En el marco de la presentación del libro ‘Crisis o Apocalipsis: El mal en nuestro tiempo’ se llevó a cabo la segunda presentación del coro “Inolvidable” en la Universidad ITESO, este proyecto está conformado por madres y familias buscadoras de Jalisco que encontraron en el canto un modo de sanar.
Textos y fotos por Aletse Torres / @aletse1799
La tarde del 20 de agosto, en el ITESO, el auditorio se transformó en un espacio de memoria. Afuera, los pasillos universitarios respiraban la rutina de siempre; adentro, 16 madres buscadoras se alistaban para cantar. Vestían camisas blancas con los rostros de sus hijos y familiares ausentes en el pecho. En la espalda, una palabra en letras negras: “Inolvidable”, acompañada por una flor. Ese nombre bautizó al coro que ellas mismas fueron tejiendo, un espacio de encuentro donde la música se convirtió en un modo de sanar y de resistir.
El silencio del auditorio se quebró cuando Miriam Rodríguez tomó la palabra, integrante del Coro Inolvidable. Antes de cantar, recordó que Jalisco es uno de los estados con mayor número de personas desaparecidas en México con 15 mil 553 personas desaparecidas; una cifra oficial que crece día a día y que no contempla los casos que nunca se denuncian.
“Estamos llenos de números que necesitan tener un nombre, un rostro y una voz… Sin ello, lo único que queda es la normalización de la violencia, y esa normalización nos está consumiendo”.
A partir de ese instante, la presentación dejó de ser un acto cultural para convertirse en un ejercicio de resistencia. El Coro Inolvidable comenzó con se plantó en el escenario con la convicción de quienes han aprendido que el amor y el dolor pueden, también, entonarse.

El inicio de una voz compartida
El Coro Inolvidable nació de un gesto casi accidental. Todo comenzó cuando un grupo de buscadoras pidió ayuda para acompañar con música una misa en memoria de sus desaparecidos. La invitación llegó a los oídos de Miriam, una joven que ya había trabajado con el colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ) en un proyecto previo titulado Poder Blando. Ella pensó en Óscar, su padre, quien desde hace años canta en un coro de iglesia, y lo llevó a tocar la guitarra durante la ceremonia.
La respuesta fue inmediata. Las madres no sólo cantaron los cantos litúrgicos, sino también canciones populares que, resignificadas desde su voz, adquirían otro sentido. Amor eterno de Juan Gabriel, ya no era un himno que un hijo dedicó a madre, sino el canto de amor de las madres a sus hijos e hijas ausente. Un recordatorio de que la muerte y la desaparición no tienen la última palabra.
Aquella experiencia se repitió en varias ocasiones. Óscar regresó a tocar y, poco a poco, la idea fue tomando forma: ¿qué pasaría si esas voces se unieran en un coro? ¿Qué impacto tendría escucharlas, no en una misa aislada, sino en un foro cultural, frente a un público dispuesto a atender?
La propuesta llegó a Lupita Ayala -quien participa en FUNDEJ y buscó hasta encontrarlo a su hijo Alfredo Ezequiel Campos Ayala, desaparecido el 26 de septiembre de 2019-, ella fue clave para concretar la idea. Fue entonces que Casa Luisita, espacio de las Madres Carmelitas en Guadalajara, abrió sus puertas para los ensayos. Allí encontraron un lugar neutral, no ligado a ningún colectivo en particular, donde podían reunirse y cantar. La madre Lolita, encargada del espacio, les dio la bienvenida: “Aquí se quedan buscadoras de todo el país, aquí todas tienen un lugar”.
El coro comenzó con unas cuantas voces. Se sumaron hermanas, esposas, madres. Luego llegaron más, invitadas por quienes ya estaban dentro. A las guitarras se sumó un tambor, y al acompañamiento musical, la guía de la psicóloga Aracely, madre de Miriam, que ya había trabajado en terapias grupales con ellas.
El nombre llegó casi solo: Coro Inolvidable. Un nombre que evocaba tanto la memoria como la resistencia, y una palabra que para la fundadora del proyecto era como el amor y la lucha de las mamás buscadoras.
Pero no se trataba únicamente de cantar. El proyecto se gestó como un espacio de acompañamiento y sanación colectiva. La coordinadora observó que, al cantar, las madres no solo se desahogaba, también resignificaban las letras:
“Cuando escuchamos una canción romántica podemos llorar aunque no hayamos vivido esa experiencia. Ahora imagina lo que sucede cuando una madre canta desde la ausencia de su hijo. Lo que escuchamos se convierte en un puente: quienes oyen logran conectar con un dolor que, de otra manera, quizá no entenderían”, explica Miriam.
La musicoterapia ha documentado que cantar en grupo reduce la ansiedad, genera cohesión social y abre canales de empatía. Para Miriam, en Jalisco, un estado donde las cifras de desaparición parecen imposibles de dimensionar, el canto surge como un lenguaje alternativo para enfrentar la violencia.
“Las marchas ya no nos funcionan tanto, porque hay gente que se molesta y nos grita”, compartió una de las buscadoras durante un ensayo. “En cambio, el canto es otra forma de hacernos escuchar. Nadie puede negarse a escuchar una canción”.
Así, cada ensayo se convierte en una terapia colectiva: se afinan guitarras, se repasan letras, se lloran recuerdos. Pero también se ríe, se comparte comida, se teje la comunidad.

