Pesimismo Esperanzador
Por Jorge Rocha, académico del ITESO / @JorgeRochaQ
La semana pasada los productores de maíz en México hicieron bloques carreteros en 17 entidades del país, entre ellas Jalisco. Lo que más llamó la atención de esta movilización social, fueron las afectaciones a las distintas ciudades y los contratiempos que sufrieron las y los ciudadanos, pero poco se habló de lo que está atrás de estas acciones colectivas.
Las demandas que hicieron los maiceros del país son tres: primero, tener precios de garantía que no estén sujetos a la bolsa de valores de Chicago, quien ahora impone los precios internacionales de este grano; segundo, subir el precio de la tonelada de maíz de 5,000 pesos a 7,200 pesos ya que los costos de producción dejan sin margen de ganancia a los productores, y; tercero, sacar de las negociaciones del T-MEC el rubro de los granos básicos, que hasta ahora favorece la importación de maíz, pero poco se hace para apoyar a los productores locales.
Cualquier país que se precie de fortalecer su autonomía y soberanía frente a los procesos de globalización económica, comienza con asegurar su alimentación. Para el caso de México, la base de la alimentación es el maíz, que se utiliza para el consumo humano, pero también para el consumo animal. Desde que comenzó el neoliberalismo en nuestro país, el campo mexicano se quedó sin muchos apoyos y tuvo que competir frente a una economía agrícola estadounidense que cuenta con muchos estímulos gubernamentales. Las asimetrías que se generaron a lo largo de los años pusieron contra la pared a muchos pequeños agricultores locales que no tuvieron la capacidad de enfrentar estos escenarios tan desiguales.
Para los que vivimos en la ciudad es muy difícil observar estas realidades, porque vamos a una tienda y encontramos tortillas o masa de maíz, pero muy poco sabemos cómo estos productos llegan a nuestras casas y si lo que compramos viene de productos importados. Sólo el año pasado México importó, sobre todo de Estados Unidos, más de 22 millones de toneladas de maíz, que representan el 47% de la demanda nacional. Esta importación ha crecido a lo largo de los años y representa una peligrosa dependencia del maíz estadounidense, que a su vez ha provocado un estancamiento en la producción nacional, que no crece, pero que además es muy mal pagada.
La balanza comercial en cuanto a exportación e importación de maíz está profundamente inclinada de manera negativa. En el año 2024 se hicieron ventas internacionales de maíz por un monto de 98.2 millones de dólares, pero hicimos compras internacionales de maíz por 5,377 millones de dólares. Por mucho es más lo que compramos que lo que vendemos.
El Instituto de Ciencias de los Jesuitas, cada año hace la “experiencia rural” para los alumnos de segundo año de Preparatoria. Mi hija estuvo una semana en la comunidad de El Cuatro en el municipio de Cuquío; María y Javier, una familia campesina del lugar, fueron sus padres por una semana y en una charla de sobremesa platicaron sobre las movilizaciones de los maiceros y les dijeron a varios estudiantes que para ellos era insostenible que les siguieran pagando en 5 mil pesos la tonelada de maíz, que el trabajo que implica obtener está cosecha es demasiado grande para tan poca paga, seguir con esos precios, decían, era condenar al campo mexicano a la pobreza y la marginación, por eso era tan importante para ellos que la gente de la ciudad entendiera las demandas de los productores y las apoyara. Mi hija regresó de Cuquío convencida de que sus demandas son justas y legítimas y que responder a las peticiones de los maiceros de México, haría que familias trabajadoras y buenas como la de María y la de Javier, mejoraran sus condiciones de vida.
El movimiento campesino de México siempre ha tenido un lema de lucha que no podemos olvidar y que nos recuerda nuestra identidad: “sin maíz no hay país”. Esperemos, por el bien de todas y todos, que las demandas de los maiceros sean resueltas y que de una vez por todas miremos y apoyemos al campo mexicano.
PostData
El reciente asesinato de Bernardo Bravo Manríquez, presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán, también muestra que los agricultores mexicanos no sólo tienen que lidiar con una competencia desigual, también han sido presa de las extorsiones y la violencia por parte de la delincuencia organizada.
Correo electrónico: jerqmex@hotmail.com


