Legislación, lengua y realidad

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Hace unos días, Carlos Olson, diputado local en Chihuahua, hizo una publicación en LaRedAntesConocidaComoTwitter en la que, pleno de euforia, afirma: “¡LO LOGRAMOS! CHIHUAHUA ES EL PRIMER ESTADO DEL PAÍS EN PROHIBIR EL LENGUAJE INCLUSIVO EN ESCUELAS. No más lenguaje ideologizado en los salones ni confusiones woke: sólo la verdad biológica de que únicamente existen niños y niñas, no ‘niñes’. ¡Sentido común sobre ideología!”. Unos días después, hizo otro post en el que apunta: “Defender nuestro idioma es defender nuestra cultura. Enseñar bien el español no excluye, forma y empodera”. Para cerrar este recuento, hace un par de días publicó un video acompañado del siguiente mensaje:

“Hace unos días defendimos algo más grande que una reforma: defendimos el sentido común, la verdad y la libertad. Esta no es una lucha contra nadie, es una defensa de nuestra identidad, de la familia y del derecho a hablar con claridad. Porque quien controla el lenguaje, controla las ideas, y en Chihuahua no vamos a permitirlo”.

No sé a ustedes, pero a mí me resulta curioso (y aquí curioso quiere decir redomadamente ridículo) que alguien abandere la “defensa del idioma” escribiendo tan mal, para empezar, y luego disfrace de lucha por la libertad sus prejuicios más rancios. El remate lo deja claro: “Quien controla el lenguaje, controla las ideas, y en Chihuahua no vamos a permitirlo”. Dicho de otro modo: lo que el legislador quiere es controlar el lenguaje él (y aquí controlar significa imponer) para controlar las ideas.

Por su parte, la asesora Paulina Chavira publicó en Instagram un video en el que desmonta la versión del legislador Olson. Para empezar, explica Chavira, En Chihuahua no se “prohibió” el lenguaje “inclusivo”: en realidad el dictamen propone reformar el artículo 8 de la Ley Estatal de Educación para, dice el texto, “fomentar el uso de las reglas gramaticales y ortográficas del idioma español”. El documento mismo es una prueba de que, efectivamente, es necesario fomentar el uso de las reglas gramaticales y ortográficas: Paulina Chavira encontró 99 errores de ortografía y gramática, esto sin contar, dice “la deficiente redacción que hay en varios pasajes e incluso en el dictamen mismo”.

Manda decir la lengua que, para eso, mejor que no la defiendan: a ella no la está atacando nadie.

Ahora bien, unos días antes de que el diputado Olson se envolviera en las páginas del diccionario para lanzarse al vacío de la defensa de la lengua, había yo publicado un postque por casualidad comenzaba haciendo referencia al que el legislador chihuahuense llama lenguaje “inclusivo” y que en esta esquina preferimos llamar lenguaje igualitario. Escribí ese mensaje luego de ver una publicación en la que se difundían mensajes que un adolescente escribió en sus redes sociales antes de agarrar un machete e ir al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM a matar a uno de sus compañeros y luego intentar suicidarse. Logró lo primero y falló en lo segundo.

Cuando me enteré del caso y vi los mensajes que había posteado el muchacho, escribí:

Mientras muchas personas siguen haciendo buches por el uso del lenguaje igualitario, hay otro lenguaje que está tomando más fuerza y es, ese sí, muy peligroso, tanto por la forma en la que nos está separando de las generaciones más jóvenes como por el odio que entraña: el lenguaje de la manósfera.

En términos generales, entiendo la manósfoera como el espacio digital en el que los jóvenes varones se han refugiado para canalizar una serie de emociones y vivencias que los adultos a cargo no hemos podido acompañar y que, en cambio, han encontrado “orientación” en personajes que echan mano de un discurso machista, patriarcal y explícitamente misógino, que tiene sus propios códigos y palabras.

Por si a alguien le sirve, aquí va un glosario mínimo para que presten ateción: si escuchan estas palabras o las ven posteadas por sus adolescentes, al menos ya podrán darse una idea de por dónde andan sus sentires:

Red pill: Tomado, sí, de esa escena de Matrix en la que Morfeo le da a Neo la opción de tomar dos pastillas. Los que se identifican como redpills asumen que ya han abierto los ojos a la verdad: las mujeres están controlando el mundo a costa de sobajar a los hombres.

Incel: célibe involuntario: por lo general, varones que se dicen orillados al celibato porque las mujeres no les prestan atención, ya que a ellas sólo les interesan los chads.

Brocel: Hermano incel, vamos, que se hacen comunidad. La versión incel de los gymbro, por ejemplo.

Chad: prototipo de hombre atractivo, musculoso, extrovertido. Lo que antes conocíamos como macho alfa. Después de las foids, los chads son lo que más odian los inceles.

Stacys: la versión feminina del chad, mujeres atractivas que son objeto de deseo de los inceles y a las que desprecian porque ellas los ignoran pues sólo están interesadas en los chads.

Foids: despectivo para referirse a las mujeres. Es una variación de femoid, que significa “humanoide femenino”.

Simp: utlizado en sentido peyorativo, se usa para referirse a los hombres que buscan complacer a las mujeres aun sabiendo que ellas no están interesadas en ellos. Algo así como lo que en algún otro tiempo fue “pagafantas”.

Y ahí termina el post.

¿Cómo se relaciona esa publicación con la cruzada orate del diputadOlson?

Por una parte, claro que estoy de acuerdo en que es importante que las infancias —les niñes, para que le dé más comezón— aprendan las reglas gramaticales y ortográficas para que puedan expresarse con claridad y de manera adecuada por escrito, no sea que después, cuando crezcan, deban contratar personas que les asesoren y que tampoco sepan escribir bien. Pero también es importante que desde edad temprana aprendan que la lengua está en constante cambio, que se adapta según las necesidades de quienes la hablan y que nombrar la realidad atendiendo las necesidades de representatividad de las personas siempre va a ser más importante que una norma escrita desde un escritorio. Una regla nunca debería ser más importante que la dignidad de una persona.

Por otra parte, creo que una verdadera reforma educativa debería asegurarse de incluir acompañamiento afectivo y emocional para las infancias y las adolescencias, ayudarles a discernir el contenido que les bombardea en redes, escuchar sus necesidades y sus tribulaciones, antes de que busquen cobijo en discursos de odio que, además, tienen sus propios códigos y palabras y lenguajes a los que poco o nada les preocupa la “corrección”. Y para poder ofrecer eso, los y las adultas a cargo deberíamos mantener los oídos abiertos para por lo menos escuchar, y tratar de entender, la diversidad de realidades que están viviendo las nuevas generaciones y cómo las están nombrando, en lugar de enfundarnos en una armadura de cartón para emprender una lucha que está perdida desde el principio porque, les guste o no, la lengua cambia, se transforma, se adapta y no va a haber dictamen mal escrito que pueda evitarlo.

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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