Las radios comunitarias: ¿mejor que antes?

Columna AMEDI Jalisco

Bernardo Masini / Profesor del ITESO / @BernardoMasini

Amedi Jalisco / @AmediJalisco

El caso de Radio Huayacocotla, en la comunidad veracruzana del mismo nombre, es un emblema de dinamismo, compromiso y audacia. En agosto cumplirá 55 años al aire; y ese simple hecho nos obliga a pensar que tal vez sí existen los milagros. O más bien a entender que los milagros no son otra cosa que tejidos de complicidades sutiles, pero constantes. Las radios comunitarias son prenda de la necesidad inherente de nuestra especie por comunicarnos, por usar el lenguaje como el mejor aval para preservar y transmitir tradiciones. En la existencia y la operación de una estación de este tipo hay mucho de romanticismo, pero también muchos tiquismiquis legales… y políticos.

Quienes las han estudiado durante décadas refieren el vacío legal en que operaron prácticamente desde su aparición hasta el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012). Luego de una larguísima batalla, finalmente se dio certeza jurídica a quince de ellas en 2008. Fueron quince, pero ya entonces operaban muchas más. Además, junto al derecho a existir no llegó ninguna buena noticia en lo que respecta a sus mecanismos de financiamiento y subsistencia. En ese sentido tanto las reconocidas como las que continuaron en el limbo siguieron organizando rifas; pasando el sombrero entre sus radioescuchas; buscando a organizaciones de la sociedad civil; a donantes generosos; a universidades y a quien pudiera echarles una mano, monetaria o en especie.

En tales condiciones ocurrió en 2014 la tan sonada reforma en materia de telecomunicaciones. Se anunció como uno de los grandes hitos del sexenio de Enrique Peña Nieto, y en cierta forma lo fue. La nueva ley no atendió muchas de las demandas históricas de los especialistas. Puso condiciones que diluyeron algunos de los monopolios históricos del sector, como las telefónicas de Carlos Slim; pero también se aseguró de proteger a los mecenas del Presidente, como a Emilio Azcárraga y a Ricardo Salinas Pliego. Sin embargo rompió con la absurda y obsoleta taxonomía de la ahora extinta Ley Federal de Radio y Televisión, que solo diferenciaba entre estaciones concesionadas (las que tenían fines de lucro) y permisionadas (las que no lo tenían). La vigente Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión refiere hoy en día a las concesiones de uso social, cuyos rasgos distintivos cubren las características de las radios comunitarias. Ello permitió a decenas de ellas formalizar sus operaciones ante el Instituto Federal de Telecomunicaciones, al grado de que hoy más de cien están legalmente constituidas y reconocidas.

De botepronto parecía un paso hacia adelante. Pero el entusiasmo menguó al conocer las condiciones de financiamiento que la misma ley estableció para este tipo de concesiones. Se autorizó a cada instancia gubernamental con partida presupuestaria para comunicación social a destinar hasta un máximo de 1% de ese rubro a las comunitarias. Aunado a la cifra risible está el hecho de que se trata de una disposición opcional, cuya ejecución es difícil de rastrear y medir. Esta situación, lejos de haber resuelto las necesidades más elementales de las emisoras, se prestó al autoengaño de parte de las autoridades, quienes luego de haber dispuesto estas medidas prácticamente no han vuelto a abordar el tema.

En el próximo mes de julio se cumplirán seis años de la entrada en vigor de este nuevo andamiaje legal de las telecomunicaciones y la radiodifusión en México. La coyuntura, a la que se suma una administración federal con criterios y modos abiertamente distintos a los inmediatos anteriores, hace pertinente la pregunta por las ¿nuevas? condiciones de las radiodifusoras comunitarias. Un poco de sensibilidad de parte del gobierno actual podría bastar para entender el rol significativo que estas emisoras pueden desempeñar en la urgente restitución del tejido social. A diferencia de otros programas sociales, que cuestan hasta miles de millones de pesos y no garantizan resultados, el desarrollo de las radios de uso social puede volverse un acicate poderoso para paliar los dinamismos violentos a los que nos estamos acostumbrando.

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