“Nos quitaron el Parque Rojo, pero nunca la dignidad”

Cada sábado, el Parque Revolución —el emblemático Parque Rojo de Guadalajara— se transformaba en un espacio de encuentro, comercio justo y resistencia diversa. Hoy, una reja metálica lo cerca con el pretexto de una remodelación por el Mundial 2026. Pero no se trata solo de obras: lo que intentan cercar son los cuerpos que disienten, las economías que sobreviven al margen, y las vidas que no caben en la postal de ciudad que el gobierno quiere vender al mundo.

Texto, fotos y video por Valeria Limón

Cada sábado, el Parque Revolución —mejor conocido como el Parque Rojo— latía con fuerza en el centro de Guadalajara. Era un sitio donde se encontraban el arte, la economía popular, la diversidad y el derecho a existir sin pedir permiso. Un lugar donde madres, jóvenes, disidencias y artistas transformaban sus saberes en sustento. Hoy, todo eso está detrás de una cerca: la ciudad cercó uno de sus espacios más vivos con la excusa de una remodelación por el Mundial 2026. Pero lo que en verdad intentaron cercar fueron las formas de vida que no caben en su postal oficial.

Durante años, el Parque Rojo fue símbolo de libertad, diversidad y vida comunitaria. Era común ver a cientos de personas recorriendo sus pasillos, comprando ropa, maquillaje, comida, arte y artículos de sus artistas favoritos.

Lo que antes fue un sitio lleno de risas, música y comercio justo, hoy se encuentra cercado, silenciado y empobrecido por decisiones gubernamentales que transformaron este espacio abierto en una zona restringida.

El parque no solo era un punto de venta, sino también un lugar de convivencia sin prejuicios. Allí coincidían personas de todas las edades, orientaciones sexuales, géneros, razas y culturas. Los sábados eran especialmente esperados: el parque se llenaba de vida con comerciantes que buscaban ganarse la vida de manera honesta, padres y madres llevando sustento a casa, estudiantes autofinanciando sus estudios y artistas compartiendo su obra.

Sin previo aviso, y con una fuerte presencia policial, se instalaron cercas alrededor del parque con la excusa de que lo cerrarían para remodelarlo por la llegada de la zona del FanFest para el Mundial 2026. Lo que era un espacio libre y colorido se convirtió en un lugar gris y deprimente. Las estructuras metálicas no solo limitaron el espacio físico, también las oportunidades de más de 250 puestos que antes se instalaban cada semana. Hoy apenas sobreviven unos 40, muchos de ellos reubicados de forma improvisada en otros espacios públicos, donde enfrentan mayores riesgos y menor visibilidad.

Ese sábado conocí a Daniela y Brenda, dos jóvenes comerciantes de 22 años que siguen luchando por mantenerse activas a pesar del contexto. Daniela vende repostería cannábica vegana, ropa, accesorios y ofrece lecturas de tarot. Brenda es artista visual; ofrece sus obras en formato de prints y stickers con diseños únicos. Ambas expresaron su frustración y cómo se sienten ante toda esta problemática:

“La verdad es que tengo mucha rabia. Siento que la cerca y poner la malla ciclónica en todo el alrededor del parque me parece algo violento, tirano; es una demostración de poder”, comenta Brenda.

Mismo sentid de Daniela:

“La verdad, indignada, muy molesta, con mucha incertidumbre, hasta pánico, porque dependo completamente, económicamente, del Parque Rojo. Y pues, la neta, era el lugar seguro de las disidencias, de los gays, de las lesbianas, de los jotos, de los transexuales, de los ballrooms, de los queers y de los que se ponen a bailar”.

Debido a la tensión que se sentía en el ambiente, hubo una manifestación “exprés”, donde los comerciantes alzaron la voz y demostraron su sentir y coraje frente a la aglomeración de policías que rodeaba completamente la zona.

“Cerrar un parque no limpia al barrio. Cerrar un parque no recupera la seguridad. Cerrar un parque solo le quita a la gente un espacio que es suyo. Y lo peor: ver que hay quienes lo celebran.”

Estas fueron algunas de las palabras que más impactaron en el discurso. Todo esto fue dicho frente a los policías, quienes se hacían de los oídos sordos, aunque su cara de incomodidad decía otra cosa. Pero ella no fue la única en alzar la voz:

 

Los comerciantes se sienten como una vergüenza que el gobierno intenta ocultar, excusándose con el Mundial 2026. No pensaron en las mujeres, padres y estudiantes que viven del parque, expresan indignados.

Conforme pasaban las horas, me encontré con Marcela, de 48 años, y Gabriel, de 62. Ambos venden velas artesanales hechas con cera de soya, tanto en envases como en figuras personalizadas. Llevan dos años y medio trabajando en el Parque Rojo, y expresan que la supuesta remodelación no es más que una excusa para sacarlos de ahí.

