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Un bosque de mezquites que lucha por sobrevivir

En la capital de Aguascalientes, un bosque de mezquites, el último resquicio de vegetación nativa que provee de agua limpia y de servicios naturales escasos en la ciudad, lucha por sobrevivir ante la amenaza de desaparecer para convertirse en un condominio residencial.

Durante más de veinte años, la lucha para protegerlo ha sido comandada por mujeres.

Por Mónica Cerbón

Ilustración: Ivanna Orozco

 

En esta época del año, de los mezquites brota un pequeño racimo de florecillas amarillas que contrastan con las espinas del árbol más importante en Aguascalientes. El tamaño de su copa es igual al de sus raíces: brazos subterráneos que almacenan agua, engullen contaminantes y devuelven oxígeno. Con su sombra ofrecen frescura en un estado con clima preponderadamente desértico. Los mezquites nacieron para Aguascalientes y Aguascalientes para los mezquites. Pero los están matando.

Su presencia, casi borrada, aún resiste. En el municipio capital –una ciudad-estado en donde habita el 80% del total de habitantes de la entidad– un bosque de mezquites se levanta entre casas y automóviles. Es un batallón de 33.9 hectáreas, hogar de árboles longevos que hace las veces de pulmón natural y sitio de infiltración de agua. Y aunque herido por los incendios provocados, y la nula atención del gobierno, aún respira. Y respira fuerte.

Tan fuerte que cada año con sus mil 186 mezquites blancos –cuya copa mide en promedio 9.4 metros–, y sus más de cuatro decenas de pirules, eucaliptos rojos y huizaches chinos captura aproximadamente dos mil 228 toneladas de CO2 de la atmósfera, mitigando de inmediato la cantidad de gases de efecto invernadero que contribuyen al aumento de la temperatura local.

Bosque de mezquites “La Pona”. Crédito: René López, integrante de la colectiva Salvemos La Pona

Ese lugar constituye “el área verde con mayor potencial de captura de CO2 en toda la superficie de la ciudad”, dice el dictamen ecológico realizado a mediados de agosto de 2022 por la bióloga Ethel Martínez Aguilera e integrantes de la colectiva Salvemos La Pona. El estudio fue entregado al Juzgado Quinto de Distrito durante el juicio de amparo que hasta hoy protege a ese bosque, conocido como La Pona, de ser urbanizado.

La mezquitera ha estado amenazada durante más de dos décadas por la industria inmobiliaria, con empresarios que la adquirieron a finales de los años noventa y que son representados legalmente por personajes cercanos al PAN, partido que ha mantenido el control político del estado los últimos sexenios. En Aguascalientes, muchos funcionarios panistas han encontrado en la industria inmobiliaria una forma de hacer riqueza.

Durante 20 años, la defensa del bosque ha estado comandada por mujeres. Enriqueta “Queta” Medellín, una de sus guardianas más férreas, dejó un legado que junto con esos árboles históricos resiste los embates de un gobierno que prefiere dinero sobre oxígeno. La nueva cara de la resistencia es la de Sofía González Ponce, una mujer de 34 años, comunicóloga y maestra en Investigaciones Sociales y Humanísticas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), que creó y coordina a la organización Salvemos La Pona, agrupación que mantiene una defensa legal y de cuidados ambientales para proteger al bosque, el último resquicio urbano con vegetación nativa en la ciudad.

“Tenemos compañeros varones que apoyan porque son muy empáticos. Lo hacen con cosas muy particulares, con conocimientos muy específicos, pero el sentido de responsabilidad, el compromiso  más marcado y las actividades de cuidado son 99% de las mujeres, o sea, sí es muy evidente que en esta causa las mujeres damos estructura, damos sustento y damos rumbo. En La Pona nosotras marcamos el rumbo, ponemos la perspectiva, los varones tienen una función de apoyo”, dice Sofía, mientras toma un café negro y describe cómo el activismo de la defensora ambientalista hondureña, Berta Cáceres, la ha inspirado.

Al frente, Sofía González Ponce, durante una caminata por La Pona. Crédito: Sofía González Ponce.

La organización ganó el amparo para proteger al bosque en octubre del año pasado. Tras la resolución, tanto el Municipio de Aguascalientes como los empresarios interesados en destruirla, presentaron un recurso de revisión.

“El amparo protege a todo el bosque por los servicios ambientales que presta a la ciudad, pero además porque no se hizo la manifestación de impacto ambiental. Y en ese sentido, pues no se puede realizar ningún proyecto inmobiliario o de construcción. Ese es uno de los argumentos más importantes que da el juez. Y lo que pasa es que la empresa inmobiliaria interpuso recurso buscando que se le reconozca como tercero interesado. Aquí lo que está en juego es que el Tribunal Colegiado reconozca o no a la inmobiliaria como tercera interesada”, explica Óscar de la Torre, abogado especialista en derecho agrario y catedrático de la UAA, integrante de Salvemos La Pona.

