El horror, otra vez

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Mientras pensaba en cómo iniciar la entrega de esta semana me vino a la mente una anécdota. Por más que busqué en Google no pude dar con el relato original y no logro recordar dónde la leí. Palabras más, palabras menos, la persona que escribió dicha anécdota contaba que hace algunos años, en los inicios de la década pasada, una familia había ido de día de campo a la orilla de una presa y tuvo la mala fortuna de que uno de sus integrantes se ahogó. Contrataron a un buzo para que sacara el cadáver del fondo de la presa y luego de un rato el rescatista emergió a la superficie con las manos vacías: al llegar al fondo no supo cuál de todos los cuerpos que había era el que tenía que llevar a la superficie.

En 2014, durante la búsqueda de los 43 estudiantes de la escuela normal rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa, fueron encontradas muchas fosas en las inmediaciones de Iguala y en algún momento se localizaron cuerpos incinerados de manera ilegal en una morgue. Los titulares en esos días daban cuenta de que los estudiantes no estaban entre los cadáveres exhumados de las fosas, tampoco en los cuerpos de la morgue, y nada más. Nada se dijo de esos cuerpos localizados: la urgencia era informar que no importaba de quienes se tratara, lo importante era que no se trataba de los 43 normalistas.

Estos dos episodios me rebotan en la cabeza mientras escribo porque hace un par de días se informó que en una barranca de Zapopan fueron localizadas 45 bolsas con restos humanos. El hallazgo ocurrió mientras se investigaba la desaparición de un grupo de jóvenes cuyo número ha venido aumentando conforme pasan los días: primero fueron cuatro, luego cinco, después siete y ayer se dio a conocer que son ocho, todes empleades de un call center.

Pensaba en el hallazgo de las bolsas y no podía evitar pensar en cómo nos hemos venido habituando a este horror: en el país de las y los desaparecidos pasa que un caso comienza a atraer muchísima atención, las autoridades, reactivas, comienzan a trabajar bajo la presión mediática y se destapa el horror: no encuentran lo que están buscando, pero las fosas y los cadáveres no dejan de aparecer. Los horrores se acumulan.

Conforme seguía dándole vueltas a estas ideas, el caso del call center tuvo novedades: ayer por la noche se informó que al menos cinco de los cuerpos recuperados en la barranca del Mirador Escondido corresponden a les jóvenes cuyo paradero se desconocía. La información no estaba fue plenamente confirmada, toda vez que está pendiente el análisis de ADN a cargo del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.

Tanto si se confirma plenamente esta información como si resulta que no eran, es posible que se repita lo que ya ha ocurrido en otros casos como los arriba mencionados: lo más seguro es que nada se informe sobre la identificación del resto de los cuerpos encontrados y que estos vayan a parar al limbo en que se ha convertido la morgue jalisciense, donde los cadáveres se acumulan sin que se hagan los trabajos necesarios para su identificación y entrega a sus familiares aun cuando, se ha escrito en muchos sitios, muchos de esos cuerpos ya han sido identificados.

Más que tratarse de una estrategia bien definida para atender la crisis de desapariciones que aqueja a Jalisco, una vez más la actuación de las autoridades está marcada por el impacto mediático. Y es que este caso en particular ha llamado mucho la atención por toda la información que se ha venido dando a conocer, en la que se ha mencionado que el call center era operado por el crimen organizado y se dedicaba a llevar a cabo fraudes y extorsiones por teléfono. 

Tal y como ha ocurrido en otros casos, la actuación del gobierno de Enrique Alfaro ha dejado mucho qué desear: primero, por el silencio del  gobernador, que no dio señas de estar al tanto de la situación sino hasta que las Chivas perdieron la final contra los Tigres; después, porque una vez enterado de la situación hizo lo que mejor sabe: lavarse las manos y endilgarle el caso a la Federación; finalmente, porque en la información que se ha dado a conocer sobre las actividades del call center hay una clara y burda intención de criminalizar a las personas desaparecidas, sin que una investigación a fondo permita deslindar responsabilidades y roles, por ejemplo. Hasta donde sé, no se ha demostrado que les jóvenes conocieran la naturaleza del trabajo que realizaban o que eran empleades del crimen organizado. 

Aceptar como primera versión que eran criminales, sin una investigación que así lo confirme, es casi como dar por hecho que todos somos criminales por comer en un restaurante o comprar en un comercio o vivir en una torre de departamentos usados por el crimen organizado para lavar dinero y que abundan en esta noble y leal ciudad. Pero eso no importa: el discurso ya está armado y los corifeos del sistema ya lo propagan por las redes sociales. 

Seguramente en estos días seguiremos conociendo más información, hasta que un nuevo horror vuelva a exhibirse frente a nuestros ojos mientras el gobernador insiste en repetir que aquí todo está muy bien.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

2 COMENTARIOS

  1. Hola Turco

    Tus líneas tocan mi corazón y de dejas con un soplo de aliento para seguir sin el.

    Jalisco es hoy día tierra de criminales en donde te cuestionas todos los días quienes son los buenos y quienes son los malos, o si son la misma persona.

    Hoy pasamos a formar parte de la estadista de familias con personas desaparecidas.

    Esto es lo que se vive y se ha normalizado en el estado de Jalisco

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