Falta de agua y abundancia de injusticia

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Por Abril Licea, estudiante del Tecnológico de Monterrey, Campus Querétaro.

Pasar meses sin agua, ni para usar, ni para tomar y además enfrentar discriminación por tu origen. Esta es la realidad de muchas personas que forman parte de las comunidades originarias de Querétaro, un estado donde el agua es un recurso además de limitado, arbitrario.  

En un puesto de gorditas en el mercado de Tolimán, se encuentra Marisela desayunando, y aunque interrumpo sus bocados con cada pregunta que le hago, ella me responde amablemente. “Sí, hay mucha falta de agua por aquí. Se les va cada mes como por tres o cinco días.” 

Mientras le pide a la señora de las gorditas un café de olla, me cuenta que viene de un pueblo llamado Puerto Blanco, cerca de Bobintzá, a unos cuarenta minutos en camión desde Tolimán.  

Entre sorbos al café, las gorditas y la charla improvisada, Marisela comenta con un tono de cotidianidad todos los problemas que su comunidad tiene con el agua. Ya  casi se cumplen dos meses sin que salga ni una gota de la llave. Ya tuve que comprar un contenedor de los cuadrados, blancos”. Un gasto extra que tuvo, además de los pagos que, aún sin agua, le sigue haciendo a la Comisión Estatal de Agua.  

Contenedor de agua “de los blancos”.

“Y ellos con tres días se están quejando”, agrega Al terminar su desayuno, Marisela se despide para continuar con sus compras del día. Por mi parte, siento una tremenda necesidad de continuar esta investigación y aventurarme a Puerto Blanco. 

 A través de la ventana observo todo lo que está al costado de la carretera. Veo negocios donde venden tambos, garrafones y contenedores, una muestra de la falta de este servicio.   

Mientras estoy más cerca de Puerto Blanco, el paisaje se torna cada vez más seco y la tierra comienza a tomar un color blanquecino que contrasta con lo verde de los pequeños cactus y mezquites cubriendo las montañas. 

Puerto Blanco  

Puerto Blanco es una comunidad que se encuentra al suroeste de Tolimán y tiene aproximadamente 342 habitantes, donde el  99% de la población es Hñäñhú (Otomí).  

Al llegar a Puerto Blanco comienzo a recorrer una calle inclinada. Sin saber bien mi rumbo, unas risas de niños que provienen de una casa llaman mi atención. Puedo ver a una familia alistándose para comer en la parte trasera, e interrumpiendo de nuevo una comida, una señora de la tercera edad se acerca. 

“Hace poco pasó alguien como tú”, comenta la señora. Con desconfianza comienza a explicarme la problemática que tiene con la falta de este recurso, la Comisión Estatal de Agua y los partidos políticos que sólo se acercan en temporadas de elecciones.   

El hñäñhú es su lengua materna, y la barrera de lenguaje nos impide continuar con la entrevista. “Mira, él es mi hijo, te puede explicar mejor que yo”. Me dice mientras un hombre se acerca. Yo sólo vengo a hacer un reportaje” , rectifico.  

El hijo de la señora, que prefiere mantener discreción al igual que su madre, parece cómodo y comienza a explicarme detalladamente la situación de su comunidad, Puerto Blanco.  

El Álamo 

Dirige la vista hacia su derecha, se queda pensando por un momento y me indica con la mirada que hacia esa misma dirección se encuentra El Álamo, la propia reserva de agua de la comunidad desde hace muchos años.

“Desde que tengo memoria de ahí salía agua para todos nosotros, de niño que yo me acuerde, nunca faltó”.   

Los problemas con el recurso, calcula él, comenzaron a partir del año 2005, cuando el bien común pasó a ser privatizado por la CEA.

“Empezó faltando una semana, después quince días, un mes. Ahora ya llevamos dos meses sin agua. Cada que pasan esos dos meses nos abren la llave sólamente un día, y se vuelve a cerrar”.  

Recarga sus brazos en el respaldo de una silla y parece frustrado. Es que ellos se la llevan para el centro”. En la repartición de aguas, los intereses personales políticos van de por medio.  

Entonces, ¿no es que no tengan agua?”, le pregunto.   

“Ahí está El Álamo con agua. También tenemos un manantial que hicimos y cuidamos entre todos, de ahí agarramos para tomar y para lo que se necesite. De hecho hace rato bajaron unas personas, ahorita van a subir con sus cubetas”.  

