“Una torreta en llamas”, cortometraje dirigido por Humberto Flores Jáuregui que narra el tenso encuentro entre un soldado herido y dos mujeres que viven entre las montañas, en un contexto marcado por la violencia y la militarización. A través de esta historia, el corto plantea una reflexión sobre la desconfianza, el miedo y la posibilidad de encontrar humanidad incluso en quienes representan una amenaza.
Realizado de forma independiente por Contratiempo Cine, la producción enfrentó obstáculos logísticos y de financiamiento, pero logró llegar a festivales internacionales como el Huesca, BOGOSHORTS Collection en Cannes o el FICG 2025. La obra apuesta por una mirada compasiva y compleja de la realidad, impulsando un cine que nace desde la colaboración y el compromiso con el entorno.
Por Vanessa Briseño / @neverbv
El cortometraje “Una Torreta en Llamas” (2025), dirigido por Humberto Flores Jáuregui, producido por Mónica Velasco y Sergio Martínez Esqueda, en colaboración con la productora Contratiempo Cine, aborda con precisión y tensión la fragilidad de la empatía en un país atravesado por la violencia. A través del encuentro entre un soldado herido y dos mujeres, Yolanda y Alejandra, que viven entre el aislamiento de las montañas, el cortometraje reflexiona sobre el miedo, la desconfianza y la posibilidad de encontrar humanidad en el otro, incluso cuando representa una amenaza.
En conversación con ZonaDocs, Humberto compartió que la idea para crear el cortometraje surgió a partir de una experiencia personal durante su adolescencia, cuando presenció una escena impactante: una patrulla incendiada tras un enfrentamiento armado en la carretera. Años después, esa imagen volvió a él en medio del contexto actual del país donde la militarización y la violencia son fenómenos en crecimiento.
La escena, que percibió como un símbolo del colapso institucional, lo llevó a reflexionar sobre cómo la inseguridad ha transformado no solo la relación con las autoridades, sino también la forma en que las personas se vinculan entre sí, marcadas por el miedo y la desconfianza. A partir de esta inquietud, decidió crear una historia que explorara esas consecuencias menos visibles, pero igual de profundas.
De acuerdo con Humberto, el objetivo de contar la historia de Yolanda y su nieta Alejandra (que aunque ficticia representa la realidad de un país como México), buscaron generar una reflexión en el público sobre cómo la violencia y la militarización afectan no solo a figuras lejanas o abstractas, sino a personas cercanas como una madre, una abuela o una hermana.
En esa línea, el cortometraje busca que la audiencia se reconozca en los dilemas que enfrentan las protagonistas, pues considera que cualquier persona en México podría verse involucrada en una situación similar. Además, explicó que la relación entre Yolanda y Alejandra está inspirada en los vínculos familiares de mujeres de distintas generaciones, donde enseñan y aprenden a sobrevivir en un entorno hostil:
“Siempre noté como una cosa ahí donde una mujer mayor le quería enseñarle a su hija a vivir en el mundo, a navegar en el mundo, pero también hay como esa dinámica de protección y eso, sea ficticio o no, existe en el mundo”
Por otro lado, Sergio, productor de Una torreta en llamas, explicó que uno de los principales retos que enfrentaron como equipo fue reunir los recursos económicos necesarios para producir el cortometraje. Señaló que encontrar financiamiento estatal resultó especialmente difícil debido a la temática de la historia, que no coincidía con las líneas narrativas que suelen apoyar los fondos públicos.
Tras varios intentos fallidos, optaron por financiar el proyecto de forma independiente, a través de inversión privada y del intercambio de servicios por medio de su productora, Contratiempo Cine. Esta estrategia les permitió mantener el control creativo del proyecto y avanzar con los recursos que lograban reunir mediante trabajos alternos.
Otro reto importante fue la logística de la filmación entre Jalisco y Veracruz, ya que implicó trasladar a todo el equipo a Xico Viejo. Coordinar un rodaje en zonas montañosas con condiciones climáticas volátiles, sin acceso a señal telefónica y con un equipo conformado por personas de ambos estados, exigió un esfuerzo adicional.
Sin embargo, lograron sumar apoyos clave gracias a una coproducción con Terco Films y Pura Fiera, además del respaldo de personas en Xalapa que se involucraron de forma comprometida con el proyecto. Según Sergio, construir estas alianzas con nuevas personas también representó un desafío, pero resultó ser una de las experiencias más significativas del proceso:
“Fue muy bonito ese apoyo que tuvimos por parte de personas que se sumaron al proyecto, también creyendo de la misma manera en que nosotros creíamos en el proyecto”.
Para Humberto, ver Una torreta en llamas llegar a festivales como el de Huesca, BOGOSHORTS Collection en Cannes o el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICH) representa un orgullo profundo. Compartió que durante mucho tiempo pensó que hacer cine era algo doloroso, inalcanzable, reservado para quienes se arriesgan a todo. Sin embargo, encontrar un camino junto a sus amigos de Contratiempo Cine lo hizo posible.
“El hecho de poder hacer un corto con el que estamos orgullosos del nivel que se alcanzó y además haberlo hecho con nuestras propias reglas desde la amistad, desde el juego, desde la diversión, desde el respeto, desde el aprendizaje… es increíble”, expresó. Haber asistido a Cannes y compararse con otras producciones apoyadas por fondos masivos reforzó en él la identidad de un cineasta independiente que se hace notar desde el trabajo colectivo.
Sergio coincidió en que la experiencia resulta profundamente emotiva, sobre todo por la carga simbólica del proyecto y por el tiempo que ha pasado desde que Humberto compartió el primer borrador del guión. Aseguró que, más allá del reconocimiento, ver el corto en pantalla es también un recordatorio del compromiso que tienen con las historias que deciden contar. “El trabajo en conjunto de un grupo de amigos, creo que es muy valioso (…) es algo que nosotros como Contratiempo Cine tenemos y nos sentimos muy orgullosos” aseguró.
Humberto compartió que, aunque el cortometraje es oscuro, espera que quienes lo vean se lleven una reflexión sobre la realidad en la que vivimos y el papel que cada persona puede desempeñar para transformarla. Recordó que hace tres años, tras haber trabajado en su corto “5 de junio”, quedó con la convicción de que el cine puede generar conciencia sobre situaciones reales y dolorosas. Dijo que en el corto hay elementos de denuncia, pero también un fondo de esperanza:
“Me gustaría que se quedara ahí en la cabeza de las personas. Que pensáramos mejor en ¿quiénes son los policías?, ¿quiénes son los soldados?¿Quién es esa persona que uno puede tener un prejuicio y decir ´ah seguramente es malo o es bueno’?”.
Añadió que espera que el corto despierte una mirada más compasiva, menos dividida entre blanco y negro, y que motive a más personas a hacer cine desde la independencia, la colaboración y el contexto local.
Sergio coincidió en que una de las ideas centrales del cortometraje es invitar a pensar en la maldad desde una perspectiva compleja. Señaló que el corto propone observar cómo se vive esa maldad en lo cotidiano, no necesariamente cómo se enfrenta, sino cómo se convive con ella. También destacó que, a pesar de la oscuridad que permea la historia, permanece una noción de esperanza que se encarna en la inocencia de sus personajes.
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Si te interesa conocer más sobre Una torreta en llamas puedes visitar su perfil de instagram @unatorretaenllamas o @contratiempo_cine para descubrir más producciones.


