Querer tener más tiempo 

Crónica

Por Anashely Elizondo / @Anashely_Elizondo (IG)

“La verdad: trabajar para vivir es más idiota que vivir.
Me pregunto quién inventó la expresión
“ganarse la vida” como sinónimo de “trabajar”.
 En dónde está ese idiota.”

-Alejandra Pizarnik. 

No sé cuándo comencé a entenderlo pero siempre estuvo ahí; en la ausencia de mi padre en mis cumpleaños o en el cansancio de mi madre cuando yo me sentía con más energía. Tal vez fue cuando veía las filas interminables de exámenes y proyectos que mi abuela revisaba cuando de niña iba a visitarla, en el sudor y agotamiento de mis tías antes de hacernos a todos de comer, siempre estuvo ahí: trabajo agobiante, necesario pero rudo, cruel, desgastante. 

Al crecer, comprendí otras cosas; existía una relación muy estrecha entre la profesión/oficio/trabajo y la personalidad. La gente suele preguntarle a lxs niños “¿Qué quieres ser de grande?” refiriéndose a qué le gustaría dedicar sus horas con tal de ganarse algunos pesos y poder pagar, con suerte, sus necesidades básicas. Proyectan en la mentalidad joven y fresca, el ideal de “vocación”, que termina siendo una estafa más del capitalismo.

Si no tengo vocación para nada en específico, entonces ¿quién soy, dónde está mi razón de ser, qué me motiva? 

Y ni hablemos de aquellas vocaciones que no son fieles a la idea capital, que rechazan la productividad y el generar dinero, esas que están alejadas de satisfacer al sistema, bien lo proyectaba Holden Caulfield en “El guardián entre el centeno”, rechazando opciones como abogado o dentista para dedicar su vida a ser “el guardián entre el centeno”, situándose al borde de un acantilado y evitando que los niños que juegan en un campo de centeno adyacente se caigan, o los cientos de artistas que apuestan a la convicción y a la pasión por delante de lo que puedan (o no) recibir o producir.

Claro que lo anterior es sólo un cuento romántico. Todo el mundo tiene que trabajar o se hunde. Cada cosa de este mundo, hasta lo más mínimo, tiene un precio y ese precio solo puedes pagarlo con lo otorgado trabajando; dicha acción, de manera totalmente normalizada, puede desgastarte física y/o emocionalmente, y al menos en México, le quitan más de 9 horas a cada trabajador por $278.80 pesos diarios (si es que tiene suerte recibirá el mínimo, si es que está dentro de la minoría, recibirá mucho más).  

¿No debería ser ilegal trabajar hasta la muerte? ¿Perderte de todo lo que te rodea por tener dinero con lo cuál pagar más y más deudas? ¿No deberíamos ser capaces de estar presente en los cumpleaños, de descansar libremente aunque sea un poco más?

Un día más de descanso, con la implementación de la jornada de 40 horas, entregaría a más de 60 millones de mexicanos la oportunidad de descansar, conectar con su familia, entregarse al ocio y, en pocas y simples palabras: vivir la vida.

¿No es eso suficiente para que esta ley se aplique lo antes posible? ¿O tendremos que entregar más horas de nuestra limitada a ser esclavos de un sistema mientras el tiempo sigue corriendo? 

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Anashely Elizondo
Anashely Elizondo
Licenciada en Artes Visuales para la Expresión Fotográfica y becada en taller de fotoperiodismo de National Geographic. Colaboradora de la Gaceta y el Área de Prensa de la Universidad de Guadalajara. Enfoca su visión en temas relacionados con derechos humanos, feminismo y arte/cultura.

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