Privatizar la Laguna de Mandinga, una ambición inmobiliaria más en la Riviera Veracruzana

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La historia del cambio radical de paisaje en el corredor costero Boca del Río-Alvarado – detallada y explicada en este reportaje- tiene un último capítulo: el ofrecimiento de dinero de una desarrolladora inmobiliaria a pescadores para “privatizar” la Laguna de Mandinga y así tener el uso exclusivo para yates y embarcaciones deportivas.

Texto y fotos: Flavia Morales

Donato heredó el oficio de la pesca de su abuelo y aún recuerda cuando hace 50 años recorría junto a él las calles de Mandinga, en Alvarado, que en ese entonces estaban tapizadas de conchas de almeja negra para evitar que el arena se levantara.

Eran tiempos de bonanza, cuando extraían toneladas de especies como ostión, jaiba y camarón de sus lagunas rodeadas de un frondoso bosque de manglar, extensiones de selva baja y dunas costeras que no habían sido alcanzadas por la mano de empresas constructoras.

Pero ahora el territorio se ha transformado. Mandinga y otras comunidades pesqueras del Alvarado ubicadas frente al Golfo de México viven presionadas por el boom inmobiliario que ha devastado parte de su paisaje cotidiano.

Las empresas desarrolladoras siguen empujando sus negocios inmobiliarios y hace ocho meses una de ellas hizo una oferta a pescadores que, en los hechos, implica monopolizar el uso de la laguna de Mandinga para actividades de diversión de sus clientes, con lo cual se pretende terminar con la pesca en el lugar.

“Nos ofrecían una cantidad de dinero”, contó un pescador llamado Rubén, integrante de la cooperativa de Mandinga. La oferta, según el grupo al que pertenece, fue de 90 millones de pesos aproximadamente para la manutención de 300 personas que viven de la pesca en la laguna.

“Tienen planes de hacer una marina, un club de yates y algo de motonáutica. Querían dar una cantidad por socio (de las cooperativas pesqueras de Mandinga), una cantidad que no te dura un año, y al nosotros recibir eso, teníamos que quitar lanchas y dejar la pesca”, aseguró otro pescador llamado José.

Esto implicaría poner en manos de una inmobiliaria parte del sistema Lagunar Mandinga, un cuerpo de agua con más de 3 mil hectáreas ubicado en la costa central del Golfo de México.

De acuerdo con la versión de los pescadores, el ofrecimiento lo hicieron representantes de el desarrollo Punta Tiburón, de la inmobiliaria DMI, con sede en Guadalajara, que fue construido a la orilla de la laguna y es el proyecto que mayor presión ha ejercido sobre el lugar.

ESCUCHA EL TESTIMONIO DE LOS PESCADORES

En otro extremo de la Laguna está la comunidad de Mandinga, un pequeño poblado fundado por pescadores que sigue viviendo de la pesca artesanal y la oferta gastronómica.

La toma de contacto de la inmobiliaria con los pescadores de la comunidad es el último episodio en una región que ha cambiado radicalmente de 20 años a la fecha.

En las últimas dos décadas, el corredor costero de 16 kilómetros que une las cabeceras municipales de Boca del Río y Alvarado -del cual forma parte la comunidad de Mandinga y su laguna- se convirtió en la zona de mayor crecimiento comercial y plusvalía en Veracruz, tanto que la élite empresarial le ha llamado la Riviera Veracruzana, emulando al destino caribeño, la Riviera Maya.

Sobre las dunas y la selva baja, que forman parte del Sistema Lagunar Costero de Mandinga, ahora hay fraccionamientos de lujo, campos de golf, plazas comerciales y torres de condominios de 20 pisos desarrollados por constructoras de Monterrey, Guadalajara, o incluso familias de políticos con arraigo jarocho, como los Rementería.

La laguna pequeña es la que está junto a Punta Tiburón, la grande es la Laguna de Mandinga. Desplace el círculo blanco para ver el avance de la urbanización entre 2007 y 2022.

Una de las claves para este abrupto cambio del paisaje fue la compra de más de 800 hectáreas de empresarios a campesinos a precios tan bajos que, años después, los lugareños sienten que más que una operación de compra-venta, fue un despojo.

