Aprender a sentir y decir desde lo escrito

Desde Mujeres

Por Claudia Angélica Ramírez Ramos /@claudiarmrm

Cuando aprendí a escribir, pero verdaderamente escribir, desde el proceso de narrar mis sentimientos e historias fue el día que por primera vez me sentí libre.

Una de las historias favoritas de mi propia vida, fue el día que me animé a escribir una obra de teatro para la clase de Artísticas. En realidad fue una copia de Romeo y Julieta, pero como si este clásico se hubiera desenvuelto en Tepito de Ciudad de México; una obra tan burda y burlesca me ganó el encanto de mis compañeras y profesorado, fue tal el éxito de esta obra que, con apoyo de mis compañeras y escuela, la presentamos en un festival de día de las madres.

Reconozco que la historia es un tanto ridícula y sin mucho sentido, pero para mí, fue mi momento canónico, donde me sentí capaz de hacer disfrutar y entretener a las personas a mi alrededor con algo que yo escribí, con algo que nació de mis manos; me gusta pensar que es un sentimiento muy parecido a cuando una persona del espectáculo le aplauden por primera vez. 

Con el tiempo escribí más, historias de mundos fantasiosos o con personajes profundos cuyas crisis reflejaban de alguna manera las mías, mis dudas sobre el mundo y mi propio camino se resolvían a través de los escritos que inventaba. Lamentablemente nunca me tomé en serio la oportunidad de hacer y dedicar mi pasión por escribir en una forma de ganar dinero, la presión a mi alrededor que se sostenía con comentarios constantes de preocupación por llegar al fin de mes, me hizo darme prioridades diferentes, y esas prioridades poco tenían que ver con la sensación de apapacho y cariño que me producía el escribir mis sentimientos y frustraciones traducidas en historias. 

Dedicar mi vida a las Ciencias Sociales no fue una mala decisión, amo mi presente, mi carrera y lo que ha hecho por mi hasta ahora, amo la oportunidad de colectivizar, reconocer y catapultar a mujeres que quieran hacerlo; sin embargo con el tiempo también me di cuenta de la mentira e increíble presión que es tomar LA DECISIÓN de tu vida profesional a una edad tan pequeña como son los 18 años, y sobre todo cuando el discurso es tan definitivo, “tu tumba dirá -Licenciada- antes de tu nombre” me repetía un profesor, y que nivel de presión tan horrible, te hace encasillarte mentalmente a cumplir con una sola labor, explorar y aprender sólo una parte de lo que puedes ofrecer, es tanto el pensamiento y discurso del sistema capitalista donde solo sirves para producir y no nos permite reconocer lo mucho que cambiamos con el tiempo, las fascinaciones, prioridades y gustos que cambian entre una etapa y otra… tal vez lo ahonde más en otro escrito.

Por ahora, me concentraré en lo mucho que amo escribir, a pesar de no dedicarme a ello, logré incorporar esta pasión a mi vida profesional actual, contacto historias a través de los datos y realidades explicadas a través de las Ciencias Sociales, encontrando el lado humano en la academia en lugar de mostrar sólo esa cara rígida que busca explicar los sucesos a través de lo ajeno, mientras que, muchas Científicas Sociales que nos dedicamos a escribir, buscamos hacerlo a través de la empatía y la humanización de los resultados, porque no sólo somos datos, estadísticas o demandas, nuestros relatos destacan la sensibilidad de la diversidad de realidades que cohabitan en un mismo espacio, y eso a mi, me parece hermoso.

Alguna vez una artista me comentó que los hombres suelen hacer arte desde lo ajeno, porque consideran que entre más incomprensible y complejo, refleja un arte más fino; por el contrario las mujeres buscamos que el arte sea más cercano, que refleje un sentimiento cercano y común, para que quien lo aprecie, pueda verlo desde su realidad y no de la del artista. Palabras más, palabras menos, pero al día de hoy me parece un pensamiento hermoso y real, donde  me ha permitido comprender que no sólo es en el ámbito de la pintura, sino en absolutamente todas las materias.

Me ha hecho comprender el por qué escribo como hablo y cómo expreso a través de este medio una creatividad que no creía poseer, porque al final, desde mis escritos busco conectar con las y los lectores a través de su cotidianidad, que sea para muchas, un descanso de un sistema que oprime y una realidad que aterroriza, que sientan en las letras una representación única que nos permita soñar juntas.

Una de las columnas más poderosas que escribí fue aquella en la que conté sobre mi vida y el impacto de la pobreza en ella, cómo crecí en un cuarto prestado junto con mi familia, cómo fui comprendiendo el concepto de pobreza a medida que observaba la riqueza de otros, y cómo a pesar de ser un ejemplo de movilidad social reconocía el factor de la suerte por sobre mi talento en las oportunidades que se me presentaron en la vida. Y, ese texto, me permitió conectar con muchísimas más personas que habían estado en una situación similar, que comprendían la sensación y el cansancio; y al día de hoy, con ese texto, sigo conectando con muchas más, dando ese toque de atemporalidad que también amo de escribir.

Tal vez algún día retome el escribir como una pasión permanente en mi día a día, tal vez no, no lo sé, pero por ahora, seguiré estando agradecida con todas las escritoras, que abrieron paso a que otras tantas podamos tener la oportunidad de ostentar nuestro nombre junto a los títulos.

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Plataforma intergeneracional de visibilización, acompañamiento y capacitación para mujeres científicas sociales. Para conocer más visita: https://desdemujeres.mx

1 COMENTARIO

  1. Que bonito, es muy cierto, somos mas que una sola profesión y mostrar nuestras distintas habilidades al mundo hace que podamos aportar de diferentes formas disfrutando de lo que tenemos para dar. Excelente mensaje Claudia.

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