“La ira y el perdón de Martha Nussbaum: ¿Reconciliación sin justicia?”

refleXiones

Por Eduardo García Jaime / @lalo.garciaja (IG) / @lalogarciaj (X)

Un buen amigo mío, amante de la filosofía y la política, me presentó el libro de la ira y el perdón de Martha Nussbaum como una de sus influencias más recientes. El libro en definitiva me dejó mucho y por eso mismo me pareció valioso en hacer un pequeño resumen, reseña y critica de sus ideas con las injusticias sociales. 

Simplificando, se empieza por la premisa de que acompañado de la ira tenemos el sentimiento de venganza. Piensa en la última vez que sentiste rabia por la acción injusta de otra persona, quizá imaginaste cómo puedes retribuir la falta, o llegaste a pensar en que la vida, a través del karma o una ley trascendental, se lo cobrará, todas estas son ideas de venganza. 

No obstante, para Nussbaum la idea de venganza es irracional, buscar un daño equivalente en el causante de un mal no resarce el bien perdido. Además, al enfocarnos en el infractor de la injusticia nuestros esfuerzos se desvían de cómo evitar que vuelva a suceder. De aquí surge la definición de ira de transición, que en vez de enfocarse en cómo hacer que “quien nos la debe, la sufra”, como lo hace la ira vengativa, se centra en el futuro y en cómo prevenir que la injusticia se repita. 

Nussbaum pone un ejemplo relatando la violación de Rebeca por el infractor “O”, Angela, amiga de Rebeca, siente profunda ira por la injusticia del acto. En este caso, Ángela tiene cuatro opciones:

A) Tomar medidas para mitigar el daño en Rebeca: pasar tiempo con ella, apoyarla en su terapia, etc. 

B) Aparte de las acciones en A), enfocarse en el acto injusto: crear grupos de ayuda para víctimas de violación y promover campañas de seguridad pública.

C) El camino usual de la venganza: Buscar por cualquier medio, legal o extralegal, el mayor sufrimiento posible de O.

D) El camino del estatus: Puede Angela considerar el acto no solo como un daño, también como una denigración, para Rebeca, ella y las mujeres en general. Como una falta al estatus, puede buscar una humillación al infractor que lo sobaje y compense el ultraje. En este caso, la venganza tiene efecto, el estatus del infractor se pone por debajo del de las víctimas. El infractor que en principio pisoteó su dignidad ahora es pisoteado y la posición relativa de ellas regresa.

Mientras que las dos primeras acciones son manifestaciones de la ira de transición, C) y D) son muestras de ira vengativa y retributiva. 

El buscar justicia con ira de transición tiene efectos muy distintos a buscar la venganza. Tiene miras de justicia hacia el futuro.

Además, la ira de transición toma en cuenta algo inviolable en las instituciones justas: la dignidad humana. Esta visión del futuro contemplando la dignidad de todos tiene efectos en el tratamiento de justicia y penalización del criminal. Mientras que una ira vengativa en el sistema penal podría involucrar un escarnio público del criminal (camino del estatus), como en la antigua Roma donde los infractores eran arrojados a los leones con un espectáculo público, o con el judaísmo antiguo y el apedreamiento con humillación, en la dignidad humana no hay cabida para el linchamiento público. Pero aún sin muestras públicas de escarnio, el reconocimiento de la dignidad humana prohíbe las mutilaciones, la pena de muerte, entre otras. 

Mientras un sistema vengativo se centraría en la pena, un castigo duro y humillante. En oposición, la ira transicional se esforzaría en la prevención del delito, en las causas y en la rehabilitación de los condenados. 

Por otro lado, Nussbaum también es muy crítica de lo que llama el “perdón transaccional”. El perdón transaccional implica la confesión del infractor. Un ritual que muchas veces exige una muestra severa de arrepentimiento y súplica, que puede interpretarse como una humillación al causante y una venganza de la víctima por el camino del estatus: “Me hiciste daño, confiésate y arrepiéntete, que está en mi poder perdonarte o no”. 

En contraste con el perdón transaccional se propone el perdón incondicional que es la renuncia a los sentimientos de ira y resentimiento, e implica el amor y la generosidad incondicional. 

La ira de transición con las injusticias sociales

Nussbaum presenta como ejemplos paradigmáticos de ira de transición ante injusticias sociales a Martin Luther King con el movimiento de derechos civiles, a Mandela frente al apartheid y a Gandhi contra el dominio colonial británico. Precisamente, estas figuras lograron crear cambios sociales históricos al abandonar la venganza y centrar sus esfuerzos en el futuro, incluso en contextos de tremenda opresión, humillación y despojo.

Por ejemplo, la ira hacia la injusticia puede sentirse en los discursos de King, pero nunca la venganza. Defendió el derecho a la autodefensa, pero no a la aflicción de daño; no persuade a matar, robar y oprimir a los blancos, aun cuando ellos tenían su completa existencia en el país haciéndolo con los afroamericanos. En vez de la venganza, Luther King buscaba la reconciliación y el reconocimiento como iguales, ira de transición.   

¿Por qué la ira de transición es problemática y el método no es del todo satisfactorio en sociedades injustas? 

No hay duda de que los discursos y manifiestos de King, Mandela y Gandhi fueron coherentes con la definición de ira de transición de Nussbaum. También, son innegables los avances sociales que fueron posibles por sus movimientos y protestas. 

Permítanme enfocarme en Luther King y Mandela por el hecho de que la convivencia con sus opresores era algo con lo que iban a tener que lidiar perpetuamente en el país, a diferencia de Gandhi, donde los británicos salieron de la India. 

