#MedioAmbiente
En Ecuador, los ríos tienen voz. Desde el San Pedro hasta el Saloya, comunidades enteras luchan para que el agua siga corriendo libre, enfrentando a gobiernos, empresas y políticas extractivas que buscan desviar su cauce. Con mingas, demandas y rituales, hombres y mujeres reavivan el vínculo sagrado con la naturaleza y defienden su derecho —y el de los ríos— a seguir existiendo.
Corre río
Río Saloya
Agua de ensueño Deseo poderte salvar
Por ambición quieren desviar
Quieren secar la sangre de mis venas El corazón se parará
Y morirá todo un ecosistema
Salvemos al río Saloya
Resiste río Saloya
Por Sofía Pontiroli / @sofia.pontiroli (IG) / @SofiaPontiroli (X)
Ecuador cuenta con más de dos mil ríos y arroyos distribuidos por todo el país. Muchos de ellos atraviesan ciudades importantes como Quito, y han sido testigos del abandono, del crecimiento urbano y de la industrialización. Los ciudadanos y las empresas llevan décadas utilizándolos como cloacas, en donde vierten sus desechos domésticos, industriales y agrícolas. En los últimos años, activistas, abogados, civiles y organizaciones ambientales se han movilizado para exigir justicia, y dar una nueva vida a los ríos contaminados. En un país que reconoce a la Pachamama – naturaleza – como sujeta de derechos, gracias a la Constitución del 2008, las demandas han encontrado un camino legal inusual: los ríos son seres vivos, y tienen derecho a ser rescatados.
El despertar en el Río San Pedro.
Maribel es coordinadora del colectivo Rescate del Río San Pedro, uno de los ríos que se encuentra cerca de la ciudad de Quito. Recuerda el momento que la llevó a convertirse en activista: “Durante la pandemia todos estábamos encerrados, desesperados por salir a zonas verdes. Un día decidí salir con mi hija al río, y lo vi muy sucio, con basura flotando. Mi hija quiso meter la mano para recoger una piedrita, y yo instintivamente le prohibí hacerlo. Me sentí muy triste, así que puse un post en Facebook: propuse hacer algo al respecto”.
Su publicación llegó a otros vecinos, y en junio de 2021 nació el colectivo, cuyo objetivo principal es poder volver a bañarse en el río, como lo hacían hace años. “Los papás o los hermanos de varias personas de nuestro colectivo, nos cuentan que lo vieron hace 30 o 40 años limpio, y se podían bañar en el río”. Pronto, no solo vecinos se fueron uniendo a la causa, sino también científicos, profesores de universidades y cuidadores del medioambiente, que compartían la misma preocupación.
Maribel es psicóloga, y todo lo que sabe sobre la preservación de los ríos lo aprendió en estos 4 años. “Hemos aprendido que el río está vivo, que el río es sagrado, que tenemos que pedirle permiso para bañarnos. El río nos llama, nos está pidiendo ayuda”.
El colectivo se organiza para realizar mingas de limpieza: en Ecuador, las mingas son trabajos, principalmente agrícolas, colectivos y gratuitos con fines de utilidad social. La primera minga fue realizada en noviembre de 2021, y en los años se han llevado a cabo 25, con una participación de aproximadamente 120 personas en cada una. En muchas invitaron a medios de comunicación para que pudieran difundir el trabajo de retiro de basura que estaban realizando, además de evidenciar la suciedad del río y crear conciencia en toda la comunidad.
“En los países andinos hay una acción comunitaria que se llama la minga, también nosotros usamos mucho la palabra en diversos contextos. Por ejemplo, si alguien se va a mudar, hacemos una minga: significa que todos metemos la mano, que todos ayudamos y hacemos algo. En el río hacer una minga es hacer una acción de limpieza, retirar la basura, que es lo único que podemos hacer con nuestras manos”.

Realizar mingas es muy importante para el rescate de los ríos, afirman las hidrólogas del colectivo Rescate del Río San Pedro.
“Nuestras compañeras nos comentaron que el río estaba enfermo, y nos explicaron cuáles enfermedades lo afectan: la basura, el agua residual, la contaminación industrial. Viendo esas enfermedades, vimos que la única manera de hacer algo como ciudadanos era limpiar la basura”.
Y no se trata solo de recolectar basura: después de la jornada, los participantes de la minga realizan un Pamba Mesa, un espacio de convivencia y aprendizaje comunitario, en donde se comparte comida y se reflexiona sobre la importancia de no contaminar y preservar nuestra naturaleza. Además, se han llevado a cabo rituales, que consisten en diferentes actos de agradecimiento al río: llegaron pastores o sacerdotes a bendecirlo, además de líderes de comunidades indígenas que compartieron sus conocimientos. Gracias a todos ellos, ahora el colectivo celebra sus propios rituales.
El colectivo ha realizado mesas de trabajo con el municipio para el rescate del Río San Pedro, sin embargo, las autoridades no han accionado de manera concreta. Aunque contaminado, el Río San Pedro se encuentra en mejores condiciones que el Río Machángara, considerado el más sucio de la ciudad, y que el Río Monjas, que también atraviesa zonas del valle y cuya degradación ya es evidente. Se lograron avances a nivel legal con estos ríos porque pudieron presentar más pruebas históricas y su estado de contaminación es más grave.

