En la cancha universitaria: la desigualdad de género que define el futuro deportivo de las mujeres

Un silbatazo inicial para un partido pendiente: el de la igualdad de género en el deporte universitario y más allá; donde la historia del deporte profesional muestra que la brecha se refleja en el favoritismo que se tiene hacia los hombres deportistas y la poca visibilidad que se les da a las mujeres atletas.

¿De dónde nacen estas desigualdades y por qué siguen repercutiendo a lo largo de los años? Todo apunta a las universidades: el lugar donde debería ser un semillero de talentos se ha convertido en el primer obstáculo de las mujeres en el deporte, otorgando mejores becas y apoyos más favorables a los equipos masculinos.

A través de testimonios de atletas como Yunuen, basquetbolista universitaria, Atenea, luchadora profesional, y Paz, beisbolista profesional que pidió anonimato, esta investigación ilustra las experiencias de quienes enfrentan estas desigualdades.

Por Karina Gallegos / @kary.gallegos, Aranzazu Pérez / @aranzazu.cisneros, Natalia Monterde, José Raúl Ortíz / @bucaa_4 y Elisa Cabanillas.

Desde las canchas universitarias hasta los estadios profesionales, la brecha de género limita el desarrollo profesional y personal de las atletas, perpetuando un sistema que las relega a un segundo plano. 

“Los hombres entrenan en el nuevo gimnasio, nosotras aquí, con lo que hay”, comenta Yunuen, estudiante que recibe una beca en una universidad privada y es jugadora de baloncesto de alto rendimiento. Su testimonio refleja una realidad extendida: las universidades mexicanas, lejos de ser espacios neutrales de oportunidad, reproducen y consolidan obstáculos que hacen que las mujeres deportistas se enfrenten a un terreno de competencia extremadamente desigual.

Así, para las deportistas, las oportunidades comienzan a limitarse desde mucho antes, marcando una trayectoria que se arrastra hasta la vida profesional.

Falta de transporte adecuado para competencias, uniformes de baja calidad que ellas mismas deben pagar y horarios de entrenamiento que empalman con sus clases académicas, son algunas de las barreras que se gestan dentro de los espacios deportivos escolares en los que comienzan a formarse. Estas condiciones no solo limitan su rendimiento, sino que obligan a muchas a renunciar al deporte, reduciendo el número de mujeres que logran llegar al deporte profesional.

Mientras los equipos varoniles de alto rendimiento entrenan en instalaciones nuevas, amplias y climatizadas, las jugadoras de básquetbol, como narra Yunuen, deben conformarse con un auditorio reducido, con tableros deteriorados y sin ventilación adecuada.

Contexto histórico del deporte femenino y los retos que se han enfrentado

El deporte, históricamente, ha sido un territorio marcado por la exclusión femenina. Desde la antigua Grecia, donde las mujeres no podían jugar en los Juegos Olímpicos y tenían que participar en eventos de menor nivel como los Juegos Hera.

Disciplinas como el tenis y la natación incluyeron la participación de las mujeres tempranamente, pero el resto de los deportes tardó en hacerlo, adaptando reglas e infraestructuras sólo para los varones jugadores. En México, la exclusión de las mujeres en el deporte tiene raíces profundas que se remontan a la época prehispánica. De acuerdo con la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México, las mujeres participaban en rituales deportivos, como el juego de pelota mesoamericano, pero rara vez como competidoras principales, desempeñando roles simbólicos o secundarios.

Con la llegada del deporte moderno en el siglo XIX, los estereotipos de género clasificaron como disciplinas “masculinas” al fútbol, el béisbol o la lucha libre, mientras que, destinaron como “femeninas” a la gimnasia y la natación sincronizada, (entre muchas otras más), limitando el acceso de las mujeres a deportes con mayor proyección comercial y social.  Por ejemplo, el fútbol femenino en México no tuvo una liga profesional hasta 2017 con la creación de la Liga MX Femenil, un avance significativo pero insuficiente para cerrar las brechas estructurales. Antes de esta liga, las mujeres futbolistas dependían de torneos amateurs o competencias internacionales con escaso apoyo institucional, lo que condicionaba su desarrollo y visibilidad.

La Declaración de Brighton (1994), firmada por México, promueve la equidad, pero los avances siguen siendo lentos. En los Juegos Olímpicos de París 2024 se logró la paridad en atletas, no obstante, se sabe que el 49% de las atletas abandonan las disciplinas en la adolescencia por inseguridad y falta de recursos, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Los datos internacionales confirman lo que las voces narran en el contexto nacional y local. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2025 sólo el 36,8% de las mujeres adultas en México practicaba deporte de manera regular, frente al 46% de los hombres. En el terreno profesional, la brecha es aún más evidente: un futbolista puede recibir hasta 600 mil pesos mensuales, mientras que una jugadora de la Liga MX Femenil recibe entre 2 mil 500 y 30 mil 000 pesos.