Gracias a estos dos, su grupo racial obtuvo paz y reconocimiento. La ira de transición funcionó para externar la injustica en el sistema y el enfoque pacifista generó confianza entre opresores y oprimidos. 

Si hiciéramos un ejercicio mental en el que King y Mandela hubieran mantenido igual prominencia con un discurso totalmente vengativo no es lejano ver que se hubiera llegado a una guerra civil. El pensamiento de venganza hubiese originado más violencia que se contestaría con más hostilidad aún y este proceso circular hubiera hecho más difícil la reconciliación. 

La defensa violenta de los oprimidos justificaría a los opresores para ser más hostiles. La opinión pública se forma desde el poder, una defensa violenta de los oprimidos permite que los opresores se victimicen y argumenten todavía más fuerza. Podemos ver esto recientemente con el contraataque genocida de Israel contra Palestina.  

Entonces, ¿por qué, si la ira de transición logró paz en un ambiente donde la reconciliación era muy difícil, no estoy convencido? 

En mi percepción, la ira de transición logró la paz y la reconciliación, pero no la justicia. En efecto, institucionalizó, de forma más sutil, la explotación de una raza por otra en Estados Unidos y Sudáfrica. 

Déjenme explico: todas las injusticias pasadas (robo, destierro, esclavitud, opresión, muerte, desnutrición, exclusión de servicios y educación, etc.) tuvieron un efecto hasta la fecha de la reconciliación. Al darse la paz, se dio un paso hacia la igualdad, pero una igualdad ante la ley, en situaciones tan dispares entre ambos grupos, solo pudo institucionalizar de forma más sutil la explotación.

Antes de la reconciliación, que no tuvieras educación y que trabajaras en las actividades más despreciadas por la sociedad se explicaba por tu color de piel. A partir de la paz y de una supuesta “igualdad” y reconocimiento, las personas de color continuaban con las mismas limitaciones y los mismos trabajos, aunque su situación ahora se atribuía a la desigualdad creada por las injusticias históricas.

Aún más, como la opresión se volvió menos palpable que en los tiempos del apartheid o antes del movimiento por los derechos civiles, resultó más difícil luchar contra ella. Al no haber ya una violencia expresa y evidente, si las personas de color tenían empleos mal pagados o con nulo reconocimiento social, los blancos podían simplemente excusarse en el mercado o en su mayor nivel educativo.

Por todo lo anterior, para que realmente se hubiera obtenido justicia y no solo paz, debió haber existido un principio de rectificación de las injusticias pasadas (Nozick, 1974) que nivelara el campo. Estamos hablando de riqueza y tierras que fueron arrebatadas, pero también de oportunidades educativas, ayuda psicológica tras haber vivido semejantes traumas, etc.

Sin esto, pudo haber existido paz, pero no justicia.

¿Por qué, habiendo llegado a la presidencia con una aprobación tan alta, Mandela nunca impulsó una redistribución de la riqueza ni una política de rectificación de daños?

Probablemente porque habría perdido el apoyo de los blancos; además, ello habría generado y reavivado el odio y el resentimiento. Aunque la rectificación de los daños pasados hubiera representado justicia —y no implicaba venganza (vengarse habría implicado la desposesión total, entre otras cosas)—, sin duda habría generado una fuerte oposición de los blancos y se habrían levantado barreras para la reconciliación.

Es fácil pensar que muchos blancos probablemente creían que su riqueza, tierras y acceso a la educación eran fruto de su propio esfuerzo, y no de la explotación ni de la injusticia histórica. Ningún blanco querría pagar por la injusticia de su clase y raza.

Por otro lado, hay quienes podrían argumentar que el principio de rectificación no es necesario, ya que eventualmente el terreno podría nivelarse de forma natural. Es decir, que las personas de color, esforzándose dentro de un marco de igualdad ante la ley, podrían con el tiempo competir en igualdad de condiciones con los blancos.

Aun si eso fuera cierto, no estaría de acuerdo. La diferencia en los roles sociales proviene de la opresión histórica y afecta la autoestima de los oprimidos, así como la de las generaciones posteriores.

Además, en el mejor de los casos —aquel en el que, tras generaciones desempeñando los peores roles sociales, las personas de color lograran alcanzar a los blancos y comenzar a ganar relevancia social—, esto podría generar resentimiento entre los blancos, acostumbrados a ocupar los puestos más valorados en la sociedad. Algo similar ocurre en Estados Unidos, donde muchos trabajadores manuales blancos se sienten desplazados por los inmigrantes.

El caso es que, aunque la ira de transición garantizó paz y reconciliación, es un hecho ampliamente documentado que la población de color está sobrerrepresentada en las prisiones, tanto en Sudáfrica como en Estados Unidos.

Asimismo, en ambos países, los puestos directivos en empresas, la política, la academia, los medios de comunicación, entre otros, están sobrerrepresentados por personas blancas, lo cual no puede ser interpretado sino como una consecuencia directa de la injusticia y la opresión históricas.

Por lo anterior, la ira de transición, sin un principio de rectificación de las injusticias pasadas, está incompleta: puede generar paz, pero nunca justicia.

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Eduardo Garcia
Eduardo Garcia
Reflexiones es una columna de Eduardo García, Licenciado en Finanzas por la UdeG, con estancia académica en Texas A&M; Maestro en Administración Pública por la London School of Economics. Eduardo es un apasionado por los datos y la filosofía.

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