El coro de alumnos del CUI (Centro Universitario Ignaciano del ITESO) surgió en 2016 tras un campamento inspirado en los ejercicios espirituales de San Ignacio y desde entonces se ha posicionado como un espacio comunitario para la universidad, donde el canto y la música se convierten en voz colectiva.
A lo largo de sus presentaciones, el coro ha abordado temáticas de derechos humanos, al tiempo que ha buscado transmitir esperanza y fortalecer el acompañamiento entre sus integrantes. Sus actividades combinan la expresión artística con la reflexión social, sosteniendo un espacio abierto y seguro donde cualquier persona puede participar para encontrar un medio de diálogo y vinculación.
Por Vanessa Briseño / @nevervb
La idea de crear el coro de alumnos del Centro Universitario Ignaciano del ITESO (CUI) nació en 2016 durante un campamento inspirado en los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, explicó en conversación con ZonaDocs Lucian Baruqui, acompañante del coro. En ese espacio, alrededor de una fogata y acompañado de la guitarra, Lucian improvisó junto con algunos profesores un pequeño coro para animar la celebración final del encuentro.
A partir de esa experiencia, los integrantes del CUI lo invitaron a replicar la iniciativa dentro de la universidad como un voluntariado adicional, al lado de proyectos vinculados con migración, justicia ambiental, realidades indígenas e infancias. Desde entonces, el canto coral se convirtió en un recurso para trabajar la interioridad, la espiritualidad y la construcción de comunidad, consolidándose como un espacio donde “las voces individuales encuentran fuerza al unirse en colectivo”.
Tras un periodo de intermitencia marcado por la pandemia, el coro retomó sus actividades en 2022 y desde entonces ha presentado repertorios que reflejan una profunda reflexión sobre temas sociales y de derechos humanos. Su primer concierto, Noviembre Muerto (2016), abordó la violencia y la memoria en México a través de casos como Tlatelolco, Acteal, feminicidios, migración y la crisi de desapariciones, línea que retomaron en otoño de 2023 con Noviembre Muerto (2.1).
En primavera de 2024 presentaron Amanecer, una propuesta centrada en la esperanza tras la oscuridad, y en 2025 ofrecieron Florecerá, inspirado en la idea de que “la vida persiste pese a la violencia y la pérdida”, concierto que también recogió el impacto del descubrimiento en el rancho Izaguirre. Este mismo año participaron en una colaboración con un coro infantil dirigido por Isabel de la Mora, con quienes llevaron un concierto lúdico a FM4, espacio de atención a personas en situación de movilidad.
Sobre el funcionamiento del coro, Lucian relató que se compone de varios niveles como un espacio de encuentro y diálogo:
“En principio todas las personas son bienvenidas. No me importa si piensan que no saben cantar o cuál sea su relación con el canto o con la música; es un espacio de una población constante que, por el simple hecho de la convivencia, ya se genera una comunidad”.
Señaló que se procura un ambiente seguro en el que “no se permiten las violencias de ningún tipo”. También destacó que se busca la participación comunitaria, ya sea a través de solos o de lecturas, y que el diálogo se da todo el tiempo en la construcción del repertorio. Para él, lo más significativo es que al abordar temáticas críticas que mueven a las juventudes, surgen momentos de acompañamiento y apoyo mutuo, donde integrantes que llegan con inseguridad logran sorprender en el escenario gracias al respaldo de los lazos que se forman en el proceso.
Además, Lucian reafirmó que el canto en el coro se entrelaza con la reflexión sobre la realidad social actual. Recordó que “las personas cantamos antes de hablar”, y que el canto ha sido históricamente una forma de comunicación, comunidad y denuncia, tanto en contextos no occidentalizados como en sociedades occidentales.
Explicó que al inicio trabajaron con canciones guerrilleras de los años setenta, muy explícitas en su contenido político, pero que actualmente el reto ha sido encontrar sentidos más profundos en letras contemporáneas seleccionadas por lxs propixs estudiantes. En ese proceso, algunxs participantes llegan con una sensibilidad social previa adquirida en otros espacios del CUI, mientras que otrxs lo hacen desde lo artístico, y ambos caminos se complementan para dar al coro una dimensión colectiva:
“Más allá de los usos o las funciones actuales o comerciales que tiene la música, pues siempre ha tenido una función comunicativa, colectivizante y de denuncia”, afirmó.
Igualmente, señaló que el mensaje del coro hacia la comunidad universitaria y hacia quienes lo escuchan fuera de ella parte del poder de la unión entre varias personas: “(Debemos pensar que) mi voz en lo individual tiene un peso, pero nuestras voces puestas en común tienen un peso mucho mayor”.
Paralelamente, comentó la importancia de dar destellos de esperanza en cada presentación, al visibilizar realidades dolorosas sin quedarse únicamente en la desesperanza. Para él, la propuesta se fundamenta en la convicción de que la música y el canto son dimensiones inherentes a las personas, más allá de hacerlo “bien o lindo”, pues lo esencial es hacerlo porque gusta, porque mueve y porque permite conectar con lxs demás.
Como reflexión final, Lucian extendió una invitación a toda persona interesada en el canto y la música, dentro y fuera del ITESO, a usar su voz como vehículo de expresión y encuentro. Remarcó que, si se trata de estudiantes de la universidad, pueden integrarse al coro del CUI, y que quienes no forman parte de esta comunidad siempre tienen la posibilidad de buscar o crear espacios donde su voz sirva como motor para conocerse, vincularse con otras personas y hablar en libertad.
