En México, hablar de desigualdad no es repetir un lugar común: es nombrar una herida abierta. El informe “¿Derechos o privilegios? Una mirada a la ENIGH 2024 desde las desigualdades”, elaborado por Oxfam México y Gatitos contra la desigualdad, pone cifras y argumentos a lo que millones de hogares viven cada día: que la riqueza está concentrada en muy pocos y que, para la mayoría, ejercer derechos básicos sigue siendo una batalla cuesta arriba.
Por Ana Paula Carbonell/@AnaPauCarbonel1
El informe “¿Derechos o privilegios? Una mirada a la ENIGH 2024 desde las desigualdades” analiza los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH 2024) y revela con precisión quirúrgica un panorama que combina avances mínimos, retrocesos preocupantes y desigualdades estructurales que persisten, incluso cuando la economía parece crecer.
Una distribución que perpetúa privilegios
Los números iniciales son lapidarios: el 10% de los hogares con más recursos acapara el 54% de todos los ingresos del país, mientras que, el 10% más pobre sobrevive con apenas el 2% del total. Dicho de otra forma: la rebanada de pastel de quienes más tienen es 27 veces mayor que la de quienes menos poseen.
Pero la cima es todavía más escandalosa: el 1% más rico concentra el 35% de los ingresos. En 2024, las personas de ese grupo recibieron en promedio $958 mil 777 pesos al mes por persona, cuando en el decil más bajo el ingreso fue de $2 mil 168 pesos mensuales, es decir, poco más de $70 pesos diarios. El abismo es de 442 veces.
Incluso, dentro del 10% más rico hay fracturas enormes. Los hogares ubicados entre el percentil 91 y 95 reciben cerca de $32 mil 651 pesos al mes por persona, pero los del 1% de la cima multiplican esa cifra por 30. El informe subraya que hablar de “los ricos” sin distinguir capas internas borra diferencias brutales que solo hacen más evidente que el país está diseñado para unos pocos.
Los pobres ganan un poco más… los ricos mucho más
Entre 2018 y 2024, los ingresos en México crecieron en promedio 19% por persona. La buena noticia es que los más pobres vieron incrementos relativos mayores: el decil I aumentó sus ingresos en 29%, mientras que, el decil X creció también un 19%. La paradoja es que el 1% más rico tuvo exactamente el mismo crecimiento porcentual que el 10% más empobrecido: 29%.
El contraste está en lo absoluto. Para los hogares más pobres, ese crecimiento implicó $492 pesos adicionales al mes por persona (unos $16 pesos diarios). En cambio, para el 1% más rico significó más de $213 mil pesos adicionales al mes. Es decir: mientras los más pobres ganaron lo suficiente para medio llenar la despensa, los más ricos aseguraron nuevas propiedades, viajes o inversiones.
El informe reconoce un leve avance en términos estadísticos: el coeficiente de Gini (la medida estadística que se utiliza para evaluar la desigualdad de ingresos en un territorio; su valor va de 0 a 1, donde 0 indica igualdad perfecta y 1 desigualdad perfecta). pasó de 0.68 en 2018 a 0.63 en 2024. Sin embargo, México sigue entre los países más desiguales del planeta, comparable con Colombia, Namibia y Sudáfrica. Una desigualdad que no se reduce con pequeños incrementos: se perpetúa y se hereda.
El peso del género: desigualdad dentro de la desigualdad
La desigualdad no se mide sólo entre personas pobres y ricas. También se cuela en las dinámicas familiares y en quién encabeza el hogar. La ENIGH 2024 muestra que en México:
- El 41.5% de los hogares están encabezados por hombres con pareja e hijos, la configuración más frecuente.
- El 17.9% son hogares liderados por mujeres solas con hijas e hijos, es decir, madres que cargan con todo.
- Solo el 3.3% de los hogares son encabezados por hombres sin pareja pero con hijas o hijos.