Bosque de mezquites “La Pona”. Crédito: René López, integrante de la colectiva Salvemos La Pona.

En el juicio aún no se dicta sentencia. Uno de los argumentos principales de las y los activistas es el derecho a un medio ambiente sano, consagrado en el Artículo Cuarto de la Constitución Mexicana; y el derecho al agua, debido a que La Pona es una zona de infiltración y recarga del acuífero.

En un estado donde siete de sus once municipios –entre ellos la capital– ya presenta una sequía severa y el resto moderada, de acuerdo con los datos actualizados a marzo de este año del monitor de sequía de la Conagua, la mezquitera es capaz de captar más de 42 millones de litros de agua al año, lo equivalente a llenar casi once albercas olímpicas profesionales. La cifra puede duplicarse si se considera el agua que captan e infiltran las raíces de los árboles. 

Destruir ese bosque de mezquites, “desencadenará un proceso de desertificación por sequía. Si la temperatura aumenta, el consumo y la extracción de agua se elevan, sobreexplotando aún más los mantos freáticos de los acuíferos, elevando el riesgo de dejar a la zona oriente de la ciudad, que es el sector más numeroso de la población, sin el líquido vital. El aumento demográfico demandará mayor cantidad de agua para los nuevos y futuros ciudadanos de la ciudad, los cuales están en un grave riesgo de no tener acceso a ésta debido a las malas prácticas de suministro y la falta de conservación de superficies de captación como la que en su tiempo fuera el manantial del Ojocaliente, cuya desaparición ha causado la escasez de agua que se vive desde hace décadas y evidencia lo vulnerable que es la ciudad y el estado de Aguascalientes ante el cambio climático”, señala el dictamen ecológico de La Pona.

“Nosotros afirmamos que construir ahí violenta el principio de progresividad porque cambian el uso de suelo para permitir urbanizar zonas que tienen protección ambiental. Se hace sin participación ciudadana real, sin difusión de lo que implica, entonces lo permiten y nadie dice nada”, añade de la Torre, quien también coordina un litigio contra el Código Urbano en Aguascalientes, que da manga ancha a la industria inmobiliaria y elimina la participación ciudadana en los planes de desarrollo. Algunos empresarios inmobiliarios son cercanos a la gobernadora Teresa Jiménez del PAN.

El bosque está situado en una zona del ex ejido Ojocaliente que resguarda a un volcán extinguido del que brotan aguas calientes, la cualidad que le dio el nombre a este estado. Es el corazón de la identidad aguascalentense.

Los mezquites de más de 200 años pueden contar la historia del lugar en donde ocurrió la Soberana Convención Revolucionaria, en 1914. ¿Habrán visto esos árboles, cercanos a la alameda central, a los líderes de la Revolución Mexicana cabalgando hacia el legendario Teatro Morelos?

La Pona, un monumento histórico en guerra permanente

“Parece una zona de guerra”, lamenta Óscar de la Torre mientras caminamos por La Pona, un sábado por la mañana. El abogado mira una amplia zona del bosque que luce carbonizada. Alguien, en los últimos días, le prendió fuego, una práctica común en esos terrenos que, a propósito, no son vigilados por el Gobierno Municipal pese a que 17.4 hectáreas son un Área Natural Protegida, declarada como zona de conservación ecológica de competencia municipal el 12 de noviembre de 2018, durante la administración en la capital aguascalentense de la actual gobernadora, Teresa Jiménez.

La Pona incendiada. Crédito: Mónica Cerbón.

Sin embargo, salvo seis hectáreas de un parque recreativo propiedad del Gobierno Estatal (que también está en el olvido), el resto del terreno es propiedad de los empresarios inmobiliarios César y Josemanuel Gutiérrez Muguerza, originarios de Monterrey, que buscan construir ahí un condominio residencial y vialidades a través de dos de sus empresas: Inmobiliaria Próxima y Patrimonio, S.A. de C.V. y  Somos, E.N.R, esto de acuerdo con documentos obtenidos para este reportaje.

Del decreto para protegerla, salvo un pequeñísimo letrero casi derrumbado, no hay nada más. No hay vigilancia ni cuidados especiales aunque existe un Plan de Manejo expedido en abril de 2020 que incluye acciones de conservación inmediatas, así como de carácter permanente y anuales. Pero nada de eso se cumple.

Pese a ser un área natural protegida, el Municipio de Aguascalientes no aplica los cuidados necesarios para el bosque de mezquites. Crédito: Mónica Cerbón.

“En realidad no se está protegiendo nada. El plan de manejo nadie lo está ejecutando. Está prácticamente abandonada, se deja que se tire escombro, la siguen incendiando, no hay vigilancia. Por eso luego vamos nosotros y nos dicen que es una zona muy peligrosa, pues sí, nadie la vigila. No hay nadie que esté ahí”, explica, molesto, de la Torre.