El Monjas, el primer antecedente.
En enero de 2022, el Río Monjas fue el primero de Quito en ganar una sentencia que lo reconociera como sujeto de derechos. Este río recibe mucha agua residual y agua de lluvia, y un mal manejo por parte del gobierno causó que varias propiedades comenzaran a erosionarse, en específico una casa histórica. Aunque al principio la demanda se enfocó en el riesgo que corrían los propietarios de perder sus casas, pronto se transformó: científicos y expertos se sumaron a la causa, argumentando sobre el derecho a una ciudad segura y un manejo adecuado de los recursos naturales. Esta sentencia promovió muchas acciones importantes de políticas públicas, como la creación de una ordenanza verde-azul en julio de 2023, que garantizara la protección del río y de los ciudadanos.
“Ese fue el primero que ganó una sentencia, pero no ganó el río, sino el propietario de la casa en riesgo. Sin embargo, dentro de la sentencia salieron algunas cosas más allá de este río, en beneficio a los demás. Ahí comenzó este movimiento de recuperación, de conciencia sobre los ríos”, afirma Maribel.
Hasta entonces, no se había hablado de la grave condición en la cual se encontraban los ríos de Quito. Este triunfo mostró que se podían empezar a buscar nuevas herramientas para exigir cambios concretos y reales en políticas públicas y urbanas. Ricardo, miembro de Acción Ecológica, afirma que se marcó un precedente muy importante:
“La demanda inicial en el caso del río Monjas vino de la ciudadanía, que interpuso una acción de protección para defender una propiedad que además era patrimonio histórico de la ciudad. Nosotros asumimos parte de ese proceso también: ocupamos un recurso llamado silla vacía”.
La “silla vacía” es un mecanismo con el cual organizaciones sociales, colectivos o ciudadanos pueden participar en la construcción de una ordenanza para la ciudad (Dialnet, 2019). Aunque no tengan voto, pueden participar en las sesiones del Consejo Municipal, para estar presentes a la hora de debatir temas que les afectan directamente. La organización Acción Ecológica utilizó este recurso para participar formalmente en el proceso de discusión sobre el Monjas: ahí, pudieron aportar su experiencia sobre el cuidado del medioambiente y presionar para que la defensa del río quedara incorporada en la política municipal. “Esto es un primer antecedente histórico importante, porque es una declaratoria de un río de la ciudad como sujeto de derechos”, afirma Ricardo.

El Machángara: un río que de cloaca se volvió sujeto de derechos.
El río Machángara es el principal río de Quito, abarcando 23 kilómetros. Históricamente, ha sido la cloaca de la ciudad: la población y las empresas están acostumbradas a utilizarlo como basurero, vertiéndole escombros, basura, residuos domésticos e industriales. Ninguna administración del municipio se preocupó por eso, y no realizaron ninguna acción concreta para cambiar la situación, aunque ya se habían propuesto planes de descontaminación. Sin embargo, el precedente del río Monjas inspiró a varias organizaciones, ciudadanos y activistas para que realizaran una acción de protección a favor del Machángara.
Elena es ex coordinadora general del Cabildo Cívico de Quito, una organización que reúne colectivos y organizaciones de Quito para abordar diferentes problemáticas en la ciudad, incluyendo las ambientales. Es una de las tres accionantes que participaron en la demanda por el rescate del río Machángara, representando a la ciudadanía. El proceso de lucha empezó en 2020, involucrando iniciativas como mingas y eventos de concientización social, que incluían a los ciudadanos y a universidades. En junio de 2023, empezaron a elaborar la demanda por el río, que se ingresó en mayo de 2024.

