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Por Juntas Veredas Psicosociales* / @ElMuroMx
“¿Qué cosecha un país que siembra cuerpos?”
Ya no creo en la justicia, ni terrenal ni divina, creo en la justicia de las madres.
Desde hace unos años ya, vemos no sólo en Oaxaca, sino en el país y en Latinoamérica, un recrudecimiento de las violencias de Estado y sus poderes fácticos. La violencia de Estado no actúa con inocencia, busca y tiene toda la intención de sembrar terror en la población, de romper el tejido comunitario y colectivo, quitarnos la capacidad de sentir o hundirnos en la depresión y la desesperanza para quitarnos el poder de actuar y organizarnos.
En diferentes espacios hemos escuchado recientemente una creciente desesperanza, a decir verdad, no es algo que nos sorprenda en las juventudes, quienes han crecido ya en un mundo cargado de malas noticias con un entorno ecológico devastado, con casi la nula posibilidad de adquirir un trabajo estable y seguro que les ofrezca pensión, sin la posibilidad de rentar por los altos costos de la vivienda. Con ese escenario, aunque parece triste, no es novedad que haya poca esperanza en el futuro.
Sin embargo, la desesperanza que más ha llamado nuestra atención es aquella que ha estado permeando los cuerpos y las almas de personas que tienen años en la lucha por la vida, en la defensa de derechos, es decir, en aquellos sujetos políticos que tienen años exigiendo con su vida y su trabajo, un bienestar común.
Esto nos ha llevado a preguntarnos y preguntarles ¿qué está sucediendo? Y tal parece que muchas respuestas se vinculan a ver, sentir cerca, conocer, experimentar diversas violencias y situaciones que vulneran la integridad física y psicológica de personas y comunidadesenteras, la criminalización de las protestas sociales, de las personas defensoras de derechos humanos y periodistas, que lo único que hacen es visibilizar las violencias y ser voz de todas aquellas injusticias que el mismo gobierno propicia con todos los mecanismos que puede usar, como la judicialización del ejercicio de los derechos, la corrupción de las instituciones de impartición de justicia y la estigmatización mediática de actores en resistencia.
A lo largo del país se agudiza la disputa territorial entre grupos de crimen organizado; violencia basada en género contra mujeres y diversidades sexo-genéricas y graves violaciones a derechos humanos como: desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, torturas, desplazamientos forzados, detenciones arbitrarias, ataques a la libertad de expresión, criminalización de la protesta, entre otras estrategias de violencia sociopolítica para infundir miedo y parálisis en la población en general, y especialmente contra las disidencias, con el objetivo de lograr el control social.
La violencia sistemática y estructural del modelo económico neoliberal genera mayor pobreza y precariedad, deshumaniza las relaciones sociales y menosprecia la dignidad humana, alterando los tejidos sociales en todos los niveles.
Claro ejemplo de esto, es lo que ha venido aconteciendo desde el inicio del 2025 con el descubrimiento de las Madres buscadoras en el rancho Izaguirre en el estado de Jalisco y que representa toda la naturalización de la violencia que existe en la sociedad y el grado de impunidad y cinismo con que operan tanto los grupos delincuenciales como los sistemas de Gobierno quienes actúan de la misma forma y muchas veces en colusión, pero desde la legalidad, la legalidad de las leyes que ellos mismos modifican a su conveniencia.
Lo anterior ha traído como consecuencia un espectro de impactos psicosociales que se expresan de forma diferencial en función de las múltiples identidades situadas de los sujetos políticos: desde lo geográfico, su adscripción étnica, su identidad colectiva o comunitaria, así como su edad, género, clase social, entre otras particularidades que caracterizan a las personas y matizan el daño de la violencia sociopolítica; no podemos hablar sólo de sujetos sin reconocerles en un contexto situado.
Dar cuenta de la magnitud de esos impactos y llevar a cabo acciones para repararlos es obligación del Estado, pero para que ello ocurra se requiere que como sociedad exista movilización para exigir el cese de la simulación política prevalente a través de leyes e instituciones de atención que no responden a las necesidades reales de las víctimas, que no las considera sujetos de derechos, ni les posibilita el acceso a la verdad, la justicia, la reparación del daño y la garantía de no repetición.
