refleXiones
Por Eduardo García Jaime / @lalo.garciaja (IG) / @lalogarciaj (X)
Últimamente, el estoicismo se ha popularizado en redes sociales, ya sea en TikTok o Instagram. Sin embargo, el regresar a esta filosofía evidencia que vivimos en un tiempo de gran servidumbre.
El estoicismo es una filosofía griega que se caracteriza por diferenciar las cosas que están en nuestro control de todas las que no lo están. Para los estoicos, lo único que está en tu control son tus pensamientos. Más allá de eso, ni lo que piensen los demás, ni cómo actúan, ni el clima, ni los accidentes de la vida y mucho menos la muerte están en tu control, por lo que es una pérdida de tiempo enfocarte en aquello que no puedes controlar.
Cuestionaban los juicios acerca de los eventos externos, si consideramos algo bueno o malo para nosotros mismos. Para ellos, estos adjetivos señalaban lo que era nuestra voluntad, pero no que las cosas en sí mismas fueran buenas o malas.
Marco Aurelio decía acerca de las cosas que causan aflicción: “No es un infortunio, sino una dicha soportarlo con dignidad”.
Para ellos, la libertad es tener control de nosotros mismos. Por mencionar algunos de sus puntos principales.
Sin embargo, Hegel creía que el estoicismo no pudo haberse desarrollado en una época cualquiera, sino en una de gran esclavitud e incertidumbre. En La fenomenología del espíritu, en el camino hacia la razón y la libertad, el estoicismo nace como una respuesta natural a la esclavitud.
Es decir, el individuo estoico piensa:
“Como materialmente no puedo ser libre, defino mi libertad como controlar mis pensamientos y acciones”.
Y era una respuesta totalmente razonable. Con tantos factores fuera de su control influyendo su vida y sin dominio sobre ellos, resignarse con templanza y razón era lo más inteligente.
Pongamos de ejemplo la vida de algunos de los estoicos más famosos: Epicteto fue un esclavo desde niño hasta su juventud: ¿Qué posibilidad de determinarse tenía en su esclavitud?
Incluso Séneca, que nació en una familia rica y tuvo posiciones de gran influencia, fue exiliado. Calígula ordenó su ejecución, pero se salvó de ella. Con Nerón, tuvo que retirarse de la corte, y su vida culminó cuando se le ordenó su suicidio.
Es decir, incluso, alguien tan privilegiado como Séneca tuvo poco control de los vaivenes del poder y de los accidentes de su vida, que puede ser descrita como una montaña rusa de fortunas y desgracias alternadas.
Y todo lo anterior se relaciona con el sistema que experimentamos hoy en día. Aunque, al menos en países medianamente desarrollados como el nuestro, la esclavitud está penada y no tenemos tiranos que, de forma legal, puedan terminar con nuestra vida, el día de hoy nuestra posibilidad de acción, determinación y éxito dependen, en parte, de nuestro esfuerzo, pero también de la fortuna, de terceros, el mercado, el Estado y de miles de factores que no están en nuestro control.
Así como el emprendedor con una gran idea depende de que le aprueben el crédito bancario o el capital de riesgo, también de las regulaciones y las barreras de mercado, de que su idea no sea robada, de la recepción de su producto, el poder de negociación de clientes o proveedores, el sistema legal, etc.
También, el recién egresado depende de la demanda del mercado por su carrera, que puede cambiar abruptamente (por ejemplo, los egresados de ingeniería en software en Estados Unidos a partir de ChatGPT), de la tasa de desempleo, el crecimiento y desarrollo económico, la competencia, la reputación de su universidad, la actualización de sus conocimientos, la desigualdad, etc…
En otras palabras, aunque vivimos en una sociedad con estándares de vida muy superiores a los de la antigua Grecia y Roma, la integración social y el sistema económico nos han hecho increíblemente dependientes los unos de los otros y también subordinados a un sistema económico y social fuera de nuestras decisiones individuales. Todo hace que el determinarnos y nuestros proyectos individuales ya no sólo dependan de nuestro esfuerzo y ambición, que, aunque indispensables, no son suficientes para el triunfo.
Y por todo lo anterior, así como en la antigua Roma, el estoicismo nos sirve y se ha popularizado para no perder la cordura ante los embates imprevisibles y nuestra falta de control en la vida moderna.
No obstante, aunque es la versión funcional del sistema actual y algunas de las restricciones a la libertad individual sirven para la libertad común, otras son restricciones arbitrarias, ya sea desde el Estado, el mercado, las grandes empresas, la cultura o la sociedad.
Como con Hegel, la libertad sigue siendo una aspiración por desdoblarse, y no hemos llegado a un sistema terminado y muy probablemente nunca lleguemos, pero eso no significa que debemos conformarnos con las condiciones actuales. Y eso es lo que nos recuerda el estoicismo en los tiempos modernos.