“Se debe poner señalética, se deben poner avisos del tipo de manejo que se da en esa zona y tú pensarías que las autoridades municipales están coordinadas para que la zona se respete como protegida y pues al revés, o sea, tienes a policías diciéndote que es peligroso pero es porque el municipio no la ha protegido, ni se ha asegurado de que sea un lugar dedicado a la conservación de las especies que están ahí”, agrega Sofía González.

De acuerdo con la respuesta a una solicitud de transparencia, la capital de Aguascalientes sólo cuenta con seis guardabosques que trabajan en horario de oficina y perciben de 7 mil a 12 mil pesos al mes. Ninguno es especialista ambiental, sus antecedentes curriculares sólo incluyen tareas de vigilancia y supervisión en empresas privadas. Los seis deben cuidar, al menos, las más de 30 hectáreas de La Pona y al Bosque de Cobos, otro espacio natural de 200 hectáreas ubicado en la zona limítrofe de la mancha urbana que también está amenazado por la industria inmobiliaria. Las tardes y los fines de semana no siempre forman parte del horario de vigilancia.

“Hay una clara campaña de devastación de La Pona y de visibilizar sólo cuando pasan cosas negativas ahí. Mucho tiempo se decía que los vecinos estaban hartos del vandalismo y que la culpa era de La Pona por existir, porque ahí se permitían actos ilícitos, pero los dueños también tienen responsabilidad porque no está bien que tú permitas que pasen cosas ilícitas en tu propiedad. Y a la vez el Municipio tiene mucha responsabilidad. Los guardabosques tienen horario de oficina y no suficientes para resguardar este espacio”, añade González, mientras caminamos bajo el sol por el bosque de mezquites. En algunos lugares hay basura y focos rotos, señal de que ahí se ha consumido cristal, la droga más común en el estado, altamente dañina.

Basura y escombros en el área natural protegida de La Pona. Crédito: Mónica Cerbón.

No cuidarlo, de acuerdo con los ambientalistas, es una estrategia para permitir que pronto pueda urbanizarse. La falta de atención permite que con frecuencia algunas empresas tiren ahí sus escombros, que sea utilizado como un espacio para sexo casual o que manden a personas a quemarla. La sospecha es que incendiarla es una estrategia de los empresarios para acabar cuanto antes con sus recursos naturales y construir ahí casas residenciales. Alfredo Gallegos y René López, historiadores e integrantes de Salvemos La Pona, se han dedicado a ofrecer recorridos históricos en ese bosque de mezquites. Ambos explican cómo las autoridades, con cierta indolencia, se han negado a reconocer los valores históricos y ambientales de ese bosque y en su lugar se han dedicado a crearle una imagen negativa, de un sitio peligroso y oscuro. Eso ha derivado en que gran parte de la población no reconozca el valor histórico ni ambiental de La Pona, que obtuvo ese nombre –se rumora– por los vestidos pomposos de una de sus dueñas, María Dolores Escobedo, en el siglo pasado.

“Es lo que quedó del paisaje nativo dentro del Municipio, ese es su gran valor. Y adentro hay partes de las acequias del viejo sistema hidráulico de la ciudad, un valor histórico patrimonial que a nadie le importa. Seguramente cuando pasas la primera vez dices: “Ah, mira, es escombro”, y no, no es escombro, es un muro enorme que queda de la acequia. A las autoridades no les interesa y no alcanzan a verlo. Si tú le preguntas a la gente, oye, ¿conoces el bosque de mezquites? Te responden: “Ah, el baldío”, y baldío viene de que no tiene importancia, de baladí, eso también es una categoría que se desarrolla a partir de la Ley de tierras baldías del siglo XIX, que si no está produciendo, no sirve. Nos siguen atravesando esas nociones. Nosotros decimos: si no recorres La Pona, no la defiendes porque no sabes qué es”, dice René López, mientras sirve café en un local lleno de libros, plantas y artículos de cocina, dentro del Mercado Gómez Farías.

“Sofía y un equipo entraron un par de veces cuando recién inició Salvemos La Pona, hicieron un recorrido medio a campo travieso y lo primero que te dicen es que te va a pasar de todo, pero es como en todos lados, es por la nula vigilancia e iluminación que hay en el lugar. Es cierto que hay delincuentes y drogadictos pero también los hay en la Plaza Principal y en el Palacio de Gobierno y no pasa nada, esos son peores”, añade.

“Cuando te dicen que es un lote baldío, que es un espacio en donde deberían de construir, un espacio ocioso, o como lo dijo el exsecretario de ayuntamiento en tiempos de Tere Jiménez, que ya no brindaba servicios ambientales, es una mentira completa, te sorprende, pero ese desconocimiento no es de gratis, no es casualidad. La Pona es un lugar que ha sobrevivido a pesar de los intentos muy salvajes de destruirla. El problema es que puede entrar tanto alguien que va a correr con su perrito, como alguien que está tratando de incendiarla, y eso solo lo puedes contrarrestar con cultura de la conservación, del cuidado del área; pero si no difundes la importancia de la zona y más bien te dedicas a propagar ideas de cómo hay que acabar con ella, pues la gente lo va a tomar como eso, como peligrosa e inservible. La Pona merece un manejo especial, prácticamente si la dejas de molestar, ella solita genera toda una cantidad de servicios ambientales que ningún otro lugar de la ciudad. Creo que la misma sociedad la puede proteger, pero si tienes gente mandada especialmente a quemarla y a devastarla, es muy difícil”, agrega Sofía, sentada en el mismo café-librería mientras le da un sorbo a un vaso de pulque.

