La memoria que respira entre los árboles de Huentitán

La memoria de los Huentitanes es el testimonio del amor por la Barranca y de las raíces que sostienen el cuidado de su territorio. Juntos dan origen, sentido y continuidad a la historia del Parque Resistencia Huentitán.

Por Tonantzin Moya / @huitlacochi  (X) / @tonantzinmoya (IG)

La memoria que respira entre los árboles de Huentitán

El próximo 30 de agosto, Javier Armenta —conocido por su periodo al frente de la FEU y por haber sido una de las voces más visibles de Parque Resistencia Huentitán— dará lectura pública a su Relato de una resistencia. Lo que muchos vimos en él fue una voz firme ante tribunales, en ruedas de prensa, en plantones y campamentos; pero lo que escucharemos ese día es también un eco de lo que sostiene la resistencia desde la raíz: la memoria de un barrio y el amor encarnado por su Barranca.

Porque esta historia no comenzó con el desalojo del predio ni con el campamento fuera de Casa Jalisco. Comenzó mucho antes, con los Huentitanes como Don Toño, que aún recuerda el olor del anís al pisar la tierra mojada; en la voz de Vicente, que habla de los peces de Arcediano como si todavía nadaran en su memoria; en las manos de Simón, que cargaron árboles para reforestar y escribieron versos para que nadie olvide.

Es importante reconocer que la resistencia que hoy nombramos en voz alta, lleva décadas luchando desde la periferia: en la defensa cotidiana del territorio, en los oficios del cuidado, en las fiestas del barrio, en las pajareadas y caminatas por la Barranca, en las memorias transmitidas por los adultos mayores. Los estudiantes, valientes y comprometidos, entraron en contacto con quienes conforman las raíces que ya estaban ahí, resistiendo desde antes, desde siempre, con su forma de amar el territorio. Aprendieron de su decisión colectiva de no dejar que la ciudad les arrebate también la memoria. De su deseo de seguir respirando la Barranca, como quien respira su propio nombre.

Los peces de Arcediano

Los Huentitanes, como Don Artur llama a los habitantes del Barrio, están llenos de relatos sobre su historia con la Barranca. Narran que en sus laderas hubo agricultura, pesca, caminatas familiares, aventuras compartidas y por supuesto, historias de amor que hoy cierran promesas con candados en El Mirador. 

Candados en los miradores del Parque Mirador. Fuente: Elaboración propia

Es evidente que la Barranca de Oblatos-Huentitán es un cuerpo vivo que ha sido habitado, recorrido y amado durante generaciones. Ahí florecen formas de vida multicolor, totalmente ajenas a quienes nacimos entre smog y sol. Eso nos ayuda a entender que para los Huentitanes, la transformación está marcada por lo que ya no está. Vicente, que llegó a Huentitán siendo un niño todavía, lo recuerda:

Antes, los fines de semana bajábamos la Barranca y llegábamos al río. Ahí, la gente de Arcediano nos preparaba lo que habían pescado. Los veías ahí con sus redes, dándole, y les gustaba recibir visitas, creo que todos lo disfrutamos. Hasta que los sacaron. Ellos no entendieron nunca por qué. Los convencieron de que era por el bien de todos y que en la ciudad se iban a adaptar rápido. Pero cómo se iban a adaptar si aquí lo tenían todo. Eran felices con su Barranca.“ 

Antiguo puente de Arcediano. Fuente: @Guadalajara Secreta

Yo me pregunto qué sería del Pueblo de Arcediano si no hubieran sido desplazados, ¿la contaminación del Río Santiago los habría envenenado? “La contaminación mató a los peces, fueron desapareciendo. Luego los pájaros y los animales grandes. Antes veías de todo, de verdad. Eran unas aves hermosísimas. Pero la contaminación del río los ha ido matando. Ahora hay muy poco.” Pero no sé si es peor irse con el sentimiento del despojo. Y los Huentitanes lo saben, lo recuerdan. Ven en la historia de sus vecinos el testimonio de lo que les podría pasar. 

Los frutos que viajaban en tren

Cuenta Don Toño que Huentitán era muy dinámico y rico. Como se encontraba en el límite de la ciudad, había cerca una estación de tren que llevaba frutos y otros productos a otros estados. En el Barrio se juntaban todo tipo de productores, barranqueños, huentitanes y de otros poblados que iban y venían. “Eran tiempos muy movidos, pero también muy felices. Huentitán era famoso por sus fiestas, y éramos muy escandalosos”. Sus fiestas patronales y actividades arrieras se mezclaban con los primeros brotes de una etapa formal de institucionalización y desarrollo. Se edificaron recintos culturales y educativos de todo tipo, como el Planetario, el zoológico y el campus de la Universidad. Los huentitanes estaban muy orgullosos, tenían sus costumbres, su vida, su tranquilidad, su vecindad y su verdor, pero también la cultura, mezcla y adrenalina de una nueva etapa.

