Si Guadalajara fuera un pan, sería un birote salado. Ese pan crujiente por fuera y suave por dentro que ha crecido junto con la ciudad, calle por calle, horno por horno, hasta volverse parte esencial de su identidad.
Y aunque muchos aseguran que el birote sólo puede hacerse en Guadalajara, hay quienes se atreven a dudarlo. Uno de ellos es Fernando del Río, panadero desde 1974, quien durante su trayectoria logró hacer este pan en lugares como: León, Guanajuato y Ciudad de México.
El birote no sólo acompaña las mesas de los hogares: protagonista. Nació hace más de un siglo con influencia francesa —cuando un panadero llamado Pirot trajo sus saberes a tierras jaliscienses—, pero fue aquí donde cobró vida propia. Sin levadura, con fermentación natural y una preparación que puede tomar hasta 12 horas, este pan se convirtió en un símbolo local.
Lo cierto es que sí hay factores que influyen es su creación, como la humedad, la temperatura ambiente, la masa y el horno. Pero más allá de la técnica, el birote parece tener algo que no cambia: el orgullo de toda una ciudad por su creación y negación a perder su exclusividad.
Reportaje por Mariana Parra / @mar_pamar (IG)
Dirección fotográfica: Sofia Santana / @sofiasantanaphoto (IG)