De acuerdo con el dictamen ecológico presentado durante el juicio de amparo, todos los árboles de La Pona presentan algún tipo de daño, sobre todo por la quema intencional, la tala y el derrumbe. 

“La conservación de los bosques nativos, así como la restauración de los ecosistemas forestales dañados y degradados, pueden desempeñar un papel protector y amortiguador de los efectos del cambio climático. Los bosques nativos son los principales proveedores del recurso agua en los ecosistemas terrestres”, indica el documento.

Y agrega que:

“es increíble observar la capacidad regenerativa de los árboles de mezquite, ya que su crecimiento y reverdecimiento continua sin que la periodicidad de los impactos que sufre el ecosistema perturbe irreversiblemente sus procesos ecológicos”. 

“La tienes que conocer para que te signifique algo, porque te pueden mencionar y decir, y ver carteles, pero si nunca la caminas, si nunca la ves, si nunca la vives, no la vas a valorar. Es como ver un pequeño museo natural que ha sobrevivido al paso del tiempo”, concluye Alfredo Gallegos mientras cocina desayunos.

Integrantes de la colectiva La Pona dando un recorrido por el bosque. Crédito: René López.

La ex hacienda de Ojocaliente, lugar de recarga de agua –fundamental para el municipio más grande del estado– comenzó a ser urbanizada en 1902, tras la llegada del ferrocarril a Aguascalientes, en 1884. La primera expansión económica de la entidad fue también la primera gran amenaza de la vegetación nativa.

A 121 años, las cosas no han cambiado mucho.

La muerte de un individuo de 300 años y la lucha ambiental de una joven activista

Abril de 2022 fue un mes triste para las personas protectoras de La Pona. Un árbol –un individuo, le llaman– de unos 300 años fue incendiado justo en el corazón de su tronco. Alguien le aventó gasolina, fue una muerte provocada.

Árbol que fue quemado en enero de 2022. Crédito: René López, integrante de la colectiva Salvemos La Pona.

Ese día las y los activistas lloraron, pero nadie más en el estado se enteró. Nadie se lamentó. Los gobiernos no dijeron ni hicieron nada. 300 años de historia –y todos sus servicios ambientales– se perdieron en ese incendio provocado intencionalmente.

“Las únicas personas indignadas éramos nosotros y nuestro video en un Facebook Live, aunque sí hay una denuncia en la Fiscalía por los incendios. Ese año La Pona sufrió mucho.  El árbol que se cayó tenía unos 17 metros de alto y una copa gigantesca. Te juro que lloramos cuando lo vimos. Todavía México no era independiente, es más, todavía ni siquiera llegaba la Colonia cuando ese árbol ya existía. Ni siquiera empezaban las reformas borbónicas, que son del último cuarto del siglo XVIII, o sea, 1770 más o menos, y ya estaba ahí el árbol. Cuando tú complejizas un árbol, no nada más como un objeto que tiras, sino como algo histórico, algo patrimonial, le das el verdadero valor que tiene”, explica René López, indignado.

Haber quemado a ese individuo, explican, no sólo afecta al mismo árbol sino también al resto, pues son familias que se alimentan a través de conexiones subterráneas. Perder uno, es perder alimento y nutrientes para todos.

Hasta hace unos años, el lugar en donde se ubica La Pona era un corredor biológico lleno de mezquites que amortiguaba las condiciones climáticas de la capital y alimentaba al acuífero del Valle de Aguascalientes, hoy sobreexplotado. En 2014 esa zona perdió casi diez hectáreas y al menos 800 árboles antiguos con la construcción de una plaza comercial, actualmente conocida como Espacio. Fue un ecocidio.

Para la construcción de la Plaza Comercial Espacio se tuvieron que talar cerca de 800 mezquites, algunos con 300 años de antigüedad. Crédito: Archivo.

Imagen Visión, la inmobiliaria que realizó el proyecto y que también es originaria de Nuevo León, obtuvo la licencia de construcción un 24 de diciembre de 2013, pocos días antes de que concluyera la administración municipal de la priista Lorena Martínez (2011-2013), que hoy se desempeña como titular del Instituto de Educación estatal (IEA) y que se ha presentado como aliada política de la actual gobernadora de Aguascalientes. 

En aquellos años, especialistas de la UAA aseguraron que la construcción de los locales comerciales incrementó en un grado la temperatura del estado.