Las actividades recreativas y deportivas eran parte el espíritu del Barrio. Era muy común que además de las actividades de sustento, los vecinos dedicaran mucho tiempo en la Barranca, corrían, subían y bajaban, hacían deporte por gusto y profesionalmente, y hacían comunidad ahí. Don Toño y Vicente recuerdan perfectamente lo que es correr bajo la lluvia, cuando en el suelo hay anís y al pisarlo se desprende un olor rico y refrescante. Estar acalorados y abrazar a un árbol que les responde con un aroma especial, mezcla de sombra, trinos y Barranca que les permite respirar, y dejar las penas y preocupación a un lado. Los Huentitanes aman íntimamente sus árboles, y como ellos dicen —y como también dirá Javier en su relato—: uno no defiende lo que no ama. Por eso se unieron vecinos y colectivos en la recolección de firmas por todo Guadalajara para solicitar que se declarara a la Barranca como Área Natural Protegida. Interpusieron demandas para que las construcciones no pudieran podar los árboles que todavía existen en “El Disparate”, zona donde actualmente se construye la Arena Guadalajara. Reforestan y hacen recorridos de observación de aves para entender las relaciones de interdependencia de su ecosistema.

El árbol como símbolo de la lucha. Fuente: Reporte Índigo

Los parques donde ya no juegan

Mirzha recuerda con cariño las tardes en las que llevaba a sus hijos al Parque Mirador y al Parque Natural. “Nosotros no somos de estar adentro, nos gustaba salir, salir mucho. Entonces íbamos al parque, no había celulares ni nada con que entretenerlos. Mis hijos crecieron yendo al menos 3 días a la semana al parque. Pero no era esto, estaba lleno de verde, lleno de fresco. Corrían, se cansaban, eran libres.” Margarita me lo aclaró. El parque es un lugar de cuidado. Muchos prefieren un día de campo en los parques del Barrio que ir a una plaza por el bienestar que les da la Barranca y los árboles. Pero además, no se compara el gasto en una plaza con el gasto en un parque. En la plaza son al menos mil pesos entre estacionamiento, cine, comida, papitas. En cambio en el parque, llevas tu comida y puedes estar sin preocuparte. Te recargas en la Barranca.” Su hijo, Javier, extraña especialmente las canchas de fútbol donde pudo pasar una infancia y adolescencia segura. Y tiene el compromiso de regresarle a los niños eso que él recibió, la oportunidad de desarrollarse sanamente en la convivencia y el deporte, lejos de la inseguridad.

Aún así, los parques han sido deliberadamente abandonados por las administraciones recientes. “Empezaron a utilizar el Parque como basurero. Todo eso era un solo predio, y primero llevaban ahí los puestos y carritos que levantaban. Luego se lo dieron a exa para que sembrara árboles. No había limpieza, estaba terrible. Entonces nos empezamos a organizar. Íbamos las señoras a limpiar, a podar, a quitar arañas. Había de todo. Y pintamos. Pusimos los asadores. Los negocios vecinos nos donaron materiales. Y acabando de limpiar llevábamos comida para todos y compartíamos. Les avisamos a los vecinos para que supieran que podían regresar, porque el parque es nuestro”. Los Huentitanes y los estudiantes han tenido que defender todos sus parques. El Mirador, donde intentaron evitar la tala de especímenes de más de 30 años para construir un museo (que no ha concluido), el Parque Natural, y “el Miradorcito”. Han acampado, reforestado, limpiado y rehabilitado estos espacios. Por eso, muchas actividades de Huentitán Resistencia son en el Parque Mirador. Ahí hacen teatro con los alumnos de la UdG, proyectan películas y documentales, bailan salsa. Los parques son espacios profundamente suyos, de todos los Huentitanes. 

Obra de teatro “Nube Naranja Amarilla” en el Ágora del Parque Mirador. Fuente: Instagram @huentitanresistencia.ac

Las memorias vivas son memorias peligrosas… y resistencia

La socióloga colombiana María Teresa Uribe llamó memorias peligrosas a aquellas que no han sido integradas en los discursos oficiales ni en los medios. Pero permanecen latentes y pueden activarse con fuerza política cuando el duelo ha sido negado, postergado o criminalizado. Son memorias que se encarnan en las cicatrices de los territorios y que, al ser compartidas, generan una potencia que desborda lo permitido. Son las voces de quienes sostienen la resistencia cuando las cámaras se apagan y los reflectores se retiran. 

Merecen ser escuchadas, nombradas y protegidas. 