La desigualdad salarial en el deporte no se limita a las canchas, sino que se extiende a los niveles administrativos y directivos, donde las brechas son igual de alarmantes. 

El Diagnóstico sobre la brecha de género en la práctica del deporte, profesionalización y como campo laboral en el Área Metropolitana de Guadalajara de la Fundación Marisa reveló que apenas el 33% de los cargos directivos en instituciones deportivas, especialmente dentro del Consejo Estatal para el Fomento Deportivo del Estado de Jalisco (CODE) están ocupados por mujeres.

Esta desigualdad de liderazgo impacta directamente en la distribución de recursos, la visibilidad y la toma de decisiones, perpetúa un ciclo donde los equipos femeniles reciben menos apoyos y atención que los varoniles.

Por ejemplo, un hombre en un puesto directivo dentro de instituciones deportivas puede llegar a ganar más de 85 mil pesos mensuales. En contraste, las mujeres en posiciones equivalentes apenas alcanzan un máximo de 25 mil pesos al mes, una diferencia que triplica los ingresos masculinos y evidencia una discriminación estructural

La desigualdad desde la universidad

En las universidades de México obtener una beca deportiva requiere más criterios de selección y muchas más exigencias. En Jalisco, por ejemplo, las mujeres estudiantes que se dedican a algún deporte dentro de espacios escolares, perciben que deben cumplir requisitos académicos más estrictos que sus compañeros de los equipos varoniles, a quienes las instituciones reconocen con becas más generosas y menos condicionadas

“Muchas niñas se quedan fuera no por falta de nivel, sino porque no logran pasar el examen de admisión”, comparte una de las atletas universitarias que ofreció su testimonio para este reportaje.

Esta barrera inicial excluye a muchas mujeres con talento deportivo, pero sin acceso a una preparación académica de élite.

Además, las deportistas enfrentan un ambiente intimidante donde expresar inconformidades puede llevar a represalias. Yunuen, basquetbolista universitaria, expresa lo siguiente: “Cualquier cosa que no te parezca, van a tener represalias contra ti, contra tu equipo. Te amenazan con quitarte la beca. Te condicionan la beca. Te hacen firmar reglamentos. Te amenazan con no dejarte salir de intercambio.”

Lo más preocupante de estas prácticas institucionales es que tienen el poder de silenciar a las deportistas: “si expresas inconformidad, hay represalias: te quitan minutos en cancha o te condicionan la beca”, explican desde la experiencia. De esta manera, han tenido que optar por “aceptar” las condiciones injustas en las que se les ha obligado a estar.

La desigualdad también es material: presupuestos, uniformes, instalaciones y viajes muestran un favoritismo persistente hacia los varones. Mientras los equipos masculinos gozan de patrocinios y respaldo institucional, los femeninos deben recurrir a ventas o colectas para financiar sus actividades.

De acuerdo con información del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico (MOPRADEF) 2025 de INEGI solo el 28% de las jóvenes universitarias en Jalisco que practican deportes de alto rendimiento continúan después de los 22 años, frente a un 62% de los deportistas hombres. Las razones incluyen falta de tiempo (52,1%), problemas de salud (17,9%) y cansancio laboral (15,2%), agravadas por la necesidad que tienen de trabajar para financiar sus estudios y actividades deportivas.

El diagnóstico de Fundación Marisa en el AMG también expone que los estereotipos de género limitan el acceso femenino al deporte.

Deportes como el fútbol o el béisbol son percibidos como “masculinos”, lo que desincentiva la participación de niñas y adolescentes. Además, la falta de liderazgo femenino en cargos directivos (solo 33,3% de mujeres) perpetúa un ciclo donde los recursos se asignan desproporcionadamente a los equipos varoniles. En este contexto, las universidades, lejos de ser espacios que contrarresten y luchen contra estas brechas, refuerzan las desigualdades estructurales que afectan a las atletas desde sus primeras experiencias competitivas.

Voces desde la cancha: historias de atletas que enfrentan la desigualdad

Las historias de las deportistas universitarias y profesionales son la principal fuente de información de esta investigación. A través de sus testimonios, se revela cómo las desigualdades estructurales en las universidades se traducen en barreras que persisten en la vida profesional.

Atenea: La lucha libre como metáfora de resistencia

Atenea, luchadora profesional con dos décadas de trayectoria, recuerda que en sus inicios “los patrocinios eran casi exclusivos para hombres”. Aunque reconoce avances, señala que la Lucha independiente continúa siendo precaria y que -literalmente- las mujeres deben luchar por pasión más que por un sustento digno.