La empresa no pagó ni un peso por la licencia de construcción, tras acordar con el Municipio que la obra generaría empleos indirectos. Lo que sí pagó fue una serie de multas por talar más árboles de los que tenía permitidos, algunos de al menos 300 años de antigüedad. Tras el proyecto, la inmobiliaria tampoco cumplió con los acuerdos de compensación forestal.

Luego, en 2017, la misma empresa taló más de cien árboles, la mayoría mezquites antiguos, para construir otra plaza comercial que terminó por ser cancelada.

La construcción de Plaza Espacio fue el primer momento en el que Sofía González, que entonces pertenecía a una organización civil feminista dedicada a la protección de mujeres, sintió que quería dedicarse a la lucha ambiental. Cuatro años después, en 2018, la casi recién creada colectiva Salvemos La Pona, que trabaja con aproximadamente diez integrantes, presentó el primer amparo para proteger lo que queda del bosque de mezquites.

Ese primer juicio es resultado de una característica que Sofía identifica en ella: la rebeldía. Y aunque perdieron el primer juicio, la lucha se ha mantenido. La colectiva lo presentó luego de que las organizaciones ambientalistas más reconocidas en la entidad, representada por las organizaciones S.O.S Mezquitera La Pona y Conciencia Ambiental, aceptaran una negociación en la que, a cambio de la donación de una tercera parte del bosque de mezquites, los empresarios pudieran construir su condominio residencial en el resto del terreno. La negociación ocurrió en 2015, durante la administración del ex presidente municipal de la capital –actualmente senador– Juan Antonio Martín del Campo, de afiliación panista.

“Fue justo en ese momento en el que lo decidí. No podía concebirlo. Esta cosa de que te dicen: “Ya fue”. Y una dice: “Pues a ver si es cierto que ya fue”. Fue ese momento también que empecé a toparme con pared porque los ambientalistas decían que ya se había negociado, que era lo mejor que se había logrado, sobre todo porque la lucha ya había durado varios años y decían que La Pona estaba degradándose de manera irreversible y que ni modo, que ellos lo veían como una victoria. Las personas cuestionaban mis conocimientos, que yo no era bióloga, que yo no era ambientóloga, que yo qué sabía, sobre todo cuestionaban quién era yo. Ese tipo de cosas a mí me dieron mucho ímpetu. Fue algo que me impulsó a decir: Pues no tengo que ser bióloga, no tengo que tener estos conocimientos, y fue lo que me ayudó a diferenciar la lucha que estábamos haciendo, porque iba en el sentido de decir, ¿cómo puede ser posible que solo los biólogos o los ambientólogos sean los que estén defendiendo los últimos espacios naturales que nos quedan? Pues por eso no se salvan, porque están solos”, narra la activista. 

Aunque en teoría ese acuerdo de donación sigue en pie, legalmente la empresa nunca donó las 11.4 hectáreas que prometió, aseguró Jaime Gallo, titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano en el Municipio de Aguascalientes, entrevistado para este reportaje. Eso ha puesto en riesgo a la zona decretada como de conservación ecológica, pues legalmente el municipio no posee gran parte del área “protegida”.

“Entre las cosas que se acordaron cuando se declaró área natural protegida es que la empresa iba a donarle al municipio esas hectáreas, con la condición de que ellos pudieran desarrollar la parte que están proponiendo, que es la más impactada ambientalmente. Pero pese a la declaratoria el municipio no tiene ninguna propiedad porque esa donación no se ha concretado, es sólo un acuerdo de buena voluntad. El anuncio es que no se puede intervenir para nada porque es zona de conservación, pero nosotros no tenemos el terreno y mientras no avance la autorización en términos de que ellos presenten las justificaciones para intervenir la zona, pues no es obligación municipal”, explicó el funcionario.

El proyecto para fragmentar el bosque de mezquites incluye dividirlo con la ampliación de Canal Interceptor, una avenida, proyecto que sería realizado por las autoridades municipales.

“Esa vialidad tiene que ver con la misma especulación inmobiliaria. De hecho en el recurso que interpone la inmobiliaria, una de las cosas que argumenta es que ya tienen supuestamente permisos para hacer esa viabilidad. Y al parecer ellos son los que van a realizarla. Es fragmentar lo que queda de La Pona, porque era muchísimo más grande y poco a poco ya han ido reduciendo a lo que queda”, explica el abogado Óscar de la Torre.

Integrantes de Salvemos La Pona dando un recorrido por el bosque de mezquites. Crédito: René López.

Mientras una parte del activismo ambiental en el estado celebraba el asunto de la donación, Sofía González pensaba en cómo evitar que el acuerdo se llevara a cabo y, por el contrario, se protegiera la totalidad del bosque de mezquites.

