La Maestra Lupita: Sanar sirviendo, amar viviendo

En conmemoración al Día de la Mujer Rural en México, ZonaDocs realiza una entrevista a Guadalupe Santiago, la Maestra Lupita, quien dirige la Escuelita Comedor Comunitario Ñhöhñö.

Por: Gina M. Erosa / @ginaemerosa

“Doy porque está en mi naturaleza. Es parte de mí. Mis niños son parte de mi vida, de mi familia” fue lo que me dijo la Maestra Lupita con una sonrisa enorme mientras me platicaba que el comedor comunitario es su proyecto de vida.

La maestra Lupita no ha tenido una vida sencilla; durante su infancia pasó por varias carencias y al ser la hermana mayor hubo ocasiones en las que prefirió dejar que sus hermanos comieran antes de probar bocado. Años después, se convirtió en madre soltera de cuatro hijos y al ser el pilar de su hogar, se vio en la necesidad de mantener dos trabajos demandantes y al mismo tiempo tener una casa organizada, alimentos en la mesa y presencia en la vida de sus hijos. Todo esto sin mostrar debilidad, pues su intención en ningún momento fue preocuparlos.

“Ellos siempre vieron a una mamá que pues no se cansaba, que no se doblegaba, que siempre estaba  al pendiente de todo: tareas, la casa limpia, comida, cena, desayuno. No me permitía que ellos me vieran mal emocionalmente. Al contrario, ellos veían a una mamá que siempre estaba fuerte, que siempre tenía brazos, besos  y todo para todos.”

Lupita.

En 2012, enfrentó otro duro golpe: su hermana fue diagnosticada con un cáncer bastante agresivo. Durante los dos años siguientes, la maestra Lupita se acostumbró a su presencia, pues pasaba el mayor tiempo posible cuidándola y acompañándola a sus terapias. Comenta que esa etapa de su vida la hizo ser más vulnerable ante el dolor y el sufrimiento de los demás.

El proceso de duelo posterior al fallecimiento fue bastante complicado; al principio sentía que no tenía derecho a llorarle porque había sido preparada para ese momento durante dos años. Pero honestamente, ¿cómo puede uno prepararse completamente para una pérdida de tal magnitud, aún siendo consciente de la situación que se está viviendo?  Eventualmente, llegó el día en el que la maestra Lupita no quiso levantarse de la cama. “Hoy no me levanto” pensó. “Hoy es un día para mí y que se caiga el mundo si es necesario”.

Ese día, por primera vez la maestra Lupita se permitió por fin ser vulnerable. Aunque lloró hasta quedarse sin lágrimas, el vacío en su pecho no desapareció; por el contrario, una creciente sensación de ahogamiento apareció, por lo que decidió asistir a un grupo de autoayuda.

“Me fui a un grupo de auto ayuda. Yo, la señora fuerte que nunca se doblaba, que todo podía y que siempre tenía una sonrisa en la cara. Cuando fui a ese grupo aprendí que yo también valía, que importaba y que no necesariamente tenía que ser fuerte para los demás”.

“Pude desahogarme, pude gritar, decir todo lo que me dolía, lo que me daba coraje, lo que no soportaba, todas esas partes feas que tiene el ser humano. Conocí que yo tenía un valor, porque dentro de mí había algo que se había acostumbrado a estar para los demás de una manera que no trajera problemas”.

Es común que las mujeres nos pongamos en segundo plano porque queremos que nuestros seres queridos estén bien, creemos que si ellos se sienten plenos nosotras eventualmente también lo haremos. Una regla en primeros auxilios es asegurarse de estar a salvo antes de ayudar a alguien más, porque si nos ponemos en peligro no podemos hacer mucho por la otra persona. Lo mismo pasa en la vida cotidiana.

La maestra Lupita ya era un ser humano admirable, resiliente y sobre todo llena de amor. Pero en el momento en el que además de darse cuenta de su valor, priorizó su sentir pudo crear cosas mucho más grandes de lo que alguna vez imaginó.

Comedor Comunitario Ñhöhñö

El comedor comunitario

“ se me ofreció la oportunidad de abrir el comedor. Yo pensé que necesitaba alguna manera de llenar el vacío y que tal vez esta era la puerta en la que tenía que estar. Dije que sí sin pensar”.

