Carta a mis amigas que abortan

Maroma

Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud

Es la primera vez que te hablo de esto y lo hago temblando de miedo, porque está bien sentirlo, hablo con miedo porque espero que esto aminore el tuyo cuando necesites leerlo. 

Siempre he querido ser madre, siempre he querido compartirme en ese ejercicio, ensayar formas de maternar más libres, respetuosas, amorosas. 

Tengo la fortuna de tener una familia que me apoya en cualquier decisión que tome, una familia que cuando yo decida que es el momento apropiado, me acompañará en la crianza, que recibirá en ella, con los brazos abiertos, a una nueva vida. 

Tengo un colectivo maravilloso que me acompaña incondicionalmente. Tengo amigas que son mi segunda familia, que lo dejan todo en el momento en que las necesite, que me han enseñado el valor de acompañarnos, de hacernos fuertes, de luchar juntas. 

Hace algunos años empecé a pensar que si accidentalmente me embarazara no sería mayor drama, que estaba lista y dispuesta para hacerle frente a la situación. Que para mí, para mi situación de vida, abortar no era una necesidad. Pero que eso no significaba que no fuera una necesidad para las otras, así que desde hace un tiempo estoy activamente en la lucha por hacer del aborto una posibilidad para todas. 

Estuve algunos meses con una persona y aunque al principio utilice un método anticonceptivo, digo utilicé porque fue decidido, costeado y llevado completamente en solitario, después de unos meses y de no sentirme bien con los cambios hormonales, lo dejé. Supuse, malamente, que no era urgente buscar otro método anticonceptivo, y lo postergué. Unas semanas después me noté distinta, empecé a tener cambios físicos, a dormir más, me molestaban los olores fuertes y algunas comidas. 

Para ese momento la relación en la que estaba no iba bien y me sentí completamente sola. Hablarlo con él y contarle mis sospechas me hizo sentirme más sola y más desesperada todavía. Al primer día de retraso fui sola a un laboratorio a hacerme una prueba de embarazo, aunque yo ya sabía la respuesta. No le dije a nadie que estaba embarazada, porque si lo hablaba dudaría de mi decisión, el mismo día que lo supe conseguí con ayuda el medicamento e inicie un aborto en casa. El proceso fue doloroso y tenía miedo, pero estaba convencida que un hijx merecía llegar al mundo de otra forma, en un ambiente menos hostil. Me disculpé conmigo misma por no estar preparada aún y me prometí seguir en la lucha, con mucha más fuerza. 

Le avisé a él cuando lo más fuerte había pasado, le dije que el proceso no terminaba ahí, que serían semanas de asimilarlo, pero que si quería acompañarme podía hacerlo. Pasó esa noche conmigo y al día siguiente volvió a su casa. Sólo una vez después de eso me preguntó cómo me sentía con el tema, fuera de los cambios físicos. 

Me pregunté mucho si lo había hecho de la mejor forma, me sentí culpable, no con los otros, conmigo misma por no haberme tratado más cariñosamente en ese proceso, por no haber buscado compañía, por no haberlo hablado con todas esas personas que me quieren y cuidan tanto, por no haberles permitido estar ahí, prepararme un té, abrazarme. Tuve que regresarme a mí misma ese cuidado que busqué en alguien más y no supo darme, ese acompañamiento, esa paciencia, ese amor que no encontré de vuelta de quién debía ser parte de.

A un año, no me arrepiento de mi decisión, no lo he hecho nunca. Tengo un derecho , aunque no reconocido pero lo tengo, y lo tomé. Decidí por mí. Me agradecí mucho por tanta fuerza. Y me di cuenta que las que pensaba “las otras” eran también yo misma. 

Pensé siempre que no tenía la necesidad de abortar, y en efecto no la tenía, pero tampoco tenía la voluntad de continuar aquél embarazo. 

Cuento esto desde una posición privilegiada, porque tuve el dinero y la información suficiente para llevar este proceso. Porque tuve la certeza de que si necesitaba ayuda médica, psicológica o emocional la tendría. Porque he tenido la oportunidad de rodearme de personas que me quieren, que me respetan, que no han juzgado nunca mis decisiones. 

Cuento todo esto porque siempre estuve convencida de que el aborto debía ser una opción para quien lo necesitaba, pero estoy convencida ahora que debe ser una posibilidad no sólo para quien lo necesite, sino para quien lo deseé, porque ninguna nos debe explicaciones. Por qué los tiempos, los procesos y las personas con quienes se quiere compartir una crianza son sumamente personales. 

Comparto mi experiencia porque yo me he sanado en las experiencias de otras. 

Mi lucha desde ese día es por abortos acompañados y amorosos, abortos sin culpa, donde se nos trate como personas, mucho más allá de nuestra capacidad de gestar. Lo merecen quienes han sido violentadas, lo merecen quienes no están en las mejores condiciones socioeconómicas, lo merecen quienes no se sienten listas, quienes lo quisieron en algún momento y que por razones que no nos deben, qué no nos incumben, se arrepintieron de ello. Quienes no tienen nada y quienes tienen todo. 

Lo merecemos todas y lo merecemos de la mejor forma, sin silencios, sin soledad, sin criminalización. 

Digo todo esto para abrir una ventana, para decirte que estoy para acompañarte, que lo están muchas, que todas tus razones son válidas, que el cuerpo es tuyo y la vida es tuya. No te encierres, acompáñate, déjate abrazar, déjate cuidar. Porque todo eso lo mereces, nos lo quisieron arrebatar, pero es nuestro.

Estoy convencida de que vale la lucha, que será ley. Y que cuando lo sea, igual que ahora que no lo es, será la colectividad, serán las amigas quienes nos hagan fuertes.

Te abraza, Mayra

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Maroma es un observatorio de la niñez y la juventud. Somos un grupo interdisciplinario de personas involucradas en los sectores académicos, comunitarios, públicos y privados con fines de gestión y bienestar para la niñez y juventud que busca incidir en políticas públicas y movimientos sociales con un enfoque de innovación social.

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