Las mujeres de Caltongo: una lucha por las calles

Salieron de sus casas para evitar la corrupción del gobierno de Xochimilco en la reparación de una calle. Con su lucha, las mujeres de Caltongo sembraron la semilla de una organización comunitaria que busca decidir sobre su territorio y sus propias vidas

Por: Daniela Rea

Video y Fotos: Mónica González (Con colaboración de Ximena Natera)

Las mujeres de Caltongo convocaron a los vecinos para vigilar al gobierno de Xochimilco en la reparación de una calle. Además de las cuestiones administrativas, la calle principal sería cerrada y eso alteraría la vida comunitaria.

Para atender esas alteraciones las mujeres de Caltongo inventaron un mecanismo: escribieron una especie de manual en el que le explicaban a la autoridad cómo tendría que llevarse a cabo la rehabilitación de la avenida y cómo sería la contraloría. Es decir, los habitantes enseñaron a las autoridades sus obligaciones.

Ese manual fue resultado de una observación de la vida comunitaria, que, claro está, partió de las mujeres que están constantemente ancladas a la vida y a las necesidades cotidianas: el transporte público –¿por dónde pasará el transporte mientras la calle esté cerrada?–; el abasto de agua, –¿cuáles son las redes que permanecerían abiertas?–; la seguridad pública, –¿cuáles serían los rondines de seguridad, pues si la calle está cerrada la gente tendrá que caminar largas distancias hasta su casa, de noche y madrugada?–, entre otros temas.

“Todas esas esferas de necesidades se convierten en subcomisiones –entre vecinos y autoridades–. Todas las reuniones eran públicas. Eso fue muy estratégico y nos posicionó, ya no solo en Caltongo, sino Xochimilco.”, recuerda Citlali.

Estrategia, creatividad, imaginación. Las Asamblea votó e hizo un grupo de facebook llamado “Caltongo organizado” para convocar y organizarse. En poco tiempo llegaron a 3 mil 500 seguidores, todos vecinos de la zona, jóvenes, señoras, señoras más mayores. Ahí, los vecinos que no acudían a las asambleas en la plaza se informaban, opinaban, hacían peticiones.

Y a partir de ese grupo las mujeres comenzaron a transmitir en vivo las asambleas públicas, las reuniones con funcionarios en sus oficinas y, posteriormente, la revisión de la construcción de la obra, obligando de esta manera a que el gobierno respondiera a la población.

“En la primera mesa de trabajo llegaron los funcionarios y los recibimos con la cámara del teléfono encendida. ´Buenos días, les voy a pedir que se presenten con nombre y cargo porque ésta es una transmisión en vivo y empezamos’”, recuerda con emoción y carcajadas Citlali.

Con inteligencia, entendieron que esta estrategia, además de publicitar las reuniones, funcionó para dejar constancia de las promesas y para sostener las solicitudes de información pública que harían para seguir la obra y evitar actos de corrupción.

Citlali, al ser la más joven del grupo y la más diestra en el manejo de tecnología, se encargó de tomar las opiniones de los vecinos, escribir los documentos con ellas, referenciados a leyes y reglamentos, y enviarlas a la administración pública. “Los oficios salían de mi teléfono como las tortillas. Así me integré a la dinámica de la comunidad”, recuerda.

Asambleas públicas, grupos en redes sociales como facebook y whatsApp, transmisiones en vivo de cada acción, volanteos y perifoneos para convocar vecinos, conferencias de prensa… mientras una lucha se daba en la calle, otra se daba en los papeles. Con la ayuda de Controla Tu Gobierno las mujeres de Caltongo ejercieron su derecho a la información pública y solicitaron el proyecto de la obra, el contrato, las minutas de las juntas de autoridades que intervenían. Así pudieron conocer los detalles de la contratación, el grosor de la varilla, el grosor del asfalto y con esos papeles en mano verificar en el terreno la obra.

Las mujeres de Caltongo trabajaban en el escritorio y volvían al terreno. El 1 de junio de 2017, el día que estaba prometido el arranque de la obra a las 7 de la mañana, transmitieron en vivo y dejaron constancia del incumplimiento del gobierno. Esta vigilancia obligó a las autoridades a responder y a presionar el arranque de la obra, que se dio en la madrugada del día siguiente.

