Trágame, tierra

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @TurcoViejo

Foto: Elena Castolo / Canal 44

La semana pasada Elena Castolo, del equipo de Canal 44, tomó el que, me atrevo a decir, es uno de los mejores retratos que se le han hecho a Enrique Alfaro. La imagen es redonda, y así lo demuestran los memes y cartones que en ella se inspiraron: sentado en primera fila sobre una tarima, rígido, con un collar de flores en el muslo izquierdo, los brazos cruzados y los ojos mirando al cielo. La presencia de Andrés Manuel López Obrador al lado, con su collar de flores puesto, el cuerpo relajado y gesto de abuelito bonachón, no hace sino enfatizar la incomodidad del gobernador.

Dicen los que saben de comunicación que todo comunica. Y la postura capturada en la foto es por demás expresiva: pareciera que Alfaro, quien el año pasado se jactaba de haber sido puesto por dios en Casa Jalisco para liderar a los jaliscienses durante la pandemia, ahora exclamaba “dios mío, dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Y es que, al parecer, al gobernador nomás le gusta ser el elegido cuando se trata de tomarse fotos con gente famosa —ya lo de celebridades es mucho decir—, o ponerse un uniforme de fútbol que lo hace lucir como tamal mal amarrado o grabar un video para rematar las publicaciones en redes sociales con un “mira y pasa la voz”, como dicen las personas en la calle según sus ejecutivos de cuenta en Indatcom. 

Cuando el escenario le es adverso, el gobernador pierde fácilmente la compostura: encara a la prensa que le cuestiona o, como el domingo 10 de octubre, muestra su hartazgo cuando no está en un escenario controlado como le gustan. Seguro todavía resuenan en sus oídos los gritos de “¡Fuera Alfaro! ¡Fuera Alfaro!” que le recetaron los representantes de Temacapulín, Acasico y Palmarejo, a quienes en campaña, para ganar votos, les prometió que sus pueblos no iban a ser inundados por la presa El Zapotillo —“Prometer no empobrece”, dice la sabiduría popular— y a quienes, una vez en el poder, traicionó al anunciar que siempre sí iba a dejar sus casas bajo el agua. 

Debe ser difícil ser una persona sin palabra, alguien acomodaticio que un día arremete contra la federación porque quiere más dinero y manda hacer una consulta para “revisar” el pacto fiscal y después, al día siguiente, corre a esconderse bajo la sombra de la misma federación para que le resuelva el conflicto por la presa. Me pregunto con qué se empujó Enrique Alfaro la decisión de López Obrador de dejar en manos de los habitantes la decisión final sobre El Zapotillo, sabiendo que ésta iba a ser contraria a su traicionera voluntad, misma que ya tenía comprometida con su par de Guanajuato, a quien también terminó dejando solo. 

Resulta sintomático que las muy activas redes sociales del gobernador no hicieron una sola mención a lo ocurrido ese día en Temacapulín, aunque sí se dieron tiempo de felicitar a Sergio Pérez por haber hecho algo en su auto de carreras al otro lado del mundo.

La hipocresía con la que se mueve el gobernador es patológica. Basta ver las infografías con las que están “explicando” la injusticia del pacto fiscal para darse una idea. ¿Ya las vieron? Hay una monita que se hace llamar Justina, una monita naranja que, inocente y bienintencionada, está tratando de pintar de naranja a Jalisco. Ajá: naranja como el partido que llevó al poder a Enrique Alfaro. Su contraparte es Don Injusto, que “se la pasa acumulando el dinero de nuestro trabajo”. Cobarde el líder y cobarde su equipo, no se atrevieron a colorear al monito de color tinto, pero no se aguantaron las ganas de poner entre los billetes una torrecita petrolera, en clara alusión a la refinería de Dos Bocas, y un vagoncito que hace referencia al Tren Maya, dos de los proyectos bandera de la administración federal.

Desde su llegada a la gubernatura, Enrique Alfaro ha apelado al sentimiento de arraigo de las y los jaliscienses. Así lo demuestra su campaña “Defender a Jalisco”, eslogan que sirve lo mismo para una campaña de salud en el marco de la pandemia que para su bravata contra la federación. Ahora, todo el argumento de la mentada consulta está cimentado en el “trato que sea justo” porque, apuntan en su sitio web, la promesa del pacto fiscal era que “nos regresarían lo justo para atender las necesidades de nuestra gente”. Y luego, dicharacheros que son, los publicistas acuñaron un trabalenguas que dice que el dinero que envía la federación “no es justo ni ajusta”. Qué desbarajuste.

Seguro Enrique Alfaro se cree muy hábil al empujar una consulta ciudadana sobre el pacto fiscal para olvidarse de que, cuando era un candidato que le gustaba prometer, se la pasó alardeando de que se iba a someter a una consulta para ratificar o no su permanencia en el poder. Pero ya está dicho arriba: no tiene palabra.

Pero ni falta que hace: cada vez con más frecuencia Enrique Alfaro queda retratado como lo que es: un personaje bravucón, pendenciero, traicionero, que desdeña a la gente cuando ésta no le aplaude y que, cuando se harta, levanta los ojos al cielo para mostrar su hartazgo y exclamar: trágame, tierra.

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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