La demanda que se llevó a cabo fue compleja, pero las pruebas irrefutables: el municipio no controlaba las descargas de residuos en el río, y no contaba con un plan sanitario para la protección de la naturaleza y de sus propios ciudadanos. Durante la audiencia, Elena y los otros accionantes presentaron un frasco con agua del Machángara, turbia y sucia, como testimonio:
“La jueza, gracias a eso, nos dio una sentencia favorable a la acción de protección, y reconoció una falta absoluta de abordaje de este tema por parte del gobierno. El municipio no está dispuesto a ir y ver de qué manera controlar las descargas, tampoco ha planteado una opción clara e integral para el tratamiento de las aguas. No ha tenido un plan de concientización o de educación ambiental”.
Blanca, ecóloga, ha estado también involucrada en la defensa del río Machángara. Tras realizar un estudio, dio a conocer que se detectó un alto nivel de contaminación en las aguas, donde se encontró con 26 virus que afectan a los humanos. La calidad del agua, afirma, es comparable a la de una alcantarilla de París, sin ser tratada.
En agosto de 2024 el río, además de ser reconocido como sujeto de derechos, obtuvo 27 medidas de rescate de cumplimiento obligatorio; sin embargo, en abril de 2025, el municipio aceptó implementar solo 14, dejando pendientes las restantes. Las medidas que aceptaron tienen que ver principalmente con realización de estudios a las aguas del río, campañas de educación ambiental – como mostrar películas en escuelas -, e intervenciones concretas en áreas cercanas al río, como la reforestación de las riberas. Las más efectivas y complejas, fueron ignoradas.
“Las otras medidas que tienen que ver con acciones efectivas de control, por ejemplo, de construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales, tienen que ver con otros presupuestos, y tienen un plazo de ejecución que es diferente. En esos temas el municipio se lava un poco las manos, y posterga las acciones”, afirma Elena. Hasta el día de hoy, no han recibido una respuesta efectiva por parte del gobierno.

Mindo combate la construcción de una hidroeléctrica en el río Saloya.
La lucha por la preservación de los ríos no se limita a Quito. En la comunidad de Mindo, a dos horas de la capital ecuatoriana, Estefanía nos relata la lucha de su población para impedir la construcción de una hidroeléctrica en el río Saloya. La alerta la dieron algunos kayakistas que en noviembre de 2023, al atravesar el río, notaron una construcción inicial.
“Nosotros estábamos en una reunión de vecinos, cuando nos dijeron que querían comunicarnos algo”, afirma Estefanía. “Fuimos a la reunión y llegó un grupo de kayakistas, que siempre están recorriendo los ríos. Una de sus rutas habituales era el Saloya, y habían visto una pequeña construcción. Nos dijeron que algo estaba pasando, que teníamos que estar alerta”.
Al comienzo, Estefanía y su comunidad trataron de verlo como algo inofensivo; creían que el gobierno o alguna empresa estuvieran realizando algún tipo de medición en el río, y que esa construcción no iba a afectar tanto. Además, la construcción estaba a 20 kilómetros de la parroquia. Trataron de obtener información del Ministerio de Energía y Minas, obteniendo respuestas muy evasivas. Solo después de dos años de búsqueda entendieron que estaba pasando: encontraron un video de la empresa constructora, Covalco, que revelaba un desvío del 90% de las aguas del río Saloya hacia otra cuenca, construyendo una hidroeléctrica de traspaso.
“Ahí nos alertamos muchísimo más, porque nos dimos cuenta de que no era una cosa pequeñita”, comenta Estefanía.
Al darse cuenta de la magnitud del proyecto, los ciudadanos de Mindo se organizaron para colaborar con expertos. Blanca, la ecóloga que había participado en la defensa del río Machángara, señaló que la metodología utilizada por la empresa para calcular el caudal ecológico era prohibida.
El caudal ecológico es la cantidad mínima de agua que necesita un río para que no se quiebren sus ecosistemas y las comunidades que dependen de él dejen de ser beneficiadas (Red de Agua UNAM, 2010). El plan de la empresa Covalco era de considerar solo el 10% del caudal como suficiente para no afectar al río y a las comunidades, avalándose de una antigua disposición que permitía a las empresas construidas antes de marzo de 2003 ese cálculo para centrales hidroeléctricas. Esta disposición ya no se encuentra vigente, como afirma el Acuerdo Ministerial No. 155 del Ministerio del Ambiente del Ecuador:
“para el cálculo del caudal ecológico no es suficiente la utilización de métodos de cálculo basado en datos históricos de caudales medios mensuales salvo que se complementen con datos históricos sobre las condiciones bióticas y físico-químicas del sector hidrográfico para demostrar que los caudales a ser adoptados son caudales ecológicos” (Ministerio del Ambiente del Ecuador, 2007, p. 15).
Estefanía explica que en este río no existe ningún punto de medición, y para proyectos tan grandes como este, la ley establece que se necesita un monitoreo hidrológico de al menos 10 años en el mismo cauce, no se pueden utilizar mediciones de ríos similares. La empresa no ha llevado a cabo este monitoreo en el río Saloya. Además, como afirma Estefania, las mediciones se realizaron en invierno: esto significa que en verano, muy probablemente, el río iba a quedarse completamente sin agua.