En septiembre del 2017, a tres meses de haber arrancado la obra y cuando ésta llevaba menos de la cuarta parte de avance, un sismo sacudió las entrañas de la Ciudad de México. El sismo asfixió Xochimilco. La avenida Nuevo León, que estaba en obra, se tuvo que abrir de día a la circulación, para atender la emergencia, y de noche se cerraba para continuar la obra.

En lugar de bloquearse por una nueva urgencia, las mujeres aprovecharon su capacidad de convocatoria en la comunidad para ayudar: por el día registraban daños en las viviendas y por la madrugada salían a revisar el trabajo de los obreros que rehabilitaban la obra.

Las asambleas públicas seguían los jueves a las 5 de la tarde, aunque cada vez iban menos vecinos. “Pero las abuelitas siempre estaban ahí. Nunca me voy a cansar de repetirlo, si nosotras hubiéramos llegado un jueves a la asamblea y no hubiera ninguna persona, ¿entonces de qué valiera nuestro esfuerzo?. Dejamos casa, hijos, esposos, todo para esta lucha. Y ellas estaban ahí, las abuelitas esperándonos”, recuerda Martha.

“Cuando supe de la obra me interesé porque el drenaje ya estaba malo. Vi gente que se estaba involucrando en la participación y me entusiasmó. Poco a poco la gente se fue alejando porque exigía mucho compromiso con la comunidad. Al final ya solo estaban Martha, Citlali… ellas no decayeron, se quedaron”, recuerda Guadalupe Ovalle Lozano, de 72 años, comerciante de abarrotes y una de las mujeres mayores que permanecieron en las asambleas.

“Yo veía cuando se hacían las reuniones sólo le reclamaban a ellas, y no era justo porque ellas estaban trabajando, estaban pendientes hasta altas horas de la noche”.

“Cuando empezaron las asambleas vi un compromiso y eso me agradó, ellas siempre andaban al pie del cañón y les agradecí todo lo que hicieron. Algunos dejaron todo por sus compromisos, sin embargo ellas terminaron el trabajo que se echaron encima. Es importante el compromiso porque es hacer alto para todos, un barrio unido sale más adelante”, dice Catalina Trejo Rosas, de 74 años, maestra de primaria jubilada y otra de las mujeres mayores presentes siempre en la plazuela. 

Los baches

Estamos a inicios de mayo del 2019 en el invernadero de Martha Patricia, dos años después de que se comenzó la lucha por las decisiones de la comunidad de Caltongo y un año después de que se concluyó la obra. El espacio está ocupado en la mitad por macetas de hortensias que apenas florecen.

Para estas fechas en la víspera del Día de las Madres, dice Martha, su invernadero tendría que estar lleno de macetas y sus hortensias completamente floreadas, rebosantes de ramilletes morados, rosas, blancos, como los invernaderos y las macetas de sus vecinos. Martha dejó la producción a la mitad de 2017 y todo 2018.

“Para que una hortensia salga bonita tarda un año, ahorita apenas está en maduración y bueno, le estamos dando chocomil para que crezca rápido, pero será hasta el próximo año que la veré bien”.

Martha dejó casa, hijos, invernadero y esposo por la lucha de la avenida Nuevo León.

Todas hablan de los costos. Además del descuido de la casa y el invernadero, Martha recuerda las noches de estrés o taquicardia por el  miedo a que las atacaran en la calle grupos de choque del delegado Avelino Méndez.

Enfrentarse con la función pública no fue fácil. Desde el año 2017 las mujeres de Caltongo fueron acosadas y amenazadas por actores políticos de la delegación como representantes de mercados, transportistas, comerciantes e integrantes del Comité de Participación Ciudadana.

Este comité es un órgano reconocido por la ley, que se supone sirve para representar a la comunidad ante las autoridades. Pero en la práctica usan a la comunidad que representan y negocian a su nombre ante las autoridades. Estos comités, relata Maylí Sepúlveda, se sintieron desplazados por la intervención de las mujeres de Caltongo.

