«Ya no somos tan poquitas»: Noamhy Hermida, activista y primera locutora trans en QR

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Noamhy Hermida alguna vez fue atleta y trabajó en la maquila. Tiene una licenciatura en Relaciones internacionales y una disciplina fuera de serie. También es activista y la primera locutora trans en Quintana Roo. Esta es su historia

Texto: Ricardo Hernández / Pie de Página

Fotos: Daniela Feijóo

CANCÚN.- Por la estética de Noamhy Hermida, ubicada en un barrio popular del Caribe mexicano, han pasado muchas y tan diversas mujeres: personal de hotelería, trabajadoras sexuales y hasta funcionarias públicas. Reyna Pasaron Romero dio con el lugar por recomendación de sus colegas. Noamhy le cortaba el cabello, le pintaba mechas, le aplicaba keratina y mientras lo hacía platicaban de sus vidas. Eso era antes, por allá de 2014, cuando Reyna apenas era agente del Ministerio Público y tenía tiempo para invertir en su imagen personal, pero ahora que la ascendieron acude con mucho menos frecuencia.

Hace un año, en junio de 2021, se volvieron a ver, aunque en circunstancias bien diferentes. Noamhy le exigía justicia a Reyna, ya como fiscal, pues días antes un joven había sido torturado, quemado y asesinado tras revelar que era VIH-seropositivo. Aquella reclamación derivó luego en un logro histórico en Quintana Roo: la tipificación del crimen de odio en el Código Penal.

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Alguna vez fue hombre, atleta de campeonato y obrero de la maquila. Hoy, Noamhy Hermida Nieves es estilista, la primera locutora trans detrás de los micrófonos de una estación pública en Quintana Roo y activista, pero de las que, además de gritar en las calles, consiguen reformas para que ninguna pase lo que ella tuvo que naufragar.

Noamhy nació en el Puerto de Veracruz, el 2 de marzo de 1979, de una madre “trabajadora del hogar” y un marino mercante que no conoció sino hasta cumplidos los tres años. “Es que viajaba mucho”, recuerda. La madre, eternamente comprensiva; el padre, siempre duro, disciplinario. “99 por ciento amor a la patria y 1 por ciento amor a la familia”, define.

Desde pequeña vivía disforia de género, esa sensación de incomodidad porque la identidad no calza con el sexo que se asigna al nacer.

“Mi madre sí me aceptó, a la madre nunca la engañas, pero mi papá no. Imagínate, hijo único, que vierte sobre él ideales, frustraciones que ellos no pudieron realizar y que nos las heredan para que realicemos lo que ellos dejaron pendientes. Hubo una deuda de que yo fuera doctor como él quería, de que tuviera nietos”.

Noahmy

Y ese rechazo paterno se hacía también patente fuera de casa, en la calle y la perseguía hasta el patio de la escuela primaria, donde ella siempre quiso jugar “elástico”, ese juego de saltitos rítmicos sobre una cinta que los escolares sujetan con las piernas abiertas, pero que los directivos nunca la dejaron porque eso “era demasiado femenino”.

“Desde niña yo me sentía diferente. Pero como yo miraba que, a lo primero que yo hacía que no era debido me cuestionaban, entonces fui decidiendo camuflarme”, dice.

Intentó entonces con el fútbol, pero el ambiente era demasiado tosco: un grupo de niños contra otros niños disputando un partido. Y todos, del propio equipo o el enemigo, tenían reservada una mirada, una opinión, un acto reservado en contra de Noamhy y su identidad.

Hasta hace unos años, ser de la diversidad era crecer en soledad porque no encuentras alrededor, en el seno familiar, en la escuela, en las novelas y películas que revisa, alguien como tú, porque están en el clóset en el que la sociedad los tiene arrumbados, me dijo Edwin Reyes, un joven homosexual del sur de Quintana Roo, fundador de Resilietxs, un colectivo con trabajo en pro de la comunidad LGBT+ y miembro de comité directivo de Amnistía Internacional México.

Son precisamente los problemas familiares y en la escuela, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las principales razones por las que miembros de la comunidad LGBTI+ han llegado a pensar en el suicidio.

