Nadie nos preguntó
Por Verónica Ortega / Edufem / @edufemgdl (IG)
Yo soy de esa generación en la que se decía que “la letra, con sangre entra”. Cuando caí en el aula para dar mi primera clase de licenciatura, no tenía ni veinte días de haber terminado la carrera. Me temblaban las piernas, me sudaban las manos y llevaba una consigna: no decir que era mi primera vez. Llegué a ese salón que antes, seguramente, fue un cuarto de estar o una cocina de una casa adaptada para ser escuela, y fue lo primero que me preguntaron. Yo, como Pedro negó a Jesús, negué mi inexperiencia y puse en marcha el único recurso que se me ocurrió: emular a mis docentes.
A aquellos que me habían dejado un buen recuerdo, pero también a los que, dentro de sus malas prácticas y faltas de respeto, muy “a su manera”, me habían enseñado qué sí quería hacer y qué no en mi incipiente práctica docente. Y puse manos a la obra: con una carrera universitaria que no tenía ninguna relación con la enseñanza, sin experiencia docente, sin didáctica, sin herramientas pedagógicas, con las piernas temblorinas y con mi libro de lingüística, hace veintiséis años empecé mi carrera docente. Mi primer sueldo: 28 pesos por hora, contrato sin prestaciones, hora dada, hora pagada. Y ahí fue donde inició la romantización de la docencia: el amor al arte.
Han pasado ya dos décadas y, justo hace unos días, contaba en un video mi nostalgia por el pasado, un poco pensando que entonces, cuando inicié mi carrera como docente, los y las estudiantes eran diferentes. A lo mejor estoy envejeciendo y eso me hace ver las cosas desde otra perspectiva. Sin embargo, al hablar con otras personas que se dedican en mayor medida a la docencia, también aparece esta ilusión por el pasado en las aulas.
En 2020 llegó el coronavirus y la estructura docente sufrió un golpe bajo. En México, según datos de la UNESCO (2020), 36.6 millones de estudiantes fueron enviados al confinamiento, quienes, junto con sus docentes, tuvieron que adaptarse a una nueva forma de tomar clases: las plataformas virtuales. Esto nos puso en el ojo público y sacó, por un lado, lo peor tanto de estudiantes, docentes y padres de familia, pero también nos llevó a enfrentar nuevos retos sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje.
En nuestro país, cada 15 de mayo se conmemora el Día del Maestro y la Maestra, esto bajo decreto de Venustiano Carranza desde 1917, quien consideró importante reconocer en este día a la comunidad educativa. En México había hasta el 2023, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 2,019,632 personas dedicadas a la docencia, divididas en los tres tipos educativos señalados por la Ley General de Educación: el básico, el medio y el superior, cada uno conformado según sus distintos niveles educativos.
La conmemoración de este día me hace reflexionar sobre la práctica docente, sobre lo que esos millones de personas que nos dedicamos a la docencia vamos enfrentando día a día. Más allá de hacer un trabajo “como todos”, cargamos con el peso y la responsabilidad de la educación, formación y profesionalización de los y las estudiantes, pensando en que la educación sigue siendo, hoy por hoy, uno de los elementos fundamentales para el avance del país, para la erradicación de la pobreza, para, como apuntaba Paulo Freire, la práctica de la libertad, y sobre todo, la educación como un derecho humano básico y fundamental.
Quienes trabajamos a nivel licenciatura, a diferencia de otros niveles, muchas veces no nos preparamos para la carrera magisterial. La mayoría brincamos de las aulas a las aulas, o de la empresa y la práctica profesional al salón de clases. Y aunque el INEGI dice no tener una estadística precisa, para el 2019 se calculaba que había 1.7 millones de personas ocupadas como docentes en México, de las cuales 232 mil, es decir, un 14%, eran docentes en Educación Superior.
