Poco inteligente y muy artificial

La calle del Turco 

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

«¿Le pregunto a ChatGTP?».

Más tardé en terminar la frase que en preguntarme a mí mismo si era en serio. Y es que no fue “Lo busco en ChatGTP”, como cuando uno dice “Lo busco en Google”, sino que le iba a preguntar como si fuera a hablar con alguien.

Creo que es necesario ir un poco más atrás.

A estas alturas —siempre llego tarde a todos los temas, se sabe—, creo que para nadie es noticia el furor que ha venido provocando la inteligencia artificial. O, mejor dicho, la última corriente de la inteligencia artificial que se ha vuelto tema de conversación, porque lo cierto es que este invento humano ha venido estado presente y ganando terreno en nuestra vida cotidiana desde hace ya mucho tiempo.

Sin embargo, de unos meses a la fecha comenzó a tomar un revuelo particular. Primero, cuando los muros de Facebook comenzaron a llenarse de imágenes creadas por Dall-E, una inteligencia artificial capaz de generar imágenes a partir de fotografías disponibles en internet. Reformulo: capaz de generar imágenes en segundos a partir de las miles de millones de fotografías disponibles en internet.

Una vez superada la euforia inicial, comenzaron a ponerse sobre la mesa temas como la originalidad, la propiedad intelectual y, quizá la más importante, el manejo de la información con la que se nutría la inteligencia artificial: muchas personas se volcaron a compartir sus rostros para obtener una imagen sin ponerse a pensar dónde podía terminar su cara y mucho menos con qué fines podría ser usada.

En esas estaba la conversación cuando la atención se volcó sobre ChatGTP, una inteligencia artificial diseñada en modo conversacional capaz de generar textos sobre prácticamente cualquier tema en cuestión de segundos. Al igual de Dall-E—finalmente son productos de la misma compañía: OpenAI—, para atender las solicitudes que se le hacen ChatGTP recurre a toda la información contenida en internet, y lo hace en cuestión de segundos. ¿A qué se refiere eso de conversacional? A que las personas interactúan con la inteligencia artificial como si estuvieran teniendo una conversación con alguien. ¿Se acuerdan de la película Her? Hagan de cuenta, pero por escrito. Igual de escalofriante.

Al igual que pasó con el de imágenes, el generador de textos pronto comenzó a detonar conversaciones, muchas de ellas en el ámbito educativo. ¿Se acuerdan de cómo eran las discusiones cuando apareció Wikipedia? Bueno, pues en las aulas ya hay opiniones divididas entre quienes quieren alentar el uso de la inteligencia artificial y entre quienes dicen que es urgente prohibir la herramienta. Y es que, siendo sinceros, el juguete es capaz de generar textos bastante aceptables y difíciles de detectar… cuando no se leen con detenimiento ni se conoce a los estudiantes.

En medio de ambas posturas hay también algunos más conciliadores, quienes opinan que prohibirlo es imposible y que, más bien, es necesario replantear algunas de las prácticas más arraigadas en el campo de la educación, como el uso del mal llamado ensayo como producto estrella del curso. Por ejemplo, hay quien propone que, más que el texto, lo que se evalúe sea el tipo de preguntas que las y los estudiantes le hicieron a la inteligencia artificial para llegar al producto final. El proceso, en este caso, tendría más valor que el texto último. 

(Le pregunto a ChatGTP “¿Debe alentarse el uso de ChatGTP entre los estudiantes?”. Copio y pego la respuesta sin alterar nada: Como modelo de lenguaje, ChatGPT puede ser una herramienta útil para que los estudiantes practiquen sus habilidades de escritura y expresión. Sin embargo, es importante tener en cuenta que ChatGPT es una inteligencia artificial y no puede reemplazar la interacción humana real. Por lo tanto, se debe alentar el uso de ChatGPT como una herramienta complementaria para la práctica y la retroalimentación, pero no como un sustituto completo de la interacción y la retroalimentación humana. Además, los estudiantes también deben ser conscientes de los límites de ChatGPT y de cómo interpretar y utilizar adecuadamente la información que se les brinda”. Saquen sus conclusiones.)

A pesar de lo sorprendentes que pueden llegar a ser algunos textos, lo cierto es que la inteligencia artificial se equivoca, y mucho. Hace unos días le pedí que hiciera un texto sobre Pájaro de fuego, la escultura de Mathias Goeritz que había dado pie a algunas conversaciones por su restauración y cambio de color. Primero le atribuyó la escultura a Alejandro Colunga y la ubicó en avenida Vallarta. Le indiqué el error y, sin darle más pistas, le pedí que reformulara. Entonces dijo que la pieza era obra de  Jorge de la Peña y después de Germán Michel. Cuando le indiqué que tampoco estaba en avenida Vallarta “corrigió” y la ubicó en la Plaza Tapatía; después dijo que estaba en la glorieta de La Minerva. Desistí: ese día ChatGTP no estaba fino. O fina.

Por más que el cine y la ciencia ficción nos hayan dado muchos ejemplos de robots e inteligencias artificiales que adquieren tanto poder que terminan controlando o destruyendo a la humanidad —Terminator, Matrix o Wall-E son algunos ejemplos, pero aquí cada quien puede poner la película de su preferencia—,  a mí me parece fundamental no perder de vista que, por más sorprendente que nos parezca el resultado, detrás de cualquier inteligencia artificial hay humanos: humanos programando, humanos diseñando los algoritmos, humanos alimentando internet con datos, cientos de miles de datos, todos ellos con una carga cultural y política que se traduce en sesgos y discursos. Detrás de todo hay siempre grupos de personas buscando posicionar ideologías y líneas de pensamiento, y no necesariamente las mejores.

¿Exagerado? Posiblemente. ¿Paroico? Por supuesto. ¿Descabellado? Para nada. Andaba yo dándole vuelta a estas ideas sin poderlas aterrizar cuando me topé con este episodio de Mándarax, en el que se explica de manera muy clara —y divertida— qué es la inteligencia artificial, qué tan cotidiana es en estos tiempos, cuánto contamina el medio ambiente y qué tan perversa puede llegar a ser porque, spoiler, las personas suelen ser perversas. Y las personas están detrás de todo. El episodio me ayudó a confirmar que no andaba yo tan perdido.

Mientras todo esto sucede, sigo haciendo pruebas con la versión gratuita de ChatGTP. Ah, sí, había omitido ese detalle: sorprendente y todo lo que quieran, pero no deja de ser un negocio y ya hay una versión de paga porque capitalismo y porque dinero aprende algo dinero.

¿Ustedes ya usaron ChatGTP? ¿O Bing, la inteligencia artificial de Microsoft? ¿Cualquier otra? ¿Qué les pareció? Yo a veces termino sintiéndome poco inteligente y muy artificial. Pero luego se me pasa. Y no: este texto no lo hizo ChatGTP.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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