La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
La pregunta surgió como protesta y luego se convirtió en meme. Si mi memoria no me falla —y es muy probable que lo haga— apareció en la conversación pública durante el sexenio de Felipe Calderón, cuando la mal llamada guerra contra el narcotráfico trastocó la vida del país y lo sumergió en una espiral de la que no ha podido salir. “¿Cuántos más, Calderón?”, era la pregunta recurrente ante la escalada de violencias y muerte, y se volvió tan cotidiana que empezó a usarse como muletilla para cualquier cantidad de cosas. Cuando el PRI regresó a la presidencia el “¿Cuántos más, Peña?” ya era un chiste que sólo se detuvo cuando se transformó en el “Azí no, Anlo”.
Esta semana se me instaló en la cabeza no como meme ni como protesta, sino como lo que es: una pregunta. “¿Cuántos más?”, me preguntaba después de leer las noticias y ver el video en el que Elizabeth Castro reconocía, sin empacho ni pudor, por supuesto sin vergüenza, que cobraba en el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) sin trabajar en la institución porque estaba “comisionada”. Y además lo presumía con una altanería que pretendía disfrazar de dignidad, aunque tenía toda la pinta de manto de impunidad.
Antes de eso la vida pintaba bien para el Siapa: la semana comenzó con el Congreso aprobando el aumento a la tarifa, aun cuando el servicio que brinda es deficiente y en las llaves sigue saliendo agua puerca, y las y los diputados habían cumplido con lo que se esperaba de ellos: pregonar discursos para exigir terminantemente la mejora del servicio y aprobar el tarifazo a sabiendas que sus exigencias servían para lo mismo que las promesas: para nada. Pero luego apareció el nombre de Elizabeth Castro, su sueldo de más de 70 mil pesos mensuales, un comunicado diciendo que ya no iba a trabajar en el SIAPA y la opacidad cubriendo con su manto la pregunta: ¿qué se supone que hacía exactamente y por qué se le estaba pagando uno de los salarios más altos de la nómina gubernamental? Hasta ahora nadie ha podido responder y no va a pasar. Están apelando a la vieja confiable: nadar de muertito como en avenida inundada hasta que el escándalo se enfríe o aparezca uno nuevo que acapare la atención.
¿Se acuerdan de Fela Pelayo? Tuvo que renunciar a la en ese entonces recién creada Secretaría de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres porque en el momento en el que Enrique Alfaro la nombró titular de la dependencia no estaba titulada y, vaya cosa, el título era un requisito inexcusable. ¿Se acuerdan de cuántas y cuántos funcionarios más fueron destituidos por estar en esa misma situación? Yo no, pesar de que se dijo que se iba a investigar cuántos funcionarios y funcionarias estaban ocupando cargos sin cumplir completamente con los requisitos.
Un dicho más o menos de dominio público dice que el primer acto de corrupción que comete una persona funcionaria es aceptar ser nombrada para un cargo para el que no está capacitada. Y en México los casos se cuentan por racimos. La memoria no me alcanza para recordarlos todos; si me alcanzara, no sería suficiente el espacio en este sitio para publicarlos; y si lo fuera, no habría lector con la paciencia suficiente para leer el texto resultante. Lo voy a dejar con dos ejemplos que me llegan a botepronto:
El primero de ellos es Alfredo Castillo Cervantes, también conocido como El Virrey, abogado de formación y quien fuera procurador de justicia en Estado de México. Cuando Peña Nieto llegó a la presidencia, Castillo fue a dar a la Procuraduría General de la República y después… fue nombrado titular de la Procuraduría Federal del Consumidor. Luego regresó a las labores de seguridad, cuando fue nombrado comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral en el Estado de Michoacán. El broche de oro vino después, cuando fue nombrado… titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, la Conade, donde como era de esperarse entregó paupérrimos resultados. El Virrey sabía de gestión deportiva lo mismo que yo de física cuántica, pero él aceptó el cargo.
El segundo es de aquí del rancho: Luis Carlos Nájera, quien luego de una trayectoria dentro de las corporaciones policiacas, llegó a ser titular de la Fiscalía de Jalisco, hasta que fue sustituido por Eduardo Almaguer. Luego de un muy breve periodo fuera de la vida pública, regresó al gabinete de Aristóteles Sandoval como flamante titular de la Secretaría del Trabajo. ¿Tenía capacidades y conocimientos para el cargo? Lo dudo mucho, pero fue nombrado y lo aceptó. En esas andaba cuando lo emboscaron en Chapultepec, atentado del que salió vivo y prácticamente ileso, no así el niño Tadeo y su madre, Elizabeth, quienes murieron cuando criminales relacionados con el atentado quemaron una unidad del transporte público. El niño murió el mismo día y su madre tiempo después, como consecuencia de las heridas que sufrió esa tarde-noche. Nájera todavía anda por ahí.
Dije que iba a poner dos ejemplos, pero ustedes pueden completar en los comentarios con todos los que recuerden.
El escándalo del SIAPA y su relación ¿laboral? con Elizabeth Castro permitió saber que la ahora ex “asesora técnica” ha venido desempeñando diferentes cargos en los gobiernos de todos los colores disponibles en el arcoíris de la política local. Una nota publicada en La Jornada documenta que, según el currículum disponible en línea, Elizabeth Castro “ha estado en la Secretaría de Asistencia Social, en la Industria Jalisciense de Rehabilitación Social, en el Instituto Jalisciense de Asistencia Social, en Grandes Eventos en Puerto Vallarta, en la Fiscalía de Jalisco, en las Fiestas de Octubre, en Readaptación y Prevención Social o en la Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco, ninguna dependencia relacionada con la especialización requerida para ser asesora en el organismo de aguas y alcantarillado”. Esto al tiempo que era conductora de programas de televisión.
Como tantos, tantísimos otros, el caso de Elizabeth Castro es escandaloso por la corrupción que entraña. Pero sería muy ingenuo suponer que es el único. Por eso vale la pena preguntarse, sin asomo de chiste: ¿Cuántos más?