Y arriba el norte

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Foto portada: Jesús Díaz / @jesusdiazfoto 

Hace unos días, durante una de sus apariciones como parte del programa de Guadalajara Capital Mundial del Libro, el dramaturgo, ensayista y narrador Hugo Hiriart afirmó que “México se ha convertido en algo horrendo”. Y basta echar un vistazo a algunas de las notas de estos días para confirmarlo:

  • En Nuevo León, la tragedia de Debanhi Escobar ha dado pie a una serie de situaciones que, si no fuera por la tragedia que entrañan, podría servir de ejemplo de una lamentable comedia de equivocaciones. La fiscalía de aquel estado norteño ha demostrado su ineptitud un día sí y el otro también, mientras que los medios de comunicación han exhibido todo el trabajo que hay que avanzar para no seguir cometiendo errores que rayan en la falta de ética y en una atroz insensibilidad.
  • En Guanajuato, un comando de la Guardia Nacional se encargó de recordarnos por qué es una pésima idea que esa fuerza armada tenga perfil militar, luego de que un atarantado elemento le quitara la vida al joven Ángel Yael Ignacio Rangel y dejara herida a Edith Alejandra Carrillo. En un comunicado, la corporación señala que vieron a los jóvenes en un camino de terracería; ellos, al percatarse de la presencia de los uniformados, “procedieron a retirarse del lugar de manera precipitada, motivo que provocó desconcierto e incertidumbre” entre la fuerza militar disfrazada de cuerpo policiaco. Uno de los atolondrados elementos decidió que era una buena idea bajarse y abrir fuego de manera unilateral, con los resultados ya descritos. Un recordatorio, uno más, de que la militarización no es el camino.
  • En Jalisco, la comunidad de la Universidad de Guadalajara alzó la voz luego de que cuatro alumnas de preparatoria sufrieran intentos de privación de la libertad en las inmediaciones de sus centros de estudios, mientras que una más denunció privación de la libertad y abuso sexual. Luego de lloriquear de que era muy fácil culpar al gobierno, Enrique Alfaro tuvo que sentarse a platicar, más a fuerza que de ganas, con Ricardo Villanueva, rector de la UdeG. ¿Resultado? ¡Un video!  en el que ambos funcionarios expresan su voluntad de trabajar juntos a pesar de sus diferencias y blablablá…

Y estos son apenas tres ejemplos al vuelo de eso horrendo en lo que se ha convertido el país. Por eso, en días como hoy, se vuelve necesario voltear para otro lado y hablar, digamos, de música.

Se ha dicho y repetido infinidad de veces y, sin embargo, siempre es buen momento para repetirlo de nueva cuenta: Jaime López es uno de los músicos más chingones que ha dado la escena musical de México en los tiempos recientes —en este caso “los tiempos recientes” abarcan los últimos 25 años del siglo XX y los ya casi 25 que llevamos del XXI— . En una escena musical que no cesa de repetirse y reciclarse como lo es la del rock mexicano —lo que sea que esto signifique— , cada tanto el músico tamaulipeco reaparece para recordar por qué es considerado como una de las mentes más lúdicas, sagaces, creativas y subversivas de la música nacional.

Prueba de la arriesgada genialidad de Jaime López es su nuevo disco, que lleva por título De norte a norte y para el que en esta ocasión se hace acompañar de Los Tristones de Puerto Bagdad, agrupación integrada por Carlos Avilez, Nacho González, Jorge García, David Silva y César Rivera.

Por segunda ocasión López hace mancuerna con el bajo de Avilez para encabezar un material que es continuación de lo que ambos habían hecho en 2008 en Por los arrabales. Si en aquel disco se permitieron coquetear con los ritmos norteños en temas como “Por los arrabales”, “Condominio” y “La dosis de tu amor”, en su nueva aventura musical se dejan llevar sin freno por los influjos del acordeón de David Silva y el bajo sexto de Jorge García. Una chulada musical que se completa con la guitarra eléctrica del Chacha Rivera y la inconfundible potencia del Implacable González en la batería. Una delicia.

Previo al lanzamiento del disco Los Tristones de Puerto Bagdad dieron a conocer dos sencillos: “El descalzo”, autoría de Eulalio González, el Piporro, y que se hiciera popular años ha gracias a la versión de Los Alegres de Terán y las Jilguerillas.

(Apunte 1: la relación de López con el Piporro no es nueva: en 1999 ambos músicos trabajaron juntos en el disco Nordaka, entrega que contiene uno de los clásicos de Jaime López: la divertida “Por cigarros a Hong Kong”, en donde, al igual que en “Mesa de Otay”, se pueden escuchar las divertidas e impertinentes intervenciones del Piporro.)

(Apunte 2: el nombre de Los Tristones de Puerto Bagdad es un guiño a Los Alegres de Terán. Pero me distraigo, vuelvo a De norte a norte.)

El segundo sencillo que vio la luz fue “Máquina 501”, corrido que narra la historia de Jesús García, también conocido como El héroe de Nacozari luego de que diera su vida al desviar la ruta de un tren cargado con dinamita, evitando así una tragedia en Nacozari, Sonora. La historia de García ha sido contada y cantada en múltiples ocasiones por muchas agrupaciones (Los Alegres tienen su versión), pero la entrega de Los Tristones de Puerto Bagdad sintetiza en sus cuatro minutos toda la potencia del bajo de Carlos Avilez y la batería del Implacable González. El resultado es redondo por donde se le escuche.

El disco contiene 12 piezas. Además de los dos sencillos ya mencionados, también merecen una mención particular otros dos temas: la reinterpretación que Los Tristones hacen de “Seis pies abajo”, el infaltable clásico creado por Ramón Ayala, y “Flor de Capomo — Capo Sewa”, pieza que se apega de manera implacable a la tradición norteña sonorense: la primera parte es interpretada por Carlos Avilez en yaqui, mientras que la segunda parte, en español, corre por cuenta de Jaime López.

Todo lo que pueda escribir sobre De norte a norte es poco. Sólo puedo decir que es una muestra —otra más— de  de la versatilidad del ingenio de Jaime López. El disco también deja constancia de que el tamaulipeco ha encontrado en Carlos Avilez al cómplice perfecto para darle rienda suelta a su vena norteña y que ambos, cuyas carreras están más asociadas al rock nacional, se consolidan en esta entrega como los roqueros más norteñoarrabaleros de la comarca.

Y bueno, mejor denle play… ¡y taconéyele! ¡Ajúa!

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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