Cómo estas mujeres ñuu savi derrotaron al machismo en las urnas

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Cuando las mujeres comenzaron a ocupar cargos en el municipio de Santa María Yucuhiti, en Oaxaca, muchos hombres dudaron de su capacidad, después de vivir durante generaciones relegadas a las tareas del hogar. Pero ellas se impusieron a las burlas y a sus propios miedos, y aprovecharon la oportunidad para crecer como personas y forjar vínculos con la comunidad.

Por Karen Rojas Kauffmann / Periodismo de lo Posible

Bajo una luz suave, que se funde con el silencio del amanecer, las mujeres ñuu savi del municipio de Santa María Yucuhiti en Oaxaca llevan generaciones levantándose a las cinco de la mañana para hacer las tortillas. A esa hora, cuando el sueño se confunde con la vigilia, preparan el desayuno y atienden a sus esposos, que se alistan para las faenas del campo.

Iluminadas por el fogón de la cocina, durante muchos años estuvieron excluidas de la toma de decisiones de la comunidad, imposibilitadas de ocupar cargos públicos, subordinadas a estructuras tradicionales que limitaban su responsabilidad al hogar y la crianza.

Con una vida regida por el sistema de usos y costumbres, las mujeres ñuu savi asistían a las reuniones y tenían derecho a voto en temas como la realización de obras, pero no opinaban sobre las necesidades del pueblo, debido a una tradición machista reflejada en una asamblea comunitaria compuesta solo por hombres.

Esto comenzó a cambiar en julio de 2013, cuando las autoridades de Santa María Yucuhiti acataron las reformas a las leyes electorales —que establecían que el 40% de los cargos públicos debían ocuparlos mujeres— y eligieron por primera vez a dos regidoras: Yolanda López, ama de casa, en Salud, y Rosaura López, licenciada en Derecho, en Equidad de Género. 

La decisión representó para muchos hombres un atentado contra las costumbres, una orden impuesta desde fuera de la comunidad, mientras que para ellas significaba la reivindicación de la lucha femenina en este municipio de la mixteca oaxaqueña cercano a la ciudad de Tlaxiaco. 

“Para mí, era algo muy bonito, y a la vez decía, qué valientes son esas mujeres que asumen o toman la decisión de aceptar esa responsabilidad”, recuerda Raquel Rebeca García García, quien en el trienio 2020-2022 se convertiría en regidora de Equidad de Género. 

En 2014, la reforma constitucional político-electoral estableció la paridad de género: el 50% de los cargos públicos tenían que ser ocupados por mujeres. Así, en los pueblos indígenas se abrió una ventana a la justicia que acabaría con la resistencia de la asamblea comunitaria a incluir mujeres. Este hecho marcó para ellas un cambio histórico que les trajo incertidumbre, miedo, pero también esperanza en el reconocimiento de sus derechos individuales y colectivos, y a la vez grandes desafíos.

De los 570 municipios que tiene Oaxaca, 418 se rigen por el sistema normativo indígena. Un informe del Instituto Estatal Electoral señala que en 2023, para un total de 4 mil 878 cargos, resultaron electas 2 mil 268 mujeres —cifra equivalente al 46%—. De ese número, mil 236 mujeres obtuvieron cargos propietarios, incluidas 30 presidencias municipales, y mil 32 lograron cargos suplentes. Con respecto a 2022, hubo un aumento del 43% en la elección de mujeres. Fueron votadas principalmente para desempeñar las regidurías de Educación, Salud y Hacienda.  

El “cerro de la mujer embarazada”, como se le conoce, da identidad a Santa María Yucuhiti, además de ser un espacio verde protegido por la comunidad. (Jesús Ortíz García, colectivo Ve’i Savi)

Dudas y desafíos

Las mujeres de Santa María Yucuhiti están conscientes de la hazaña. En tan solo doce años —en la llamada República de Indios de Ocotepec durante la Colonia, por su organización social y política—, pasaron de ocupar cargos menores a tomar decisiones que afectan a las seis mil personas de sus ocho agencias municipales y su delegación municipal.

Pero ¿cómo vivieron la experiencia estas mujeres? Con dudas, temor al fracaso, pero también como una oportunidad. Basilisa Petra España Ortiz, maestra de primaria jubilada y madre de tres hijos, fue regidora de Educación en el periodo 2020-2022. Aún recuerda el “miedo” que sintió cuando fue electa. 

“Decía no voy a poder, no sé cómo se hacen las cosas, sí fue algo que me quitó el sueño por la preocupación, sí me asusté, era algo desconocido para mí, pero pues lo hice”. 

A Raquel, su padre le avisó que había sido electa como regidora, y se sintió abrumada por la responsabilidad. “Sí, es una oportunidad”, reconoce, “pero a la vez tengo más tareas. Se me triplican mis actividades porque tengo que atender a mi hijo, buscar la parte económica y cumplir con el cargo”.