El deporte más solitario

Con el acoso desde su propio equipo, ya en tercero de primaria, Noamhy optó mejor por el atletismo, el deporte más solitario que había: ella y su cuerpo contra el resto.

“En los deportes colectivos tú puedes dar el todo, pero si una persona de tu equipo falla, fallan todos. Y entonces, el esfuerzo de todos se minimiza en un error. Y acá yo entendí que un deporte individual, si tu fallas, fallaste tú y ya. No le vas a echar la culpa a nadie más que a tu preparación y tu compromiso. Eso era lo que yo quería”. 

Noamhy entrenó duro hasta la secundaria, donde consiguió beca por parte del Instituto Veracruzano del Deporte y la Juventud (IVDJ), y es Miguel Ángel Rodríguez, un entrenador cubano, quien la adopta. Las órdenes que seguía ya no eran las militares que salían de la boca de su padre, sino unas para forjar un cuerpo competitivo, de los mejores de aquellos años.

“Con él ya no bajé del podio nacional”, presume Noamhy.

En primero de secundaria consiguió el primer lugar nacional en atletismo, en segundo grado, segundo lugar, y en tercero, en la primera Olimpiada Nacional Juvenil de 1996, el tercer puesto.

Siete años de entrenamiento le bastaron para tornear un cuerpo que mantiene hasta la fecha, uno alto, sencillo y derecho, con cada fibra del cuerpo marcada debajo de su piel tostada que encanta desde la primera mirada.

En bachillerato disminuye su entrenamiento y en la universidad, donde cursó Relaciones Internacionales y Comercio Exterior, también en Veracruz, en la Unimex, decide abandonarlo. Y en todo ese tiempo, la discriminación no cesa.

De acuerdo con el Conapred, las mujeres trans no solo son las más discriminadas, a quienes se les arroja más miradas incómodas, sino que son a las que más se les niega injustificadamente derechos por su identidad de género. Por ejemplo, a permanecer estudiando.

Nohamy recuerda una anécdota al respecto.

El director de la universidad la manda a llamar a su oficina a causa de “un problema”.

—¿Qué problema? —preguntó Noamhy mientras se sienta y pone su bolso de mano en el escritorio del director.

—Eso es el problema —dijo él, señalando el bolso y el maquillaje.

—¿Eso es el problema? Mire, director, a mí me extraña que usted me diga eso. Es una escuela privada por la que estoy pagando. Lo que yo necesito es que me eduque para que me dé las armas que necesito para defenderme, porque no voy a cambiar.

“Por el bullying sistemático de docentes y los mismos compañeros, a veces no me daban ganas de ir a la escuela, pero sabía que la única herramienta que yo tenía para ejercer una lucha era con conocimientos y por eso terminé la carrera”, recuerda.

Con todas las materias aprobadas, recién egresada de la universidad, Noamhy solicita empleo dos veces y las dos veces la rechazan por su identidad de género.

“Podía más la construcción de una sociedad mal hecha, de una sociedad intolerante, una sociedad que juzga lo que ve y lo que no conoce lo señala, que limita, segrega, entonces, supe que tenía que empezar de cero, por eso determiné irme de Veracruz”, dice.

Huida

Frustrada, huye en 2003 rumbo a Estados Unidos, pero la deportan. Los agentes de Migración la llevan hasta Ciudad Juárez, donde por aquella época proliferaban los feminicidios. “Ahí tienen su país, mexicanitos”, recuerda que les dijeron a ella y al grupo deportado.

En los primeros días consigue trabajo en una de las plantas maquiladoras de Lear, proveedora de la industria automotriz. Y de nuevo, la disciplina y el dominio de la técnica la hacen sobresalir, al grado de “ser una amenaza” a su receloso jefe inmediato, quien la manda de castigo a otra área, cuenta Noamhy. Estaban ahí la que vendía dulces, la que organizaba tandas, la que llegaba tarde, la que faltaba mucho y ella. Eran las encargadas de sobrehilar y pegar el vinilo con la esponja de los asientos de carros para luego pasarla al área de producción.