Imagen: Aniversario del desalojo de Parque Resistencia.  Fuente: Elaboración propia

Cuando los Huentitanes respiran la Barranca, cuando andan en sus parques, observan sus vistas, pueden leer el mapa de ausencias como quien lee obituarios de los que ya no están. Y sus historias ponen los sueños, los problemas, y también los duelos en colectivo. La memoria, cuando se enraíza en el territorio, cuando se encarna en los cuerpos y se activa en comunidad, deja de ser una evocación nostálgica para convertirse en una forma de resistencia radical. Es peligrosa para el poder, porque nombra lo que se quiere hacer olvidar, y porque, desde el recuerdo, imagina lo que aún puede ser, lo que aún puede transformarse. 

Los Huentitanes saben que el capital puede exigirles el mismo sacrificio que a Arcediano, y eso no lo piensan aceptar. El duelo es una resistencia que se moviliza en comunidad.

El arte de resistir con ternura: los lenguajes del corazón

Los guardianes de Huentitán tienen la sensibilidad para hacer poemas, canciones, altares y hasta obras de teatro. Continuamente buscan la manera de expresarse y de conectar con otras generaciones. Cuando fui, había una colecta de juguetes para quienes enfrentan una mayor segregación territorial, social y ambiental. Y los niños y jóvenes contaban entre risas sobre la vez que Simón se disfrazó del Chavo y hacía una interpretación graciosísima. El mismo Simón que antes había armado catrinas enormes para la Ofrenda en el Templo de “la Piedrita”, el segundo más antiguo de Guadalajara, su gran orgullo.  Y que escribió un poema para la tercera edad que empezó a pintar en la pared del DIF local. Lo borraron porque a los Huentitanes les parecía triste. Para mí era hermoso. 

“Qué triste es llegar a viejo
sentado al final de mi aposento
solo con el perro y mis recuerdos.
Pero hoy, ¿qué es lo que digo?
Nunca me lamentaré de envejecer.
Vengo de una vieja escuela
donde de graduado quedé.
Tengo madurez, conocimiento, lealtad
y mucho respeto a los demás.

Hoy, mi corazón respira profundo
con mis ojos envejecidos y cerrados
saboreando mis lágrimas,
a la calle salgo
y le sonrío a todo el mundo.

Simón cautiva con la palabra y con sus gestos, pero también es fuerte, cargó árboles en Parque Resistencia y defendió a sus amigos y a sus árboles cual león. “Lo hubieras visto el día del desalojo, ¡se les puso bien bravo!” Recuerda Javier.

Simón invitando a cuidar los árboles de Huentitán durante su presentación del Chavo del 8. Fuente: Simón

Cuidar la memoria, cuidar a quienes la sostienen

Huentitán Resistencia es una mezcla viva de sentidos que se acompañan sin exigirse pureza. La diversidad hace que su resistencia sea más humana, más situada, más real. Ahí están los estudiantes y jóvenes que aprendieron a resistir cuidando árboles, bailando salsa, organizando talleres mientras aprenden a denunciar injusticias con los vecinos que han vivido ahí tanto que no necesitan mapas porque la Barranca está en su cuerpo. Como bien dijo Javier Armenta, presidente de Huentitán Resistencia A.C. “Aprendí que uno no cuida lo que no conoce. Uno no defiende lo que no ama. No se puede defender la Barranca por la foto de su paisaje, tienes que vivirla, hacer ahí memorias propias… Por eso, lo que me ha dado, yo se lo quiero  devolver.”

Antes de cerrar, conviene recordar que lo que sostienen los Huentitanes no es solo un parque ni una causa judicial: es una memoria viva que, como dice la socióloga Elizabeth Jelin, es profundamente política. Se enfrenta al olvido planificado, al despojo disfrazado de desarrollo y a los discursos que buscan borrar lo que aún no ha sido vencido.

Y este 30 de agosto, cuando Javier lea su relato, muchas de esas memorias lo estarán acompañando, respirando entre los árboles, escuchando, resistiendo.

Antimonumento conmemorativo de la resistencia en Huentitán. Fuente: Instagram fj_armenta

***
Para conocer más sobre la lucha de Parque Resistencia Huentitán 

“Parque Resistencia Huentitán”: una lucha que seguirá firme a pesar de la represión y la criminalización

https://www.ntrguadalajara.com/post.php?id_nota=208137

 

Sobre el pueblo de Arcediano y su desalojo

https://www.informador.mx/jalisco/Jalisco-Lo-conoces-El-misterioso-pueblo-FANTASMA-en-el-fondo-de-la-Barranca-20240119-0101.html

https://www.jornada.com.mx/2006/05/12/index.php?section=estados&article=039n1est

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