De hecho, es un antecedente que está presente en la memoria de los pescadores que recientemente rechazaron el ofrecimiento de Punta Tiburón.

Donato, un hombre que supera los 70 años, es uno de los lugareños que vendió su tierra en aquel entonces. Él reconoce que fue tentado por las fraccionadoras. En esa ocasión, la oferta dio frutos a los empresarios y, al igual que otros 90 ejidatarios, el pescador se deshizo de la tierra heredada por sus padres.

“En el ejido teníamos 900 hectáreas de tierra y dunas costeras. Mucho territorio, pero pensamos que no servía, en la arena no se podía sembrar y construir era muy caro. De haber sabido, la historia de este pueblo sería otra”, contó.

Lo dice porque cuando empezaron a llegar las fraccionadoras, ocho hectáreas se vendían en 80 0 100 mil pesos. Ahora 200 metros cuadrados en Mandinga pueden costar más de un millón de pesos y una casa en complejo Punta Tiburón, a unos metros de su casa, tiene costo mínimo de cuatro millones de pesos.

La especulación hizo inalcanzable para los lugareños comprar en su propia tierra. Según la Asociación Mexicana de Desarrollo Inmobiliario (AMPI) con sede en Veracruz, en solo una década la tierra pasó de costar 3 mil pesos el metro cuadrado a precios de escándalo: casi 8 mil pesos.

El primero en llegar a la zona fue justamente el grupo de Guadalajara DMI -que ha realizado diversos fraccionamientos de lujo en el país como Punta Tiburón- con el proyecto residencial, marina y golf, Punta Tiburón, que se apropió de la mitad del territorio de los pescadores.

Fue así como, en solo unos años, el ejido prácticamente desapareció y pasó a dominio pleno (propiedad) 849 de las 900 hectáreas comunales que ahora están en propiedad al menos cinco fraccionadoras que rodean la comunidad y en ellas hay desarrollos urbanos de cemento construidos sobre terrenos que antes eran selva baja y dunas costeras que fueron arrasadas.

Desarrollos inmobiliarios de la llamada Riviera Veracruzana han crecido exponencialmente en dos décadas sobre humedales.

Punta Tiburón tiene un campo de golf y ofrece servicios de marina en la Laguna de Mandinga.

Los campos del golf han sido catalogados como riesgosos para áreas naturales porque desmontan vegetación y desplazan a fauna nativa. Inés Falfán, investigadora del instituto de biología de la UNAM, detalló en su artículo “algunas verdades sobre los campos de golf” que utilizan grandes cantidades de agua para mantener el pasto y los cuerpos de agua artificiales. Además de ser una actividad turística y deportiva de elite.

Solo unos dos o tres ejidatarios resistieron y conservan sus tierras. Donato se excusa, “No sabíamos, vendimos barato. También llegaron los coyotes que aprovecharon y revendieron”.

Punta Tiburón presume en su página web 42 hectáreas de conservación, que en realidad son un área de mangle que rodea a una de las laguna de Mandinga, pero que ahora está cercada por sus viviendas.

En México los manglares están protegidos en la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, su tala es un delito ambiental. Esto no ha impedido que las fraccionadoras realicen tala. Por ejemplo, en 2021, vecinos presentaron una denuncia por despalme y relleno de manglar, en esa ocasión de acusaron al fraccionamiento Lomas de la Rioja de talar 300 árboles.

A la fecha los lugareños desconocen si hay sanción de parte de la autoridad a la fraccionadora. La Marea intentó comunicarse con la empresa desarrolladora de Punta Tiburón pero hasta el momento no ha recibido respuesta.

DEVASTADAS 107 HECTÁREAS DE MANGLAR Y 500 DE DUNAS

En el municipio de Alvarado con 18 ejidos la propiedad privada creció aceleradamente en los últimos años y la población aumentó más de un 10%. Según el Registro Agrario Nacional poco más del 40% de su tierra – 7, 753 hectáreas – pasaron de ser ejidales a propiedad privada en menos de 20 años.

Aunque el censo oficial dice que aún hay 1,600 ejidatarios, Donato asegura que eso no está actualizado y en su lugar han llegado a vivir miles de personas, la mayoría foráneas, a nuevos desarrollos inmobiliarios.