“Era muy tedioso, muy matado y con mucha presión, pero lo primero que llegué a identificar fue qué problemática había, con qué contaba y lo que iba a hacer con eso para mejorar el área. Entonces empecé a moverme, a aprenderme todas las áreas y dominarlas. Los supervisores se empezaron a dar cuenta”, dice.

A tres años de haber llegado, a Noamhy le ofrecen una gerencia.

“Pero me ponen una condición: me piden cortarme el cabello y ponerme en el gafete mi nombre jurídico, no con ‘Noamhy’. Fue difícil, porque era una cosa que me iba a cambiar la vida. Económicamente me iba a sacar adelante, pero iba a llegar a mi casa, verme al espejo y no reconocerme. Decidí que no quería ser esa persona. No quería ser alguien más frustrado, resentido con la vida, con la sociedad y que no pueda más que en mis cuatro paredes vestirme de mujer. No, no no. No era lo mío”, relata. 

“Me dieron una semana para pensarlo, pero yo regresé a renunciar. ‘Yo vengo a renunciar, no quiero hacer lo que tú me estás pidiendo’. Me preguntaron que qué podían hacer para que me quedara, les dije que me dejaran ser yo y me contestaron que eso no podía ser. Y les dije que no iba a limitar mi vida por un empleo”, prosigue.

Nuevo comienzo

Derrotada de pequeña por el bullying, una segunda vez recién graduada por recursos humanos y una tercera por los hombres de la maquila, con una nueva frustración en hombros, Noamhy regresa a su natal Veracruz, en 2006.

“¿Y en qué lugar te aceptaban vestida de mujer? Pues en los salones de belleza. La sociedad nos aceptaba, pero en ciertas actividades. Nos decían ‘sí las queremos, sí las aceptamos’, pero siendo estilistas, en el show business. Tuve que resistir y adaptarme a ser estilista. Respeto el trabajo sexual, pero no lo ejercí. Me dediqué a la belleza, las 24 horas del día”, dice.

Una amiga estilista le enseña el oficio. Practica con los borrachitos de un grupo de Alcohólicos Anónimos. Y el 4 de mayo de 2006, cuando se sentía suficientemente preparada, parte de nueva cuenta, ahora con destino a Cancún, a trabajar en la estética donde finalmente se hizo de clientas como Reyna Pasaron, la actual titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Contra la Mujer y por Razones de Género.

Es en Cancún, desde ese pequeño negocio, donde comienza a politizarse. No por casualidad, sino como reacción a la violación sistemática de los derechos humanos de las mujeres trans. 

Y es que ella misma fue víctima de una detención arbitraria, en junio de 2011, como lo recuerda Edgar Mora, fundador de Círculo Igualitario, una organización defensora de derechos de la comunidad LGBT+, amigo y viejo compañero de activismo de Noamhy.

«A la propia Noamhy la detuvieron los policías cuando caminaba por la calle, saliendo de un bar (Lasser, uno concurrido por la comunidad LGBT+). La acusaron de faltas a la moral y de ejercer trabajo sexual. Hace 12 o 13 años eso era común. En un abuso de poder, la policía hacía redadas. Lejos de que los rondines fueran para protegerlas a ellas y sus locales, era para intimidarlas, para hacerles ver que estaban vigiladas. No solo las detenían, las tocaban, se burlaban de ellas, incluso las obligaban a hacer felaciones o pagar dinero a cambio de liberarlas. Actos de tortura”, cuenta Edgar Mora, activista. 

La detención fue durante el periodo de “Greg” Sánchez, un religioso que fue presidente municipal de Cancún de 2008 a 2010, cuyo secretario de Seguridad, Francisco Velasco Delgado, alias “El Vikingo”, se dedicó a perseguir y encarcelar a mujeres trans, según recuerda Marco Toh Euan, quien era director de Derechos Humanos de la entonces Procuraduría General del Estado (PGE).

“El titular de Seguridad Pública manifestó que iba a haber una persecución a las personas transexuales. Me acuerdo que estábamos en un foro, en 2011. Yo recién había tomado posesión como director, y ahí anunció: ‘que quede claro, en este municipio vamos a perseguir a las transexuales’. Terrible”, recuerda Toh Euan.

