OSC: Acción comunitaria

Nadie nos preguntó

Por Verónica Ortega Godínez, Edufem, Asociación de Educación Feminista

Colaboradoras:  Mónica Roxana Proskauer de Colectivo Huella Púrpura A.C. y Yoseline Domínguez de Psicobarrio A.C.

Hace casi seis años, cuatro compañeras, egresadas de la Maestría en Estudios de Género, Sociedad y Cultura, nos unimos. Después de haber aprendido tanto en clase, de abrir los ojos ante realidades que conocíamos, pero que no habíamos vivido tan de cerca, y movidas por las ganas de aportar a la sociedad, formamos una colectiva. Queríamos ser un espacio seguro que, a través de la educación con perspectiva de género, lograra condiciones igualitarias y equitativas para el desarrollo integral de mujeres, niñas, niños, adolescentes y otros grupos vulnerables. Con mucho esfuerzo, trabajo en equipo y amor, logramos constituirnos como Asociación Civil.

En las complejidades y problemáticas que enfrentan las sociedades, la labor del Estado es fundamental, pero no siempre es suficiente. Las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) se han convertido en actores clave que expresan la iniciativa ciudadana en la búsqueda del bien común. Desde diferentes trincheras, asumen responsabilidades que no siempre están en la agenda gubernamental.

Según datos del Sistema de Información del Registro Federal de las OSC del Instituto Nacional de Desarrollo Social, en México hay hasta 43 mil organizaciones legalmente constituidas. De estas, se estima que alrededor de 1,143 están en Jalisco. Estas organizaciones tienen diversos objetivos, como la promoción y defensa de los derechos humanos, el desarrollo social y comunitario, el apoyo a la educación, la protección del medio ambiente, la promoción de la cultura, y la atención a grupos vulnerables. También hay muchas que luchan contra la violencia de género, la desigualdad, promueven la participación política de las mujeres, sus derechos reproductivos y la educación con perspectiva de género.

Mónica Proskauer, presidenta y fundadora de Colectivo Huella Púrpura AC, señala que el trabajo de organizaciones como la suya es vital porque actúan como un puente entre las necesidades reales de la comunidad y las soluciones que el Estado a menudo no implementa de manera inmediata o efectiva:

“Nos enfocamos en la prevención de la violencia de género, la promoción de una cultura de paz y la formación de agentes de cambio. Además, visibilizamos y vinculamos proyectos liderados por mujeres a nivel internacional, impulsando su crecimiento, generando redes y fortaleciendo su participación en espacios estratégicos. De esta manera, no solo atendemos problemáticas, sino que potenciamos el liderazgo femenino como motor de la transformación social”, afirma.

Las universidades son, sin duda, espacios donde el activismo social florece. La Facultad de Psicología de la Universidad de Guadalajara no es la excepción. De ahí surgió Psicología de Barrio A.C., mejor conocida como “Psicobarrio”. Es una organización de base comunitaria que busca llevar la psicología al servicio de la sociedad con un enfoque comunitario y el reconocimiento de la interseccionalidad que atraviesa a cada individuo en sus aspectos sociales, psicológicos y de salud.

“Nuestro propósito”, comenta Yoseline Domínguez, integrante de Psicobarrio, “es constituirnos como un referente integral en salud mental, derechos humanos y transformación social, generando estrategias y herramientas colaborativas para abordar las problemáticas de las personas y comunidades”. Originada como colectivo en 2021 y recientemente constituida como AC, Psicobarrio cuenta con 16 integrantes y una gran red de voluntarios.

Entre las mayores dificultades que han enfrentado, Yoseline identifica un reto común:

“Organizarse en un sistema experto en desarticularnos. Las jornadas laborales extensas, el sistema educativo precario e ineficiente que prolonga las horas de clase, los traslados agotadores y el alto costo de vida en ciudades como la ZMG, dejan poco tiempo y energía para la participación comunitaria. A esto se suma la ausencia de políticas públicas que respalden realmente la organización social, lo que nos lleva a tener trabajos precarios o no remunerados para sostener estas iniciativas”.

La urgencia por mitigar las diversas problemáticas de las comunidades, especialmente aquellas que el Estado no ha abordado de forma integral, ha impulsado la creación de estos espacios emergentes. En ellos, las categorías de mujeres, niñas, niños, adolescentes y grupos vulnerables son el eje del trabajo.

Los recursos de quienes formamos estos colectivos o asociaciones son limitados. Aunque existen diversas fuentes de financiamiento, donaciones o apoyos gubernamentales, la mayoría de las veces somos las propias asociaciones quienes, a través de la coinversión, absorbemos los gastos de operación.

Edufem, Asociación de Educación Feminista, nació en un aula de maestría. La necesidad de hablar sobre educación con perspectiva de género y de brindar herramientas para la prevención y erradicación de la violencia se cristalizó en el trabajo de mujeres, maestras y capacitadoras que, a través del activismo, llevamos día a día un discurso de transformación social. Hemos encontrado aliados, voluntariado y personas que nos apoyan, pero también hemos enfrentado la desacreditación y el rechazo.

Desde el Colectivo Huella Púrpura, se cree que la conciencia se construye a través de la educación, la transparencia y la participación directa. Involucrar a las personas es abrirles la puerta a ser parte activa: a través del voluntariado, las donaciones, la difusión de mensajes, la asistencia a actividades y la colaboración en redes de apoyo. Cuando la sociedad se reconoce como protagonista del cambio, deja de ser espectadora y se convierte en aliada.

Esta creación de conciencia, vista desde la trinchera de Psicobarrio, nace:

“cuando nos asumimos parte de algo más grande que nuestras necesidades y experiencias individuales; cuando la organización comunitaria se convierte en una práctica cotidiana, que comprendemos que, aunque sea un pequeño fragmento, la realidad que habitamos puede cambiar”, concluye Yoseline.

Por estas y muchas más razones, desde el corazón de la acción comunitaria, las asociaciones civiles somos agentes de cambio. Somos voces, manos y acciones en trabajo constante por la transformación social, por las luchas que a veces nadie quiere ver, por las causas que no se deben dejar perder. Porque hay que resistir, insistir y persistir hasta que la dignidad se haga costumbre.

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En Edufem realizamos actividades educativas y formativas que tienen como objetivo impulsar condiciones igualitarias y equitativas que propicien, desde la educación, el desarrollo integral de niñas, niños, adolescentes y mujeres.

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