Conservación sobre ruedas: pedalear para salvar a la danta de montaña y al oso de anteojos

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Paulo Quintero, ultramaratonista y ciclista originario de Pereira, Colombia, ha recorrido su país para hablar de la conservación de la danta de montaña y del oso de anteojos. A través de Conservación sobre ruedas y su Ruta de la Biodiversidad, proyectos de educación ambiental a bordo de su bicicleta, visita escuelas y comunidades para compartir información sobre estas especies

Texto: Astrid Arellano / Mongabay

Foto: Paulo Quintero

COLOMBIA.- Paulo Quintero ha pasado tantos años recorriendo Colombia en su bicicleta, pedaleando por la conservación de la danta de montaña (Tapirus pinchaque), que ya ha empezado a soñar con ella. La última vez se vio a sí mismo cargando a una cría entre sus brazos. Aunque ha visto y fotografiado a ejemplares adultos en más de una ocasión, ver a una danta tan joven es un suceso que, en la vida real, es prácticamente imposible de lograr.

“A la danta bebé es muy difícil verla. Hay que ser un experto. Todas son iguales físicamente: rayaditas y muy lindas. En mi sueño, estoy de campamento y una danta bebé entra a la carpa y quiere que la cargue. Quiero hacer un video y una foto, pero no puedo. Saco el celular pero no encuentro la aplicación de la cámara. Luego entra otra danta joven, que ya ha perdido sus rayas, y me golpea las rodillas con su cabeza. Es un sueño tremendo y yo, de la emoción, no encuentro la cámara. Fue demasiado real”, narra el ultramaratonista y ciclista colombiano.

Danta de montaña (Tapirus pinchaque) en la cuenca alta del río Otún, en Risaralda, Colombia. Foto: Paulo Quintero.

El sueño es reciente, de algunas horas atrás. Al fondo de la llamada conMongabay Latam se escucha el ruido de la calle en Bogotá. Quintero viajó a esta ciudad, desde su casa en Pereira, para participar en la Media Maratón de Bogotá. Anualmente, pedalea durante tres días más de 350 kilómetros para llegar hasta la competencia en la que tendrá que correr 21 kilómetros adicionales, con una imagen de la danta de montaña impresa en su camiseta o en una bandera.

“El sueño que tuve y los encuentros presenciales que he tenido con las dantas en su hábitat natural, a lo largo de los años, me han marcado. Son momentos muy importantes y especiales. Emocionalmente, es como algo que ha quedado allí, implantado en mí”, dice Quintero.

Aunque comenzó en el mundo de los ultramaratones hace unos 20 años, su verdadera aventura —dice Quintero— empezó en el 2014. Ese año, el ingeniero ambiental de 46 años encontró su propósito combinando su amor por la naturaleza y la pasión por los deportes.

Alto de Letras, a 3680 metros sobre el nivel del mar, en la Cordillera Central en la región Andina de Colombia. Foto: Paulo Quintero.

“Como ingeniero ambiental trabajé en un proyecto del gobierno, con un consorcio, me contrataron para una reforestación. Se llevaron la plata, había mucha corrupción. Yo dije: ‘¿Cómo puede ser ese mi futuro como profesional? Yo no estudié para eso’. Por vivir en una zona rica en biodiversidad —en la Cordillera Central colombiana, sobre el núcleo del Parque Nacional Natural Nevado—, fui de los que le cogió amor a la naturaleza. Mi participación en la Media Maratón me generó inquietudes y decidí que podía aportar desde allí a la conservación”, cuenta el ultramaratonista.

Creó entonces Conservación sobre ruedas, iniciativa de educación ambiental, ciencia ciudadana e investigación dedicada a recorrer los rincones de Colombia. Con lo que ha bautizado como la Ruta de la Biodiversidad, Quintero documenta a la danta de montaña e informa sobre ella a estudiantes, campesinos y ciudadanía en general sobre esta especie En Peligro de extincióndebido a la cacería indiscriminada y la reducción de su hábitat.

Sobre las parrillas de “Himalaya” —su bicicleta que ha convertido en lo que él llama un “aula viva ambiental itinerante”—, lleva su maleta pedagógicacargada de materiales para compartir: trípticos informativos, stickers y playeras que anuncian “Soy amigo de la danta”.

Niños de la cuenca baja del río Otún, durante uno de los ejercicios de educación ambiental de Paulo Quintero. Foto: Paulo Quintero.