En varias ocasiones las mujeres fueron amenazadas en redes sociales. Un usuario publicó en facebook el siguiente mensaje:

“Estas señoras que son del grupo #Caltongo_Organizado son las que están organizando todo el cierre de la avenida nuevo leon en los barrios de san cristobal y caltongo esta señora patricia vive en la esquina de —– y ——-**. Quemen a estas señoras y compartan porque por su culpa todo Xochimilco está afectado en vialidades #COMPARTAN”.

El mensaje tenía comentarios de respuesta como:

“Deberían tener respeto pero lo que nos hacen sufrir las malditas perras!!!”, “Deverian de ponerce a hacer algo productivo o ya quieren ser famosas. Pinches viejas argüenderas”, “jajaja quemelas vivas jajajaja”, “señoras huevonas sin que hacer”, “como no tienen nada que aser cierran la pinche avenida… vallan a la pinche delegación y quemen a quien tengan que quemar”.

Las mujeres tuvieron miedo. Miedo a salir a la calle, a ser perseguidas, a ser señaladas. 

Junto con Controla tu Gobierno establecieron estrategias para protegerse, pidieron la intervención de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México y convocaron a una rueda de prensa ante medios locales y nacionales para hacerlas visibles y señalar que estaban en riesgo, dejando claro que cualquier cosa que les sucediera, sería responsabilidad de las autoridades.

Las autoridades de Xochimilco azuzaron a la población contra las mujeres de Caltongo, para quebrar su lucha y su demanda de información y rendición de cuentas. Además de la confrontación con los integrantes del Comité de Participación Ciudadana, las autoridades acusaron a las mujeres de Caltongo ante las víctimas del sismo diciendo que la delegación no tenía capacidad para atender la emergencia porque tenía que terminar la rehabilitación de la avenida Nuevo León.

“Nos mandaba a sus actores políticos… la presión y el estrés era demasiado. Nos pegó en la salud y en la seguridad. Tuve taquicardia una noche por todo el temor de lo que pasábamos”, recuerda Martha.

Para Adriana los costos fueron el desgaste físico y emocional por enfrentarse a la apatía de la gente. “Se sabe que con el gobierno uno va a contracorriente, pero no espera lo mismo de los vecinos que, se supone, tendrían interés en mejorar la comunidad para todos, no para uno mismo. Eso es lo más duro. Yo les decía a mis vecinas ‘vamos’, no estamos buscando poder, dinero, votos… ”.

Cristina coincide con Adriana. Lo más difícil fue sacudir a los vecinos la apatía, la impotencia aprendida en años, sexenios, décadas de no ser escuchados y ser utilizados políticamente. Sacudirles el desgano y el desinterés.

Para Citlali, como el resto de sus compañeras, el costo económico y profesional fue alto. “Yo tenía un trabajo comunitario en la chinampa con compañeros voluntarios, cuando les dije que me involucraría en la asamblea no entendían que yo lo dejara por involucrarme en la lucha política. No entendieron por qué era importante vincular ambas luchas, lo que se interpretó que yo tenía ambición política por la relevancia que ha tomado ese proceso”.

En la parte personal, Citlali tuvo que aprender a negociar consigo misma. “Tolerar que en todo el barrio, todos los vecinos, critiquen mi estilo de vida, un estilo de vida de libertades que no se entiende en ese espacio”. Citlali es una mujer joven que rompe los estereotipos del deber ser de una mujer en la comunidad: es soltera, no tiene hijos, tiene estudios universitarios, abre su casa a personas de otras luchas y cuando por ese motivo entran hombres, le cuestionan su moralidad.

La lucha que sigue

El 31 de marzo del 2018 la obra de rehabilitación de la avenida Nuevo León concluyó. O al menos para la autoridad. Hasta mediados de 2019 no se repararon banquetas ni se colocó señalética. Tampoco se incluyeron redes de agua y drenaje en la mayor parte de la avenida, porque era irregular.

