Yo no me llamo José

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Yo no me llamo José. No me apellido Mujica. No he sido guerrillero, tampoco un preso político —ni de ningún otro tipo—, mucho menos he sido presidente del país ni legalizado el consumo de la mariguana. Yo no manejé un Volkswagen azul y tampoco tengo un árbol donde enterrar las cenizas de la perra para luego pedir que en ese mismo lugar depositen las mías. No tengo consejos para los jóvenes ni ideas contundentes para los viejos. Yo no me llamo José. Ni me apellido Mujica.

Hace unos días murió el hombre que sí se llamó José y se apellidó Mujica, que fue presidente de Uruguay y que en vida fue una de las figuras políticas más inspiradoras para jóvenes y viejos, para políticos y ciudadanos de a pie, para cualquier persona que quisiera escucharlo. 

Y todo el mundo quería escucharlo. 

Esa es, quizá, una de las cosas más absurdas: todo el mundo quería escucharlo, pero sólo eso y nada más. El Mundo Today lo sintetizó de manera impecable: “Docenas de políticos que no tienen intención de imitar sus formas se deshacen en elogios a José Mujica”. La afirmación del diario español puede llevarse más allá: el número de personas que lamentamos la muerte del expresidente uruguayo es inversamente proporcional al número de personas dispuestas a seguir su ejemplo. La austeridad es inspiradora y una meta deseable siempre y cuando sean otras personas quienes la vivan.

En México, por ejemplo, lamentamos que haya muerto Mujica y que en cambio sigan vivos, y en cargos de poder, tantas figuras políticas como las que nos gobiernan. “¿Por qué se murió él y no mejor ________________________________?” (ponga sobre la línea el nombre que usted quiera, del partido que quiera, del lugar que quiera). Pero lo cierto es que buena parte de sus dichos no tenían que ver con la política: se trata de ideas aplicables en la vida cotidiana, producto de su manera personalísima de vivir sus convicciones. Lo más fácil es escucharlas y echárselas en cara a las y los políticos, reprocharles que no sean como él, que no sigan su ejemplo, pero muy difícil agarrarlas para uno y tratar de aplicarlas en la vida personal. Me pregunto cuántas personas leyeron la frase “Cuando yo compro algo, o tú, no lo compras con plata, sino con el tiempo de vida que tuviste que gastar para tener esa plata” al tiempo que gastaba otra buena cantidad de tiempo, y de plata, intentando comprar boletos para los conciertos de Bad Bunny. 

El riesgo de tener figuras tan inspiradoras como lo fue José Mujica es que resulta tremendamente fácil quedarse con las frases sin necesidad de llevarlas a la práctica. Hagan ustedes el ejercicio: pongan en Google “Frases de José Mujica” y abran cualquiera de los resultados: hay entradas que ponen cinco, diez, quince, ¡cuarenta! frases del expresidente. En algunos posts incluso hacen profundas disertaciones sobre lo que el uruguayo quiso decir cuando dijo lo que dijo. Ahora pregúntese con toda honestidad cuántas de esas frases está usted dispuesto a convertir en regla de vida, en convicción, en práctica cotidiana. Por experiencia, me atrevo a asegurar que no van a ser tantas.

Definitivamente es innegable lo valioso del legado de José Mujica, ya sea como presidente o como intelectual y filósofo. Pero será todavía más valioso, creo, cuando nos permitamos reflexionar y nos dejemos tocar por él, confrontarnos, cuestionarnos, volverlo práctica cotidiana. Vale la pena intentarlo y fracasar y volver a intentarlo cuantas veces sea necesario porque, como le escuché decir en Tijuana hace ya algunos años: “La única lucha que se pierde es la que se abandona”.

Eso es algo de lo que he venido pensando desde que leí la noticia de su muerte y empecé a ver y escuchar las reacciones que esta provocó.

Pero tampoco me hagan caso: yo no me llamo José ni me apellido Mujica.

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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