Patria

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Me pasa lo mismo cada año: cada vez que el calendario llega al día de hoy no puedo evitar traer en mi cabeza casi todo el tiempo el que es mi poema favorito de José Emilio Pacheco. Estoy casi seguro que lo conocen:

Alta traición

No amo mi patria.

Su fulgor abstracto es inasible.

Pero (aunque suene mal)

daría la vida

por diez lugares suyos,

ciertas gentes,

puertos, bosques de pinos, fortalezas,

una ciudad deshecha, gris, monstruosa,

varias figuras de su historia,

montañas

(y tres o cuatro ríos).

Y es que nunca he sentido particularmente inflamado el orgullo patrio. Nuestros mitos fundacionales son un timo, desde la fundación de Tenochtitlán hasta la Revolución. La Independencia no tuvo lugar en la fecha en que la celebramos, y lo que celebramos, el mentado Grito de Dolores, ni siquiera ocurrió. Los niños héroes ni eran niños ni eran héroes: Juan Escutia nunca salió volando del castillo de Chapultepec envuelto en la bandera. 

El tequila me da agruras, la charrería me aburre y varias de sus suertes me parecen maltrato animal y el mariachi me satura con su estridencia de trompetas y gritos: si es en un restaurante no dejan comer a gusto y cuando llega a una fiesta es la señal inequívoca de que ésta se acabó. No me gustan los chiles en nogada y de la Selección Nacional mejor ni hablamos.

No obstante, aun cuando nada de esto me hincha el pecho de nacionalismo, sí hay, como en el poema de José Emilio Pacheco, algunas personas, cosas y lugares por los que bien podría gritar ¡Viva México!:

Huapango, de José Pablo Moncayo, me pone más patriota que todo el himno nacional con su bélica cursilería.

Prefiero las hilarantes relatorías de la Independencia, en Los pasos de López, y de la Revolución, en Los relámpagos de agosto, que hizo Jorge Ibargüengoitia, por encima de todos los relatos oficiales. Y bueno: todos los libros de Ibargüengoitia.

La monumentalidad de Noticias del Imperio, de Fernando del Paso.

La utopía del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y ese mundo donde quepan muchos mundos.

El humor y la aguda crítica social de Chava Flores.

La manipulación del lenguaje y la agilidad mental de Jaime López.

Las hurbanistorias de Rockdrigo González.

Los muertos de Pedro Páramo y la locuaz genialidad de Juan José Arreola.

Una buena parte —no todo, claro— del catálogo de El Tri, Caifanes, Molotov, Maldita Vecindad, Santa Sabina, La Lupita y las bandas que no recuerdo ahorita.

También el acordeón: Ramón Ayala es dios y Celso Piña su profeta.

La claridad de Sergio González Rodríguez.

El periodismo callejero que le presta espacios a la gente para que use su voz.

¿Puedo incluir la psicodelia de Carlos Santana? Puedo incluir la psicodelia de Carlos Santana.

Los murales de José Clemente Orozco.

La incansable búsqueda de las madres.

La persistencia de las mujeres que luchan por su derecho a decidir.

Cronos, de Guillermo del Toro, y la aferrada maestría de Rigo Mora.

La obra de Leonora Carrington y Remedios Varo, que no nacieron en México pero que desde aquí nos abrieron la puerta del surrealismo y nos hicieron estallar la imaginación.

La sierra del Tigre, que conocí a la brava cuando era un adolescente. Y sus pajaretes.

Paisajes, olores, sabores.

Las personas que tengo alrededor que, sin darse cuenta, me sostienen.

Todo eso que ahora mismo se me escapa de la mente y de los dedos y que no cabe en los tres colores y mucho menos en ningún discurso patriotero y demagogo. 

Todas esas que cosas que me pasaron por nacer aquí y que me han hecho llegar a donde estoy y gritar, como los alzados: “¡Viva el señor cura Periñón!”.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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