“Fue difícil porque pensaba que mis decisiones afectarían la vida de cientos de personas de mi comunidad. Eso es algo que da miedo”, dice Julieta Matilde López Santiago, la primera mujer elegida como alcalde primero del ayuntamiento, quien hoy da clases de mixteco en el albergue del pueblo. Madre de varios niños pequeños, no siempre le fue fácil combinar ambas tareas. “Yo sí la veía complicada antes de entrar al municipio. Yo decía, a lo mejor llegando ahí puedo apoyar a las mujeres, porque yo creo que la gente pensó en eso al nombrarme”.

Aunque muchos hombres de la comunidad decían que no iban a poder con el cargo debido a su falta de experiencia, en el actual trienio, 2023-2025, seis mujeres ocupan un puesto en el ayuntamiento: cuatro regidurías y dos suplencias

Las artesanías es una de las actividades que hacen las mujeres para preservar la identidad de la comunidad. La Casa de las Artesanías, donde venden sus productos, es también para ellas un espacio de convivencia. (Jesús Ortíz García, colectivo Ve’i Savi).

Luchar juntas 

Desempeñar un cargo implicó para las mujeres ñuu savi acceder a derechos antes negados, pero también enfrentar críticas machistas, desgaste físico y hasta económico. 

Entre los momentos más difíciles que enfrentó, cuenta Basilisa, estuvo “caminar desde donde vivía hasta el municipio; fue terrible. También el sacrificio económico, porque a veces llevaba yo taxi, y hay que pagar los viajes: hoy, mañana y otros días que lo necesites. Ahí, si tenías un dinerito, se te iba porque tenías que pagar taxi”.

Cada una desarrolló distintas estrategias para salir adelante. Julieta, por ejemplo, encontró apoyo en la gente cercana; Basilisa, en su familia, y Raquel, en las organizaciones que ofrecen atención psicológica y legal a las mujeres. La sororidad contribuyó también a un mejor desempeño; juntas hicieron equipo. 

Raquel tuvo que encontrar el modo de evadir ciertas costumbres, como consumir alcohol en la inauguración de las obras; finalmente, pudo explicarles que no necesitaba beber para disfrutar de la convivencia. “Te dicen que, como eres autoridad, le tienes que entrar, entonces sí me costó muchísimo al inicio, porque decía, yo acepté el cargo por una responsabilidad, si yo no quiero tomar no me pueden obligar”. 

Cuando fue alcalde, Julieta tenía que atender los conflictos que no podían ser resueltos en las comunidades. Y no todos los hombres estaban dispuestos a escucharla por ser mujer, lo que dificultaba lograr una conciliación entre las partes. “Es complicado hacer entender a la persona que es necia y que no reconoce sus errores. A veces me llegué a estresar”.

Algunas regidoras renunciaron porque eran tratadas con discriminación, incluso hubo un caso, cuenta Raquel, en que una compañera rechazó la encomienda porque siempre la mandaban a hacer labores de limpieza o recoger basura. Otras vivieron violencias físicas como jaloneos o empujones, cuando algunos hombres se negaban a recibir órdenes de una mujer.

Coinciden en que, cuando los hombres reciben el cargo, tienen de aliadas a muchas mujeres. En cambio, cuando recae en ellas, enfrentan solas los obstáculos. Su trabajo demostró que la participación política de las mujeres favorece la construcción comunitaria y que debe poder desempeñarse en un ambiente de igualdad y equidad, una meta hacia la que se avanza lentamente.

A Basilisa, Raquel y Julieta, la experiencia las transformó. Crecieron como personas y forjaron nuevas relaciones en la comunidad.

“Aprendí mucho a equilibrar mis emociones”, dice Raquel, “a controlar mi carácter, a no gritar y decir las cosas con respeto”. “Cuando llegué con mis hijos”, recuerda Basilisa, “les dije, ahora tienen mamá en casa, pero convertida en otra persona, porque soy más decidida”. Mientras que a Julieta ayudar a la gente le generó un cambio de actitud: “Antes era más exigente; entonces, para que pudiera aconsejar a alguien tenía que cambiar, y ahorita me siento como mariposa que va volando, bien tranquila”.

Aunque ya no están en el gobierno, acompañan a otras mujeres que asumen el reto de aceptar un cargo político en sus comunidades. A ellas, Julieta les dice que le “echen ganas”, que tienen la capacidad y la habilidad para sacar adelante el trabajo. “Yo les diría que no tengan miedo”, agrega Basilisa, “pero que tampoco hagan lo que ellas crean que se debe hacer, sino que tomen en cuenta a las comunidades”.

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Esta historia es la versión escrita del pódcast “Oaxaca: Mujeres construyendo comunidad”, cuya investigación y guion fueron realizados por Ve’i Savi Radialistas Comunitarios de Yucuhiti. Forma parte de la serie “Periodismo de lo Posible: Historias desde los territorios” —proyecto de Quinto Elemento Lab, Redes A. C., Ojo de Agua Comunicación y La Sandía Digital—, que también puede ser escuchada aquí: https://periodismodeloposible.com/

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