Mongabay Latam conversó con Paulo Quintero sobre sus motivaciones para correr y pedalear por la danta de montaña y respecto a sus aspiraciones hacia el futuro.

—¿En qué momento nació su interés por los temas de conservación?

—Mucho antes de iniciar este proyecto, ya tenía interés por los diferentes nevados del Parque Nacional Natural Nevado donde me iba de travesía: Santa Isabel, Ruiz, Tolima y Paramillo. Ya venía con ese amor por estos lugares y ya había tenido encuentros con la danta en ese proceso de caminar las montañas. Hice registro fotográfico de la especie.

Río Otún, en el sector El Cedral. Foto: Paulo Quintero.

—¿Cómo surge Conservación Sobre Ruedas y la Ruta de la Biodiversidad?

—En 2014, después de mi mala experiencia laboral, yo ya había empezado a montar la bicicleta y se me ocurrió que podía venir en ella a Bogotá, para luego correr la Media Maratón. Decidí que podía aportar a la carrera que escogí, y a mi propósito de conservación de la danta de montaña y más recientemente del oso de anteojos (Tremarctos ornatus), esa parte deportiva a la que le dedico tanto tiempo. Todo desde la educación ambiental. Fue como al tercer año de hacer esto que inició la Ruta de la Biodiversidad, que al principio no tenía ese nombre.

Así nace el proyecto Conservación sobre ruedas y ahora el recorrido se llama Ruta de la Biodiversidad-Media Maratón de Bogotá. Ya lo he hecho siete veces. Vengo en bicicleta, desde Pereira, para después correr. El propósito es hablar de estas dos especies para que la gente conozca cuáles son sus características, sus formas de vivir, que no representan un peligro y que no las deben matar.

Primera Ruta de la Biodiversidad por la conservación de nuestros bosques, en Barichara, Santander. Foto: Paulo Quintero.

Hasta ahora, en estos siete años, llevo 4 mil 650 kilómetros recorridos en bicicleta y todavía me falta sumar mi próximo regreso de Bogotá a Pereira. Esto solo corresponde a la Ruta de la Biodiversidad- Media Maratón de Bogotá, porque en esos mismos años también he recorrido otras rutas, como el eje cafetero en los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda, además de otras rutas. Ahora que estoy en Bogotá, desde finales de julio, llevo 500 kilómetros de atletismo recorriendo la ciudad y sus montañas con el ejercicio de ciencia ciudadana.

Yo no percibo un salario por mis actividades y todo se financia con recursos propios. Siempre estoy en esa función, ya es mi vida. Poder salir de Pereira con mi bicicleta para mí es un honor.

Llegando a Bogotá, después de recorrer más de 300 kilómetros desde Pereira, en la 6ta Ruta de la Biodiversidad, en 2022. Foto: Paulo Quintero.

—¿Qué objetivo tiene la Ruta de la Biodiversidad?

—Es un ejercicio que busca que la gente conozca nuestras especies. Históricamente nos hemos enfocado en especies muy de Disney. Me refiero a las que se muestran en las películas animadas y, en general, en la bibliografía para leer, pintar y esas cosas. Siempre vemos a las especies de África: el león, el rinoceronte, el elefante. Pero los procesos pedagógicos no se han nutrido con nuestros ecosistemas. Hay algunas cosas muy pequeñas, pero a nivel educativo, desde el Ministerio de Educación, se necesita una política para la enseñanza desde aulas tempranas y que se le dé un enfoque desde la parte artística, que es la experiencia que los niños tienen desde muy chiquitos al pintar y armar cosas sobre nuestra fauna. Eso podría ayudar.

La Ruta quiere sensibilizar, quiere despertar a través del conocimiento de nuestras especies el compromiso por aportar a la conservación, y no solamente en temas como hacer un uso eficiente del agua, de la energía o reciclar. Este tipo de prácticas son importantes y también se promueven, pero lo que hacemos es que la gente se cuestione sobre cómo puede aportar, porque a veces piensan que no están haciendo nada. Luego sucede que me ven y dicen: “Este man se pedalea Colombia y corre por la conservación de la danta, ¿y yo qué hago?” No es tan común que llegue alguien en bicicleta y te hable sobre conservación y biodiversidad. De pronto, la gente siente más interés y se siembra algo con posibilidades de germinar.

Encuentros con niños del Páramo de Letras, en la cordillera central colombiana, durante la 7a Ruta de la Biodiversidad – Media Maratón de Bogotá 2023. Foto: Paulo Quintero.
Ejercicio de educación ambiental en el cerro de Monserrate, Colombia. Foto: Paulo Quintero.