Las comunidades estratégicas cercanas al Sistema Lagunar Costero de Mandinga (SLM) – como Mandinga y La Matosa, La Laguna y El Conchal – son las más asediadas por las inmobiliarias, que siguen creciendo a un ritmo acelerado.

El Sistema Lagunar está constituido por seis cuerpos de agua interconectados:  tres lagunas, La Redonda, La Larga y Mandinga y tres esteros, El Conchal, Mandinga y Horcones, con una extensión total de 3, 252 hectáreas, entre ellas 430 hectáreas de manglares.

Uno de los primeros fraccionamientos en instalarse fue el Rincón de El Conchal  (1994) y en 2002 el gobierno municipal lanzó el proyecto “Riviera Veracruzana” como parte del plan de desarrollo de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río-Medellín-Alvarado.

La Marea revisó las gacetas de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y encontró que entre 2016 y 2022 se han otorgado 38 permisos para la instalación de nuevos fraccionamientos, torres y plazas comerciales dentro de la llamada Riviera Veracruzana.

Adrián Ciprés Chávez, biólogo de la Universidad Veracruzana, quien realiza trabajo en la comunidad pesquera de Mandinga desde el 2017 como parte de su organización Ecosociety AC. dice que la ley ambiental es permisiva.

Asegura que los fraccionadores son “tramposos” y buscan a expertos para hacer manifestaciones de impacto ambiental a modo donde prometen medidas remediadoras que no cumplen y lejos de conservar han ganado espacio al manglar matándolo lentamente para después irlo tirando poco a poco, esquivando así leyes federales que protegen el mangle y castigan severamente su destrucción.

“El modus operandi es tapar el manglar que está más alejado del agua con arena, así ahogan sus raíces y lo van matando lentamente, después con el pretexto de que estaba muerto lo desmontan, y siguen rellenando el área ganando terreno. Empiezan con áreas muy pequeñas, pero así lo han devastado por años”, contó el especialista.

Algunos de estos fraccionamientos están en proceso de construcción y solo en 2022 la Semarnat recibió diez solicitudes de Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA) para la construcción de nuevos complejos y plazas comerciales.

El crecimiento inmobiliario ha cobrado un costo ambiental alto. En las imágenes satelitales a las que también se tuvo acceso se pueden observar las consecuencias devastadoras de la mancha urbana.

Vista de la Laguna de Mandinga que muestra los cambios en su vegetación de 2007 a 2022. Desplace el círculo Blanco para ver el avance de la urbanización.

Científicos autores del estudio: Cambios en la cobertura del bosque de mangle en el Sistema Lagunar Costero de Mandinga, revelaron que en un periodo de 17 años (2000-2017) se han perdido 107 hectáreas de bosque de mangle, equivalente a una tasa anual de deforestación de -1.02%.

También hubo una reducción de 500 hectáreas de dunas que fueron convertidas en fraccionamientos.

Para obtener estas mediciones comparativas se usaron imágenes satelitales que revelan, por ejemplo, que en el año 2000 había 659 hectáreas de asentamientos humanos y en 2017, eran más de 1123 hectáreas.

El estudio concluyó que las causa directas de la pérdida de mangle y dunas es el desarrollo urbano y el incremento de áreas dedicadas a actividades agrícolas y pecuarias.

La pesca en Mandinga, amenazada por desarrollo inmobiliario que ofrece a lugareños trabajas en entretenimiento para sus clientes.

AYUNTAMIENTOS: SÍ AL DINERO, NO AL MEDIO AMBIENTE

Sergio González de la organización ambiental Earth Mission, aseguró que el crecimiento desordenado en la Riviera Veracruzana es culpa del ayuntamiento de Alvarado -y los vecinos Medellín de Bravo y Boca del Río- que carece de un ordenamiento territorial.

Su dicho se sustenta: el último documento regulatorio está registrado en 2008 y es una actualización del Plan de Ordenamiento Ecológico de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río-Medellín-Alvarado.

Un año después en 2009 se creó el programa parcial de desarrollo urbano del corredor turístico Boca del Río- Antón Lizardo.

González asegura este documento es caduco y ahí ya se advierte que la mancha urbana se extiende por terrenos no aptos para la construcción, y aunque señala zonas ecológicas restrictivas no aptas para el desarrollo urbano, los fraccionamientos ya construyeron ahí.