“En 2015 empezó todo. Mi idea era a través de campañas de información para difundir lo que estaba pasando. Me junté con amigos y platicamos el tema. Luego me enteré de que estaba la convocatoria Dolores Jiménez y Muro de la Comisión de Derechos Humanos, hice el proyecto, lo presenté y quedé. Así empezó todo, como una campaña de comunicación social. Ya después se fue dando de manera intuitiva con lo que yo ya sabía de cómo se conformaba una organización, por mi trabajo previo en el Observatorio de Violencia Social y de Género y antes en la Colectiva Feminista. Con mucha insistencia en seguir, a veces no ha habido más que insistencia, te agarras de casi de nada para seguir, luego sientes mucho apoyo, mucho compromiso”, dice.

Desde entonces, Sofía ha sufrido, sobre todo, que se le cuestione sobre sus conocimientos ambientales o que las personas intenten menospreciarla. En algunos momentos también se ha sentido insegura de acudir sola a encuentros con funcionarios, pues ya en una ocasión fue agredida verbalmente. Pero de entre lo más difícil de enfrentar, dice, está la precarización que permea en el activismo.

“Eso es yo creo que la peor cosa que nos pasa, siento que sí es un gran impedimento para que se profesionalicen las organizaciones y puedan tener incidencia, porque eso de que trabajes en una asociación civil que pugna por derechos humanos y no tengas prestaciones, no te reconocen absolutamente ninguno, pues sí es muy desesperanzador y muy difícil de asumir. Si pudiera como hablar de alguna violencia, esa sería la que yo más ubicaría, qué difícil es que se pueda vivir de manera digna haciendo esto”.  

En un país donde al menos diez mujeres son asesinadas al día y uno de los más letales para las y los defensores ambientales, el tipo de activismo que hace Sofía González, y las consecuencias que éste ha tenido, puede considerarse de alto riesgo.

“A veces no te pones a pensar en lo que te pasa o el riesgo en el que puedes ponerte. Siento que si te pones a pensar en eso, te paralizas. También siento que a veces lo hago con cierta imprudencia, porque también en el momento te gana la rabia y te gana el coraje, y  bueno eso me ha impulsado a hacer cosas. Yo con este funcionario iba muy alerta, sabía que quería menospreciarme, utilizan eso para demeritar la lucha. Yo he tratado de ser muy de bajo perfil, en Aguascalientes hay “eventitis”, les encanta ir a eventos y tomarse fotos, y a mí me gusta mucho que la gente se pregunte quién soy, para mí es más seguro así. Eso me ha protegido”, dice.

Un lugar mágico

“Ay, es que tienes que verla llovida. La ves y dices: “aquí viven los hobbits”. Se ve súper precioso, algunas cosas son escombros pero algunas son los mismos vallecitos que se forman de la acequia. Está el pasto crecido, todo es muy verde, hay muchas plantas muy floreadas. De pronto vas viendo bajar el sol y dices, no manches. O sea, estás un rato y se te olvida de pronto que ya llevas dos horas, tres horas adentro. Volteas poquito y asomas el ojo y ves que está el puente de Segundo Anillo y que van pasando coches por allá por Alameda, pero saber que todavía hay un espacio en donde, en vez de irte al monte, te puedes ir a La Pona, es invaluable”, describe, casi como enamorado, René López.

Las y los defensores de La Pona conocen bien su belleza. Luis Luna, un hombre de unos cincuenta años, va cada semana a regar unos jóvenes mezquites que ellos mismos plantaron. Acompañado de su perra, una husky llamada Luna, pasa horas jalando una extensísima manguera que vierte agua en los pequeños arbustos que están custodiados por un círculo de piedras. El amor de Luis por La Pona es tangible, vive en esos arbustos de mezquites que van creciendo.

“Dicen que La Pona es mi novia, porque siempre estoy hablando de ella”, dice Luis mientras sonríe y echa agua. Luna lo acompaña acostada bajo la sombra de un mezquite.

La Pona al atardecer. Crédito: René López.

Ir a La Pona es caminar en un laberinto de árboles y escombro asimilado por la naturaleza. Montañitas de cascajo y desechos están cubiertas por plantas. La Pona ha escondido esa basura entre su belleza. Es febrero, las lluvias aún no llegan y el bosque ha sufrido algunos incendios, pero la temperatura y el aire se sienten diferente.

“El hecho de que sea un paisaje nativo también nos permite ver cómo han caminado las estaciones y cómo se han movido. No es lo mismo cuando está recién llovido y va creciendo la hierba y se ve bien bonito, a cuando sigue estando verde, se viene el otoño y se llena de flores amarillas, las flores van cambiando un montón. Las temporadas de migración también, en las mañanitas los pajaritos se van despertando y van haciendo sus dinámicas. Nos ha tocado ver gran variedad, yo vi por ejemplo un pájaro carpintero en acción, caminé y a unos metros vi un halcón dando la vuelta, viendo qué desayunaba y uff, es tan bonito eso”, añade Alfredo Gallegos, mientras platicamos sobre la contemplación y su nulo valor en un mundo capitalista.

La Pona floreciendo en otoño. Crédito: René López.

