Desde Mujeres
Por María Susana Oliver López / @Susana Oliver López / @DesdeMujeres
Licenciada en Derecho por la UNAM.
Hace apenas unas semanas amanecimos con la noticia de que había una nueva designación de representantes en el exterior y entre ellas se encuentra el nombramiento de Pedro Salmerón como embajador de Panamá. Dicha designación desplego diversas controversias y el enojo de millones de mujeres, pues tal nombramiento es el reflejo de la impunidad que vivimos las mujeres dentro de la República Mexicana, en la que pareciera que los cargos o puestos nombrados dentro de este sexenio se encuentran sustentados en el amiguismo o en favores que pesan más que la demanda pública.
Para poder comprender a raíz la magnitud del problema que origina el nombramiento de “Salmerón”, por una parte, es importante recordar las diversas denuncias por “acoso” hechas por las estudiantes del ITAM en el 2019 a través del movimiento #MeTooITAM o las expresadas por militantes y ex militantes de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), sucesos que muestran que tal designación es un tanto incompatible con el proyecto de nación y con la política exterior que ha tratado de reforzar los derechos humanos. Por otra parte, de ratificarse esta posición resultaría catastrófico esto atendiendo a las altas cifras de violencia contra la mujer, en donde es peligroso nuestro libre desarrollo, donde con este tipo de acciones por parte del gobierno federal, solo nos permite ver la impunidad, indolencia y falta de empatía hacia la situación actual de la mujer en México.
Aunado a ello, resulta importante mencionar que, de dejarse a Salmerón como embajador, llevaría al gobierno a un grave error, ya que se estaría mandando un mensaje erróneo e inequívoco con respecto de la lucha de muchas mujeres, puesto a que con ello reflejaría que en este sexenio no existe justicia y credibilidad para las mujeres, donde la justicia pasa a otro término cuando se trata de cumplir con favores.
De ser así, esta acción sería la muestra de la poca importancia que se les dé a las denuncias, a las demandas realizadas por colectivos, a las feministas y en especial a las víctimas. Además de mostrar que en un país como el nuestro a los violentadores no se les castiga sino se les premia, se les aplaude y se del defiende desde la cúpula de poder.
A pesar de que hace apenas unos meses el presidente en una conferencia mañanera afirmaba que su gobierno cuida a las mujeres “por convicción, no por moda”, y que “el compromiso con las mujeres era de protegerlas, el no dejarlas en desamparo”, las acciones realizadas siguen mostrando que su compromiso con nosotras solo se queda en un discurso porque la realidad que enfrentamos es totalmente distinta en la que impera la impunidad y que las mujeres seguimos sin importar en las acciones de gobierno.
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