Bienestar, religiosidad y Covid. Vista panorámica desde la encuesta COBIRE

La Hilandera

Por Rosario Ramírez /@la_hilandera

La presencia y expansión del virus SARS-CoV-2 ha alimentado diversos cuestionamientos sobre los estilos de vida y la forma segura en la cual, bajo el contexto actual, se llevan a cabo actividades que hasta hace unos meses nos eran cotidianas. Además del conocido impacto en la salud, el Covid-19 transformó el modo de relacionarnos con el mundo imprimiendo algunas medidas que poco a poco se han establecido como una norma. Ejemplo de ello ha sido el confinamiento voluntario y el teletrabajo; el exponencial uso de redes sociodigitales para mantener comunicación con familiares, amigos, colegas y para obtener todo tipo de información; el mantenimiento de las reglas de sana distancia; las medidas de “sanitización” de los espacios públicos; y adoptando medidas de autocuidado como el uso de cubrebocas, gel antibacterial, entre otras.

Pero el contexto nos ha llevado también a modificar o comenzar algunas prácticas para procurar el bienestar, así como el acercamiento que cada persona genera con Dios, la Diosa, lo sagrado, lo divino, más allá de la creencia, espiritualidad o religión que se profese.

Con el interés de conocer el papel y la forma que adquieren las prácticas religiosas y de bienestar en el marco del confinamiento derivado de la pandemia de COVID-19 en México, surge la encuesta sobre Coronavirus, bienestar y religiosidad (COBIRE), coordinada por Nahayeilli Juárez (CIESAS Peninsular), Olga Odgers, Olga Olivas (El COLEF) y Rosario Ramírez (CIESAS Occidente). Esta encuesta, lejos de recurrir a un formato clásico, se apoyó de las redes sociodigitales para su circulación, fue dirigida a la población en general y no estuvo condicionada más que a la voluntad de ser contestada. Por lo tanto, sus resultados, más que ser representativos de la población mexicana, son una muestra de aquellos y aquellas que decidieron participar en ella de manera voluntaria.

El 70% de quienes respondieron la encuesta son mujeres y, en general, la muestra se compuso de una población con grados de estudio de nivel superior. Al respecto de la identificación religiosa los resultados revelaron algunos datos que sirven de contraste con otros ejercicios estadísticos, ya que el 44.7% se identificó como católico, seguido por un 22.7% de personas que se autodenominaron como sin religión y un 17.9% como espiritual sin afiliación religiosa. A nivel nacional, y tomando los datos del Censo del 2010, la población sin religión apenas alcanza un 4.7%; por lo tanto, esta encuesta por sí misma muestra elementos que ya los análisis y acercamientos académicos cualitativos habían enunciado: que existe un desplazamiento de los creyentes hacia afuera de las instituciones religiosas y grados diversos de individuación de las creencias y prácticas; que para las personas no es necesario adscribirse a una religión para establecer una relación con lo sagrado, lo divino y lo trascendente; y que identificarse como sin religión no necesariamente significa que no se realicen prácticas religiosas o espirituales.

Por otro lado, las lecturas acerca del virus no presentan un vínculo significativo con lo religioso (como un castigo divino o como escenario apocalíptico), pero sí establecen una relación con interpretaciones holísticas sobre el equilibrio de la naturaleza y sobre el papel del ser humano “como el verdadero virus”. Recientemente se ha visto un auge en las explicaciones de tipo conspirativo sobre la pandemia (sobre todo con respecto a los posibles tratamientos para “sanar” o en contra del desarrollo de las posibles vacunas); sin embargo, estas perspectivas no tienen una presencia importante en las respuestas obtenidas por la encuesta, antes bien estas lecturas coexisten a la par de explicaciones científicas.

Durante el periodo de confinamiento, algunos de los sentimientos regentes más enunciados por la población encuestada han sido la incertidumbre, la preocupación y la ansiedad; sin embargo, vemos que éstos no son necesariamente detonantes de una búsqueda de respuestas o soluciones desde la práctica y narrativa religiosa. El sentirse a salvo y el realizar prácticas de autocuidado que van desde la atención a la alimentación, el distanciamiento o el mantenimiento de las medidas de sanidad, son también generadoras de certidumbre.

No es de sorprender que ante las medidas oficiales que implicaron el cierre y la prohibición temporal de servicios religiosos, muchas prácticas y rituales colectivos hayan “migrado” hacia espacios digitales que habilitan que creyentes o practicantes “asistan” a servicios, misas, oraciones, cultos, meditaciones o clases de yoga; esto genera sentimientos de bienestar, relajación y paz interior a partir de prácticas realizadas en solitario o en colectivo de manera remota. Esta migración hacia modalidades digitales, que ya se observaba aunque en proporciones menores antes de la pandemia, modifica y se apropia de plataformas online para convertirlas en espacios de congregación; sin embargo, este cambio parece no tocar en sentido estricto la importancia, validez y pertenecia de quienes recurren a esta modalidad. En otras palabras, este tiempo parece mostrarnos que los espacios físicos son importantes, pero en este contexto los espacios digitales que permiten la congregación (desde un círculo de mujeres, una lectura de biblia, una clase de yoga o un servicio religioso) han resultado una alternativa (para algunos la única) de reunirse, mirar, escuchar a otros, y “conectarse” con lo trascendente desde la experiencia personal aún con la mediación de un dispositivo tecnológico. Ahora el conectarse es algo mucho más complejo que sólo estar online.

Sin duda la pandemia por la que transitamos ha modificado considerablemente nuestra forma de ser, estar y de vincularnos con las personas que nos rodean, pero también lo ha hecho con la manera en la que concebimos, construimos y ejercemos el autocuidado y el cuidado hacia los otros con el objetivo de mantenernos en un estado de bienestar integral. La idea de bienestar parte de una visión holística del sujeto, donde el bienestar mental, físico y espiritual es parte de una gramática que cada una y cada uno va construyendo para sí, tejiendo las prácticas, narrativas y creencias que, desde la experiencia, detonan emociones y sensaciones positivas, certezas, y un cierto grado de control que nos ayuda a transitar por este periodo de incertidumbre.

El informe de resultados globales de la encuesta se puede consultar en: https://www.colef.mx/estudiosdeelcolef/encuesta-sobre-coronavirus-bienestar-y-religiosidad-cobire-2020/

En Argentina ya han comenzado las manifestaciones en contra de las medidas de aislamiento y a partir del negacionismo científico dirigido a la pandemia. El 17A es un buen ejemplo que Nicolás Viotti relata y analiza en: http://revistaanfibia.com/ensayo/negacionismo-cientifico-desconfio/?fbclid=IwAR1vDlRfDgqvu5BOEEM34xptp_SQ5UheS8sGfEbewLNOWF3Kb7WRVA4bsPk

Recomiendo la Videonota “Una oración en la pandemia: Adaptación de las prácticas religiosas en tiempos de #COVID19” realizada por Mariana Parra y disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=BbQpldalWy4&feature=youtu.be&fbclid=IwAR1o1gYEVmpVJHibA5XajKLlatCHA5CApoXrRsQp2L8ynHg28rISVnObQUI

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Rosario Ramírez Morales Antropóloga conversa. Leo, aprendo y escribo sobre prácticas espirituales y religiosas, feminismo y corporalidad.

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