La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Las llamas se alzan y queman. Su mordedura duele aun cuando sólo la vemos a través de las pantallas. Las llamas matan, hieren, también indignan y despiertan: la gente reacciona a la tragedia sin entender qué está pasando: hay que salvar vidas. Lo hemos visto en sismos, en huracanes y lo vimos el miércoles, después de la explosión de la pipa en Ciudad de México. Las personas hacen lo que pueden con lo que tienen, siempre.
La tragedia ocurrió un miércoles de septiembre de 2025, pero es imposible no pensar en el lunes 19 de noviembre de 1984 en San Juan Ixhuatepec (San Juanico), en el miércoles 22 de abril de 1992 en Guadalajara, en el domingo 19 de diciembre de 2010 en San Martín Texmelucan. Estas tres fechas que vienen a mi cabeza de pronto tienen un común denominador: la negligencia. De la más reciente, se ha dicho —como se dijo en las anteriores— que se va a investigar para dar a conocer las causas y deslindar responsabilidades.
Un paseo rápido por esa jungla de odio y desinformación que es LaRedSocialAntesConocidaComoTwitter permite darse una idea de cómo está la temperatura social: como ocurre con todos los temas, la polarización está a la orden del día ya para culpar ya exculpar al gobierno, para culpar al chofer, para culpar a la empresa.
Hasta el momento en el que escribo esto la versión oficial dice que una de las causas probables es que la pipa era conducida a exceso de velocidad, razón por la cual se volcó; otra versión que anda circulando, no oficial, dice que en realidad la pipa iba esquivando baches, debido al pésimo estado de la avenida, y por eso perdió el control y se volcó; hay versiones que dicen que el chofer intentó escapar, hay versiones que dicen que en realidad intentó parar la fuga activando una válvula y como no pudo se puso a advertirle a la gente que debía de salir corriendo y luego de plano se puso a empujarla para alejarla; se corrió la versión de que la empresa no tenía un seguro contratado y la empresa respondió que no tiene una póliza sino tres. Versiones van y vienen y mientras tanto la cuenta —cuando escribo— suma ya 8 muertos y 94 heridos, 22 en estado crítico; por ahí vi un post que ya no pude guardar en el que se mencionaba que según algunos empleados ya había reportes de que la pipa requería un mantenimiento —sí, en la válvula— que había sido pospuesto. No pude indagar más: lo único que sé es que en estos casos cuando la autoridad se compromete a “llegar al fondo de las cosas para que se haga justicia”; cuando hay tantas versiones yendo y viniendo; cuando pudo ser el exceso de velocidad, pero también la falta de mantenimiento de la grúa, pero también el pésimo estado de la calle; cuando sabemos todo y no sabemos nada, lo más seguro es que las víctimas se queden sin justicia.
Negligencia e impunidad hacen una pareja que tiene una gran descendencia en este país.
Unos días antes, en otro lugar, lejos de la capital pero cercano para nosotros, el agua no deja de caer del cielo y de subir en el suelo. Las calles se inundan, los autos se detienen, la gente queda atrapada. Los minutos se vuelven horas y muchas personas no sólo no pueden llegar a sus casas: ya amaneció y tienen que regresarse al trabajo en vivo porque quedaron atrapados en otra inundación. Las imágenes hablan: gente tirada en el piso de un camión, despatarrada en los asientos, encerrada sin poder ir a ningún lado y sin que ni una sola autoridad pueda brindarle auxilio; los titulares consignan: personas tuvieron que dormir en sus autos porque estos quedaron varados y ellas, atrapadas.
Imposible no recordar, otra vez, el video de la funcionaria que hace unas semanas salió a decir muy alegremente que “el punto” no es si el área metropolitana se inunda o no, porque va a seguir inundándose, sino preguntarse “cómo nos vamos a adaptar”. El salvavidas está en uno, ha de pensar. ¿Cómo se adapta alguien a quedarse varado en el transporte público? ¿Cómo, a llegar un día después a casa o no llegar, porque ya era necesario regresarse a trabajar? ¿Cómo, a perder el patrimonio por causa de una inundación que tiene muchas causas y a cuya responsabilidad rehúyen las autoridades?
El colmo: el cinismo se materializó en la figura de Gerardo Quirino, alcalde de Tlajomulco, quien prefirió ir a dar su informe de “gobierno” antes que atender la contingencia que también ocurría en su municipio. En esta vida hay prioridades y él las dejó claras ese día. En el colmo del colmo, en su discurso se atrevió a decir, según consigna el boletín del ayuntamiento:
“Este año es un año de estar siempre cerca, porque siempre cerca no es un eslogan, siempre cerca es una visión de gobierno, un compromiso con la gente, la regla para chambear de manera permanente todos los días”.
Creo que las y los tlajomulquenses que padecieron la tormenta del lunes no lo vieron muy cerca que digamos, pero pues cada quién vive la fantasía que quiere, aunque debe ser muy bonito tener esas fantasías de cercanía y adaptación con cargo al erario.
Mientras tanto, la ciudadanía tiene que seguir, a pesar de sus autoridades y ahora, además, en contra de los elementos.


