No quiero imitar un hombre para llegar al poder

Desde Mujeres

Por Abril Montserrat Ramírez Vega / Desde Mujeres / @DesdeMujeres / Red de Abogadas Violeta

Estuve dando vueltas a este escrito, intentando construir algo de “importancia cultural”, algún tema relevante jurídico o una crítica al interesantísima; pero no pude, simplemente no pude.

Al parecer en este momento de mi vida, es más importante escribir algo sobre mí fracturado estado de salud mental y asumir que es importante, tanto como una crítica jurídica.

La diferencia es que esto, las mujeres lo sentimos a solas, en lo más profundo de nuestra habitación, donde creemos que no le importe a nadie, porque llevamos años intentándonos validar con la sociedad, intentando parecer que somos mujeres racionales, dignas de ser prestadas de atención, con los problemas mentales controlados, cuando la mayoría de las veces eso está muy lejos de ser así.

A nuestra sociedad le falta apertura a mujeres diversas en cargos de importancia pública y económica, pero no solo diversas en lo sexual, también diversas en expresiones físicas y emocionales, en estados psicológicos variados.

Hace poco leía a Mary Bear en su ensayo “Mujeres y Poder”, retomaba puntos muy importantes, por ejemplo, que la aceptación de mujeres en puesto de relevancia pública está condicionada de características como hablar fuerte y no tener miedo de hacerlo, no llorar públicamente, mantener un hermético control de las emociones, que la vida laboral vaya en primer lugar antes que su vida sentimental y familiar.

Se espera que sacrifiquemos todo, incluso cuando eso implique que la sociedad nos acribille de críticas y nos compare con animales de sangre fría.

Ante esto me pregunto, ¿está la sociedad preparada para mujeres neurodiversas en el poder?

De mujeres que se permitan sentir, que se permitan ser tiernas, ser bondadosas, cálidas y empáticas, de mujeres que rechacen comportarse como hombres, que no tengan que validarse mil veces (cosa que un hombre nunca haría) para sentir que son dignas de atención.

Y es que uno de mis temores más grandes, así como de muchas de mis amigas que pasan por situaciones similares a las mías es, ¿podrán tomarnos en cuenta para puestos de alto rango cuando tengamos que ausentarnos por depresión o ataques de ansiedad? ¿Podremos tomar decisiones que nazcan de la razón, pero también del corazón?

Me causa conflicto tener que adoptar conductas masculinizadas para ser poder posicionarme públicamente, poder admitir que la menstruación me causa muchos problemas hormonales y que muchas veces termino haciendo mis proyectos empapada de mis propias lágrimas, pero que mi trabajo es tan válido como el que se hace pensando únicamente con la razón.

¿Existe espacio para la ternura radical en los puestos de poder? Si no es así, creo que uno de los puntos más importantes por los que ahora tenemos que luchar es colocarnos como mujeres diversas, mujeres que lloran, que hacen drama, que se sienten mal, que quieren pasar tiempo con sus parejas en lugar de ir a conferencias de prestigio, mujeres a las que nos duele el corazón y nos quebramos con situaciones que no podemos controlar.

No quiero llegar al poder siendo una mujer que habla fuerte y no llora, que no tiene familia porque lo más importante es su puesto, que sacrificó lo que un hombre jamás sacrificaría para que la tomen en cuenta. No quiero cambiar mi esencia para ser aceptada, no quiero que ninguna de nosotras la cambie o se sienta incapaz de un puesto por tener ansiedad y depresión. No quiero que sea un problema que solo hable cuando nadie mi escuche, quiero existir, quiero ser yo, ser mujer en mis términos y con mis particularidades.

No quiero un día dirigir gente en un puesto de alto rango, volver a mi casa y encontrarme irreconocible. No quiero dejar de existir.

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