El derecho a estudiar y a decidir: la universidad que queremos

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Por e ilustración por UJRM Jalisco / @UJRM

La universidad desde hace tiempo ha sido un medio que, aunque se presenta como un espacio para atender las necesidades del estudiantado, ha reproducido dinámicas que ponen esas necesidades en un segundo plano. Con el paso de los años, lejos de resolverse, los problemas se han agudizado.

Un primer ejemplo es la situación en CUCEI. El acceso a la educación debería ser un derecho, pero la realidad es que semestre tras semestre, miles de estudiantes quedan fuera de las materias que necesitan por la falta de cupos. Mientras tanto, solo una parte privilegiada de la comunidad universitaria logra inscribirse sin problema, reproduciendo una desigualdad que deja a la mayoría sin acceso real a su educación. Por esta situación los estudiantes se organizaron, realizaron un plantón de más de ocho horas y acudieron hasta rectoría para exigir que se diera acceso a quienes se les estaba negando ese derecho. La respuesta de la universidad fue clara: en lugar de atender las demandas, optó por criminalizar y deslegitimar la protesta, tratando de invalidar el esfuerzo de los jóvenes que solo pedían estudiar.

Este episodio evidenció otro problema de fondo: la ausencia de las estructuras de representación estudiantil. Mientras la comunidad se movilizaba en asambleas y marchas, estas figuras estaban concentradas en organizar sus propios eventos, actos que aparentaban “unidad” pero que en realidad estaban desconectados de las necesidades populares. Nunca estuvieron presentes en esas jornadas de lucha, ni en los espacios donde los estudiantes comunes se organizaron. En lugar de representar, han funcionado como vitrinas políticas, manteniéndose al margen de las verdaderas batallas del alumnado.

La misma lógica se repite en CUCBA, donde la comunidad exigió transporte público digno durante diversas ocasiones. La respuesta llegó tarde, limitada y solo después de que se encontrara una fosa clandestina cerca del plantel, un hecho gravísimo que expuso la vulnerabilidad a la que están sometidos los estudiantes. Una vez más, la comunidad tuvo que movilizarse para arrancar soluciones, mientras las estructuras de poder callaban.

Foto: UJRM

No podemos olvidar ademas de lo mencionado anteriormente que en la institución, la educación que se dice gratuita en realidad no lo es. Cada semestre los estudiantes se enfrentan a cuotas y pagos que, de no cumplirse a tiempo, traen como consecuencia la amenaza de una baja administrativa, sin considerar las circunstancias económicas de cada persona. La alternativa que ofrece la institución —solicitar prórrogas o permisos de extensión de pago— está llena de filtros burocráticos que marginan a los propios estudiantes y terminan excluyendo a quienes más necesitan apoyo. La universidad, en vez de ser un espacio accesible, termina reforzando las desigualdades que dice combatir.

Estos casos no son hechos aislados: todos apuntan a lo mismo. La universidad ha dejado de ser un espacio donde la voz de su comunidad guía las decisiones, y ha pasado a ser un lugar donde las necesidades reales se subordinan a intereses políticos, burocráticos y de prestigio. Si los cupos se abren, si se logra transporte o si se frenan abusos administrativos, ha sido gracias a la organización desde abajo, no por la voluntad de las autoridades.

Por eso, democratizar la universidad no es un ideal abstracto, sino una necesidad urgente que nos atraviesa a todos. No se trata de que los estudiantes carguen solos con la tarea del cambio, sino de reconocer que trabajadores, docentes y estudiantes compartimos los mismos problemas y que solo desde la unión como comunidad podremos transformar la institución en un espacio verdaderamente nuestro.

La historia reciente lo ha demostrado: cuando la comunidad se organiza, las cosas cambian. Es cierto que estas luchas han surgido muchas veces desde el estudiantado, pero sus efectos y beneficios alcanzan a toda la universidad. Lo que está en juego no es solo el acceso a un aula o un transporte, sino el sentido mismo de la universidad: si será un espacio al servicio de unos pocos, o un proyecto común que responda a las necesidades de quienes la habitamos día a día.

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Unión de la Juventud Revolucionaria de México es el brazo juvenil del Partido Comunista de México (marxista-leninista), por lo que reivindicamos su programa táctico y estratégico, y reconocemos en él al estado mayor del proletariado mexicano para organizar la revolución socialista en México.

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