“Lo que quieren los gobiernos municipales es recaudar dinero a través del pago de prediales, entonces mientras más casas y más fraccionamientos haya en los municipios, mejor para ellos, entre más permiso de obra más dinero ganan”, cuestiona.

El especialista advierte que, aún cuando Semarnat solicita una Manifestación de Impacto Ambiental, la última palabra para otorgar los permisos la tienen los ayuntamientos. Esto significa que, si la autoridad ambiental niega un permiso, aún así el ayuntamiento puede conceder los permisos.

El especialista opina que hay construcciones que se debieron condicionar y otras negar. “Son puro concreto, llegan rellenan dunas, talan manglar sin un proyecto de remediación ambiental o algo para remediar el impacto”.

LAS CONSECUENCIAS AMBIENTALES DE ACABAR CON EL MANGLAR

Los empresarios tienen proyectado el crecimiento acelerado de la Riviera por las próximas dos décadas, tal como está previsto en los más de diez permisos de desarrollos pendientes aún, lo que conlleva un crecimiento exponencial de la zona que incluye la necesidad de servicios básicos como plantas de tratamientos de agua, tomas de agua, servicio de basura.

“La huella hídrica que están dejando estos nuevos fraccionamientos es enorme y en un futuro tendrá consecuencias”, dijo Sergio González.

A esto se suma también la falta de supervisión ambiental sobre los daños que se ocasiona a ecosistemas que están interconectados. “En sus Manifestaciones de Impacto hacen planes de remediación y conservación, ¿pero quién vigila que se cumplan?”

Adrián Ciprés Chávez, explica que el daño a un manglar repercute en todos los ecosistemas porque están interconectados: La selva baja conecta con la laguna y a su vez con el manglar que está unido con humedales de agua dulce y las dunas costeras.

El biólogo dice el manglar es un ecosistema clave para la supervivencia del lugar, además de la belleza paisajística y de la identidad que da a la comunidad, ofrece servicios ecosistémicos a escala local y regional, entre ellos, la anidación de especies comerciales, además de hábitat para aves residentes y migratorias, entre otros.

Pero en los últimos años, la llegada masiva de fraccionamientos ha dejado una estela de afectaciones y Adrián las enumera: “Están desmontando y rellenado ecosistemas ligados a los manglares, como selva, dunas, humedales y al quitar este filtro, pues los sedimentos y contaminación van al manglar y esto puede provocar su muerte y la merma en la pesca y de las especies de manglar”.

Los pescadores dicen que sí han visto la merma en su pesca diaria. El ostión – que es uno de sus principales productos comerciales- ya no crecen igual, y la medida no es apta para la venta.

Ciprés dice que el flujo de yates y lanchas que navegan en su laguna también afectan a sus redes de pesca y las aves también se han visto afectadas.

“Por ejemplo la selva baja produce alimentos específicos para algunas aves, si desmontan, esas aves o mueren o tienen que migrar”, explica.

Además del desarrollo urbano, otras condiciones que están afectando a los manglares son los asentamientos humanos con drenaje irregular que contaminan los cuerpos de agua, la contaminación de la cuenca Jamapa y el mal manejo de las artes de pesca.

La construcción de decenas de fraccionamientos, también han generado cambios sociales en la comunidad, dice Adrián. “Algunos hijos de pescadores ya no han seguido la tradición del oficio, ahora prefieren ser albañiles en las construcciones y las mujeres se emplean como trabajadoras del hogar en los fraccionamientos”.

Para el biólogo las comunidades han tenido que adaptarse y eso repercute en su cultura como comunidad pesquera, se están degradando el apego a la laguna y según su opinión “los ejidatarios tienen dos opciones: o se adaptan a los cambios y buscan otros sustentos económicos como el turismo, o la otra vía es defender su estilo de vida de pescadores y los recursos naturales de los que viven”.

Para Adrián, aunque ahora los fraccionadores venden en millones de pesos estás áreas a largo plazo “se están echando la soga al cuello”, no solo cambiará el paisaje – más deforestado-, sino el relleno de dunas y selva a largo plazo podría causar inundaciones e impactos directo de huracanes, porque eliminaron las barreras naturales.