La comunidad de Mindo decidió organizarse para defender el río. En abril de 2024 fundaron un colectivo llamado “Río Saloya Resiste”, y presentaron una demanda de amparo en agosto del mismo año, afirmando que se habían tomado decisiones sin consultar a la comunidad, y que además la empresa constructora contaba con estudios falsos e inadecuados. Hasta la fecha, no se ha llegado a una conclusión definitiva. El 28 de agosto de 2025, se tenía planeada una audiencia final, sin embargo el juez afirmó que no tenía todavía los elementos suficientes para dictar una sentencia. Mandó a hacer un peritaje adicional, y la comunidad está a la espera de que se fije una nueva fecha para la audiencia.
Mientras tanto, la población se ha movilizado de manera constante. Se han estado enfocando en ejercer presión mediática, con la organización de festivales – como el festival “Río Saloya” en octubre de 2024 -, marchas y la publicación en redes sociales. El objetivo es obtener una resolución favorable para el río. El 29 de septiembre de 2025, se llevó a cabo una marcha en la ciudad, para pedir una resolución definitiva a la problemática.
“No podíamos concebir esa idea: ¿cómo desaparece un río? Ahora sabemos que es posible, pero también estamos más fuertes y más listos para seguir en la lucha, para seguir enfrentándolos”, concluye Estefanía.

Ciencia y esperanza.
“Hay ejemplos hermosos en todo el mundo de ríos en los que la vida volvió. No se puede volver al pasado, porque los ecosistemas tienen trayectorias específicas, pero sí se pueden recuperar funciones, sí se puede recuperar la biodiversidad”, afirma Blanca.
En todo el mundo hay ejemplos de cómo es posible rescatar ríos: Blanca menciona casos famosos como el del río Cuyahoga, en Estados Unidos, que en los años sesenta prendió fuego por un derrame de aceite y desechos inflamables. Hoy en día, en ese mismo río se permite realizar paseos en kayak y en barco, gracias a la restauración del ecosistema que se ha llevado a cabo.
“Yo no pierdo la esperanza, lo que nos mueve es el deseo de volver a bañarnos en el río Machángara, y creo que es posible”.

Blanca no es la única que no pierde la esperanza: muchas comunidades ecuatorianas siguen luchando, financiándose a través de proyectos propios y pidiendo apoyo a los ciudadanos, que se ofrecen para llevar a cabo actividades de voluntariado y recuperación de la naturaleza, no sólo relacionada con los ríos.
Dennise también participa en la lucha por el rescate de los ríos, y nos habla de proyectos de regeneración que se han llevado a cabo en diferentes barrios de Quito.
“Como organizaciones de la sociedad civil trabajamos mucho con el músculo de los barrios. Tenemos la idea de crear espacios amigables para la primera infancia, como parques. Queremos promover el contacto con la naturaleza desde una visión de cuidado. Cuando creamos estos espacios públicos, quienes mantienen el lugar, quienes nos ayudan a construir los parques, son los niños y las niñas, los vecinos y las vecinas”, comparte con emoción. “Ahí hay una especie de recurso humano y un capital social que nos permite darle mucha más sostenibilidad a los proyectos. Hemos logrado que la alcaldía maneje una agenda municipal y ambiental mucho más elevada, porque es la ciudadanía la que pide espacios públicos que antes no habían”.
Crear estos espacios en la naturaleza aumenta la calidad de vida de los ciudadanos, mejora la salud mental y crea un lugar de encuentro en donde sea placentero reunirse y crear comunidad. El contacto directo con la naturaleza en zonas urbanas es muy complicado, y el objetivo de Dennise y de las organizaciones es promoverlo cada vez más.
“No todos tienen un jardín en la casa, entonces la posibilidad de salir y tener un lugar donde puedan desenvolverse, es muy valioso. Representa un enorme retorno social, económico y ambiental para la vida de las personas”.




“Es súper importante que mientras hablamos de la protección del río, hablemos de la expansión urbana y de estos procesos extractivos que son terribles y matan a las ciudades”, comenta Denisse. “Muy seguido hemos recibido comentarios como, bueno, ¿y ustedes qué hacen? ¿Qué hacen además de quejarse? ¿Qué hacen además de poner acciones de protección? Pues, creamos estos procesos regenerativos en los barrios”.
Comunidades que dan voz a la naturaleza.
El 20 de octubre de 2008, Ecuador se convirtió en el primer país del mundo en reconocer los derechos a la Naturaleza (Observatorio Jurídico de Derechos de la Naturaleza). Esta disposición dio la posibilidad a comunidades y organizaciones de sostener las demandas a favor de sus ríos, que merecen ser salvados y restaurados. Además de llevar a cabo un cambio a nivel político, estas mismas comunidades han promovido una profunda concientización en la población, a través de mingas, festivales, campañas educativas, y espacios verdes en las ciudades.
“Queremos que nuestros hijos vuelvan a bañarse en el río, como lo hacían nuestros abuelos”, dice Maribel.
***
Sigue aquí las actividades del Colectivo Rio Saloya Resiste:


