El reconocimiento de las familias de desaparecidos como grupo prioritario, una ruta de esperanza

Manos Libres

Por Francisco Macías Medina / @pacommedina (X) /@FranciscoMacias (TG)

Foto: Karen García / @karen_gdlt

Si en algo estamos de acuerdo es que todas las personas deberíamos tener condiciones de igualdad y que los contextos, circunstancias, identidades, color de piel o decisiones no pesen al ejercer nuestros derechos. Las diferencias también son clave para reconocerla e intervenirla.

En la práctica identificarnos como iguales tiene una ruta sinuosa porque nos miramos en escalas, en recursos o simplemente dejamos de reconocer que algunas de nuestras expresiones, convivencia, conexiones sociales e incluso instituciones, no han abandonado el racismo permanente.

Aunque se habla de inclusión, en la práctica se ha construido una idea y acciones en la que podemos percibirla, por ejemplo, en el lenguaje o en las dinámicas institucionales de fecha de calendario a propósito de los días internacionales, sin embargo, en la práctica, planes, programas y leyes en ocasiones reproducen una de baja intensidad, en donde solamente cierto tipo de personas o grupos pueden ejercerlo.

Los que se encuentran fuera de esa especia de “ranking” y que tienen que desarrollar su vida, resolver necesidades o poner en juego sus capacidades fuera de ese reconocimiento, pareciera que se encuentran en un “no lugar”.

A raíz de las explosiones del 22 de Abril del año 1992 en Guadalajara, se le volvió a dar otro significado al término damnificado, por aquella persona que acudía a presentar una denuncia o realizar un trámite pero que al recibir una respuesta sacada de los manuales barrocos de la burocracia, que incluyen una “lengua” propia, protestaban y exigían sus derechos hasta ser atendidos.

La exigencia en los espacios públicos pareciera mal vista, como si existiese un Manual de “buenas costumbres” para realizar la protesta social. En su momento, en gobiernos supuestamente de alternancia hasta se intentó regularla con requisitos que parecían más bien el de una solicitud de empleo.

Con las movilizaciones y la resistencia de los grupos, la autoridad no tuvo más remedio que comenzar a diseñar leyes, instituciones, acciones y discursos en donde la inclusión apareciera.

Hay otro tipo de exclusiones, digamos técnicas en las que la base es razonable y hasta tecnológica, pero sin pensar en todas las personas que pudieran hacer uso de una herramienta y de su situación. De ese mundo alternativamente discriminador provienen las licencias o cartillas electrónicas, o las mencionadas “apps” para incluso generar botones de auxilio, quejas o denuncias de las cuales nunca se informan sus resultados de atención o si son accesibles. 

Recientemente presencié una presentación de la colectiva Mamá Urbana, constituida por mujeres que cuidan y la niñez, en la que en un ejercicio pedagógico de una simple caminata urbana, comprobaban como era imposible que un niño o niña pudiera cruzar una avenida solo. El riesgo provocado por los distintos vehículos y su dinámico provoca barreras insalvables para acudir a un espacio público o simplemente movilizarse. Una exclusión más justificada por una conceptualización de ciudad para unos pocos.

Hablar de grupos prioritarios para los derechos humanos es resolver los factores de desigualdad y que dificultan su acceso a la justica, significa reorganizar la garantía de los derechos desde la escucha y el acompañamiento, implica un quehacer efectivo.

Es una buena noticia que la lucha de los colectivos Luz y Esperanza y Guerreros Buscadores de Jalisco se vea reflejada en que las familias buscadoras sean reconocidas como grupo prioritario en la ley que se aprobará por el Congreso del Estado de Jalisco, llevarlo a cabo es dar pasos para reconocer la gran deuda en justicia y verdad.

Por otra parte, se mejora la ruta sinuosa de la que hablamos para que ya no existan pretextos y se transforme en un camino para hacer exigibles sus derechos humanos en planes, programas y sobre todo en presupuestos, tan dispersos y carentes de inclusión.

Las familias buscadoras agrupadas en las colectivas, nos dan muestra clara de que la construcción de la dignidad y de la esperanza es un proceso largo, en el que se necesitan todas la manos abiertas y acciones posibles, incluso las que se intentan y no se concretan, porque estamos ante agravios generados por muchos sistemas legales, políticos, de poder y hasta sociales que se esfuerzan por hacer lo contrario.

Que la escucha, el reconocimiento y la ruta de superación de la indignidad continue paso a paso.

P.D. Hoy comparto 100 opiniones, gracias a Zona Docs por ser espacio de aprendizaje, de compartir y de esperanza.

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Francisco Macías Migrante de experiencias, observador de barrio, reflexiono temas de derechos humanos.

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