¿Cómo reparamos lo roto antes de que sea demasiado tarde?

En una universidad que presume formar profesionistas integrales, el silencio sobre la salud mental es abrumador. Entre intentos de suicidio y una sensación de abandono, los servicios psicológicos siguen siendo insuficientes y poco visibles. Esta crónica parte del caso más reciente en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara para plantear lo urgente: ¿cómo reparamos lo roto antes de que sea demasiado tarde?

Por Naomi Caro / @naomicaross (IG)

Jueves 10 de abril, 12:57 de la tarde. Un grupo de policías, paramédicos y personal de la escuela se encuentra reunido afuera del edificio A del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara.

Atienden a una joven de 21 años que ha sufrido una fractura. Minutos antes, algunos compañeros la vieron tratando de subirse a la barda de la cafetería, ubicada en el segundo piso del edificio. En cuanto logró hacerlo, saltó.

Se trató de un intento de suicidio que conmocionó a la comunidad universitaria. Pero al mismo tiempo generó indiferencia, enojo y silencio.

No es el primer caso registrado.

Algunos aún recuerdan el caso de Daniela, una compañera que, el 2 de mayo de 2024, se quitó la vida dentro de su automóvil en el estacionamiento del plantel.

¿Ese suceso no fue suficiente para comenzar a atender la salud mental de las y los jóvenes estudiantes?

La franja de edad en la que nos encontramos —entre los 18 y los 24 años— es una de las más afectadas. Según datos de la Secretaría de Planeación y Participación Ciudadana, en 2022 hubo un incremento en la tasa de suicidios en Jalisco, colocándolo como el segundo estado con más muertes por esta causa: una tasa de 9.15 por cada 100 mil habitantes, por encima de la media nacional, que fue de 6.2.

“El índice de suicidio más alto que tenemos es entre los jóvenes”, afirma el maestro y sociólogo Javier Cortázar, quien imparte la materia de Teoría Social en el CUCSH.

El caso de la joven de 21 años era conocido por algunos estudiantes, pero parecía haberse olvidado tan rápido como ocurrió. Muchos sabían lo que había pasado, pero nadie hablaba al respecto, ni siquiera las autoridades universitarias.

Al preguntarle al maestro Cortázar por qué sucede esto, responde:

“Es un tema que no se habla, en primer lugar. Se habla mucho en pocas ocasiones, sobre todo cuando hay casos relevantes de personas conocidas por los medios de comunicación: deportistas, influencers, actores… En esos casos sale a relucir el tema, o cuando es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Pero el resto del tiempo se habla poco, porque todavía es un tema que da vergüenza”.

Aunque el tema no se hable abiertamente, las cifras y testimonios indican una situación preocupante. Como señala el maestro Cortázar: “La salud mental es uno de los factores que ha incidido mucho en este aumento ”.

Otros alumnos del campus también han expresado sentirse abrumados por los distintos acontecimientos de su vida. La depresión, la ansiedad y otros trastornos afectivos son más comunes de lo que se piensa.

Estas condiciones son algunas de las razones por las que una persona puede pensar en quitarse la vida, especialmente en jóvenes, cuyas emociones no siempre son atendidas de forma adecuada.

“Está la intención de hacer algo, pero no hay tanta promoción de la salud mental. Falta romper los estigmas o ideas romantizadas de estar deprimido o la idea del suicidio”, comparte Andrea, estudiante y testigo del intento de suicidio en la cafetería.

Ese comentario despertó en mí la inquietud de saber cómo se pueden contrarrestar los efectos de una salud mental descuidada. Quise saber a dónde podía acudir un estudiante si necesitaba atención psicológica. Al iniciar la carrera, nos dijeron que ese servicio estaba disponible.

Sin embargo, fue grande mi sorpresa al descubrir que el personal con el que me dirigí no sabía con exactitud dónde se brindaba ese servicio.

Pasaron varios minutos antes de que la secretaria encontrara la información. Al hacerlo, me pidió que la acompañara: debíamos ir al aula 7 del tercer piso del edificio E.

En el trayecto observé numerosos carteles sobre salud mental. Algunos eran protestas estudiantiles para visibilizar el tema. Otros ofrecían terapias o cursos para brindar herramientas o crear espacios seguros. Algunos más eran emitidos por la misma escuela, ofreciendo apoyo ante situaciones de estrés. Sin embargo, la mayoría de estos carteles estaban escondidos o se perdían entre la avalancha de otros anuncios de eventos, servicios o talleres.

Había escuchado comentarios sobre lo deficiente que era el servicio de salud mental en el CUCSH. Varios alumnos coinciden en esa percepción. Esteban y Adrián, de la carrera de Escritura Creativa, comparten:

“Es insuficiente para atender las necesidades emocionales de la población estudiantil. Se podría ofrecer una variedad más amplia de recursos para estos fines.” —Esteban.

“Es insuficiente. Necesitamos más en general y creo que la uni sí podría encargarse, pero no lo hace.” —Adrián.

Y no están equivocados. La oficina que atiende estos casos pertenece al área de “Primer contacto”, encargada originalmente de dar atención a situaciones de violencia de género. La atención psicológica que ofrecen no es especializada ni suficiente.

La pequeña oficina está decorada con dibujos infantiles de nubes, flores, mariposas y jardines. El ambiente transmite calma, pensado para que quienes acudan se sientan cómodos.

La doctora Cecilia Margot, encargada del área, accedió amablemente a responder mis preguntas. Confirmó que el servicio para atender casos de depresión o ansiedad no es su especialidad ni su responsabilidad; sin embargo, ante la demanda estudiantil, se ven obligadas a ofrecerlo.

Laura, estudiante de Historia, también lo menciona: “Creo que es bueno que esté la intención de tener profesionales, pero no es suficiente porque somos muchos alumnos y hay poco tiempo”. La doctora Margot lo confirma: sólo hay unas cuantas estudiantes de Psicología que, como parte de su servicio social, brindan atención en esta oficina.

También enfatizó que los problemas de salud mental deben ser atendidos por profesionales especializados, y que es responsabilidad de cada persona buscar y aceptar esa ayuda.

No se pudo estimar cuántos estudiantes han acudido al equipo de psicólogas, ya que es información confidencial. Pero sí se compartió un dato revelador: en muchas ocasiones, los mismos estudiantes no quieren continuar con su tratamiento. Incluso quienes son diagnosticados y referidos a instituciones como SALME (centro público especializado en salud mental), terminan dándose de alta voluntariamente.

Conseguir una cita en ese hospital requiere de tiempo y, en ocasiones, dinero. La universidad apoya sólo en casos necesarios, pero no tiene un compromiso estructural al respecto. En 2022, SALME reportó 84 mil 866 consultas integrales, lo que da cuenta de la alta demanda de atención en salud mental en el estado.

Muchos alumnos intentan cuidar su salud emocional por su cuenta: meditan, hacen actividades recreativas o conversan con personas cercanas. Pero los especialistas con los que hablé coinciden: también se debe buscar atención profesional.

Entre los espacios de ayuda disponibles se encuentran La Línea de la Vida del Gobierno Federal (800-911-2000), la opción de Gestión emocional dentro de la aplicación universitaria LEO, o el número 075, también disponible en la app de la Universidad de Guadalajara.

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Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Pública de la Universidad de Guadalajara, esta crónica se realizó en el marco de la asignatura de Géneros Periodísticos impartida por el profesor Darwin Franco.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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