A lo lejos, en medio de la montaña y los rayos de sol de la una de la tarde envolviendo la zona, se ve subiendo y esquivando piedras, una señora de unos 60 años con garrafas en la espalda amarradas a su cuerpo con una cuerda, como si fuera una mochila y poco a poco con un cansancio más notable. 

Una mujer subiendo la montaña con contenedores de agua en su espalda.

Escasez del recurso 

Abrir la llave del agua para echarte un regaderazo después de un día largo, tomar un vaso de agua en la madrugada por la sed y hasta lavar los platos sucios escuchando tus cumbias favoritas,  son prácticas que nunca había cuestionado. Nos es tan ajena la falta de este servicio que intuímos que todos tienen y tendremos por siempre acceso a él.   

Un informe de la Comisión Nacional del Agua a inicios de este año reveló que en el primer mes del año 2023, el 94% del territorio queretano está pasando por una sequía. Traducido en nueve municipios catalogados con sequía severa, ocho con sequía moderada y sólo uno con niveles un poco más bajos.  

La realidad es que en el estado hay un sector de la población que sufre de la problemática más que otro. En un informe que dió la gobernadora indígena Guadalupe García López, mencionó que cerca de nueve mil personas en Querétaro hablan al menos una lengua originaria, de las cuales el 84% tiene problemas con el acceso al servicio de agua potable.   

“El problema que tenemos ahorita es que no tenemos donde almacenar el agua”, comenta.  

Frente a la escasez de este líquido como consecuencia del cambio climático, por ahora las personas deben adaptarse a esta realidad. “Aquí nada más tenemos un tinaco y un contenedor grande para toda la familia, somos quince”. Con las manos me señala el lugar donde se encuentran estos almacenamientos.  

El tinaco, tiene una llave de agua en su base y puedo observar a una madre lavándole las manos a su hija. Debajo del agua enjabonada que escurre, coloca un plato sucio, el cual termina de lavar cuando su hija se va de nuevo a jugar.  

 El acceso a la compra de tinacos, botes o garrafones de agua también es limitado por la situación económica y ubicación geográfica de este lugar. “Luego vienen los que quieren entrar al gobierno a repartir tinacos, pero no a todos, a nosotros no nos ha tocado”. 

En este tinaco toda la familia satisface sus tareas y necesidades. Aquí se bañan, lavan la ropa, sus manos, los platos. Lo tienen que hacer rendir los meses que pasan sin agua.  

De la falta de agua al racismo  

“Nosotros somos los indios, los que vivimos en las higueras, los otros. No es la palabra indio lo que me molesta, es la forma en la que la dicen”, expresa con un semblante de enojo e impotencia. 

Las quejas y denuncias por esta problemática existen desde el año en el que esta misma comenzó, sin embargo, el estado de Querétaro ni el Municipio de Tolimán, han dado solución o respuesta alguna.  

“Nuestra opinión no es tomada en cuenta en Tolimán, se creen mejores que nosotros, nos hacen menos por ser indígenas, creen que no sabemos”, su tono de voz se pone firme, voltea a ver a su familia sentada en la mesa, y devuelve la mirada hacia mi.   

“Yo no me avergüenzo de lo que soy, yo soy Otomí, es la primera lengua que aprendí a hablar, muchas personas de aquí tienen miedo a hablar porque siempre nos discriminan, nos ven feo”.   

La repartición del agua está influenciada por un sistema de poder; ciertos grupos contribuyen a su desigual distribución afectando generalmente a sectores vulnerables. Lo cual violenta de manera evidente los derechos humanos, que reconocen el derecho al agua potable y al saneamiento como un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos. Esta situación plantea una nueva problemática: El agua pasa de ser limitada, a ser exclusiva.  

La falta de agua en nuestro estado trasciende la angustiante problemática ambiental y evidencia una desigualdad social estructural que priva a personas de un derecho básico para tener acceso a una vida digna.    

“Sólo quiero que alguien nos voltee a ver, no quiero que mis hijas crezcan con este problema. Y lo que más quiero es que se sientan orgullosas de lo que son, que se sientan orgullosas de ser indígenas”.  

*** 

Este reportaje fue realizado en el marco del Bloque de Producción periodística convergente del Tec de Monterrey Campus Querétaro, del cual ZonaDocs fungió como socio formador. 

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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