Indignada, harta de las detenciones arbitrarias, apenas al ser liberada gracias a la presión de organizaciones de la sociedad civil, Noamhy convoca a las autoridades a una reunión afuera del bar donde fue detenida. Acuden representantes de la Comisión de Derechos Humanos de Quintana Roo, de la Secretaría de Seguridad Pública, de la PGE y más de 50 mujeres trans y demás miembros de la diversidad sexual. Acuerdan un cese a las arbitrariedades, que duró poco tiempo.

En los siguientes años, cuenta Noamhy, la policía continuó las redadas, ahora focalizadas en las inmediaciones de la estética. Resulta que la zona donde llegó a trabajar era conocida como “la calle de las sirenas”, donde mujeres trans y cis ejercen el trabajo sexual. Exige una nueva reunión.

El 12 de noviembre de 2014, Noamhy se junta sillas, cierra “la calle de las sirenas” y congrega a regidores del Ayuntamiento de Cancún, representantes de la Comisión de Derechos Humanos de Quintana Roo, de la Secretaría de Seguridad Pública, a policías asignados a ese sector y una treintena de sus compañeras.

“Me sorprendió el liderazgo que tenía entre las chicas trans, de manera natural”, cuenta Edgar Mora, presente en aquella reunión, en calidad de activista. “Fue un ejercicio donde ellas pudieron hablarles a la cara y decirles todo lo que habían estado viviendo. Lo mejor es que reconocieron que los policías estaban haciendo mal. Hubo un acercamiento sumamente interesante: ellas no fueron a las oficinas, sino que ellos fueron al lugar”.

La Policía acuerda nuevamente frenar las detenciones y cambiar a los elementos involucrados a otro sector.

Perfilan reformas

La reunión sirve, también, para que Noamhy y Edgar estrecharan relaciones. Edar, por ese entonces, colaboraba con el Partido de la Revolución Democrática (PRD); ayudaba a aglutinar a liderazgos de la comunidad LGBT+, a fin de identificar sus necesidades. Al inicio, la invitó a acercarse al partido, pero ella lo rechazó. “Ya sabes, no es bien vista la actividad partidista”, dice. Pero eso no evitó que colaboraran en otras actividades, ya sea impulsando la creación de una Comisión especial de atención a la comunidad LGBT+ en el Ayuntamiento o trabajando en reformas a leyes.

Al poco tiempo, Edgar y Noamhy comienzan a trabajar en el borrador de reforma al Código Civil para que se permita cambiar la identidad de género en el acta de nacimiento, misma que presentan a diputados de la XV Legislatura, que la ingresan, pero a la congeladora.

No es sino hasta que el Congreso se renueva, en 2018, cuando Morena arrasa en las urnas y obtienen mayoría, que la iniciativa vuelve a cobrar interés, sobre todo, del morenista Humberto Gasca, quien la adopta hasta llevarla ante el Pleno, donde fue aprobada por unanimidad, el 17 de noviembre de 2020.

“Era en ese entonces una de las más completas del país, porque, sin importar dónde naciste, puedes hacer el trámite”, presume Noamhy. Esto, en una entidad donde más de la mitad de la población es originaria de otro estado de la República.

La reforma establece que cualquier persona podrá solicitar el levantamiento de una nueva acta de nacimiento para el reconocimiento de su identidad de género, con un trámite sencillo ante las oficinas del Registro Civil, llevando documentos básicos y sin que se exijan requisitos como certificaciones médicas o psicológicas, acreditar intervención jurídica alguna, terapias u otro diagnóstico.

Fue así que, cuatro meses después de publicarse el decreto que da cuenta de la reforma, una mujer originaria de Guerrero, que siempre quiso ser militar, pero que solo pudo ser policía de tránsito, madre de un hijo, residente de Cancún desde hace décadas, fue la que ingresó el primer trámite, a quien el 12 de marzo de 2021 le entregaron, en un acto protocolario, su acta de nacimiento con su nuevo nombre e identidad: Angel León Moreno Navarrete, un hombre transexual.