Una experiencia de los daños que pueden causar el relleno de humedales y dunas costeras es lo que vivieron en 2010 los habitantes de Puente Moreno tras el paso del Huracán Karl.

Sergio González de Earth Misión quien tiene ocho años de trabajo ambiental en la zona coincide:

“Desmontaron los ecosistemas del lugar, como dunas que son barreras naturales contra los vientos, o son filtros para la salinidad del agua, y desplazaron a fauna importante como el cangrejo azul por rellenaron los nidos, a largo plazo las consecuencias serán graves en la zona”

Gregorio, quien también es pescador y tiene un pequeño negocio de comida, reflexiona y dice que el crecimiento trae sentimientos encontrados para su comunidad: Por un lado, hay más turismo y la gente viene a disfrutar de la gastronomía, pero por otra parte el territorio no se siente como propio.

“Pues desgraciadamente mucha gente pensaba que, vendiendo sus tierras, iba a cambiar su estatus de vida Y sí, lo cambiaron al momento, pero ya después regresamos a lo mismo, la gente sigue viviendo de lo mismo, de la pesca, del negocio”.

LA SUERTE DE LOS PESCADORES

Ahora los pescadores de las tres cooperativas se han unido para defender su laguna, ante los planes de los fraccionadores de hacer una marina para sus lanchas y yates de lujo.

También han realizado denuncias ante las autoridades ambientales por la tala hormiga del manglar en la laguna, pero no han surtido efecto.

Fernando Huerta quien es fundador de la cooperativa de pescadores, reconoce que la llegada de las fraccionadoras también ha dividido a la comunidad, el ejemplo más cercano es la comunidad de la Matosa, que prácticamente quedó a un lado de Punta Tiburón, que puso una pluma y caseta de seguridad en la entrada.

“Ahí eran como 12 familias y había restaurantes al lado de la laguna, pero con los fraccionamientos quedaron aislados, ahora solo se puede llegar por la laguna, por tierra tienes que pedir permiso a la caseta de policía, reclamamos, pero nadie nos hizo caso”, contó.

Lo que más preocupa a Donato y a la comunidad de pescadores agrupados en tres cooperativas, es el avance de la fraccionadora sobre su fuente principal de sustento económico: La Laguna de Mandinga.

Los pescadores contaron a esta reportera que los empresarios ofrecieron 90 millones de pesos para hacer uso exclusivo de la laguna, sus planes son eliminar la pesca y construir una marina para sus lanchas, kayaks y yates de lujo.

“¿De cuánto nos tocaría? 30, 50 mil pesos… eso en dos o tres años te los comes y después ¿de qué vas a vivir?  De la Laguna han comido cinco generaciones, la gente no aceptó”, dice Donato.

El pescador Fernando, quien hace seis años inició una lucha por defender el manglar, dice que los empresarios han sido hábiles y no han entregado nada por escrito, pero si han sostenido reuniones con algunos pescadores de cooperativas donde les han planteado la idea de “comprar” su laguna.

“Si aceptamos a esa gente vamos a tener problemas, la pesca se va acabar y ya lo hemos platicado, las palabras y las promesas se las lleva el viento”, dijo.

Para él, la llegada de las fraccionadoras también ha aumentado la violencia. Lo dice porque cuando se dieron cuenta que estaban rellenando manglar los pescadores empezaron a hacer guardias y luego sostuvieron una reunión con las fraccionadoras “Ahí no hubo acuerdos, entonces uno de ellos me amenazó, me dijo, ten cuidado no te vaya a pasar algo”.

En la laguna de Mandinga hacen actividades de pesca y turismo más de 100 lugareños. Donato hace cuentas y dice que en total de ahí viven más de 300 personas, “eso no se puede comprar”.

Donato reconoce que su comunidad cambió, las calles que antes estaban tapizadas de almejas negras ahora están pavimentadas y son accesos para los fraccionamientos. En su laguna la extracción de almejas es cada vez más escasa y en su vista a lo lejos ya no hay árboles, sino grandes construcciones blancas que avanzan sin parar.

Atardecer en Mandinga, comunidad que vive de la pesca y la gastronomía.

*Imagen de portada: cortesía de Adrián Ciprés.

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Este trabajo fue publicado originalmente en La Marea que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.

 

 

 

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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