“Terminar la avenida fue como un triunfo, como una coronación”, dice Adriana. También lo sentí como un reto para seguir adelante. No dije ‘qué padre, ya la hicimos’. No, hay muchas cosas qué hacer. Ya metidos en esto, surgen y surgen asuntos muy importantes para la comunidad. Mi anhelo, mi interés es que la gente se empiece a motivar, a participar”.

“El gobierno de Xochimilco nos vieron débiles, a mí por ser joven y a mis compañeras por ser mujeres. Este proceso no fue de personas, sino que la propia comunidad nos dirigió con un contexto moral, las demás señoras confiando en nosotras, compartiéndonos la historia de este lugar y cómo defender las decisiones de todos”, dice Citlali.

“Se siente bien bonito que todo lo que trabajaste y desvelaste haya servido a la comunidad. Y pues es una satisfacción de que lo logramos. Es padre que quedes en el recuerdo, que hayamos salido en el periódico, que la gente diga ‘por ellas lo logramos’, que seamos útiles, se siente bonito, valió la pena todo eso…”, agrega Cristina.

La última etapa de reparación coincidió con el proceso electoral y el gobierno de Xochimilco prometió colocar redes de agua en las zonas irregulares dirigidas por grupos de choque.

“Nos pareció injusto. Aunque necesitábamos drenaje, aceptamos que en Caltongo no se ampliara la red de drenaje porque no había uso de suelo en todo el barrio, sólo se reemplazó la existente. No quisimos aceptar negociaciones que son corrupción”, relata Citlali.

Y es que una parte del barrio de Caltongo –la que ha crecido en años recientes– está ubicada en suelo de conservación, por lo tanto es irregular. Al igual que el barrio de San Gregorio, ubicado sobre suelo de conservación.

Preguntamos a Citlali si esto, que no se colocara una obra de agua en una zona irregular controlada por grupos de choque, significó un triunfo para ellas, como mujeres de Caltongo.

“En un proceso de transparencia y no corrupción es un triunfo, porque no se dio el uso político de los recursos. Sin embargo, no creemos que sea un triunfo en general porque hay una necesidad social, real, de agua y drenaje. Pero queremos pensar que de alguna forma es positivo que, a partir de nuestra lucha, personas en esa zona tengan más claro que tienen derechos y que estos derechos se pueden reclamar de forma distinta, no a través del uso político de las personas”.

En la inercia de la lucha por la avenida Nuevo León las mujeres de Caltongo pusieron un horizonte más ambicioso: lograr que legalmente el barrio sea reconocido como pueblo originario -por sus antecedentes de ser un espacio indígena náhuatl- para regirse de manera autónoma. Pero en la necesidad de cuidarse ellas, las mujeres de Caltongo repensaron ese horizonte.

Citlali explica que ahora el objetivo es compartir la experiencia que aprendieron en la lucha por hacer un gobierno que responda a la comunidad, para que otras comunidades se organicen para resolver problemas. Hace unos sábados, por ejemplo, en la chinampa de Citlali se reunieron vecinos de distintos barrios de Xochimilco y otras delegaciones, integrantes del Congreso Nacional Indígena (CNI), para compartir experiencias. Llegaron otomíes que pelean contra la invasión de su bosque para colocar una carretera, llegaron vecinas náhuatls de Tláhuac que están iniciando la defensa del territorio contra la expansión de la mancha urbana, llegaron de otros barrios de Xochimilco para tratar la limpia de los canales. 

Además, las mujeres mantienen despierta la vida comunitaria a través de talleres públicos, que se dan en la misma plaza donde eran las asambleas los jueves a las 5 de la tarde: talleres de primeros auxilios, plantas medicinales, cartografía para mapear los barrios, acceso a la información y transparencia.

Las mujeres tuvieron miedo. Miedo a salir a la calle, a ser perseguidas, a ser señaladas.

Adriana lo explica así: “La lucha ahora es social, de labor con la comunidad. Para lograr mejoras, por un lado, pero también para que la gente se empiece a involucrar. Este espacio en la calle no lo vamos a soltar”.

**Omitimos los nombres de las calles por seguridad de Martha Patricia Gómez.

 

 

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