Ese día, también, cinco mujeres transexuales recibieron su nueva acta, incluida Noamhy, quien tomó, con una ligera modificación, el nombre de la modelo británica Naomi Campbell.

Con la reforma, a ninguna otra mujer trans en Quintana Roo se le podrá impedir, como a Noamhy en la maquila de Ciudad Juárez, llevar en el gafete el nombre que se prefiera.

“Ya nunca nos vamos a ocultar para la comodidad de nadie. Ya estuvimos ocultas mucho tiempo. Ya no queremos hacer empatía con los gobernantes; exigimos por lo que por derecho nos corresponde”, dice Noamhy.

Crimen de odio

Y entonces llegó el trágico 5 de junio de 2021: aquel joven gay fue torturado, quemado y asesinado al revelar que era VIH-seropositivo en la periferia de Cancún.

Tras viralizarse el caso, cuatro días después, Marco Toh Euán, quien para entonces ya ocupaba la titularidad de la Comisión de Derechos Humanos de Quintana Roo, condenó el hecho, informó que la Visitaduría General en Cancún realizaría las diligencias correspondientes para observar que se haga justicia y exhortó a las autoridades a investigar con perspectiva de género y a que el crimen no quede impune. Por su parte, la Fiscalía General del Estado (FGE) de Quintana Roo comunicó que iniciaría una carpeta de investigación, pero por el delito de homicidio. Y es que el crimen de odio no estaba tipificado en el Código Penal hasta el momento del crimen. Hasta ese día, según la Comisión, se habían cometido 33 asesinadas en Quintana Roo de personas debido a su orientación sexual, identidad o expresión de género, sin que fueran investigados como crimen de odio. 

Es por ello que colectivos de la comunidad LGBT+ exigen una mesa de trabajo interinstitucional, en la que participaron autoridades municipales, estatales y federales, para impulsar una reforma.

“Cuando me enteré del caso me puse en contacto con Reyna Pasaron, que para entonces era ya fiscal, y le pido una reunión para tratar la reforma y que se pudiera incluir el crimen de odio. Ella acepta y se lleva a cabo el 10 de junio (del 2021)”, cuenta Noamhy.

En aquella mesa se encontraban miembros de 17 organizaciones de la sociedad civil exigiendo a las autoridades justicia para el joven asesinado, una unidad especializada en crímenes contra la comundad LGBT+ y una reforma para tipificar el crimen de odio.

La unidad se creó un mes después y la reforma llegó en septiembre pasado; iniciativa adoptada, nuevamente, por el diputado Humberto Gasca.

“No tenemos que venir solo a vivir la vida y ver lo bonito y lo feo, sino dejar un legado a otras personas”, sentencia Noamhy desde su estética, reposando la cabeza en uno de los lavabos.

Primera locutora trans

En las reuniones con las autoridades, Noamhy exigió un espacio en la radio pública para la comunidad LGBT+, que le conceden, con lo cual se convierte en la primera locutora trans de Quintana Roo.

“Es algo que hacíamos ya. En mi estética armábamos una transmisión en vivo de Facebook donde hablábamos temas de interés para la comunidad. Y le pedimos a Reyna y luego a Flor Ruiz que nos dieran un espacio en Radio Ayuntamiento. Y pues sí nos lo dieron. Es un programa cada martes, de seis a siete de la tarde”, cuenta.

El programa del 28 de junio pasado fue especial. En la línea tenían a Carlos Novelo, coordinador en Quintana Roo del Inegi, quien presentó al auditorio los resultados de la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) 2021, la primera en la historia de México, cuyo objetivo es brindar información sobre el volumen y estructura de la población LGBT+ en el país.

Era especial, también, porque Noamhy y demás activistas ayudaron a Novelo a gestionar el levantamiento de encuestas en la entidad. Novelo expuso que en Quintana Roo 96 mil 634 personas, es decir, el 6.7 por ciento de la población estatal, se identificó como LGBT+.

“Ya no somos tan minoría”, bromea al aire Noamhy, sentada al centro de la mesa de la cabina, desde donde la escucharon miles de personas.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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