La Maestra Lupita accedió a llevar el comedor comunitario y enseguida tuvo ideas para mejorar el lugar. “Hasta pintura pedí” me comentó. Sin embargo, la propuesta se la hicieron un jueves y ese mismo día le comentaron que la inauguración sería el domingo, por lo que no había ni tiempo ni recursos para remodelaciones. Para el lunes, el comedor estaba lleno de niños.

Sacar a flote un comedor no es una tarea sencilla. De hecho, de los ocho que se abrieron ese mismo año, actualmente sólo queda el de la maestra.

Los primeros alimentos propuestos no eran apropiados para niños, pues en sus palabras, traían bastante picante y los niños no comen mucho chile, ya que puede hacerles daño. Es por eso que tomó la decisión de elaborar otro menú e ingeniárselas para lograr comprar los ingredientes. Nuevamente, es posible apreciar las atenciones que la maestra tiene hacia los demás.

En principio asistió al Banco de Alimentos, pero se le solicitaba una cuota de recuperación que no podía pagar, pues el dinero para ingredientes provenía de su propio bolsillo.

“Me dijeron que la cuota era mínima pero de todas formas pensé de dónde iba a sacar el dinero. Optamos por pedir a los niños que trajeran latas, botellas, cartón. Todo lo que ellos consideraban basura lo intercambiaban por su comida. Después iba un señor del Estado de México que compraba todos esos materiales y así fue como pudimos crear un fondo. También vendíamos comida en el tianguis los martes. Luego yo empecé a dar clases para hacer dinero extra”.

El comedor también resultó ganador de un sorteo organizado por la empresa Kellogg´s, gracias al cual fue acreedor a una estufa, mesas, sillas y a utensilios de cocina. Un año después, se consiguieron más recursos para el comedor gracias a su fundador Roberto de Hevia, por lo que la maestra Lupita pudo sentir más tranquilidad.

La época de pandemia fue complicada para el comedor, aunque la maestra Lupita no quería dejar a su niños las puertas tuvieron que ser cerradas en marzo de 2020 por disposición oficial. El cierre fue abrupto, por lo que un viernes de julio tomó la decisión de regresar para deshacerse de la comida que se había quedado durante esos meses de soledad.

Al llegar al lugar, se dio cuenta de un suceso que le partió el alma: los niños estaban allí bajo el rayo del sol utilizando el respaldo del comedor como salón de clases, los niños mayores ayudaban a los menores con sus tareas.

“Les tomé una foto y se la envié al fundador. Le pregunté qué debíamos hacer y le dije que los niños estaban allí preguntándome cuándo abriríamos. A ellos no les importaba una pandemia, solo tenían hambre. Me dijo que abriéramos las puertas”.

Ese día, la maestra Lupita no solo les preparó la comida, también los ayudó a completar sus tareas. “Las autoridades no contemplaron que no todo mundo tiene redes sociales, un teléfono, tabletas o recursos para imprimir tantas tareas”, me dijo. El lunes siguiente, el doble de niños habían asistido al comedor.

Los días pasaban y cada vez más niños asistían al comedor, llegando a albergar hasta 110, y aunque se pensó que la cantidad disminuiría con el fin de la pandemia, en realidad pasó lo contrario. Es por esto, que se empezaron a hacer remodelaciones en el lugar: vecinos donaron áreas pequeñas con techo para poder expandirse, se instaló una cerca de madera para evitar que los niños salieran a la calle y se instalaron lonas.

El comedor no tenía piso y no habían muchos recursos para contratar a alguien que pudiera instalarlo, por lo que a la maestra Lupita se le ocurrió una idea: entre todas las madres harían la mezcla y colocarían el piso. Esta acción no sólo impulsó la unión en la comunidad de madres de familia, también nos deja ver el inmenso amor que estas mujeres tienen por sus pequeños.

La maestra Lupita menciona que cualquier persona que la mire tiene su respeto y admiración, como es el caso de Daniela Tapia, estudiante del Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro. Daniela nació en el municipio de Amealco y siempre le prometió a la maestra que harían algo grande. Ahora, lidera junto a Ana Karen Martínez Laguna y la profesora Verónica Martínez el proyecto “Nutriendo Sueños”, cuyo objetivo es generar alianzas con empresas como Chofani y MARS.  Adicionalmente, el grupo estudiantil TAAC de la misma institución trabaja en la construcción de un comedor más amplio y sostenible.

