La memoria que camina”: tejer en colectivo como acto de resistencia frente a las desapariciones

El encuentro “La memoria que camina: la apropiación de espacio público, ante la desaparición de nuestros hijos e hijas”, organizado en el ITESO junto con colectivos de familias buscadoras, reunió a participantes en una jornada de bordado para sembrar memoria en lo público.

Durante la actividad se reflexionó sobre cómo las acciones colectivas —como marchas, fichas, memoriales y acompañamiento— transforman el dolor en resistencia y exigencia de justicia.

Por Vanessa Briseño / @nevervb

Con la motivación de tejer la memoria a través de un ejercicio de bordado, el encuentro “La memoria que camina: la apropiación de espacio público, ante la desaparición de nuestros hijos e hijas”, organizado por el ITESO, en colaboración con el Colectivo Luz de Esperanza, Huellas de la Memoria y la Fundación Heinrich Böll Stiftung-México, brindó un espacio colaborativo para que familias buscadoras y acompañantes compartieran, a través del bordado, sus historias de resistencia y esperanza.

El evento comenzó con un ritual de intención maya, coordinado por el Centro Universitario Ignaciano del ITESO. El espacio de oración tenía la intención de que todas las personas presentes conectaran con “lo más profundo”, esto de acuerdo con Fátima, encargada de la actividad.

Al centro del patio, se extendía en el suelo un altar circular, propio para la oración: “Se encuentra en el suelo porque nos invita a tocar tierra (…) Está en círculo porque no hay ni un principio ni un fin. Estamos todos en igualdad de condiciones”, se enunció. Así mismo, estaba organizado según los cuatro puntos cardinales, donde cada dirección se conformaba por un tipo de semilla adornada en distintos colores -como maíz y frijol-, esto con la finalidad de disernirlos. Además, se complementaba con un pincel, aros e hilos que representaban la invitación a construirse, tejerse en colectivo y a rescatar la memoria.

Entre humo de incienso, copal y después de encender varias velas como parte de la oración,  las personas presentes agradecieron la vida: “la memoria que nos da esperanza, el dolor que nos da fuerza”.  Ese momento de  reflexión, fue un llamado a “mirarnos en comunidad: nos acompaña, nos suma y complementa”, se dijo.

Posteriormente, se inauguró la jornada de bordado en la cual se recordó que el arte de tejer también funge como una herramienta para la memoria. Se presentó una pieza textil que se erguía a lo alto del patio; telas entrelazadas con el retrato de Charly y Juanito, enmarcados por un laberinto bordado con hilos, representando las posibles salidas a “la incertidumbre en la búsqueda”.

A cada asistente se le proporcionó hilo, pintura, un aro de costura y un pañuelo con el nombre escrito de alguna persona desaparecida, esto con la intención de “bordar y pintar la memoria”. Se mencionó que la actividad también buscaba ser una paradoja para “todas estas marañas que de pronto tenemos en la cabeza y en el corazón”.

Durante el bordado, las familias buscadoras pudieron compartir por qué sus hijos, hijas, parejas o amigas tienen el nombre que tienen o si tienen algún apodo. Como Francisco que con gran afecto le dicen el loco; también mencionaron a Ángel, nombrado así por un muchacho “pero guapo, guapo” que su mamá conoció en su juventud; o Zuleima que significa luz y alegría, a quien con mucha calidez le dicen la pimienta. Los recuerdos y el diálogo fluyeron recordando y nombrando a todas las personas cuyos nombres se encontraban bordados.

De forma paralela se proyectó un video de Huellas de la Memoria como antesala a su exposición inaugurada el 23 de agosto. La muestra está conformada con alrededor de 300 pares de zapatos entregados por familias que buscan a sus seres queridos, cada par acompañado de una carta personal, así lo mencionó Alfredo, integrante del colectivo. Este momento abrió un espacio de reflexión sobre la importancia de recordar y de visibilizar en lo público.

Hacia el cierre del encuentro se destacó que hacer memoria en los espacios públicos constituye un acto político que rompe con el silencio y la indiferencia al colocar en calles, plazas y muros los nombres y rostros de las personas desaparecidas.

Se afirmó que la memoria no sólo recuerda, sino que reconoce el valor de cada vida y transforma el espacio común en un lugar de dignidad y verdad. También se subrayó que cuando una familia siembra memoria en lo público, teje comunidad, enlaza dolor con esperanza y exige justicia. Además, se señaló que recordar implica resistir y mantener viva la búsqueda de quienes aún no han regresado.

En ese sentido, varias participantes compartieron que significa, desde su labor como personas buscadoras, hacer memoria y desde qué acciones, individuales y colectivas. Una mamá explicó que hacer memoria, desde la labor de quienes buscan a sus familiares, significa transformar los lugares de tragedia en espacios de memoria y resistencia. Indicó que estas acciones colectivas, como marchas, protestas, colocación de fichas y acompañamiento entre familias, son actos de exigencia al Estado y de visibilización de las desapariciones. Afirmó que la memoria no puede separarse de la resistencia y de la necesidad de seguir nombrando a quienes faltan:

“Visibilizándolos, compartiendo sus fichas, exigiendo, haciendo marchas, es un acto de memoria, de rebeldía, de exigir que esto ya no siga pasando”.

Igualmente, otra de las participantes expresó que hacer memoria, desde la labor de búsqueda, implica acciones tanto individuales como colectivas, como la búsqueda en campo, la pega de fichas y la creación de espacios donde los nombres de las personas desaparecidas permanezcan visibles. Puntualizó que muchas veces los esfuerzos por colocar fichas se ven frustrados porque son retiradas, lo que significa “una segunda desaparición”, por lo que consideró valioso contar con lugares donde no puedan borrarse. También destacó que los colectivos representan un refugio y una familia para quienes atraviesan el mismo dolor, y que aunque existan diferentes colectivos, “es la misma lucha, solamente cambia de nombre”.

En las palabras finales se remarcó que hacer memoria en México es un acto político y de resistencia que interpela al Estado y a la sociedad, al tiempo que transforma el dolor íntimo en una causa colectiva. Se afirmó que al sembrar memoria en los espacios públicos se mantiene vivo el recordatorio de que la justicia sigue pendiente y, al mismo tiempo, se levanta un símbolo de amor hacia quienes faltan.

Se recordó que detrás de cada nombre hay una vida interrumpida y una familia marcada por la ausencia, y que incluso nombrar duele porque no hay certeza de en qué tiempo hablar. El encuentro cerró con la promesa de seguir llenando de memoria las calles y plazas hasta que ninguna desaparición quede en silencio y “hasta que la justicia nos alcance a todas”, concluyeron.

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Vanessa Briseno
Vanessa Briseno
Melómana por excelencia y apasionada de la lectura. Creo firmemente que el periodismo es una gran herramienta que te permite contar historias reales desde la verdad.

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