlicue: “Un grupo de morras en defensa del conocimiento alimentario y en contra de la violencia económica y cultural”, explica Jess. Empezaron haciendo conservas (salsa habanera, chiles chipotles, mermeladas, cremas de cacahuate) y vendiendo y truequeando miel, pox y café que les llegaba de Chiapas, ayudando directamente al financiamiento del refugio de animales “Corazón Animal San Francisco”. 

Conoció a compañeros de Autodefensa Alimentaria que junto con la Cooperativa Flor y Piedra dieron un taller de pan medicinal, en ese mismo taller les mostraron un estudio que hablaba de las enfermedades más frecuentes y que lamentablemente derivan en la muerte de las mujeres, las enfermedades que mencionaron fue la diabetes, la depresión y la anemia, las tres pueden tratarse con plantas medicinales tales como el alga spirulina, la pasiflora y la mejorana; fue donde decidió que eso quería hacer toda su vida, elaborar pan que ayude a sanar mientras se comparte con las personas que se aman, “de esta manera nos acercamos de inmediato a los conocimientos ancestrales de los cuales nos aleja esta vida tan acelerada”, dice Jess mientras suena una canción de “Ariana Puello”.

La masa que prepara además de estar hecha con harinas integrales, que tienen alto contenido de fibra y ayuda a la buena digestión, también está hecha con pulque rico en minerales, aminoácidos, enzimas, vitaminas y potencial probiótico.

 

Atacar a las grandes cadenas de pan industrial (hecho con base en azúcar y mantequilla), ofreciendo pan medicinal a precios accesibles; adentrarse y accionar en los procesos de la alimentación y compartir estos saberes con el barrio son algunos de los propósitos de Marea Coatlicue, comparte Jes mientras extiende la masa.

Marea Coatlicue está conformada actualmente por cinco mujeres, tres cocineras panaderas, la repartidora y una compañera en Tepoztlán. Venden o truequean sus alimentos principalmente a domicilio o en las protestas en forma de mercadita que se dieron en los últimos meses en respuesta a la criminalización de la gente que entrega sus cosas en las estaciones del Metro; una parte de la ganancia la destinan para establecer pronto un local fijo, donde además de ofrecer alternativas saludables también se busca compartir la experiencia adquirida durante el proceso de aprendizaje que a ella y a sus compañeras les han brindado en diversos colectivos.

Además de las conservas venden y truequean pizzas, pan dulce y hamburguesas con masa elaborada a base de pulque y semillas.

Esta pandemia le ha significado un reto y acepta que muchas veces se ha sentido agotada pero es muy bello sentir que se van abriendo horizontes para la independencia económica de muchas mujeres:

“Creo que en este mundo ese es uno de los primeros pasos que hay que dar para sentirnos un poco más libres”, finaliza.

Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.

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