“El garruño es de mis preferidos, está bien bonito, es rosita. Es una planta bonita pero que no te acercas mucho porque tiene espinas. Cuando haces esa conexión con lo que representa y lo benéfico, porque también lo vemos como en términos de si beneficia a los humanos o no, lo valoras más, pero ya por existir es precioso el ambiente. Si vas en época de sol está mucho más baja la temperatura. Si vas cuando ha llovido está súper bonito. Luego piensas que está tan cerca de la ciudad que no puede haber nada impresionante, pero de repente entras y ya sientes que te puedes perder, se hacen como cavernas entre los árboles. Es perfecto para hacer observación de aves que no te esperarías encontrar ahí. Vas por la calle y de repente te puedes perder en el bosque”, agrega Sofía.

“Las especies nativas captan las partículas de smoke, las filtran, entonces tú ves ahí al garruño tan bonito, con sus pompones rosita y blanco, pero si tienes este otro conocimiento, no puedes nada más verlo y decir, “ah, ahí está”, o sea, lo ves y es como de hincarte y agradecerle”. 

De acuerdo con el dictamen de la bióloga Ethel Martínez, La Pona aporta generación de oxígeno, garantiza a la población un abasto continuo de agua limpia que será reintegrada al acuífero y que contiene el problema de sobreexplotación de los cuerpos de agua subterráneos. También ofrece diversidad genética forestal y permite conocer la historia natural y evolutiva de la región a través de la vegetación,  previene de inundaciones, de enfermedades y de plagas, y capta sólidos suspendidos en el aire, también es amortiguadora de ruido urbano. Su temperatura puede ser de menos tres grados centígrados por la noche, en comparación con la superficie asfaltada que la rodea. Pero además, es un espacio para actividades recreativas, de fomento cultural, artísticas y deportivas, que benefician a la salud mental en un estado que tiene la segunda tasa más alta en suicidios en el país, de acuerdo con datos del INEGI.

“Su valor paisajístico; el paisaje arbolado y la belleza florística contrasta con el homogéneo paisaje de concreto de la ciudad y con la falta de belleza arquitectónica del área adyacente a segundo anillo, contribuye a la seguridad vehicular, disminuye la tensión que el tráfico ocasiona, las vistas a la naturaleza mitigan los niveles de agresión y hostilidad. (De construir ahí habrá una) pérdida de la identidad cultural estatal, al no resguardar el patrimonio biocultural y permitir que quede en manos de sociedades privadas con propósitos extractivistas”, agrega el documento. 

Los depredadores: amigos del poder político

La primera amenaza para destruir a La Pona ocurrió en 1999, durante la presidencia municipal (1999-2001) en la capital aguascalentense del también ex gobernador Luis Armando Reynoso Femat, que aprobó un cambio de uso de suelo de Preservación Ecológica a Uso Dual Habitacional y Comercial en ese bosque de mezquites, el 17 de diciembre de ese año.

Reynoso Femat, aliado político de Teresa Jiménez, actual gobernadora; ha enfrentado investigaciones penales en las que se le acusa de peculado y ejercicio indebido del servicio público. Él y su familia son conocidos por poseer diversas, y lucrativas, empresas inmobiliarias en la entidad; mientras que funcionarios de su gabinete fueron acusados de realizar negocios ilegales con terrenos propiedad del estado.

De acuerdo con documentos oficiales, en 1999 la solicitante del cambio de uso de suelo fue la empresa Traco, S.A. de C.V., registrada en Nuevo León por los hermanos Gutiérrez Muguerza, propietarios de la mezquitera.

El cambio se publicó en el Periódico Oficial del Estado el 21 de febrero del 2000.

En esa empresa, señala información del Registro Público del Comercio, dos años antes, en 1997, los accionistas acreditaron como representantes legales en Aguascalientes a Gustavo Enrique Martínez Estebanez y a su hermano Jorge Mauricio, secretario del ayuntamiento en la administración que quitó la protección a La Pona. 

Jorge Mauricio después se convertiría en secretario de gobierno durante la mayor parte del sexenio de Reynoso Femat, ya como gobernador (2004-2010). Las acusaciones de corrupción también lo alcanzaron. 

Su cercanía con la empresa y con el político que quitó la protección al bosque de mezquites era evidente.

Una integrante de Salvemos La Pona camina por el bosque de mezquites en un día soleado. Crédito: René López.

Su hermano Gustavo, líder de un famoso bufete de abogados que incluye contrataciones actuales en el Municipio Capital, permanece como representante de las empresas que hoy pelean legalmente la urbanización del bosque de mezquites. Pese a todo, para Jaime Gallo, titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano en el Municipio Capital, la cercanía no es necesariamente un problema. “Pasa en todo el mundo”, justifica.