Si bien en un principio la maestra Lupita tenía dudas respecto a mudarse a este nuevo comedor y admite que ha sido un reto – pues la zona anterior era más céntrica – le agrada bastante el nuevo espacio ya que es más amplio y hay mayor seguridad para los infantes.

“En cuanto esté terminadita yo me brinco para acá. Tengo la esperanza de estar en ese espacio. De tener la comodidad y cercanía tanto para mí como para los pequeños. De verlos correr en donde ya fueron a jugar y a explorar y en donde sé que van a hacer grandes cosas”

Aunque la maestra menciona que su vida ha dado un giro de 180° desde que comenzó con el comedor hace 11 años no todo ha sido color de rosa, han habido altibajos que le recuerdan la importancia de ponerse en primer lugar, pues gracias a un tema de salud tuvo que abandonar temporalmente el comedor.

El doctor le dijo que tendría que someterse a una cirugía, pero la cita más cercana para agendar sus estudios era en diciembre, por lo que se le recomendó asistir con un médico particular. En ese caso, podría ser operada en un mes. “Pero eso implicaba dinero y sería quitarle a mis niños para poder curarme. Aunque también debo de entender que si yo no estoy bien no puedo estar para ellos, Por primera vez en mi vida debo de pensar egoístamente en que yo debo de estar bien”. La maestra mencionó también que sus hijos han sido los encargados de cuidarla y acompañarla durante estos momentos.

El amor que la maestra Lupita siente no solo por el comedor, sino por sus niños – “porque son mis niños” me dijo – y por su obra son palpables, incluso a través de la pantalla. El brillo que hay en sus ojos al hablar sobre el que ella considera el proyecto de su vida es imposible de ignorar y la alegría se transmite con sus palabras.

“Hay algo muy bonito y es que cuando yo llegué a ese comedor me olvidé del dolor que sentía por mi hermana, porque ese vacío que ella dejó se llenó. Ese espacio vino a dar un giro a mi vida; no me preocupaba si no tenía esposo, a mí lo único que me importaban eran esos niños, mis hijos y yo”.

La gratitud y el servir

A lo largo de la entrevista, me di cuenta de que la maestra Lupita es una persona que está dispuesta a sacrificarse por las personas que quiere. Me habló de una vez en la que mencionó unas botas que le gustaron y su hijo le dio el dinero para que las comprara, pero que en lugar de ir por ellas prefirió ir a la tienda y comprar aceite, arroz y frijoles para la comida de sus niños.

Y es que para ella la plenitud está en hacer sentir felices y queridos a los demás. Sus hijos le han preguntado si no le gustaría viajar y conocer, pero ella dice que por el momento ese no es su deseo; por el contrario, ella quiere quedarse en el comedor y hacer lo que ama.

Dice que no hay sentimiento alguno como el que quienes alguna vez fueron a comer como niños la saluden en la calle como adultos, porque eso se siente como magia pura.

Le pregunté qué le diría la Lupita de hoy a la Lupita que estaba por abrir el comedor y su respuesta fue que aunque pasó por un camino bastante complicado lo logró, que su mentalidad ha cambiado porque hace 11 años no ponía límites y tendía a pensar que no era capaz de hacer las cosas. Que la gente en ocasiones diría cosas hirientes, pero eso no significa que no sea una persona fuerte que vale muchísimo.

“Le diría que es una chingonazasaza, porque no todo mundo logra lo que ella ha logrado y menos dando a los demás. Porque cuando tienes un logro personal te hace crecer, pero tú lograste algo por los demás. Así que sí, eres una chingona.”

Si tuviera que describir en tres adjetivos – además de chingona – a la maestra Lupita diría que es una persona sumamente generosa, amorosa y apasionada. En ocasiones creemos que encontraremos la felicidad cuando tengamos mucho dinero, cuando hayamos viajado por el mundo, cuando tengamos un logro laboral o académico, pero dejamos de lado que la plenitud también está en brindar alegría y tranquilidad a nuestros seres queridos, en actos que pueden parecer pequeños, pero que sin duda tienen el potencial de cambiar el mundo de las personas a nuestro alrededor

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Gina M. Erosa
Gina M. Erosa
Licenciada en Comunicación y Medios Digitales. Apasionada de crear, escribir, imaginar, preguntar y escuchar a las personas.

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