El Coro Inolvidable: voces de buscadoras contra el olvido
La primera vez que el Coro Inolvidable se presentó públicamente fue el 30 de julio, durante una misa en el marco del Día Mundial contra la Trata de Personas. Aquel día, en un espacio íntimo y cargado de simbolismo, las madres buscadoras cantaron juntas frente a la comunidad que las acompañaba.
Esta segunda presentación surge de la invitación de la investigadora Rosana Reguillo, quien las convocó a participar en la presentación del libro “Crisis o Apocalipsis: El mal en nuestro tiempo”, escrito por Javier Sicilia y Jacobo Dayan en el ITESO; ahí las madres tomaron con fuerza el auditorio y con cuatro guitarras y un tambor, cantaron para sus amores desaparecidos..
La primera canción fue “Amor eterno”. Las notas conocidas arrancaron lágrimas entre el público. No era la versión de un cantante famoso, sino la interpretación de mujeres que cargaban con el peso de la ausencia.
“Cómo quisiera, ay
que tú vivieras,
que tus ojitos jamás se hubieran
cerrado nunca y estar mirándolos.
Amor eterno e inolvidable,
tarde o temprano estaré contigo
para seguir amándonos”.
La segunda pieza fue “Buscadoras”, una canción creada a partir de la experiencia de la desaparición forzada. Cada estrofa resonó como un manifiesto: la voz transformada en denuncia, la música en una forma de justicia simbólica.
El público, integrado por estudiantes, académicos y activistas, permaneció en silencio durante las interpretaciones. Algunos cerraban los ojos, otros lloraban discretamente. Cuando las últimas notas se apagaron, el aplauso fue largo, sostenido, más que un reconocimiento: una manera de acompañar.
“Necesitamos espacios que reconozcan y mantengan viva su lucha”, había dicho Miriam Rodríguez antes del concierto. Y en esa noche, el auditorio se convirtió en uno de esos espacios.
Al final del evento, Javier Sicilia tomó la palabra. Con voz pausada, agradeció a las madres buscadoras por lo que representan: “Son luchadoras, contramáquinas en un país que se niega a ver la verdad. Destellos de luz en medio de la oscuridad”, dijo.
Las madres se abrazaron entre sí. Y como lo hacen en las calles, en las plazas y en las misas, cerraron con un grito que ya es consigna y herida abierta:
“¡Vivxs se lxs llevaron, vivas lxs queremos!”

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Sigue aquí las acciones y presentaciones de Coro Inolvidable:
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