¿En qué me afecta que Slim sea billonario? 

#Reflexiones

Por Eduardo García Jaime / @lalo.garciaja (IG) / @lalogarciaj (X)

Todos tenemos un conocido, amigo o tío que, al mencionar algunos datos de desigualdad, nos responde indignado que la fortuna de Carlos Slim, o de cualquier billonario mexicano, en nada le afecta. Incluso pueden llegar a afirmar que es una buena noticia que Slim esté entre los veinte hombres más ricos del planeta y que alguna vez haya sido el número uno. Estas personas suelen resaltar que tener gente tan rica en el país es señal de que, si te esfuerzas lo suficiente, eres inteligente y tomas riesgos, podrías llegar a ser tan rico como ellos, sin importar de dónde hayas empezado. En otras palabras, para ellos la desigualdad y la acumulación de riqueza son un resultado de méritos, y la existencia de ella posibilita, con los méritos suficientes, su ascenso social.

No obstante, sucede lo contrario: la existencia de unos pocos billonarios mexicanos y de una mayoría en pobreza hace más difícil el ascenso económico de todos, pero también el cambio de posiciones sociales según el esfuerzo. A la idea de que donde naces no defina a dónde llegas le llamamos movilidad social, y una sociedad con movilidad social (ie ganar más que tus padres) depende principalmente de dos factores: el crecimiento económico y la desigualdad (Berman, 2018).

En primer lugar, una población que no produce más que generaciones anteriores tampoco puede aspirar a estar mejor económicamente. Pero el crecimiento económico, por sí solo, puede NO generar movilidad social, ya que los frutos de ese crecimiento no son repartidos de forma igualitaria. Por ejemplo, en una sociedad donde una sola persona es la dueña de todo, los frutos de la mayor producción serían solo para él. Ahí es donde entra la desigualdad: entre menos desigual es un país, los frutos del crecimiento económico serían distribuidos más igualitariamente. Entonces, entre menos desigual sea un país, habiendo crecimiento económico, mayor es la probabilidad de que ganes más que tus padres y puedas esperar lo mismo de tus hijos: movilidad social.

Al final, la posibilidad de desigualdad significa que los esfuerzos individuales, y la suerte, premiarán de forma distinta a cada uno, pero, a medida que crece la desigualdad, su aspecto “meritocrático” y los incentivos que genera se niegan a sí mismos, y hace que de donde provengas, en gran medida, determine a dónde llegues. A esto se le llama la curva de Gatsby.

Habiendo dicho esto: ¿cómo ha cambiado la desigualdad en México en los últimos años? 

Hay muchas formas de medir la desigualdad, y todas con ciertos juicios incorporados. Utilizaré la razón de Palma por ser muy intuitiva. Este método compara los ingresos del 10% más rico de una población con los ingresos del 40 % más pobre, por lo que entre más alto de el índice reflejaría mayor desigualdad. 

Utilizando la encuesta ENIGH con el ingreso total corriente trimestral:


La razón de Palma promedio en México del 2000 al 2022 da 2.48. Significa que en promedio en el periodo el 10% más rico del país obtuvo 2.48 veces el ingreso del 40% más pobre. Otra cosa por resaltar es que los datos sugieren que la desigualdad en el país esta en los niveles más bajos desde el año 2000.  

Sin embargo, debemos tomar estos resultados con mucha cautela. La desigualdad puede estar subestimada por varias razones: 1) Es muy difícil llegar a encuestar a los que más ganan del país; 2) Estos suelen dar cifras menores de sus ingresos reales.

Y aunque podemos especular que estas dos debilidades se han repetido durante todo el período de tiempo y que en realidad la desigualdad ha disminuido, puede ser que el resultado esté sobrevalorado. Por ejemplo, podríamos decir que, a medida que la inseguridad y la desconfianza han aumentado, las medidas que han tomado las clases más altas han vuelto todavía más difícil el acceso a encuestarlos, y en este caso la disminución vendría de la falta de los ultrarricos en la muestra.

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Eduardo Garcia
Eduardo Garcia
Reflexiones es una columna de Eduardo García, Licenciado en Finanzas por la UdeG, con estancia académica en Texas A&M; Maestro en Administración Pública por la London School of Economics. Eduardo es un apasionado por los datos y la filosofía.

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