Atenea también es clara en reconocer que existe machismo en la práctica. Aunque no ha experimentado sexualización mediática, reconoce que algunos luchadores no miden su fuerza al enfrentarse a mujeres, lo que puede ser peligroso. “Me tocó un muchacho que le valía, como si yo fuera hombre. Pero te preparas para eso, agarras fuerza”, dice. Su pasión por la lucha la ha llevado a perseverar a pesar de los obstáculos, pero admite que las hostilidades que se forjan en la cultura machista y misógina hace que entre sus compañeras persista la idea de “la envidia” en lugar de la competencia real, mientras que, los comentarios ofensivos del público son desafíos adicionales. 

“La gente va a desestresarse, te gritan de todo. Pero eso no me detiene.”, reflexiona.

Rompiendo barreras en el béisbol profesional

Paz, beisbolista profesional a quien le fue modificado su nombre para resguardar su identidad, aporta una perspectiva única desde un deporte históricamente dominado por hombres. Con una década compitiendo en ligas profesionales, se ha enfrentado a diferentes brechas de género, una de ellas: la escasez de apoyos económicos por parte de la delegación de béisbol. Reconoce que este no es un apoyo anual y que cuando lo hay, suele ser muy tardado, es por ello que decidió trabajar externamente para costear sus gastos. 

“Cuando yo quise la primera vez salir a representar a otro estado en los nacionales de béisbol femenino, pues nada más me dijeron: “aquí déjame tu número y después te comunicamos”, pero nunca llegó nada”, relata.

Durante su carrera deportiva ha lidiado con las actitudes y comentarios de sus compañeros que se resistían a incluirla en equipos mixtos “…es que es mujer y si le pegamos y llora o cualquier excusa que pone, porque no les gusta que las mujeres compitan contra los hombres. Yo tenía mi mentalidad de que, pues yo solo quería jugar.”

En el ámbito profesional, Paz destaca la dificultad para acceder a patrocinios e, incluso, a los uniformes que usa dentro de los partidos, y es que percibe que a los hombres, sus compañeros, se les dan de mejor calidad. “Siempre ha existido y todavía se ve esa diferencia. Hemos tratado nosotras de que nos tengan como en esa igualdad pues de las cosas materiales que al final del día se ocupan, ¿no?”, explica. A diferencia de deportes individuales como el atletismo, donde las deportistas pueden negociar directamente, en el béisbol, un deporte de equipo, las mujeres dependen de estructuras institucionales que priorizan a sus colegas varones.

Si bien, las ligas femeninas de béisbol en México han incrementado, Paz subraya que la profesionalización del béisbol femenino sigue rezagada. “Necesitamos más visibilidad, más torneos, más apoyo institucional. No es solo jugar; es que te reconozcan como atleta,” afirma. 

Yunuen: el camino por un lugar en la cancha

Estudiante y atleta de alto rendimiento, Yunuen, enfrenta diariamente las limitaciones impuestas por su institución. “Nosotras tenemos que hacer venta de tamales, galletas, cualquier cosa para pagar un viaje o comprar balones”, cuenta. Mientras los equipos masculinos reciben uniformes nuevos, apoyo logístico y torneos patrocinados, Yunuen y sus compañeras entrenan en un auditorio deteriorado, sin ventilación adecuada ni equipamiento moderno.

 “Es frustrante. Sabes que tienes el talento, pero no te dan las herramientas para brillar.”

“Nos condicionan todo. Si no firmas sus reglamentos o te quejas, te castigan. Nosotras no tenemos los mismos viajes ni torneos que los hombres”, explica. Yunuen destaca cómo estas desigualdades afectan su rendimiento y su salud mental: “entrenar en un lugar que no está diseñado para nosotras es desmotivante. Sientes que no importas.”

A pesar de las adversidades, Yunuen a la par que denuncia y alza la voz, propone soluciones. “Espero que esto sirva para que se hable del tema, que algo cambie”, aboga por una planificación más equitativa de recursos y una mayor escucha a las deportistas. Su testimonio refleja una esperanza cautelosa, pero también la frustración de una generación que ve su potencial limitado por un sistema que no la valora.

La raíz estructural y cultural de la desigualdad de género entre mujeres y hombres deportistas

“El deporte masculino se ha convertido en el estándar mediático y social. Eso privilegia a los hombres con salarios más altos, mayor visibilidad y apoyo institucional”, señala el sociólogo y profesor representante regional para Latinoamérica y el Caribe de la Association for Cultural Studies, Salvador Leetoy. Además, advierte sobre la manera en que los medios refuerzan estereotipos de género al objetivizar los cuerpos de las atletas.

Salvador Leetoy confirma al respecto: “todo se basa en temas de mercado, es decir, cuánta audiencia hay, cuántas ventas de boletos existen”. 

