Maquila “Calzado Stefmary S.A. de C.V.” liquida a trabajadoras con zapatos y máquinas

“Que me quieren demandar, demándenme, hagan lo que les dé la gana, yo tengo licenciados chingones, a mí no me van a ganar, demándenme si quieren, pero no me van a ganar” fueron las palabras que utilizó Ricardo Moyano, dueño de la zapatera Stefmary antes de liquidar a sus empleados con zapatos, hornos de microondas y máquinas que se utilizaban para la maquila de zapatos.

Esta fábrica de zapatos maquila a marcas como Andrea y Coppel.

Por Sofía Ávila / @SofiaCaravi

Desde el mes de marzo, se les informó a los empleados y empleadas de la empresa Calzado Stefmary, S.A de C.V., que, debido al contexto de pandemia, las ventas estaban bajando y por lo tanto se les iba a recortar el sueldo:

Con lo de la pandemia nos hicieron una junta para decirnos que por la contingencia los pedidos bajaron y pues que nos olvidáramos de los bonos, que íbamos a ganar nuestro sueldo mínimo. Yo ganaba mil 540 semanal y fue tan así que mi sueldo después fue de mil 300” compartió Magdalena una de las ex trabajadoras de esta empresa.

No obstante, las exigencias laborales eran las mismas que antes de la pandemia, Magdalena comparte que las condiciones de trabajo siempre fueron injustas, pues  les hacían trabajar largas jornadas que no respetaban horarios, en su caso particular, entraba a trabajar a las 7:00 a.m. y salía a las 5:00 p.m. Sin embargo, en diversas ocasiones le obligaban a ella y a sus compañeras y compañeros a quedarse a trabajar hasta a las 9:00 p.m. o, incluso más tarde.

También, había cambios en la nómina y los patrones se justificaban con que no había dinero para pagarles, además, según relató Magdalena, sufrían un maltrato psicológico constante por parte de uno de los dueños de la empresa, pues no recibían un trato digno como empleados.

En la empresa, la mayoría eran mujeres trabajadoras, madres solteras y adultas mayores que necesitaban este empleo para subsanar sus necesidades básicas y las de sus familias; lamentablemente, estas situaciones fueron utilizadas por los empleadores para someterlas a malos tratos y mala paga:

“Nos hacían, así como ellos querían, si había un embarque nos hacían trabajar hasta que el embarque saliera, así fuera hasta las nueve de la noche ahí teníamos que estar, y pues era tiempo por tiempo, ya al día siguiente pues a lo mejor no íbamos por el tiempo que nos habíamos quedado, en otras ocasiones no había trabajo y nos regresaban, a las 8 o 9 de la mañana acabábamos de llegar y van para atrás, nos traían como títeres, cuando a ellos les convenía, no respetaban nada”.

Magdalena señaló que las prestaciones de ley que tenían eran: el seguro social, bonos, sus días de descanso y vacaciones, no obstante, este último año no les dieron las vacaciones de diciembre y tampoco les otorgaron sus bonos, pues los dueños argumentaron que había mucho trabajo y poco dinero. Según les prometieron, ambas prestaciones les iban a ser “repuestas” después del mes de febrero, pero con la llegada de la crisis sanitaria lo único que recibieron en lugar de sus bonos y vacaciones fue una baja en su salario.

Para el mes de abril muchos trabajadores renunciaron debido al recorte en sus sueldos, mientras que, a otros les despidieron, sin embargo, no les finiquitaron en su totalidad, de tal manera que, los trabajadores tenían que ir constantemente a la empresa a ver cuándo iba a estar listo su cheque.

A varios trabajadores no les pagaron sino después de varios meses y, en el inter, los traían a “vuelta y vuelta”, la decisión que se tomó en la administración de la empresa fue no dejar entrar a quienes iban a cobrar su finiquito si no tenían cita previa y por lo tanto les restringían la entrada.

“Los corrieron, pero les decían que fueran por su finiquito hasta tal fecha, y cuando llegaban les decían que no hay nada todavía, no había salido su pago y pues apuras vueltas los traían y la gente pues triste, enojada, desconsolada” compartió Magdalena

Para el mes de septiembre el 80% de los trabajadores y trabajadoras ya habían sido despedidos o habían renunciado y los pocos que quedaban se quejaban de los malos salarios que “ya no les ajustaban”.

“La gente empezó a buscarle por otro lado porque ya era difícil, un despuntador de ganar dos mil pesos a pagarle mil 300 pues si estaba complicado, prácticamente los estaban obligando a que se fueran, y los que pagaban infonavit hasta 500 pesos nomás rayaban y pues que haces con eso, nada” comentó Magdalena.

A quienes despedían les obligaban a firmar un convenio en el que los trabajadores declaraban que la empresa Stefmary no tenía ningún adeudo con ellos y que las condiciones de trabajo habían sido dignas, no obstante, este convenio lo firmaron sin haber recibido su liquidación, puesto que, se les dijo que por el momento no tenían dinero y les iban a liquidar como se pudiera y cuando se pudiera.

Para completar las mencionadas liquidaciones de los más de 400 empleados, les ofrecían calzado, microondas o máquinas de las que utilizaban en la empresa y se les advirtió que aprovecharan, porque quizás después ya no habría ni eso

“Cuando estábamos firmando el convenio nos preguntaban que cuantos años llevábamos trabajando y nos decían te tocan tantos pesos y tantos pares de zapato, tómalo o déjalo porque es lo que hay ahorita y al rato ya no va a haber nada” denunció Magdalena

Ilustración  Janet Essley

Muchos se reusaron a acceder a este método de pago y acudieron al Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, pero la respuesta que les dieron fue poco satisfactoria y terminaron por acceder a las condiciones que les dieron los empleadores.

Los dueños, al enterarse que los trabajadores estaban buscando demandar a la empresa, les amenazaron y advirtieron que a ellos no les iban a ganar porque ellos tenían buenos abogados que los defendieran:

Que me quieren demandar, demándenme, hagan lo que les dé la gana, yo tengo licenciados chingones, a mí no me van a ganar, demándenme si quieren, pero no me van a ganar” fueron las palabras que les dijo Ricardo Moyano, dueño de la empresa a sus empleados, recordó Magdalena.

Magdalena por su parte se asesoró con un conocido y él le recomendó que firmara el convenio y tomara lo que le ofrecían porque si los dueños cumplían con la amenazada de cerrar la empresa, ya ni si quiera iban a tener a quién demandar.

Hasta ahora, Magdalena sigue esperando su liquidación después de haber firmado el convenio hace ya varias semanas, pero comenta que “esto se va a tardar” porque todavía hay muchos trabajadores a quienes despidieron antes que a ella y que todavía no les pagan.

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Sofia Avila
Sofia Avila
Apasionada de las letras y de la vida en todas sus formas. Me interesa defender los derechos humanos desde mi trinchera con las palabras. Creo que todos los cambios son buenos y me cuestiono para deconstruirme. Soy una casi comunicadora pública.

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