“Efectivamente, o sea, qué padre que remodelen. Pero, ¿por qué no lo hicieron antes, verdad? ¿Por qué tiene que haber un Mundial de fútbol para que la gente empiece a voltear a ver el Parque Rojo, no? Entonces yo creo que con esto o nos va a dar mucha fama porque toda la gente va a querer venir a comprar a Parque Rojo. No es un lugar inseguro, es un lugar seguro: vienen familias, vienen niños. Entonces, yo pienso que, si nos van a reubicar, eso es lo que estamos peleando. Yo creo que va a ser en el lado positivo”, comenta Marcela.

Sobre esto, Gabriel también apunta:

“Están tomando como pretexto lo del Mundial porque el Mundial no va a ser en Guadalajara, va a ser en Zapopan. Y son dos partidos políticos diferentes, entonces ¿qué tiene que ver? Y si fuera por lo turístico, aquí está el tianguis de los sábados: les daría mucha afluencia de gente”.

Una breve historia del Parque Rojo

Según Milenio Noticias, el lugar comenzó siendo parte de la huerta del antiguo Convento del Carmen. Después de las Leyes de Reforma, estos terrenos fueron utilizados para construir lo que se conoció como la Penal de Escobedo, en honor al gobernador que la mandó hacer. Al frente se dejó un parque, utilizando los grandes árboles sembrados por los carmelitas; se le conocía como Jardín de Escobedo.

Telediario reporta que, después de la demolición de la cárcel —que se movería hacia la zona de Oblatos— se realizó un concurso para la construcción del parque. El proyecto buscaba integrar las zonas residenciales del poniente del centro de la ciudad, donde ya existían edificios diseñados por el reconocido arquitecto Luis Barragán.

Él mismo le dio forma al actual Parque Revolución o Parque Rojo, uno de los proyectos contemporáneos más importantes en Jalisco durante los años noventa. Su diseño, inspirado en el funcionalismo europeo, se centró especialmente en las luminarias.

Pero la importancia del Parque Rojo va más allá de lo arquitectónico, pues ha sido espacio de encuentro de disidencias, rebeldías, cuidados y protesta social, ya que ahí salieron marchas importantes que marcaron la historia de la ciudad, como las primeras de la comunidad LGBTQ+ o las que organizó el #YoSoy132GDL; incluso, en este espacio surgieron los primeros movimientos contra la violencia, tales como Bordamos por la Paz o Sangre de Mi Sangre de la Colectiva Hilos. Y también las primeras madres buscadoras se reunieron ahí para comenzar a buscar a sus amores desaparecidos.

Por eso, el Parque Rojo no sólo es un parque público: es el corazón de la resistencia de la ciudad.

¿Pero cómo se convirtió en el famoso tianguis?

A partir de la pandemia por COVID-19, emprendedoras de Guadalajara —conocidas coloquialmente como “nenis”— que vendían en línea, comenzaron a usar el parque como punto de entrega. El espacio se volvió un refugio para el comercio informal que crecía ante la pérdida masiva de empleos. Lo que inició como una estrategia de sobrevivencia se convirtió en una comunidad vibrante y autogestiva.

La primera manifestación que buscó la autonomía económica en el Parque Rojo fue La Mercadita Feminista, iniciativa para la autogestión y protesta hacia la violencia económica que ha ejercido el Estado patriarcal y capitalista en contra de las mujeres; la cual, sin embargo, fue criticada por mantener una postura transfóbica, esto luego de las agresiones cometidas contra una pareja trans, el 13 de noviembre de 2021.

Tras la instalación de La Mercadita, comenzaron a llegar decenas de comerciantes más, principalmente mujeres, quines cada sábado hicieron de este parque público: un espacio de resistencia y autonomía económica, hasta que las autoridades municipales de Guadalajara y el Gobierno de Jalisco decidieron adaptar el espacio para el comercio extranjero -so pretexto del Mundial 2026- antes que permitir que siguiera floreciendo otros modelos económicos.

La defensa del tianguis sabatino se dio a lo largo de tres semanas, pues aunque se cercó el Parque Rojo, las y los comerciantes cerraron Avenida Vallarta para instalar sus negocios; sin embargo, esta rebeldía fue apagada tras los actos de violencia policial la mañana del 17 de mayo, día en que el operativo policial para impedir la toma de la calle derivó en nueve detenciones ilegales de quienes “sólo buscaban ejercer su derecho al trabajo digno”.

Ante tal postura, muchas y muchos comerciantes se trasladaron a otros espacio como el Tianguis Cultural o el Parque del Refugio, donde esperan recuperar algo de lo mucho que perdieron cuando los sacaron -sin diálogo y consulta previa- de lo que fue su espacio de trabajo durante los últimos cinco años.

Hoy, el Parque Rojo ya no es el mismo. Pero sus historias, sus luchas y su gente siguen ahí, resistiendo. No detrás de un puesto, sino detrás de un deseo tan básico como justo: vivir con dignidad.

Porque cuando se cercan los espacios, también se cercan los sueños. Y eso no debería ser decisión de ningún gobierno.

***
Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Pública de la Universidad de Guadalajara, esta crónica se realizó en el marco de la asignatura de Géneros Periodísticos impartida por el profesor Darwin Franco.

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