Aquí la brecha se hace evidente: los hogares monoparentales con jefatura femenina tienen ingresos promedio por persona de $11 mil 548 pesos, menos de la mitad de lo que reciben otros hogares ($24 mil 070). Además, cuando logran llegar al decil X, sus ingresos son muy inferiores a los de otros hogares en la misma categoría: en promedio $85 mil 900 pesos menos por persona.
El informe concluye que maternar en México cuesta más que dinero: cuesta oportunidades, movilidad social y acceso a derechos. En los deciles más altos, las mujeres siguen topando con techos de cristal, mientras que en los más bajos concentran las mayores precariedades.
Gastar para sobrevivir, gastar para elegir
La desigualdad también se refleja en cómo gastan las familias. En promedio, el gasto mensual de los hogares pasó de $14 mil 465 pesos en 2022 a $15 mil 796 en 2024, un aumento de 9% que superó la inflación del mismo periodo.
Sin embargo, la forma en que se distribuye ese gasto cambia radicalmente según el ingreso:
- El 10% más pobre destinó casi la mitad de su dinero (47%) a alimentos, lo mínimo para sobrevivir.
- El 10% más rico dedicó menos del 20% a alimentación y pudo gastar tres veces más en educación y esparcimiento que los hogares pobres.
El informe lo dice con claridad: “algunos hogares gastan lo que tienen en lo que necesitan para sobrevivir, mientras que otros gastan lo que tienen en lo que quieren”. La diferencia entre la necesidad y la elección es, en sí misma, una definición de privilegio.
En rubros como los cuidados —que incluyen atención a infancias, personas mayores y autocuidado— se revela la carencia: mientras las familias con más recursos pueden pagar servicios privados, las más empobrecidas deben absorber esos costos con trabajo no remunerado, casi siempre de mujeres.
Transferencias, programas y herencias: espejismos de redistribución
Un mito recurrente es que los programas sociales son la principal explicación del aumento de ingresos. El informe aclara que el mayor motor del crecimiento fue el incremento en los ingresos laborales, impulsados por el aumento al salario mínimo y reformas laborales.
Las transferencias sí crecieron (hasta 133% en promedio respecto a 2018), pero su distribución fue desigual: los hogares con más ingresos recibieron, en términos absolutos, los mayores beneficios.
Las herencias y legados, por su parte, confirman la reproducción del privilegio: el 20% más rico concentra casi la mitad de todas las herencias recibidas en 2024. El decil X, por sí solo, se quedó con el 26%. Es decir, el patrimonio se transfiere de generación en generación en los mismos círculos de riqueza.
Derechos condicionados al decil
La pregunta que da título al informe es directa: ¿vivimos en un país de derechos o de privilegios?
Cuando los ingresos determinan qué tanto se puede gastar en salud, educación, vivienda o cuidados, la respuesta parece evidente: lo que llamamos derechos están sujetos al decil en el que naciste.
En un México ideal, los deciles deberían repartirse de manera equitativa el 10% de los ingresos cada uno. Pero en la realidad, los hogares del primer decil apenas alcanzan el 2% y los del décimo acumulan 54%. Una ecuación que convierte la igualdad formal en un espejismo y a los derechos en bienes de lujo.
Una advertencia y un llamado
El informe de Oxfam y Gatitos contra la desigualdad no solo presenta datos, sino que lanza un llamado: México necesita políticas redistributivas más ambiciosas, inversión en servicios públicos gratuitos y de calidad, y medidas específicas para cerrar las brechas de género.
De lo contrario, la herida seguirá abierta: personas que tienen ingresos que apenas suben unos pesos al día, las madres autónomas en la precariedad, personas enriquecidas acumulando más herencias y privilegios.
“Los derechos no deben depender del decil en el que naces”, concluye el documento. La pregunta sigue vigente y duele: en México, ¿tenemos derechos, o son solo privilegios para unos cuantos?
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Puedes leer el informe completo aquí.