“Yo creo que el poder público y el poder económico son dos esferas del desarrollo en el mundo que siempre pueden estar vinculadas o se entrecruzan. Creo que se tiene que cuidar que no haya conflicto de intereses. Pero este caso no lo conozco, el que representa (a la empresa) es Gustavo, lo de Jorge es probable pero esa parte la desconozco. Cuando han venido a Aguascalientes, los dueños de la empresa generalmente se reúnen con Gustavo y me ha tocado que me visiten ambos, y generalmente llevan gestiones de algunos desarrollos que tienen aquí y que han sido exitosos”, afirma.

En el 2000, el objetivo de la inmobiliaria no fue posible gracias a la movilización de las organizaciones ambientales, comandada por la activista Enriqueta Medellín. De esa forma lograron que en 2005, durante la administración del panista Martín Orozco como presidente de la capital, La Pona se declarara como Zona de Reserva Ecológica, dejando sin efectos el cambio de uso de suelo aprobado años antes.

Por otro lado, el Programa de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Aguascalientes 2020-2030 establece el Uso del Suelo de Preservación Ecológica, publicado en el P.O.E.A. el 25 de mayo de 2009. A partir de entonces los siguientes Programas de Desarrollo Urbano de la Ciudad editados por las distintas administraciones municipales contemplan a La Pona como área de preservación ecológica.

Los Gutiérrez Muguerza tampoco están limpios de acusaciones. En 2014, y junto con dos decenas de empresas inmobiliarias, fueron denunciados ante la entonces Procuraduría General de la República (PGR) por vender viviendas con préstamos hipotecarios sobrevaluados hasta en 40%, a través de su empresa Patrimonio, S.A. de C.V. SOFOM, E.N.R. La demanda fue interpuesta por el Frente Mexiquense en Defensa de una Vivienda Digna.

El caso no ha sido solucionado, a finales del año pasado el Frente volvió a exigir que se investigue y se lleve a juicio a los responsables de llevar a miles de familias a sortear deudas impagables. 

“No lo dudo, no los voy a defender, no me corresponde”, dice Jaime Gallo. Que de acuerdo con documentos oficiales, en 2020 aprobó una solicitud de Patrimonio, S.A. de C.V. SOFOM, E.N.R., para construir una avenida que busca dividir al bosque de mezquites. Gallo agrega que en La Pona se puede construir un fraccionamiento unifamiliar de baja densidad.

El funcionario se niega a reconocer que la lucha jurídica de las organizaciones es la que ha evitado que se destruya el bosque de mezquites.

“El derecho al pataleo no se le niega a nadie. Esa vialidad forma parte del programa  y digamos que está autorizado que se construya sobre esa área que ya está impactada.  No se ha construido porque los propietarios no han promovido ninguna acción para desarrollarlo. La licencia de construcción les permite construir la vialidad  que está dentro del programa. Solicitaron la licencia hace dos años, se caducó y  es muy probable que la quieran renovar. Y la pueden renovar porque es una área impactada”. 

Los argumentos del Municipio para permitir que se construya en el bosque son: que la zona que no tiene declaratoria de conservación (16.5 hectáreas) está altamente impactada, y que es imposible comprar el terreno a los empresarios por su alto valor. 

Las y los integrantes de la Colectiva Salvemos La Pona, sostienen que las 33.9 hectáreas proveen los mismos servicios ambientales. El daño que tienen es provocado por la falta de cuidados del Municipio. Sin respaldo de peritos independientes, y sin ninguna otra explicación, Gallo afirma que el valor de La Pona va de los 400 a los mil millones de pesos. Y pese a reconocer su importancia ambiental, afirma que comprarla sería imposible para el Municipio.

“Rescatar esa zona para un gobierno representa una inversión de a lo mejor unos 400 millones de pesos. Mi abogado es perito valuador y la valoramos más o menos en eso. En algún momento, cuando se acercó Gustavo Martínez Estebanez y la empresa de los Gutiérrez Muguerza a platicar el tema, hace más de un año, él me hablaba de una cifra cercana a los 380 millones de pesos, de forma general, sin hablar de detalles. Pero yo sé que ese predio se pudiera valuar hasta en mil millones de pesos. Yo no soy perito valuador y no me puedo dedicar a gestionar eso, pero el problema en el fondo es de dinero. El presupuesto del municipio para este año fue de casi  4 mil 300 millones de pesos, si el predio vale mil, pues es una cuarta parte del presupuesto”, dice el secretario municipal.

Mientras tanto, La Pona, y sus defensoras, siguen resistiendo.

“Quieren dejar que a La Pona se la coma la ciudad y se la lleve la tristeza. La Pona ha sobrevivido a pesar de todo lo que han hecho los gobiernos para que se termine, y está muy cantado que lo quieren es devastarla, pero La Pona ha resistido”, dice Sofía González.

Este reportaje forma parte de la investigación: “Sin nosotras, no hay lucha”: Resistencias de mujeres defensoras en la región Centro-Occidente de México” que fue auspiciado por MEEDAN  para América Latina y el Caribe en el marco del Fondo de Respuesta de Medios Independientes de Check Global.

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