Por su parte, la socióloga Claudia Pedraza, experta en estudios de género, deporte, periodismo y tecnologías digitales, recuerda que “el deporte se diseñó históricamente como un espacio masculino para canalizar la agresividad. Las mujeres fueron vistas como un apéndice, nunca como protagonistas”. Esta visión ha permeado desde los inicios del deporte moderno hasta las estructuras universitarias actuales, donde las ligas y becas masculinas siguen siendo la norma.

En deportes individuales, como atletismo, relativamente existe una equidad porque las atletas dependen menos de equipos y pueden negociar directamente, aunque aún enfrentan salarios bajos y discriminación. En deportes como fútbol, las brechas son más grandes debido a la dependencia de patrocinios, falta de liderazgo femenino en los directivos y menor poder de negociación, como explica Claudia Pedraza: “En el caso del fútbol, que es un deporte de equipo, eh entonces lo que provoca es que haya una brecha en los niveles que las mujeres pueden alcanzar respecto a los varones”. 

Claudia propone soluciones basadas en la organización colectiva y políticas públicas

“Necesitamos más becas equitativas, más ligas femeninas profesionales y un cambio en la percepción pública. Las universidades deben ser el primer paso, no el primer obstáculo”, concluye.

Por otro lado, Paola Lazo, directora de Fundación Marisa, subraya la importancia de generar entornos deportivos con perspectiva de género: “el deporte es un derecho humano. Si cambiamos los entornos, podemos transformar las dinámicas de relación y abrir verdaderas oportunidades para las mujeres”.

Una pedagogía con perspectiva de género para la enseñanza deportiva 

Fundación Marisa es una organización civil mexicana fundada en 2019 por la empresaria Marisa Lazo Corvera (fundadora de Pastelerías Marisa), con el objetivo de visibilizar y reducir las desigualdades de género que enfrentan las mujeres en México. Su misión se centra en promover la igualdad de oportunidades, el empoderamiento femenino y la justicia social, trabajando en tres ejes principales: mujeres y deporte, autonomía y liderazgo femenino, y desigualdades estructurales múltiples.

Desde sus proyectos de apoyo e impulso al deporte de niñas, adolescentes y mujeres deportistas, Fundación Marisa propone acciones concretas: dar visibilidad a mujeres, fomentar liderazgo, datos comunitarios, combatir el sedentarismo, becas/instalaciones inclusivas, orientar presupuestos, promover la inscripción en instituciones, invertir en espacios deportivos, formar profesoras/entrenadoras.

En 2025, en colaboración con la ITESO, impartieron un curso abierto a docentes y entrenadores dirigido al CODE Jalisco sobre la perspectiva de género en los espacios deportivos. De acuerdo con sus datos, este proceso formativo impactó a más de 7 mil deportistas por generación, a través de las personas asistentes.

La primera generación (25 personas, 13 mujeres) llegó a 8 mil 800 personas; la segunda (24 personas, 17 mujeres) a 7 mil;  y la tercera, en colaboración con el CODE Jalisco (30 personas, 14 mujeres), a más de 7 mil.

Como parte de este proyecto, publicaron el Diagnóstico sobre la brecha de género en la práctica del deporte, profesionalización y como campo laboral en el Área Metropolitana de Guadalajara en el que revelaron que sólo el 33.2% de las personas que practican deportes son mujeres, mientras que, las entrenadoras representan menos del 40% del total

La cuarta generación de estos cursos incluirá a directivos, reconociendo que las decisiones desde la cúpula son cruciales para garantizar recursos equitativos entre mujeres y hombres deportistas en procesos de formación. Lazo señala al respecto: “nos dimos cuenta a la hora de dialogar con los profes y las entrenadoras cambiaban su mirada, pero quien le revisaba o le supervisaba o estaba a la cabeza no necesariamente había cambiado su forma de tratar o sus expectativas.” 

Además, han lanzado la propuesta de un curso para deportistas, enfocado en autonomía y prevención de violencias, que podría empoderar a las atletas para enfrentar los desafíos del sistema.

Si bien existen avances —como el crecimiento de la Liga MX Femenil o iniciativas locales en Jalisco—, el reto principal está en transformar la cultura institucional. Garantizar instalaciones adecuadas, recursos suficientes y becas equitativas en el ámbito universitario es esencial para que las mujeres deportistas puedan aspirar a carreras sostenibles y dignas.

Las historias de Yunuen, Atenea y Paz son un recordatorio de que la pasión por el deporte no basta. Las mujeres deportistas merecen un sistema que las valore, que les proporcione las herramientas para brillar y que reconozca su derecho a competir en igualdad de condiciones. Como dice Yunuen, “espero que esto sirva para que algo cambie.”

 Su voz, junto a la de tantas otras atletas, exige un silbatazo inicial para un partido pendiente: el de la igualdad en la cancha universitaria.

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Este reportaje fue realizado en el marco del Bloque de Producción periodística convergente del Tec de Monterrey Campus Guadalajara, del cual ZonaDocs fungió como Socio Formador.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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