La fantasía 

Oxímoron 

Por Andy Hernández Camacho coordinadora de La Mamá Cósmica

@andybrauni /@lamamacosmica

En las últimas semanas se ha oído hablar mucho de la película “The lost daughter”, escrita y dirigida por Maggie Gyllenhaal. El guión está basado en la novela La hija oscura de Elena Ferrante, el pseudónimo de una escritora italiana de quien poco se sabe. ¿Por qué ha atraído tanta atención? Bueno, probablemente porque presenta una visión cruda de la maternidad. Al menos, de un tipo de maternidad, porque dudo que pueda hablarse de una sola.

De manera simplificada la trama se centra en Leda, una mujer adulta, profesora de literatura que parece atrapada entre su deseo de ser “buena madre” y su necesidad de hacerse un lugar visible y reconocido en el mundo. Cuando sus hijas se van a vivir con su padre a otro continente, ella se encuentra al fin liberada y feliz, para sorpresa suya. Entonces decide irse de vacaciones a una playa, pero sus planes de trabajar y descansar se ven empañados por su creciente obsesión con una joven madre y su hija, que le harán confrontarse con fantasmas del pasado, con su experiencia como hija y como madre y con las culpas que parecen jamás abandonarnos…

Lo primero que sorprende del personaje de Leda es que abiertamente hace afirmaciones que nos sonarían antinaturales, poco maternales, fuera de lo que estamos acostumbrados a relacionar con la figura materna, como cuando se queda sola al mudarse sus hijas:

“Me sentí milagrosamente desvinculada, como si una obra difícil, llevada al fin a su término, hubiera dejado de ser una carga”.

Esa otra cara de la moneda acerca de lo que significa la maternidad me parece que es uno de sus grandes aciertos. Porque nos han vendido la idea de que la maternidad es hermosa, rosa, tierna, pura, donde la entrega hacia los hijos ocurre de manera espontánea y desinteresada y en el que la frase “todo valdrá la pena” se convierte en una promesa que augura la maravillosa recompensa final. ¿Cierto? Bueno, permítanme romper su burbuja. porque cualquier madre les podrá contar sobre los claroscuros de criar a un ser humano. Y la pluma de Ferrante saca a la luz los pensamientos más oscuros de una madre que se cuestiona casi todo el tiempo. Lo más revelador es que algunos (o muchos) de esos soliloquios los he tenido yo misma como mamá y es muy probable que muchas madres se identifiquen también con estos sentimientos incómodos que rara vez expresamos al mundo.

Leda recuerda cómo a veces (incluso ahora que ya son adultas sus hijas), le resultan insoportables. Más aún cuando Bianca y Marta eran pequeñas y dependían casi por completo de ella. La protagonista revive el constante debate entre el deseo de cumplir con el ideal de la buena madre y ese otro impulso vital de desarrollar una voz, un camino propio a través de su carrera. Leda nos hace sentir la angustia de tener que robarle unos minutos a la cotidianeidad, de tener que pedir permiso para ser, de sentir que se va diluyendo en un mar de rabietas, quehaceres y falta de sueño, con poco o nulo apoyo de su pareja o de alguien… 

Algunas de las reseñas y críticas que he leído sobre esta película caracterizan este retrato de la maternidad, como: descarnado, oscuro, en crisis, terrorífico…y para ser sincera no los descalifico, antes bien siento que se acercan mucho más que aquellos que la idealizan. Sin embargo, la maternidad que nos encara a través de esta historia es una real, necesaria y por sobre todas las cosas HONESTA. 

Después de terminarla, una amiga me preguntó qué me había parecido, mi respuesta: esa es LA fantasía…y es que más de una vez al día en medio de un berrinche, de una larga noche cuidando a un niño enfermo, de una casa que es un desastre, frente al espejo que me recuerda las cicatrices en mi cuerpo después de parir, de lactar, de criar, ahí y en tantas otras ocasiones me he encontrado imaginando aparecer en esa playa lejana, en una montaña con un café y un libro, en una enorme cama de hotel, que no sea ocupada en tres cuartas partes por un pequeño de dos años…en un lugar donde mi nombre no sea amá, mamá, mami, ami…sino simplemente Andy…

Entonces pienso que esa “madre antinatural” no es más que una mujer sobreviviendo a la maternidad, que se atrevió a cumplir esa fantasía y que logró resguardar una porción del espacio personal, que parece perdido, “un sano egoísmo”, un refugio o como diría Virginia Woolf “un cuarto propio” dónde desplegar deseos e intereses personales. Por puro disfrute.

Porque, la realidad es que no sabemos a qué nos enfrenta la maternidad, en quién nos convertirá, ni qué rasgos (incluso los más impensables) nos mostrará este vínculo. Me parece que lo más valioso en este relato es que la protagonista no busca una redención porque no hay un arrepentimiento, sino la aceptación de que cada una asume las decisiones que conlleva ejercer la maternidad desde el deseo y poniéndonos a nosotras (sí, las madres) al centro. 

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Oxímoron
Oxímoron
Andy Hernández Camacho es maternofeminista, profesora de literatura, comunicóloca pública, sentipensante, gestora de procesos comunitarios en distintos espacios, siempre en deconstrucción. Actualmente, reflexionando en tribu sobre maternidades desobedientes y las distintas narrativas para nombrar el trabajo de cuidados a través del proyecto La Mamá Cósmica. También es maestrante en gestión y desarrollo social.

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