Trabajar como docente a nivel licenciatura, tanto en instituciones públicas como privadas, se ha convertido en un gran reto. Ante la falta de preparación pedagógica, quienes damos clases debemos profesionalizarnos en estructura didáctica y pedagógica. Se requieren capacitaciones adicionales a nuestra formación, que la mayoría de las veces no ofrecen las instituciones en donde trabajamos. Debemos —porque nos gusta lo que hacemos— prepararnos en metodología de la enseñanza, en el uso de herramientas tecnológicas, en el desarrollo de habilidades socioemocionales, en evaluación y retroalimentación, en perspectiva de género y prevención de la violencia en espacios educativos. Y en los últimos años, hemos visto cómo las actitudes de estudiantes y padres de familia se nos han puesto en contra.
En la educación privada, el hecho de pagar por un servicio educativo ha generado la idea de que, al chasquido de un dedo, una calificación debe cambiar, un largo número de inasistencias debe desaparecer, y una llamada de atención por indisciplina es un ataque a los derechos de las personas.
En la educación superior, 270,204 docentes laboran en cuatro tipos de instituciones: Universidades e Institutos Tecnológicos, Escuelas Normales y Universidades en los cuales el salario promedio se encuentra entre los 9 mil pesos mensuales, trabajando aproximadamente 30 horas por semana (Estadísticas SEN 2022-2023). Este nivel es uno de los peores pagados dentro de la estructura magisterial, muchos de sus docentes carecen de prestaciones, contratos de ley, condiciones laborales óptimas y estabilidad.
Después de veintiséis años de estar frente al aula, y de más de quince de conocer los procesos de gestión administrativa de la educación, sigo pensando que no me equivoqué cuando acepté dar esa primera clase de lingüística en esa casa adaptada a escuela, frente a esos cincuenta y un estudiantes que hoy, muchos de ellos, son mis colegas y me han superado en conocimientos y práctica. Creo que, aun con todo lo cansado, precario y mal o bien pagado que es dar una clase, estar ahí frente a ese muchachero que tiene un sueño por cumplir, sigue siendo una de las cosas que más disfruto en la vida.
Este Día del Maestro y la Maestra, debemos reconocer a todas las personas que, seguramente como yo, también llegaron al aula con su libro de la materia x, que preparan una clase, que se esfuerzan por generar espacios de aprendizaje, que privilegian el conocimiento como estandarte de la libertad y del cambio, que se emocionan al contar contextos históricos, que idean actividades para hacer las clases más llamativas, que llevan a sus estudiantes a un museo, que abren debates, que exigen mejor ortografía, que piden y revisan trabajos con referencias APA, que involucran a sus estudiantes en la magia de la lectura, que ven en sus egresados una aportación a la sociedad.
Porque enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino sembrar esperanza, despertar pensamiento y construir futuro; hoy más que nunca, celebremos a quienes, con sus piernas temblorinas y su vocación firme, siguen creyendo que transformar una vida desde el aula, lo cambia todo.
Excelente opinión y aportaciones educativas y culturales en pro de una sociedad , mis felicitaciones
Reciba una sincera felicitación Mtra. Verónica por su extraordinaria columna “Enseñar como práctica de libertad”.
Leer sus palabras ha sido un encuentro conmovedor con mis propias vivencias en el aula, me vi reflejado en cada uno de esos pasajes donde la vocación, la incertidumbre y la pasión por enseñar se entrelazan con la realidad de una práctica que, aunque muchas veces invisible y desvalorada, sigue siendo profundamente transformadora.
Gracias por recordarnos que enseñar no es solo transmitir conocimiento, sino también resistir, inspirar, cuestionar, crear y sembrar libertad y que, a pesar de las carencias estructurales y las condiciones laborales precarias, seguimos creyendo en la magia del aula,
Su texto no solo honra la docencia, sino que dignifica el trabajo de quienes hemos elegido este camino con convicción y amor por el arte de enseñar. ¡Gracias por escribir con el corazón y por recordarnos por qué vale la pena seguir educando!
Excelente
Me hizo recordar mi primera clase, seguramente a muchos esta narración nos es conocida, cuantas verdades tiene. En México la mayoría de los docentes en escuelas privadas en nivel licenciatura y preparatoria es más por amor, ya que como se menciono no es muy redituable económicamente, “FELICIDADES”.