La mano arriba todo el mundo…

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

A mediados del año pasado, uno de mis hijos llegó y me dijo: «Tienes que escuchar esto». Esto a lo que se refería era una versión de “El anillo del capitán Beto”, un tema emotivo y pleno de nostalgia —casi puedo decir que una versión argentina de “Space Oddity, de Bowie—, autoría de Luis Alberto Spinetta. El teatro Colón en Buenos Aires era la sede del Spinetta Day, un homenaje a uno de los pilares del rock de aquel país y mi reacción fue casi inmediata: «Ah, la…», dije al escuchar la voz que me dejó boquiabierto, tal y como dejó boquiabierto a todo el teatro y como deja, me atrevo a asegurar, a cualquiera que reproduzca el video en YouTube. «¿Ese quién es?», pregunté. «Catriel», me respondió. «No pues, guau», rematé. Evidentemente, en mi condición de señor de edad, no tenía la menor idea de quién era ese larguirucho cantante.

Desde hace ya algún tiempo mis hijos son mi brújula musical. Gracias a ellos he retrasado mi proceso para convertirme en el viejo “Pongan Caifanes” que estoy destinado a ser, ya que me mantienen al tanto de la música de estos días. Alguna me gusta, la mayoría casi no, pero procuro escucharlo todo. Y vaya que escuchamos mucho y variado. Muy variado. En ese ánimo, meses después de aquel «Tienes que escuchar esto» mi hijo atacó de nuevo. «Catriel sacó un Tiny Desk que está… tssssss».

(Por si acaso en este punto de la vida hay alguien que no sepa qué es un Tiny Desk: se trata de un proyecto de la Radio Pública Nacional (NPR, en inglés) de Estados Unidos, que consiste en realizar pequeños conciertos en los que las y los invitados tocan en una oficina versiones adaptadas de sus éxitos. Los conciertos no duran más de 20 minutos, se graban en directo y en una sola toma, y permiten que los artistas exploren nuevos arreglos para sus temas. Por el hermosamente desordenado escenario del Tiny Desk ha pasado gente como Dua Lipa, Tyler The Creator, Billie Eilish, C. Tangana, los Hermanos Gutiérrez —uno de mis favoritos—, Bomba Estéreo, Natalia Lafourcade y un largo y diverso etcétera.)

Un día que andaba con la mente más dispersa de lo común, cedí. Fui a YouTube y tecleé: «Tiny Desk Catriel». El algoritmo arrojó como primer resultado: «Ca7riel & Paco Amoroso: Tiny Desk Concert». Le di play y lo demás simplemente ocurrió: perdí la cuenta de cuántas de las 27 millones 421 mil 608 visitas que tiene el video son mías (la cifra sigue creciendo). Me enganchó todo: las canciones, los vestuarios, los arreglos musicales y, por supuesto, el desparpajo de Ca7riel y Paco. Aunque ninguna de las seis canciones tiene desperdicio, obvia decir que “La que puede, puede”, con la que cierran, se lleva la función. Tan es así que cuando uno pone el cursor sobre la barra de reproducción por ahí del minuto 13:47 aparece una leyenda que dice “Momento con más reproducciones”.

Y siempre me pasa lo mismo: cuando algo llama mi atención, me lanzo sin brújula y sin freno por ese tobogán que es internet para ver qué tanto me encuentro.

Del Tiny Desk me pasé a Spotify. Como era obvio, no encontré esa maravilla de versiones, pero las originales, contenidas en el disco Baño María, más digitales y genéricas ciertamente, me parecieron más que solventes para surfear el tráfico de la ciudad. Para cuando me di cuenta ya me había metido a la espiral Catriel: encontré el disco xCVE7Ex, y en él la genial “Komo Marcianos”; luego me enteré que se llama Catriel Guerreiro y que junto con Ulises Guerriero (Paco Amoroso) tuvieron hace años otro proyecto, Astor y las Flores de Marte, que es como si Luis Alberto Spinetta y el Charly García de Serú Girán estuvieran hoy en sus mejores años. Sobre aquella temporada, Paco Amoroso, que era el baterista de la banda, ha dicho:

“Nos cagábamos de hambre. Y así vivimos un montón de años. Un día andaba en la bicicleta, me rompí la mano y empezamos a cantar, hicimos un dúo y entonces aparecieron el Duki y el Bizarrap y nos salvaron la vida a todo el mundo, ahora somos reguetoneros”.

La frase es una chacota pero, al mismo tiempo, es una declaración de principios: Catriel y Paco Amoroso, que se conocen desde la infancia, saben muy bien qué están haciendo y por qué lo están haciendo. No son unos improvisados que alcanzaron la fama de pronto y sin mérito. Al contrario: tomaron todo su talento musical y su creatividad desbordada para apoderarse de los escenarios y alcanzar el éxito que antes les era esquivo.

(Y hay más, todavía: Catriel también ha colabrado con Miranda! en la nueva versión del tema “Don”, y con Fito Páez en el disco conmemorativo por los 30 años de El amor después del amor. Además, tiene otro proyecto que está en las antípodas del Tiny Desk, de Astor y de su carrera como trapero: Barro, un grupo de metal con mucha distorsión, guturales y un poco de mucho punk. Maravilloso.)

¿Por qué les cuento todo esto? Porque justo ayer, jueves, el dueto acaba de liberar su nuevo material, que lleva por título Papota y que incluye cuatro temas nuevos —“Impostor”, “#Tetas”, “Re forro” y “El Día del Amigo”—, además de las seis versiones del Tiny Desk Concert. Pero el proyecto no son sólo esas cuatro canciones: dos días antes del lanzamiento, presentaron en YouTube el cortometraje homónimo, dirigido por Martín Piroyansky y con la actuación especial del cómico argentino Martín Bossi.

Papota es una palabra que en el argot argentino se usa, entre otras cosas, para nombrar las sustancias ilegales en el mundo deportivo, como los esteroides y los anabólicos. La historia del cortometraje comienza justo después del Tiny Desk: Ca7riel, Paco y los demás músicos de la banda entran a una cafetería donde se encuentran con Gymbaland (Bossi), un productor musical que les asegura tener la fórmula que les hará ganar un Latin Chaddy.

A partir de ahí, comienza una desternillante y estrambótica historia que es, por principio de cuentas, una respuesta a las no pocas críticas que han recibido a raíz de la viralización de su concierto con NPR —“¿Ahora qué vamos a hacer?/Tenemos que mentir/ Sólo soy un impostor/ just a little bit/ La gente se emocionó/ abuela haciendo TikTok’s/ ¿Y ahora qué vamos a hacer?/ el Tiny Desk me jodió./ Si yo no sé ni cantar/ Y yo no sé ni rapear/ El futuro pinta mal”, cantan en el tema que abre el disco y primer número musical del cortometraje—, pero es también una ácida y visualmente aberrante crítica a la industria de la música prefabricada, incluidos sus premios. Todo en 16 minutos que incluyen coreografías, números musicales, una separación, un reencuentro y que cierran con una referencia visual a lo que desencadenó todo: el acomodo del dueto y su banda en el escenario del Tiny Desk, pero ahora en un café desprovisto del desordenado glamour del set de la NPR.

Desde mi perspectiva, Papota es la reafirmación de lo que ya apuntaba líneas arriba: Catriel y Ulises tienen perfectamente claro lo que están haciendo y, muy importante, se están divirtiendo, y mucho, haciéndolo. Y nosotros nos divertimos viéndolo.

En verdad les digo: tienen que escuchar y ver Papota. Pero si ya son del equipo “Pongan Caifanes”, peor para ustedes.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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