—¿Qué actividades realiza actualmente?

Mi bicicleta se convirtió en mi aula viva ambiental itinerante. A mí me parece que era la forma más directa de aportar al tema de la educación ambiental. Además, el atletismo —correr en general—, tiene bastantes cosas positivas. Por ejemplo, me permite hacer el ejercicio de ciencia ciudadana en veredas en donde la bicicleta no puede subir porque no hay camino.

Después de correr la Media Maratón de Bogotá, me quedo en la ciudad para hacer otros recorridos. En cuanto a la investigación, por no tener financiación, me centro en obtener fotografías y videos de estos dos mamíferos en la alta montaña, en donde también busco conocer el estado de los ecosistemas e identificar nuevos procesos de deforestación y fragmentación de sus hábitats. Por eso el esfuerzo de compartir este material fotográfico y de video en las continuas campañas de ciencia ciudadana.

Mi abordaje general es un ejercicio de carretera. Pero la intención a futuro, con una financiación, es hacer un cronograma. Por ejemplo, llamar al profesor de la escuelita del páramo y compartir una actividad con los niños en donde participen en ejercicios lúdicos como el rompecabezas, la cartilla o la película para conocer a la danta o que se interesen por saber más sobre sus propias especies.

La idea es despertar en la gente el sentido de que también pueden aportar a la conservación y que la protección ambiental no es una obligación únicamente de las instituciones ambientales.

Laguna del Otún, ecosistema de páramo a 4000 metros sobre el nivel del mar. Foto: Paulo Quintero.

—¿La bicicleta ha sido también un pretexto para hablar de la movilidad sostenible?

—¡Claro! Busco que toda actividad o proyecto mío trate, en lo posible, de ser carbono neutral y no dejar mucha huella ecológica. La bicicleta tiene que ver con la búsqueda de coherencia para el proyecto que quiere aportar a la biodiversidad colombiana. Un ejercicio tradicional implicaría moverse en vehículos para recorrer Colombia, que deja una huella de carbono y emisiones de monóxidos.

La movilidad sostenible y la independencia energética son parte del proyecto. Además, la bicicleta genera energía cinética a través del pedaleo. Ahora trabajo en el desarrollo de una batería que permita guardar la energía producida para ser usada, por ejemplo, en la proyección de cine para niños durante el ejercicio pedagógico de educación ambiental. Eso puede funcionar sobre todo con los niños de las montañas, en donde no hay energía eléctrica. La idea también es que me permita cargar mi celular, mis baterías de las cámaras y del computador.

He hecho algunos ejercicios y he estado en conversaciones con la Universidad Tecnológica de Pereira, que me ha dado acompañamiento y me ayudó con un aparato que reduce el voltaje. La gente de la Facultad de Ingeniería está interesada en el proyecto, entonces quieren ayudarme para lograr una posible independencia energética. Hay mucha gente tratando de generar sus propios desarrollos de energía para no depender de la eléctrica.

“Himalaya”, el aula viva ambiental itinerante atravesando el páramo de Chilí, entre Pijao y Cajamarca. Foto: Paulo Quintero.

—El proyecto tiene un personaje central: la danta de montaña. ¿Cómo es esta especie?

—Este mamífero vive en la Cordillera Central colombiana. Está en zonas de veredas donde históricamente han vivido campesinos que han colonizado las altas montañas.

Es una especie muy importante para el ecosistema. A través de su alimentación ayuda a fortalecer ciertos procesos de restauración del bosque, por eso a la danta le dicen “el arquitecto del bosque”, por su función de dispersar semillas.

La danta de montaña es un mamífero del género de los tapires. En el mundo hay cuatro especies distintas y Colombia tiene tres de ellas: la danta de montaña (Tapirus pinchaque), la danta centroamericana (Tapirus bairdii) y la danta amazónica (Tapirus terrestris). La otra que no habita América es la danta asiática (Tapirus indicus).

Danta de montaña (Tapirus pinchaque). Foto: Paulo Quintero.

—¿Qué amenazas enfrenta la danta de montaña?