Ante esto, nos preguntamos ¿Qué le está pasando a la población que no está volteando a mirar lo que sucede y tomando acciones para la exigencia de cambios? Nos lo seguimos preguntando con sorpresa, porque nos negamos a creer que toda esta violencia de la que hablemos se esté normalizando. Quizá hace unos años todavía podíamos creer que estas violencias estaban lejos, sólo en las noticias de la radio o atrás de las pantallas pero cada vez están más cerca, en nuestros barrios, nos alcanza a través noticias que retratan los hechos en la colonia vecina, viendo las caras de personas conocidas desaparecidas y, si nada de esto nos mueve, ¿qué va a movilizar nuestras conciencias?, ¿qué nos pasa que estamos aletargados viendo la realidad como si viéramos una película de ciencia ficción cuando lo que sucede está aquí al lado nuestro?
Tenemos la ligera sensación incómoda de que la pandemia nunca se fue, que se quedaron encerrados y aislados nuestros corazones, que nos seguimos relacionando pero que algo le pasó a los vínculos y a la capacidad de cuidar y de preocuparnos por la otredad, sobre todo en las grandes poblaciones.
Estamos en la sociedad mediatizada, donde no sólo la palabra y los afectos se destronan por la imagen, sino que se normaliza el sentir inmediato, pasan las atrocidades en segundos de scrollear, la sensación se esfuma, dura dos segundos, la noticia se olvida, y la desconexión sucede, la profundidad se erosiona por la rapidez de la información y no da paso a una pausa para ser más críticosde los problemas del contexto que habitamos.
Como siempre ponemos sobre la mesa, no tenemos respuestas claras ante lo que nos cuestionamos, pero siempre queremos sembrar las semillas de reflexión y cuestionamiento para que podamos mirar la necesidad que existe de salir de la burbuja que hay detrás de las pantallas que nos hace creer que lo que pasa, está sucediendo en otro mundo y no en el nuestro, abrir los ojos para despertar y tomar conciencia de que esas violencias nos están golpeando a todas y todos, sus efectos están allí en eso que sentimos todos los días, el desgano, la falta de sensibilidad por el dolor de los otros, en la polarización, en la inacción, en la tristeza que se agudiza, en el aislamiento, entre otras cosas y que es necesario escuchar lo que el desgano quiere decirnos sobre la necesidad de construir otras formas de vivir o habitar el mundo.
En contraparte, a quienes ponen el cuerpo y el corazón en la exigencia de justicia y que se enfrentan constantemente a la impunidad, la amenaza, el riesgo, a quienes constantemente están expuestas y expuestos a sentir demasiado al mirar las malas noticias, las atrocidades y la violencia con ojos críticos preguntándose si lo que hacen en verdad puede hacer un cambio en medio de la violencia de Estado, del crimen organizado, de la violencia sociopolítica y estructural, les invitamos a preguntarse y preguntarnos en conjunto¿Qué caminos podemos seguir inventando con creatividad, para que las luchas no nos cuesten la salud, la vida y la esperanza, para que el desgaste no nos arrastre por caminos de oscuridad?
Caminemos sin certezas, pero con la convicción de que mirar las cercanías, al lado, a los vecinos, al barrio y a la comunidad, nos permite reconocer los pequeños mundos colectivos que vamos construyendo, allí es donde las esperanzas crecen. Sobre todo, no permitamos que se apague la llamita que cuando se requiera brinde calor para otros y otras desde el cuidado, el consuelo, pero que también cuando sea necesario nos permita incendiarlo todo.
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Veredas Psicosociales es una organización de mujeres que acompaña proyectos de vida digna y contrarresta los efectos de las violencias y desigualdades desde el feminismo y una perspectiva psicosocial.



Excelente contenido, verdades que nos duelen, pero que están pasando en nuestro día a día, en nuestra sociedad, una sociedad que ha sido permisiva para que este problema de inseguridad en todos los sentidos, siga creciendo. ¡¡ Tenemos que despertar y reorganizarnos para lograr un cambio !!