Infancias deseadas: adultos conscientes y prósperos que las acompañan

Maroma

Iovanna Gutiérrez Carrillo /Escritora invitada de Maroma

Convertirme en madre a los 23 años me ha hecho entender lo que mi madre me decía cuando era pequeña. Hoy mi hija ya tiene 5 años y hemos pasado por procesos complejos de aprendizaje. En la actualidad la normalidad es que existan las familias donde los padres se encuentren separados, lo cual es también mi caso. Cuando quedé embarazada no me imaginaba en lo más mínimo, qué pasaría con mi vida, en ese tiempo a pesar de no estar segura de qué quería, se decidió continuar con el embarazo. Ha sido un largo viaje, en el que aprendí a conocerme a mí misma y observar mis debilidades como mujer joven que se convirtió en madre sin planearlo. A partir de este suceso sumamente relevante para mí, no me queda más duda de que las maternidades deben ser deseadas como prioridad para traer al mundo a un nuevo ser. 

A pesar de que en mi situación de vida, tuve apoyo moral y económico de mi madre, mi familia y la familia del padre de mi hija, siempre me sentí disociada al proceso que pasaba tanto en mi mente como en mi cuerpo: cambios sumamente grandes, un constante temor por el parto, pero también por el futuro. Yo provengo de una familia disfuncional de padres separados que si bien, no es extraño, es un tema que cada uno vive a su manera: en mi caso era un tema doloroso y no quería que eso pasara también con mi hija. Sin embargo, todo estaba destinado al fracaso, ya que no éramos compatibles, pero sí muy tercos, así que continuamos criando a este pequeño ser, durante casi dos años juntos. 

Durante este tiempo logré terminar mi carrera y titularme como diseñadora en comunicación gráfica, obtener un trabajo de medio tiempo y ocupar mi vida en todo, menos en mí bienestar mental y emocional. Mi tesis para titularme la construí a base de todo mi proceso de maternidad y la experiencia que tenía en las infancias: soy la nieta mayor de una gran familia y a lo largo de mi vida, cuidé a muchos de mis primos pequeños, desde cambiar pañales, darles de comer, jugar con ellos, dormirlos, bañarlos. También logré apreciar las diferentes formas de crianza de mis tíos, que si bien no me parecían del todo adecuadas, me ayudó a aprender para mí qué hacer y qué no hacer.

Siempre tuve afinidad con las y los bebés y niños pequeños, por esto no dudaba en cuidar de mis primos cuando había la oportunidad, así mismo observaba a los niños que provenían de otras familias conocidas y a sus padres. Fue en esos momentos de mi vida cuando me percaté de la gran diferencia que existía entre cada generación de jóvenes, adolescentes, y niños. En ese momento decidí investigar más acerca de la edad fundamental en el ser humano en la que sus aprendizajes intelectuales y emocionales, serían los que de una u otra manera, conllevarían durante su vida adulta. Leí sobre la psicología infantil en distintos autores y llevé a cabo pruebas en campo donde descubrí que los valores en efecto eran conceptos que se internalizan no solo se transmiten o se enseñan y se adhieren hasta momentos tardíos.

Así aprendí por qué un niño pequeño no comprendía la complejidad de un valor y que los niños son intelectualmente subestimados desde hace años, es algo extraño, ya que los bebés aprenden muchísimas más cosas durante sus primeros tres años de vida que en todo lo que les resta de vida, o por lo menos es algo que se ha logrado percibir a través de investigaciones.

Mi meta con esta tesis, era crear un proyecto funcional y relevante, así que decidí crear un material didáctico para fomentar valores en niños en etapa temprana de aprendizaje, siguiendo la teoría del aprendizaje mediante el juego en los niños creando un personaje de apoyo que fuese llamativo para ellos, mostrándoles bajo ejemplos sencillos de la vida diaria, lo que era un valor, un valor básico social, como lo es el respeto, la honestidad, el amor. Todo esto fue inspirado en gran parte por mi hija: al ser madre te das cuenta de que no deseas que tu hijo o hija sufra o pase por las cosas desagradables que tú pasaste o que vez en el presente como posibles problemas. 

No cabe duda de que gran parte de esta responsabilidad recae en nosotros como padres: somos el vivo ejemplo de lo que ellos llevarán a sus primeros años de escolaridad y en convivencia con otros niños pequeños. Hoy puedo decir que soy alguien perfeccionista y emocional, pero me interesa que mi hija esté bien. Sé que a lo largo de su vida tendrá que aprender lo que es el miedo, el dolor, la tristeza y convivir con quienes no han tenido las mismas condiciones y privilegios que ella. Ser madre primeriza y pensando en retrospectiva a mis 28 años anhelo que mi hija esté exenta de vivir todo tipo de malas situaciones, pero es imposible.

Mi objetivo siempre ha sido hacer que ella sea consciente de que existe, de lo que está mal socialmente y que ella no sea parte de ese lío: añoro que crezca con valores, reconozca sus emociones, descubra qué hacer con ellas. Hasta ahora, en este punto de mi vida, me siento muy orgullosa de ella porque es una niña sumamente inteligente, y comprensiva, y a pesar de haber vivido situaciones incómodas, y lidiar con la separación de sus padres, a su corta edad es resiliente. 

Ella me ha enseñado mucho en estos años, y que me alegra infinitamente su presencia en mi vida. Pese a que me hubiera gustado ser más consciente y decidir el momento de traer un nuevo ser a esta vida, con una pareja estable y sabiendo tener una estabilidad emocional y económica, no cambio esta experiencia de maternidad. Mi pequeña ha ganado mi corazón desde el primer momento de su existencia. Pero, no puedo hablar por todas las maternidades: quienes han tenido que pasar por un embarazo no deseado, en circunstancias dolorosas. Por eso insisto que las maternidades serán deseadas o no serán. Es la clave de todo, un hijo deseado, amado y criado bajo un ambiente sano, será un adulto que traerá prosperidad y crecimiento a esta humanidad, y deseo que pronto todos podamos comprenderlo. 

Soy, Iovanna Gutiérrez Carrillo, Licenciada en Diseño para la Comunicación Gráfica, y madre de una pequeña de 5 años, no soy escritora, pero disfruto de escribir desde que tengo memoria, actualmente me encuentro desempeñando un cargo público como jefa de comunicación social, y considero sumamente importante el no perder el hábito de la lectura y la comprensión. Gracias por su lectura, un abrazo.

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Maroma es un observatorio de la niñez y la juventud. Somos un grupo interdisciplinario de personas involucradas en los sectores académicos, comunitarios, públicos y privados con fines de gestión y bienestar para la niñez y juventud que busca incidir en políticas públicas y movimientos sociales con un enfoque de innovación social.

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