—La danta de montaña es la más amenazada de todas. Su territorio es pequeño, por lo tanto la deforestación, la fragmentación del bosque, la ampliación de la frontera agrícola y la ganadería la mantienen en riesgo. Eso quiere decir que podría desaparecer. Los conflictos de uso del suelo son uno de los puntos claves a trabajar y Conservación Sobre Ruedas también quiere aportar con acciones que beneficien a la danta, empezando porque los campesinos tengan una buena relación con ella, que no la vean como una amenaza y que no la maten.

Por ejemplo, los campesinos que cultivan mora se han visto afectados porque la danta se alimenta de ese fruto. Para evitar tener pérdidas necesitan cercar sus terrenos y aunque han hecho algunas cosas desde su esfuerzo, tienen otros espacios que no han podido cercar. Para eso necesitan un dinero que no tienen. Si les aportamos eso se sentirán más interesados en cuidar a la danta y convertirse en aliados. Las dantas viven allí desde mucho antes que cualquier campesino, pero ellos han dicho que la danta los ha perjudicado porque se comen la mora y a ellos nadie los ayuda.

También queremos hacer estudios de densidad poblacional. Hay algunos estudios pequeños, pero faltan muchas zonas en donde sería interesante saber el número, distribución y estado de salud de la danta. Si el proyecto tuviese una financiación importante se podría hacer mucho más. Mientras tanto nos enfocamos en la educación ambiental.

Ciencia ciudadana por la conservación de la danta de montaña con campesinos de la finca El Ceilán, en la cuenca del río Otún. Foto: Paulo Quintero.

—¿De qué manera busca aportar a la educación ambiental en Colombia?

—La Ruta de la Biodiversidad es el ejercicio bandera de mi proyecto. Con la bicicleta como un aula viva ambiental itinerante y la maleta pedagógica —con una serie de herramientas que permiten interactuar con los niños— se crean acciones con las que ellos se sienten partícipes y con las que las posibilidades de que se preocupen por el medio ambiente en su adultez sea mayor.

La maleta pedagógica es un ejercicio de ciencia ciudadana, porque no solo lo hago con la gente de la montaña, sino en las ciudades, con la gente común: el vendedor ambulante, el embolador, el vigilante del edificio, con el indigente, haciéndolos partícipes y no volviéndolos invisibles.

Ahora se está construyendo la nueva política nacional de educación ambiental en Colombia. Se hicieron unos talleres en donde Conservación Sobre Ruedas pudo estar para hacer algunos aportes sobre cómo puede ser la nueva política que, desde mi perspectiva, realmente ha fracasado. No se han alcanzado los objetivos incluso en temas que todo mundo sabe que son importantes y básicos, como el manejo de los residuos sólidos, de separar y de respetar los procesos de recolección de basura.

Séptima Ruta de la Biodiversidad, en Bogotá, Colombia. Foto: Paulo Quintero.

—¿Hacia dónde se dirige Conservación sobre ruedas? ¿Cuál es su sueño?

—El objetivo de todos: generar las condiciones adecuadas para que la danta de montaña y el oso de anteojos puedan vivir en un estado saludable dentro de sus ecosistemas. También, teniendo los recursos, me gustaría hacer un estudio de densidad poblacional de ambas especies. Hay muchas zonas en donde hay presencia de ellas y no se sabe nada. Para buscar su protección, es bueno saber dónde están.

También buscar solución a esos conflictos de uso de suelo; brindarle recursos a la gente que necesita cercar sus terrenos para evitar que los animales se coman sus cultivos. Ellos son actores principales en la conservación. Por eso ahora estoy en el proceso de que el proyecto se convierta en una fundación. Porque a través de esa figura jurídica se puede acceder a financiación directamente.

El sueño de Conservación Sobre Ruedas y la Ruta de la Biodiversidad es también dejar plantados semilleritos de investigación con los niños, para que investiguen a la danta y al oso de una manera lúdica, con un cuaderno de anotaciones y unos binoculares que les permitan observar el paisaje, para reconocerlo.

Danta de montaña (Tapirus pinchaque). Foto: Paulo Quintero.

—¿Cuál es el mensaje que le gustaría dejar?

—Que la gente pueda ver que la conservación de la biodiversidad y la preocupación por los recursos naturales, el agua y la tierra, son lo que le dan sustento a todo. Tenemos la posibilidad de aportar para tener ecosistemas saludables y para que los servicios ambientales, que son los que nos permiten tener vida, se vean garantizados.

Río Quindio, en el Valle del Cocora, Colombia. Foto: Paulo Quintero.

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Este trabajo fue publicado originalmente en MONGABAY LATAM. Puedes consultar aquí la publicación original

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